Partida Rol por web

- Vamos, Lucy, recoge tu plato y llévalo a limpiar. - la voz de una de las cuidadoras sacó a la niña de su ensimismamiento. La cena había terminado y los últimos rayos de sol del día asomaban por la ventana del comedor del orfanato. Uno de aquellos rayos golpeaba exactamente el centro de su plato y aquello la mantuvo distraída durante varios segundos. Aquel era un día extraño, sentía una molestia en la espalda y no se sentía del todo cómoda.

- ¡Lucy! - cuando la cuidadora se lo repitió, en voz más alta, ella se dió cuenta de que había vuelto a quedarse absorta. Asintiendo se levantó para llevar a cabo lo que le habían dicho. Aquella era la rutina diaria tras acabar la cena y, al hacerlo, se irían todos a sus habitaciones a descansar. Aunque en teoría todos dormían al volver a la habitación a la chica siempre le costaba mucho conciliar el sueño.

Torció el gesto al volver a notar en su espalda aquel cosquilleo tan incómodo. ¿Qué le ocurría?

Cuando llegó a su habitación, la chica suspiró ante el fin de otro de sus días. Aquello ya era una rutina con pocas novedades, cosa que a muchos otros niños les hastiaría al extremo, pero la vida interior que bullía en Lucy era razón suficiente para agradecer aquella paz.

Abrió su armario 'empotrado' en la piedra de la pared y colocó su ropa para ponérsela al día siguiente cuando se levantara. Si no recordaba mal, les tocaba trabajar en el patio del orfanato, arreglando el jardín. Era una tarea que a la niña le relajaba mucho amén de que la belleza de aquel lugar era digna de mención.

Pero nunca volvería a cuidarlo. No tendría esa oportunidad.

Cuando cerró el armario y se dió la vuelta fue hasta la ventana de su habitación. Por desgracia daba a la calle contigua y no al jardín, por lo que no solía mirar mucho por ella. Pero hubo algo que llamó poderosamente su atención: no había nadie. Normalmente, las calles de Terrasanta, incluso esa, tan pegada a la muralla, era muy transitada. Pero no había ni un alma aquella noche.

Escuchó un click y el sonido de un movimiento a su espalda. Lo escuchó claramente y se giró como un resorte. La ropa de su armario cayó al suelo y observó, horrorizada, cómo algo salía de ella. Era un ser renqueante, cuyo olor putrefacto inundó la habitación. Su piel en descomposición se repartía en jirones irregulares por el cuerpo de una forma totalmente antinatural, como si lo hubieran cosido y remendado una y otra vez.

Y al igual que Lucy había visto a aquel engendro, éste la había visto a ella.

Atardecía en Terrasanta y apenas hacía unas horas que Claudius había llegado a la ciudad. En ese tiempo ya habían intentado robarle tres veces y un hombre le quería vender una 'espada mágica' (cosa que dijo en voz muy, muy baja) en un callejón cercano. Habría podido parecer una buena oferta si Claudius no hubiera visto el reflejo de la daga que el hombre tenía agarrada en la mano.

El maestro de armas llegó por la entrada noroeste de Terrasanta prácticamente cogió la calle de frente hasta que llegó a un jardín bastante bonito. Vió a niños entrar y salir del edificio durante un rato y se quedó por allí cerca. Si las indicaciones de Thomas no eran incorrectas llegaría en un rato.

Pero hubo un momento en el que notó que había algo raro allí. De repente es como si las calles se hubieran vaciado. En apenas un par de minutos se encontró prácticamente solo, con apenas uno o dos personas que a paso ligero se metieron en alguna casa. Si había algún tipo de toque de queda lo desconocía.

Que lugar mas inhóspito este - pensaba Claudius, indignado - hay mas ladrones, timadores y demás calaña por aquí que estrellas en el cielo. Que asco de sitio...

Parece que es aquí. Thomas estará al llegar.

Pero, de repente, la zona se encontraba prácticamente vacía. Claudius no pudo evitar sorprenderse.

Esto me da muy mala espina - pensó para si mismo, mientras acariciaba el pomo de su espada, y miraba hacia todas partes en busca de una explicación a ese vacío.

