Partida Rol por web

El cosquilleo en las frentes de los investigadores no hacía si no acentuarse a cada segundo, y llegó un momento en el que se convirtió en un punzante dolor de cabeza. Sin más remedio, los cuatro hubieron de escalar los escombros por donde habían descendido hasta el sótano y, por donde habían entrado, abandonar el edificio, sintiendo al llenar sus pulmones del aire fresco de la calle una sensación de alivio, como si hasta ahora no hubiesen estado respirando, o como si aire que respiraban en el interior estuviese fuertemente viciado.

En unos instantes, el dolor desapareció como un mal recuerdo.

El profesor Feynmann se rascó la frente al salir del lugar, aliviado al fin de la opresiva sensación que sintieran desde que aquel extraño símbolo se posara sobre ellos. Nicholas se sentía dolorido por la caída que habían sufrido en el interior, la cuál le había impedido inspeccionar adecuadamente el lugar. Pero al menos, se consoló, estaban vivos.

- Creo que deberíamos averiguar algo más antes de volver a la casa. - dijo - Quizá podamos encontrar alguna información en la biblioteca de la universidad...

El profesor confiaba en poder descubrir algo más indagando entre los libros de la vieja biblioteca. Si no, siempre podían intentar visitar los archivos municipales para hallar algo acerca de la capilla.

Creía que era una jaqueca típica mía hasta que veo al profesor Feynmann tocarse la frente y resoplar de alivio. Curiosamente también me ha desaparecido la molestia.

- ¿Usted también ha sentido un dolor punzante en la frente? Qué extraño, aunque en estos momentos estamos sometidos a mucha presión, y más si desaparece el suelo bajo nuestros pies...- Indico.- Me parece bien lo que sugiere, quizá aparezcan más nombres por algún lado. Tengo la teoría de que algunos miembros de esta secta son los que están molestando en la mansión y provocando los trastornos a sus inquilinos con sus tretas, con el objetivo de que la vivienda esté abandonada y puedan continuar reuniéndose allí o celebrando sus oscuros cultos. Podemos considerar que Walter Corbitt era un miembro importante de la comunidad y por tanto, su mansión será muy querida también por los...sectarios...por llamarles de algún modo. ¿No creen?

Mientras discurro esta hipótesis me aparece el deseo de un cigarrillo, ya que tengo muy interiorizado la relación entre fumar y el trabajo periodístico. Saco del bolso uno de mis cigarrillos y miro a mis acompañantes, esperando que algún caballero se ofrezca a encendérmelo.

No obstante siempre llevo alguna cerilla conmigo, para no depender totalmente de los hombres.

Los cuatro investigadores resolvieron ir a la biblioteca de la Universidad en busca de más información. El chófer del señor William Rutherford les esperaba cerca de la mansión, donde el parapsicólogo le había dejado la última vez, cuando le trajo junto a Louis. No tardaron apenas unos minutos en llegar desde las cercanas ruinas de la Capilla.

Una vez allí, no tuvieron problema ninguno en acceder a la totalidad de la biblioteca gracias a la fama y los permisos de Feynmann. La enorme biblioteca estaba abarrotada de estudiantes buscando documentación para sus estudios y apuntes, pues la época de los exámenes semestrales estaba cerca, y los volúmenes de las estanterías se contaban por miles. Quizá hubiera algo allí de información que les pudiera ser útil, pero la pregunta era: ¿Por dónde empezar?

Louis andaba algo perdido, se sentía como un pez fuera del agua. Sin embargo, Nicholas, Arleen y William ya tenían experiencia buscando documentación para sus oficios, y no tardaron en ponerse manos a la obra.

La búsqueda fue ardua, y se extendió durante al menos cuatro horas, la totalidad de la tarde, pero finalmente encontraron en la sección de Derecho viejas copias de documentos del Ayuntamiento, que la Universidad almacenaba con el fin de que los alumnos pudieran documentarse sobre juicios pasados con el fin de obtener un conocimiento más práctico y documentarse. 

Según aquellos documentos, en 1835, un próspero comerciante construyó la casa, pero de inmediato cayó enfermo y se la vendió a un tal Don Walter Corbitt. 
En 1852, Walter Corbitt fue denunciado por sus vecinos, que solicitaban que se le obligara a abandonar la zona "a consecuencia de sus repulsivas costumbres y pernicioso comportamiento". 
Al parecer Corbitt ganó el pleito, y siguió viviendo en la casa hasta al 1879, momento en el que traslada su residencia a la casa comunal de La Capilla de la Contemplación, poniendo en alquiler su hasta entonces morada ocupada en 1880 por la familia Decaux. También se informa de que en 1912 se estaba celebrando un nuevo juicio entre la familia Barber y el propietario de la casa para evitar que Corbitt fuera enterrado en su sótano, como indicaba su testamento. Sin embargo, no queda constancia del veredicto del juez: bien aquel documento no se encontraba allí, o los investigadores no pudieron dar con él.

