Partida Rol por web

Kai juntó las manos entrelazando sus dedos, con sus ojos azules cerrados por pura discrección. Estaba en aquella especie de pequeña iglesia, o capilla, no sabía muy bien qué era (su inexperiencia con sitios de culto era patente), dedicándole unos minutos a sus propios pensamientos ya que se encontraba algo estresada. Una vez se calmó pensó durante unos minutos en su pequeña 'mecenas de guerra' y pidiéndole consejo sobre todos los problemas que le habían asaltado desde su llegada a Dwänholf. Aunque Terrasanta era un lugar algo más tranquilo (no mucho) que el resto del principado la personalidad de la maestra de armas le hacía meterse de lleno en todo tipo de problemas.

El último había sido el más reseñable de todos: habían enviado a media docena de asesinos de poca monta a por ella.No tenía ni idea de quién había sido ni de qué había hecho para merecerse aquello (aunque se lo podía imaginar). 5 de ellos se habían dado de bruces contra el pavimento, muertos, mientras el sexto volvía a casa herido de gravedad para dejarle claro a su patrón de qué estaba hecha.

Así que necesitaba un lugar tranquilo para desestresarse y eligió aquel. Aunque llamaba mucho la atención una mujer de su apariencia en aquel lugar, tan cargada de metal, nadie se atrevió a decirle nada y apenas a mirarla.

De momento, algo llamó su atención. Pareció escuchar un ruido de una puerta que tenía tres o cuatro metros más alla, entreabierta, que daba a unas escaleras. Parecía una especie de gemido ahogado que no le daba buena espina.

Abrió los ojos y miró hacia la puerta. Suspiró. Ya habría tiempo para dedicarse a sus pensamientos más tarde, cuando se asegurara de que aquel sonido no era nada de lo que preocuparse. Había aprendido a no fiarse plenamente de su oído, pero siempre era meticulosa en situaciones como aquella.

Se levantó sin prisas y caminó hacia la puerta. Su armadura sonaba ligeramente a cada paso que daba en el silencio sepulcral de la capilla. En cuanto estuvo tan cerca de la puerta que podía tocarla, empezó a sentir la aquella sensación familiar. Aún muy leve, casi imperceptible, pero la conocía bien. Frunció el ceño y puso la mano sobre la empuñadura de su espada suavemente antes de abrir la puerta y empezar a bajar los escalones con paso firme.

La mujer bajó las escaleras atenta a cualquier movimiento que hubiera en aquel lugar. Según bajaba observó varios nichos que se extendían a lo largo de la sala, que parecía un pasillo por donde cogían unas tres personas. Cuando llegó al final de éstas se giró para observar al otro lado de la sala cuando sin previo aviso una especie de humanoide con el cuerpo pútrido y que olía horrores estaba frente a ella, dispuesto a atacarle. Sin embargo la pelirroja fue más rápida que él.

¿Era alguna especie de no-muerto? Parecía estar sólo, pero era realmente raro encontrarse algo así en un lugar como ése.

Kai desenvainó la espada y atestó un tajo a la criatura. Aquello apenas podía llamarse golpe. No intentó buscar una razón o achacarlo a nada. Sencillamente apretó los dientes, contrariada, y llevó la mano izquierda al mango del hacha, sacándola y golpeando con ella. Acabar el trabajo. Eso era lo que siempre hacía. Sin pensar demasiado.

La espada de la chica rozó la piel de aquel no muerto, aunque parecía no haberle hecho nada en absoluto. Sin embargo el peso del hacha y la precisión con la que atacó con ella destrozó gran parte de la anatomía del zombie, que le arrancó una gran parte del lado izquierdo del cuerpo y lo dejó totalmente inútil, cayendo al suelo y viendo finalizada su existencia.

Entonces vió algo por el rabillo del ojo y lo miró rápidamente. Muchos nichos detrás de aquel muerto habían desaparecido y había huecos oscuros. Veía salir de allí a más monstruos así. Contó 12... y seguían saliendo.

Kai miró a las criaturas que se acercaban. Tenía los músculos en tensión y no sólo por el entrenamiento, sino como acto reflejo cada vez que sus sentidos se disparaban en presencia de algo maligno. Retrocedió hasta quedar a escasos metros de la escalera; no parecían muy rápidos, pero si continuaban saliendo aquella posición impediría que la rodeasen. Estaba dispuesta a cortarles el paso; recordó a la gente que había estado con ella en capilla, muchos dirigiéndole miradas curiosas.