El extraño silencio que llenaba ahora mismo en aquella calle de Terrasanta se vió rasgado por un grito que retumbó en los tímpanos de Claudius. El hombre se giró varias veces hasta que advirtió de dónde venía el grito: era del edificio con jardín del que entraban y salían varios niños. Vió como la puerta se abría y un niño de unos 10 años salía por la puerta corriendo, aterrorizado. No pudo bajar siquiera las escaleras cuando una especie de perro de aproximadamente metro veinte de altura con una especie de armazón metálico apareció de la puerta y enganchó al niño de la pierna con la boca, llevándoselo al interior.

¿Pero que coño...? ¿Que era eso?...

En todo caso ese niño necesita ayuda...

Pero solo un idiota entraría ahí y mucho menos sin saber siquiera con que podía encontrarse. No, no era inteligente en absoluto.

Y acto seguido, Claudius entró en el edificio mientras desenfundaba sus dos espadas.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!

El pecho de la chica se contrajo de pronto, liberando todo el aire que almacenaba en su interior, dejándolo salir por la tráquea cruzando las cuerdas vocales y emitiendo un sonoro grito. Un aullido tal tendría que haber sido oído por todo el orfanato... como poco.

Lucy se pegó contra la pared, al lado de la ventana.

Temblaba.

¿Qué era eso?

Temblaba.

Inconscientemente, su cuerpo comenzó a almacenar energía mística. Lucy nunca era consciente cuando lo hacía, y a la vez, sabía muy bien cuando tenía que hacerlo. Algo en su interior se encargaba de ello. Una parte de su alma tejía la fibra mágica de la realidad para alterar su contenido y generar elementos favorables para la pequeña.

El problema es que Lucy no controlaba del todo esa magia, era... como si alguien lo hiciera por ella. Alguien la protegiera, desde dentro.

Un hecho extraño, en una niña peculiar.

Y ese maldito picor seguía en su espalda.

Verdaderamente molesto.

Claudius iba a internarse en aquel edificio cuando vió algo que llamó su atención. Giró la cabeza hacia la izquierda al ver una  figura moviéndose en una ventana y cuando lo hizo aquella figura desapareció... para aparecer en el suelo, a unos metros de él. ¿Había... desaparecido y aparecido?

Era una niña de unos 12 años. Se miraron. Ella tenía el pelo claro y parecía bastante asustada. Pudo comprender por qué, pues en la ventana empezaba a perfilarse una figura humanoide con varias partes del cuerpo llenas de signos de putrefacción. Sin embargo, parecía portar en partes del cuerpo algún tipo de armadura metálica.

Claudius era un hombre de gran tamaño, rubio y que portaba un arma de lo más peculiar. Parecía un hacha a dos manos (y probablemente lo fuera), pero era inusualmente alargada y muy bonita.

El maestro de armas no pudo hacer ningún gesto porque con un salto un enorme perro no-muerto, armado de la misma manera que lo estaba el zombie de la ventana, se lanzó contra él, derribándolo.

Lucy temblaba y el miedo se veía en sus ojos. Por un momento hubiera saltado hasta las piernas del aventurero abrazándose a él para no soltarse nunca. La visión de aquel remedo de persona casi la paraliza, obviamente, no estaba acostumbrada a contemplar la muerte moviéndose por la ciudad.

El hombre con el que había coincidido, por suerte, parecía tan vivo como ella. Además, el arma de tamaño descomunal que portaba con él hacía que, aunque no demasiado, los nervios de Lucy disminuyeran. Si sabía usarla con destreza, o con brutalidad, quizá pudiera protegerla.

Por otro lado, había visto como su cuerpo desaparecía de la realidad, para reaparecer en otro lugar, y no sabía como se lo tomaría. Quizá, incluso, le echara la culpa de lo que estaba pasando. Hay veces que el desconocimiento lleva a crear falsas ideas. De hecho, ni siquiera la pequeña estaba segura de que no fuera por culpa de su Don.

Claudius se dió cuenta de lo expuesta que estaba la cabeza de aquel monstruo en lo que armadura se refería, comparándola al resto del cuerpo. Además, como era bastante grande y sobresalía mucho del cuerpo creyó que no le costaría mucho alcanzarla.

¿Pero que estaba pasando aquí? ¿Y esa niña? ¿Pero que demonios acaba de...? - pero los pensamientos de Claudius se perdieron al ver a aquellos seres aberrantes. Lo que parecía ser, o al menos lo había sido, un perro, se lanzó contra ellos con furia. No sabía que estaba pasando pero no tenía mas remedio que combatir, ya haría preguntas luego.