Tras concluir con las indagaciones en la biblioteca, el profesor Feynmann invitó a sus inesperados compañeros a un café en la cafetería* de la Universidad, confiando en que de ese modo pudiesen darle un nuevo rumbo a aquella investigación surrealista.

- Su hipótesis sobre los sectarios intentando apartar a la gente de su lugar de culto es muy interesante, señorita Veeton+. - dijo el profesor, pensativo - Pero me cuesta imaginar qué clase de mecanismo pudo mover la cama de esa manera. Desde luego, la sangre en las paredes parece un truco de lo más burdo. Si yo quisiera espantar a los curiosos, me imagino que haría algo parecido...

Feynman dio un sorbo al café, mientras intentaba hilar cabos. Todo aquel asunto estaba sacudiendo los cimientos de todo su pensamiento, pues por más que intentaba darle un sentido racional a los acontecimientos que observaban, había demasiadas cosas que escapaban a su entendimiento.

- Lo que no consigo explicar es esa especie de alucinación colectiva que tuvimos. Me refiero, por supuesto, al señor Rutherford, al señor Bowery, y a mi mismo. Ese sueño compartido es algo que no se puede comprender ni tan siquiera recurriendo a la posible presencia de alguna sustancia psicotrópica en el ambiente. Lo cuál, por otro lado, explicaría porqué resulta tan opresiva la atmósfera de ese lugar... y explicaría, quizá, la sensación que nos invadió al explorar la capilla.

Feynmann suspiró, negando con la cabeza al tiempo que se recostaba en el asiento de la silla. Su mente bullía repasando las posibilidades, al tiempo que las iba descartando por inverosímiles.
Y de repente, tuvo una idea.

- Quizá lleve usted razón, y aún queden algunos sectarios de ese extraño culto vigilando el lugar. Y se me ocurre que quizá conozcamos a uno de ellos. - hizo una pausa - Ese tal Doodley, el vendedor de periódicos... parecía conocer muy bien la historia de la secta. Y su ubicación es perfecta de cara a vigilar la casa, así como a la hora de accionar cualquier mecanismo que pudiera hacer funcionar las trampas que nos encontramos. Quizá deberíamos investigarle...

Durante la búsqueda de información William buscó metódicamente y de forma un poco acelerada datos que aclarasen el misterio que rodeaba a la casa. Todas las pesquisas indicaban que algo maligno envolvía aquella casa y la capilla asociada. A pesar de eso, sus compañeros se empeñaban inútilmente a buscar una explicación racional a todo aquello. Parecía que incluso el profesor Feynmann, fuera del ambiente opresor de aquellos lugares malditos, volvía a la mentalidad ortodoxa de negación de todo aquello que se escabullía de la comprensión de la ciencia tradicional.

No hizo ningún esfuerzo a liberar la mente de esas pesadas cadenas que les nublaban el entendimiento. Ya había comprobado que era muy difícil convencer a este tipo de personas, más que a través de una experiencia directa de estos sucesos, que desgraciadamente ya habían sufrido pero parecían olvidar rápidamente. Pero la mentalidad práctica de William le llevaba a tratar de encauzar la investigación, de un modo sutil pero indudablemente dirigido, hacia donde creía que podía ser más eficiente.

- Efectivamente podríamos investigar a ese sujeto y, suponiendo que esté relacionado con la secta, puede que lográsemos encontrar una pequeña pieza de este extraño enigma, pero yo creo que es mejor ir directamente a la fuente, y me refiero a la secta de "La Capilla de la contemplación e Iglesia de nuestro Señor otorgador de secretos".

Hizo una pausa mientras almorzaba el insulso desayuno de la cantina de la universidad.

- Y creo que existen dos lugares que pueden disponer de información sobre el tema. El primero, la comisaría de policía, evidentemente deben tener registros de lo sucedido en aquella redada y declaraciones de los detenidos. El segundo, buscar en alguna tienda de libros o biblioteca menor información sobre dicha secta. - Omitió mencionar que su objeto de estudio era más bien el llamado Señor otorgador de secretos. - En cualquier caso creo que primero deberíamos pasar por la enfermería para mirar estas heridas, no se ustedes pero creo que este tobillo se está inchando.