Se volvió hacia el que tenía más cerca y atacó, esta vez con el pulso firme y concentrada. La hoja atravesó la carne podrida con un sonido desagradable y el olor se hizo aún más nauseabundo.
 

La fuerza que poseía Dikaia para acabar con engendros del mal como aquellos se hacía patente a cada golpe que infligía. El primer espadazo dejó a aquel no-muerto a punto de caerse a pedazos y con el hacha literalmente partió a la mitad su tronco y sus dos pedazos se precipitaron contra el suelo de mármol. Los zombies avanzaban sin pararse ni un momento y en aquel momento Kai contó 17. No podía alcanzar a ver desde ahí si seguían saliendo de ese agujero.

Tampoco pudo preocuparse mucho de ello pues otros dos de ese mismo tipo de engendro del mal estaban prácticamente encima de ella con sus garras metálicas listas para buscar un hueco en su brillante armadura. El primer monstruo se lanzó torpemente contra ella y no sólo Kai le paró sin problemas si no que vió un hueco por el cual podría hacerle mucho daño. El segundo la alcanzó, pero rozó tan levemente su armadura que sabía que ni la había podido rallar.

Si Kai tenía algo, era testarudez. Era incansable cuando se trataba de meterse en una pelea, por lo que se mantuvo donde estaba sin retroceder, incluso cuando escuchó las garras de una de las criaturas rechinar contra su armadura. Estaba dispuesta a abrir por la mitad a cuantos se le interpusieran. Sin embargo, también era consciente de sus limitaciones. Si seguían saliendo tendría que plantearse una retirada temprana para evacuar la capilla si fuera necesario. Atravesó a un nuevo agresor de un tajo y usó el pie para empujarlo hacia atrás y sacar la espada. ¿De dónde venían y cuántos más se iban a arremolinar esperando para alcanzarla?

Intentó no pensar en ello, atenta a si el número seguía creciendo, mientras bajaba el hacha con fuerza.

El zombie parecía resistirse a morir y se apartó casi a tiempo de que Dikaia le abriera de la cabeza a los pies, pero sólo consiguió cortarle la parte derecha del cuerpo. El monstruo se lanzó contra ella para arañarla pero el hacha de la maestro de armas le lanzó contra la pared, totalmente destrozado. Aquella mujer había nacido para eso.

Pero todavía quedaba otro de aquellos monstruos que lanzó sus garras para herirla. Pero Kai era mucho más rápida que él y con un golpe de su arma apartó al zombie dejándolo desequilibrado y listo para recibir un buen golpe que le eliminara.

Los ojos se le abrieron como platos al observar lo que estaba apareciendo al final del pasillo. La piedra de uno de los huecos de la pared se estaba resquebrajando para dejar paso a la abominación que allí había deseosa de salir. Parecía una mole metalica, como si fuera una especie de caballero oscuro de unos 4 metros con una espada que prácticamente era igual de alta que Kai. Estaba claro que prácticamente no cogía en aquel lugar, pero se estaba abriendo paso...

Su 'detector' de energía negativa, que ya estaba disparado, se volvió totalmente loco al ver a aquel monstruo. Era lo nunca visto, algo que parecía desafiar todas las leyes de la existencia. Aquella monstruosidad la observó a través de su yelmo. Estaba claro que quería salir de allí y que lo haría estuviera Kai en medio o no.

Kai negó con la cabeza y apretó los dientes, contrariada. Su primer impulso era lanzarse contra aquella cosa con la espada por delante, pero había demasiada carne pútrida entre ella y su objetivo, el lugar era demasiado estrecho para maniobrar con comodidad y dejaría la salida sola, permitiendo que alguno llegase hasta la gente de la capilla. Enfundó el hacha de mala gana y corrió escaleras arriba, abriendo la puerta de un golpe que resonó en la capilla como un cañonazo.

Varias cabezas se volvieron hacia ella, que apuntó hacia la salida con la espada:

-Fuera de aquí si apreciáis en algo vuestra vida. ¡Moveos! -gritó, con su voz más clara.