-Niña, quédate detrás mío. ¡No te muevas! - dijo con firmeza, y acto seguido se lanzó al combate.

Claudius descargó su gran arma sobre la cabeza del monstruo y varios trozos de hueso salieron despedidos por el golpe. La mitad de la cabeza del monstruo ya no existía, pero revelaba unos peligrosos dientes afilados que no tardaron en dirigirse hacia el rubio. El maestro de armas paró el mordisco con el hacha, devolviendo al zombie a su posición de un empujón.

Cuando Lucy quiso darse cuenta el zombie humanoide que había entrado en su habitación estaba en la ventana... y saltó. Ella pudo verlo a tiempo, pudiendo reaccionar.

Lucy se encogió tratando de hacerse tan pequeña que el ser no pudiera verla. Estaba aterrorizada, temblando, hecha un ovillo en el suelo empedrado de terrasanta. Su garganta seguía chillando, pues la protección que el guerrero le daba no era suficiente, teniendo en cuenta que eran dos atacantes y él libraba una batalla contra el "animal".

De pronto, de la espalda de la niña surgieron un par de alas doradas que iluminaron los alrededores. Cada una de las plumas tenía una estilizada figura, destilando luz y liberando una energía casi asfixiante para el que pudiera sentir la magia.

Las dos nuevas extremidades se tensaron, elevándose más de un metro sobre la niña quedando enhiestas sobre el suelo. Entre ellas, en el espacio vertical que quedaba entre ambas alas, el poder de la luz comenzaba a concentrarse, empezaba a tomar forma. 

Un ángel blanco surgió entre las dos alas brillantes. Un ángel con espada y armadura, un ángel armado hasta los dientes. Un ángel cuya mirada inspiraba temor. Un ángel que voló directo hacia la criatura que comenzaba a caer de la ventana. Con suerte, debido a su precaria posición de equilibrio el impacto sería, si no suficiente para matarlo, al menos daría un tiempo precioso a su improvisado salvador.

Aquel ser de luz que dejó totalmente impresionado a Claudius, que aunque había visto alguna que otra demostración de magia en su vida jamás se había canalizado de aquella manera. El ángel lanzó un espadazo contra el monstruo que pareció sufrir el golpe pese a que no gesticulara en absoluto. Sin embargo éste no le evitó caer de pie y sin contratiempos y tras levantar la vista del suelo, cargó contra la niña mientras su brazo derecho se transformaba en una especie de maza de hueso.

El ángel luminoso cambió su trayectoria, y tras endosar un tremendo espadazo a la criatura, volvió al lado de Lucy, posicionándose a su lado. Casi sin haberles dado tiempo a apagarse, las alas se erizaron de nuevo, haciendo que el ente de luz se situara al lado de la hechicera. Tres pares de alas blancas surgieron del escudo del ente alado y envolvieron a Lucy. Las plumas hechas también del más puro de los elementos, parecían tener la consistencia del acero.

Las formas que creaban estas plumas no eran otras que el cuerpo del ente volador. Ahora, el ángel estaba hecho de plumas de luz brillantes. 

Colocando su escudo ante él, lanzó una mirada amenazante a la otra criatura. Tocar a esa niña no sería tarea fácil.

El engendro no muerto, que no pareció intimidarse lo más mínimo por aquel ser hecho de pura luz, dirigió su ataque contra la posición en la que Lucy había estado antes de ser protegida por aquellas alas tan brillantes.

La maza de hueso golpeó con una fuerza tremenda, tal que el ángel tembló. En su interior, Lucy, que no llegó a resultar herida, se quedó sin respiración durante un segundo debido a la fuerza del impacto.

¿Pero que diantres es eso? - Claudius conocía la magia pero aquel "ángel" no podía, cuanto menos, sorprenderle. Aquella no era una simple niña, ya le había parecido "diferente" en cuanto la vio. Estaba claro que iba a darle problemas. Maldita cría... Pero no podía abandonarla, no era su estilo. Ay... bendita suerte la suya...

El combate tenía que acabar antes de que la cosa se pusiese fea. Agarró a Nothung con fuerza y descargó todo su poder contra aquello que antaño había sido un perro.

¡Muere, criatura del averno!