El profesor asintió ante la última sugerencia del señor William.

- Sí, quizá lo mejor sea acudir al hospital y que un médico le eche un vistazo a nuestras heridas. Aunque a buen seguro querrán saber cómo hemos acabado de este modo.

Hizo una pausa.

- Por lo demás, creo que ya habíamos descartado la opción de que la policía supiese algo más. Si no tienen ninguna idea mejor, creo que podríamos probar a observar al señor Doodley desde la sombra...

- Si la opción de tantear a la policía no la ven provechosa, yo diría de, o bien continuar la investigación en la casa, o buscar alguna otra librería donde encontrar algo más información de la secta.

Respondió William a la sugerencia del doctor de investigar a ese vendedor de periódicos. No creía que el tipo estuviese relacionado con la secta ni mucho menos que hubiese una explicación conspirativa de lo que les estaba sucediendo. Estaba convencido de que un mal, más allá de la comprensión del raciocinio convencional habitaba en esos lugares, y las únicas pistas que tenían era el nombre de esa secta y, por supuesto, la casa en sí.

Los investigadores fueron al hospital, conducidos por el chófer de William Rutherford. Entraron por separado, intentando no llamar la atención, pues sería cuanto menos curioso (y suscitaría más de una pregunta) el hecho de que tan "dispar" grupo apareciese a la vez en el hospital con aquellas contusiones.

Algunas vendas y pomadas para los hematomas consiguieron aliviar los dolores de todos, reduciendo las inchazones y los cardenales producidos por los golpes.

Una vez hubieron terminado, ya de madrugada, Arleen terminó su último cigarrillo mientras esperaba en el exterior, charlando sobre asuntos vanales con el chófer de Rutherfor. Los cuatro montaron de nuevo en el vehículo, y fueron llevados a sus lugares de residencia (expceto Louis, quien pudo pagarse una pensión aquella noche con el adelanto del señor Phillips).

Amaneció el día gris, y los cuatro empleados de Abraham Phillips se reunieron de nuevo en el punto indicado: la cafetería de Sue, en la esquina de la calle Heather con Madison Av, un lugar céntrico. La lluvia azotaba la ciudad con fuerza aquella mañana, y el frío se había apoderado de las calles.

Tras una noche de sueño reparador y un contundente desayuno típico de Boston para entrar en calor, llegaba el momento de decidir a dónde ir.

Con algunos moratones y rasguños pero muy recuperado respecto a su estado del día anterior William asiste puntual a la cita en la cafetería de Sue. Viste un caro abrigo para taparse del intempestivo clima de la mañana en Arkham que se quita con  cuidado al entrar en el lugar. Cuando llegan todos los compañeros de investigación se pronuncia sobre sus deliberaciones durante la noche.

- Bien, sé que todos estamos deseando volver a la casa - dice con cierta ironía - pero quizás sea útil buscar información antes de continuar la investigación en ese lugar. - Se detiene unos segundos antes de continuar.

- Creo que hay dos lugares donde podemos encontrar información. Por un lado parece que ha habido varios juicios relacionados con esta casa: en 1852 el juicio de los vecinos contra Corbitt, y en 1912 los juicios del mismo Corbitt para ser enterrado en su casa y el relacionado con la redada en la iglesia de la secta. Si tenemos acceso a los registros de dichos juicios quizás entendamos mejor la naturaleza de esa secta.

- También relacionado con entender mejor esta secta, creo que sería útil visitar alguna librería que conozco*. Es posible que encontremos alguna referencia sobre la misma o sobre “aquel que guarda en la oscuridad”. ¿Les parece bien? ¿Prefieren que acudamos a esos lugares todos juntos o separados en 2 grupos para acometer más rápidamente la tarea?

El frío y la lluvia molestan a mis huesos, por lo que el té caliente me sirve de salvación en esta aciaga mañana de Boston. Escucho con atención al señor Rutherford mientras voy tomando sorbos pequeños de mi taza caliente.

- Sí, sería interesante leer sobre los juicios ocurridos.- En mi vida periodística he tenido que lidiar muchas veces con asuntos judiciales y de ahí extraer jugosa información. Sólo espero que no esté oculto o tapado por alguna autoridad local entrometida en este misterio.- Además me acabo de dar cuenta de que Corbitt debió ser un hombre afortunado, puesto que si compró la casa en 1835 y murió en 1912, vivió setenta y siete años...Si imaginamos que compró la casa con veinte años, podemos suponer que falleció con casi cien años...Sí, una vida muy longeva...