Cinco segundos. Durante cinco eternos segundos, los feligreses la miraron con los ojos desorbitados sin entender nada. Pero un joven gritó "Va...¡vamos!" y cuando salió corriendo, todos le siguieron, asustados. Dikaia no estaba muy segura si habían acatado su órden o se iban por miedo a lo que ella pudiera hacerles.

La maestra de armas se colocó frente a la puerta y esperó pacientemente a que uno de los zombies subieran y, cuando estuvo arriba del todo, levantó la pierna y estampó sus grebas de acero contra el pecho del engendro no-muerto, que sin remedio cayó hacia atrás. Junto a él cayeron otra media docena rodando por las escaleras, a los pies de la mole de metal. Ésta pareció enfurecerse y cogió con su mano izquierda uno de aquellos zombies y lo destrozó con sólo apretar sus dedos metálicos. Pareció volver a mirarla y alzó su brazo izquierdo, el que estaba desarmado. Lo dirigió hacia ella, expandiendo sus dedos. Aquello... era... surrealista... ¿La estaba señalando?

Tuvo que ahogar un grito al darse cuenta de su error. En un instante aquellos dedos de metal se alargaron a una velocidad vertiginosa con la intención de agarrarla. Fue tan rápido que no pudo reaccionar, los dedos se cerraron a su alrededor y pese a que tiró con todas sus fuerzas hacia atrás, los dedos la arrastraron escaleras abajo frente a aquel monstruo.

No. Aquello se estaba saliendo de lo previsto.

Era una mole. Era poco probable que aquel montón de metal pudiese subir por las escaleras sin tener que ensancharlas a golpes antes. Se puso en pie a toda prisa y corrió hacia las escaleras, esquivando los cuerpos a su paso. Necesitaba más espacio y a ser posible averiguar qué era aquello y de dónde había salido.

Lástima que ella no tuviese demasiada maña clasificando criaturas malignas. Normalmente intentaba matarlas mucho antes de saber qué eran.

Atravesó la capilla a toda prisa y salió a la calle, esperando poder conseguir algo de ayuda de gente que supiese lo que hacía en una pelea, pero al salir se quedó mirando a su alrededor. Y pasó algo que rara vez pasaba: Por un momento Kai no supo qué hacer.

Había más criaturas como las que había aniquilado junto a los nichos recorriendo las calles, persiguiendo a los ciudadanos; algunos incluso se debatían en el suelo, abriendo a algún pobre desgraciado en canal. Kai echó a andar, intentando alcanzar con sus armas a todas las abominaciones posibles, dando tiempo a la gente para huir. ¿Pero a dónde iban a huir?, se preguntaba. Estaban por todas partes. Tenía que encontrar a alguien de autoridad o a alguien que pudiese luchar, y deprisa.

Aquello era un caos. Cuando Dikaia avanzó un par de calles se encontró en una zona con una visión terrible. Aquello estaba infestado de no-muertos sencillos, aun más que los que se había encontrado en la capilla. Parecía ser un punto de tránsito habitual para los ciudadanos de Terrasanta pues había decenas de cadáveres en el suelo siendo devorados por los monstruos. Además, una docena aproximada de personas seguían vivas entre el mar de zombies y parecían estar luchando por sobrevivir unos minutos más.

La maestra de armas se planteó dirigirse hacia allí para intentar ayudarles cuando escuchó un sonido y de los tejados cayeron ocho zombies de algo más de dos metros de altura. Kai fue más rápida que ellos y se preparó para reaccionar en cuanto tocaron el suelo.

No podía dar dos pasos sin que algo enorme y horrendo le cortara el paso, por lo visto. No tenía tiempo de andarse con tonterías cuando la ciudad entera parecía sumida en aquel caos inexplicable. Apenas habían caído y aún no estaba muy segura de qué eran cuando ya estaba lanzando la espada hacia ellos. No había mejor forma de saber qué hacer con una criatura que darle un buen espadazo y ver cómo respondía.

Aquellos engendros no-muertos se lanzaron contra Dikaia y ésta pudo observar asombrada como sus brazos se transformaban en espadas, huesos y lanzas de hueso como si de algún extraño mecanismo se tratara. La elegida de Azrael pronto se vió avasallada por tantos golpes consecutivos y aunque los primeros los desvió con sus armas con relativa facilidad, varios de los últimos la sobrepasaron y golpearon su armadura aunque, otra vez más, ésta le salvó de sufrir ningún daño.

