Partida Rol por web

El profesor se había adentrado en aquel sótano atemorizado, esperando hallar nuevos horrores que terminasen por quebrantar su ya debilitada mente. Y no hubo de resultar decepcionante tal expectativa, pues apenas había hallado Arleen una nueva pista, cuando un enjambre de ratas se precipitó sobre ellos, saliendo de las paredes en medio de un millar de chillidos repugnantes, que erizaron el vello a Feynmann nada más escucharlos. Y no sólo esto: las ratas les atacaban, poseídas por una rabia que suscitó un terror supersticioso en el profesor, quién, ayudándose del martillo que había recogido en la estancia anterior, trató de apartar a las ratas que les hostigaban y ayudar a la periodista a salir de allí.

- ¡Vamos Arleen! - gritó, desesperado - ¡Salgamos de aquí!

Tiró de ella con un brazo, mientras lanzaba martillazos a diestro y siniestro confiando en hacer el hueco suficiente.

William, aun en su estado, no dudó en intentar a Arleen, quien pataleaba rodeada de aquellos seres chillones e infectos, sin aparente éxito. La periodista podía notar cómo el sucio pelaje y las frías colas de los animales rozaban sus pantorrillas mientras terribles escalofríos recorrían su espalda cuando el parapsicólogo pudo pisar la cabeza de uno de los roedores, provocando la desbandada de unos cuantos de sus compañeros*. Louis corrió tras William, aún convaleciente y que no debería estar moviéndose tan rápido con las heridas de su cuerpo, casi tropezando con tanto animal. Pudo alcanzar al hombre y conseguir que este se apoyara en su hombro, mas para su desgracia no pudo alcanzar a ninguna rata en el intento. Mientras tanto, el profesor intentaba también ahuyentar a las repugnantes criaturas a base de martillazos, pero parece que aquellas bestias eran mucho más rápidas que él.

Por suerte para los investigadores, por mucho que las ratas intentasen morder y arañar, parecían no conseguir en aquella marabunta. Si es que realmente intentaban atacarles... ¿O acaso sólo habían salido de las paredes huyendo de algo?

Me levanto e intento apartarme de todo el grupo de ratas que me rodean, con la esperanza de que ellas sólo quieran huir y no vuelvan a atacarme.

- ¡Sí!- Respondo al profesor mientras me ayuda a ponerme en pie. Cojo mi bolso con fuerza para evitar con él los intentos de mordiscos de los roedores.

No se lo pensó dos veces Feynmann antes de empezar a correr ante la turba de ratas que se les echaba encima. Algunas logró apartar golpeando rudimentariamente con el martillo que sostenían sus dedos, pero poco tardó en comprender que el esfuerzo era inútil: muchas eran las ratas, y poca su destreza con aquella herramienta, además de excesiva la presión que sus articulaciones soportaban tratando de luchar mano a mano con aquella marea de animales enloquecidos. Quizá sólo huyeran, y Feynmann y los suyos tan sólo se estuviesen interponiendo en su camino.

Tirando de Arleen, y ayudando (y apoyéndose) a sus compañeros, Feynmann bregó contracorriente tratando de apartarse de los animales y alcanzar el piso de arriba.