Dejo la frase en el aire con cierta ironía, porque una parte de mí desconfía de que Walter Corbitt hubiera vivido tanto tiempo.

Resueltos, los investigadores se dirigieron a una librería de ocultismo y esoterismo, frecuentada por el parapsicólogo con frecuencia. Allí les recibió sonriente, aunque algo extrañado ante tan "curiosa" visita, el dueño: el señor Frank Deer. Tras un saludo entre viejos amigos por parte de Frank y William, y con su benéplácito (aunque intentando mantener la discreción, y sin revelar qué buscaban exactamente) los investigadores revisaron los volúmenes de la librería del señor Deer relacionados con cultos y sectas. 

Libros y libros, miles de datos, pero ni una sola mención a la Capilla. Tan sólo en un vetusto volumen del siglo anterior se hacía una referencia a algo que les sonara a los investigadores: "El que acecha en la oscuridad". Se trataba de un libro sobre cultos de la América precolonial, donde se hacía mención a "cultos primigenios, anteriores a cualquier cultura conocida".

El libro citaba, textualmente, refiriéndose a un accidente en una excavación en la zona de Boston relacionada con la cultura nativa antes de la llegada de los ingleses y los franceses: "(...). Y, además de todas estas evidencias de la cultura india nativa, también se encontraron antes del derrumbe restos de otros cultos mucho, muchísimo más antiguos, casi diríase primigenios, cuya fecha no se pudo datar si no en los albores de la humanidad. Los nativos veneraban a su Dios Nyarlathotep, referido tan sólo en una ocasión como tal, y en el resto de referencias con distintos pseudónimos: 'aquel que aguarda en la oscuridad', 'nuestro señor otorgador de secretos', 'el aullador en la noche' o 'el caos reptante'. Las imágenes que se perdieron representaban sacrificios humanos a esta desconocida deidad, y a los sacerdotes bebiendo la sangre de los sacrificios en su nombre (...)".

Desde luego, no era lo que esperaban encontrar, pues ninguna referencia se hacía a la secta que les interesaba.

Y así fue que, tras presentar su agradecimiento al dueño del local, y tras una breve despedida sin más explicaciones, los cuatro "empleados" de Phillips pusieron rumbo a los archivos municipales en busca de información sobre los juicios. Los contactos de Arleen en el periódico, y unas cuantas llamadas de su editor para que le devolviesen unos cuantos favores, consiguieron garantizarles el acceso a aquellos documentos oficiales.

Pero no hayaron otra cosa que decepción, pues los archivos y la información que contenían parecían ser los mismos que encontraran en la Biblioteca de la universidad. Aquellas resoluciones judiciales parecían simplemente haberse perdido sin que a nadie le hubiese importado.

El profesor accedió de mala gana a acompañar a Rutherford y los demás a aquella ridícula tienda de esoterismo. Aunque su mente estaba revuelta por la falta de explicaciones racionales ante los fenómenos contemplados, él seguía negándose a aceptar la explicación que aquel individuo parecía empeñado en darle a aquella historia, y que sin duda pronto se revelaría como falsa.

Su búsqueda dio algún resultado, pero más bien escaso, ya que el libro que habían encontrado apenas hablaba de la secta, aunque sí asignaba un nombre a la deidad a la que parecían adorar los tipos que la seguían. O más bien varios nombres. Feynmann no estaba seguro de haber escuchado hablar de esos cultos indígenas pre-colonización, pero no tenía dudas de que si alguien había registrado en un libro de pseudociencia, también se hablaría de ellos en algún tratado antropológico serio. Si es que tenían algo de cierto.

Tras esta indagación se dirigieron en busca de nuevos informes sobre los juicios, pero no hallaron nada nuevo.

- Sé que la idea no les gusta, pero insisto en que deberíamos poner al señor Doodley bajo vigilancia. - dijo al fin el profesor, tras salir del archivo municipal sin hallar nuevas pistas - También me gustaría hablar con algún colega para intentar contrastar la información sobre la cultura indígena de la que hablaba ese libro que hemos encontrado. Quizá puedan decirnos algo de interés...

Aprovechó el profesor el estar en un edificio con teléfono para pedir permiso y realizar una llamada telefónica a sus colegas de departamento, en busca de información sobre el extraño culto que acababan de descubrir. Muchos de ellos se sorprendieron de que una eminencia como Feynmann les llamara para preguntarles algo, pero aún más se sorprendieron cuando escucharon la pregunta.