Un gran grupo de los zombies que había delante estaban ya demasiado cerca de ella y si se descuidaba, pronto la sobrepasarían... giró la cabeza y vió que por detrás también había aparecido un buen número de aquellos zombies 'básicos' que se acercaban, observándola.

Maldijo su suerte, pero empezó a preguntarse si no estaría toda la ciudad bajo la misma situación. De ser así, pensó la antigua inquisidora, estaba en un grave, grave problema.

Pero algo allá arriba (literalmente) pareció escucharle maldecir y unas cadenas de acero aparecieron de uno de los edificios. Dos de ellas cogieron a dos de los zombies diferentes y los alzaron por los aires, estrujándolos. Otra cadena dió un golpe de barrido a uno de los grupos, dejando vía libre a la puerta del edificio que Kai tenía a su derecha, dos pisos y una puerta que no sabía si estaba o no abierta.

Kai siguió las cadenas con la mirada un momento. Nada que se llevara zombies por delante así podia ser del todo malo. Además, aquella forma de barrer el camino que llevaba hasta el edificio de donde había surgido parecía una invitación en toda regla. Corrió hasta la puerta enfundando el hacha e intentó abrirla. Estaba cerrada. La golpeó un par de veces, pero no tenía tiempo de esperar una respuesta. Empujó con el hombro y finalmente se abrió con un pequeño crujido; Kai no perdió un momento para escabullirse dentro y cerrar la puerta tras de sí. Miró a su alrededor, espada en mano.

Ya era la segunda vez que tenía que salir huyendo de una pelea. Se estaba poniendo de muy mal humor.

Cuando Kai comenzó a inspeccionar la casa en la que se había metido, escuchó unos pasos que descendían por la escalera. Eran pasos ordenados y rápidos, algo que sólo podía provenir de un ser vivo de verdad. La pregunta era... ¿a quién pertenecían?

No pasó mucho tiempo antes de que Kai pudiese averiguarlo. La mujer de pelo blanco saltó el último escalón y se acercó a ella para mirarla atentamente. A excepción del cabello corto y despeinado, toda ella era oscura. Su traje, su piel, su único ojo. Incluso la funda de su arma, una enorme katana que pendía de su cadera, era de cuero negro. Pero su rostro, además de preocupación, mostraba una calidez que sólo ella poseía.

-¿Estás bien? He visto que te rodeaban. ¿Te han hecho daño? -preguntó Valeria Argos poniéndole las dos manos enguantadas en los hombros y palpándolos, como si intentase evaluar su estado y resistencia.

-¿Val? -preguntó, y la voz le salió varias octavas más alta que su tono normal. Kai tenía fama de ser fría y pocas cosas la sorprendían pero aquello la había cogido tan de improviso que por un momento hasta se olvidó de los zombies- ¿Qué haces aquí? Estoy bien. ¿Cómo has llegado? ¿Tú estás...?  -dijo intentando cubrir las preguntas de Val y las suyas sin demasiado éxito. De repente abrió mucho los ojos y la cogió del brazo, acordándose de que aquella ciudad era en aquel momento el último lugar del mundo donde quería que Val estuviera- ¿Pero qué haces aquí? ¡Tienes que salir!

-No, no podemos salir -respondió Valeria calmadamente-. Eh, estoy bien. Yo he sido la que te ha salvado esta vez, ¿recuerdas? Puede que cuerpo a cuerpo tú te defiendas mejor que yo, pero mis cadenas nunca me han fallado.

La daevar esbozó una sonrisa y acarició el pelo de Kai.

-Te has dejado melena. Me gusta.

Kai se quedó mirándola un momento. No podían salir. Estaba encerrada, con Val y un montón de gente inocente en una ciudad que parecía supurar mal a cada minuto que pasaba. Tenía que pensar en una forma de acabar con todo aquello, porque siempre había una forma. Pero antes había algo que no podía esperar más.

La rodeó con el brazo que tenía libre, intentando no aplastarla demasiado contra armadura, y la estrechó con fuerza. En la otra mano aún sujetaba la espaba, con el brazo bajo por el peso del metal y la punta apoyada en el suelo.

-Gracias  -dijo un poco más tranquila, contagiada por la calma de Val-. Y gracias por sacarme de ese apuro.