Sin embargo, la información que pudo recolectar fue vaga e imprecisa. Según parecía, la excavación a la que se hacía mención se localizaba en una vetusta cueva situada en los bosques de los alrededores de Salem, en la que, durante el siglo XVII, las supuestas brujas de los famosos juicios realizaban macabros rituales. Por supuesto, siempre siguiendo la superstición popular de la época de la caza de brujas. La excavación no fue explorada por arqueólogos hasta el siglo pasado, pero un derrumbe, que acabó con más de una vida, cerró totalmente el acceso a la misma. El populacho aseguraba que se trataba de una cueva maldita, que el Diablo allí habitaba y que era casi la puerta del Infierno, y es por ello que se habían extendido rumores supersticiosos sin ningún tipo de fundamento sobre lo que en aquella expedición arqueológica pudo pasar. El hecho de que los arqueólogos perdieran la vida, y se perdiera cualquier rastro de lo que pudieron encontrar allí dentro (pues ningún tipo de informe pudo salvarse del desastre), no hizo si no acentuar este hecho. Cualquier otra información que obtuviera, según los colegas de Feynmann, no eran si no habladurías. Y, al parecer, nadie conocía ninguna cultura relacionada con "el que aguarda en la oscuridad".

Una vez colgó el teléfono, y puso al día a sus compañeros con la nueva información, los investigadores se encontraron quizá más perdidos que antes. En apariencia, y aunque indagaban en los orígenes del culto de la Capilla de la Contemplación, que parecía ser un antiquísimo y bien desconocido culto, no parecían estar tirando del hilo correcto para avanzar con el caso que les ocupaba.

Comienzo a sacar un cigarrillo del bolso.

- No parece que avancemos en buena dirección caballeros.- Les comento.- Hemos removido bastante el pasado, pero apenas sabemos nada del presente o el futuro. A fin de cuentas alguien debe estar provocando estas situaciones extrañas en la casa.

Inhalo profundamente y lleno mis pulmones.

- Deberíamos descubrir a los responsables, denunciarlos ante la policía y cerrar el asunto con el señor Phillips.

La información daba vueltas en la cabeza de Arleen. Un antiguo culto que parecía extenderse hasta nuestros días, desde "los albores de la humanidad" hasta la Capilla de la Contemplación... Una organización que se ocupaba bien de borrar sus huellas, y parecía llegar hasta altas esferas de la sociedad de Boston... Una vieja casa, cuyo dueño pertenecía a la secta, aparentemente maldita, y donde los objetos parecían volar por los aires movidos por una fuerza invisible... Y, donde, para más inri, el dueño había sido enterrado al parecer en el sótano, en extrañas circunstancias.

Algo faltaba, algo que relacionara los extraños sucesos de la casa (la locura, enfermedad o suicidios de cuantos habían morado en ella) con la Capilla o con Corbitt. Pero el qué, Arleen no lo sabía. Como bien había dicho, conocían el pasado: ahora había que relacionarlo con el presente.

Totalmente perdida, pensó que ante la falta de ideas quizá lo mejor fuese hacer caso a Feynmann y buscar al tal señor Doodley. No se le ocurría otra cosa, por más que le daba vueltas a la cabeza...

-Quizá ambos lleven razón -dijo el mendigo refiriéndose a las palabras de la periodista y el profesor sobre Doodley, tras un largo tiempo en silencio. Louis se sentía desplazado rodeado de aquellos intelectuales con los que no estaba acostumbrado a tratar-. Hemos investigado el pasado de la Capilla de la Contemplación y ese extraño culto a "la oscuridad" y "el que en ella acecha", pero hemos de relacionarla con el presente. Sabemos que al menos la secta existió hasta hace ocho años, hasta la redada de 1912. Y también sabemos que no todos los miembros están detenidos.

Hizo una pausa para seguir reflexionando en voz alta.

¿Cuál es la relación entre los extraños hechos de la casa y el antiguo culto secreto? Corbitt fue denunciado por sus vecinos por sus "extrañas costumbres", ¿quizá se referían a que realizaba esos... "sacrificios" que decían los libros, en su propia casa? ¿O quizá era su casa el punto de reunión de los miembros de la secta? En cualquier caso, me da muy mala espina pensar en esos sacrificios humanos a Nyarlathotep, y la desaparición de niños de la que nos habló, señor Feynmann*.

El profesor se rascó la barbilla reflexionando sobre las palabras de Louis. La presencia del mendigo en el improvisado grupo de investigación aún le resultaba sorprendente, aunque sus aportaciones habían resultado lo bastante válidas como para tomarlas en cuenta.

- Es cierto que no todos los sectarios detenidos fueron encarcelados. Pero no sé hasta qué punto sería posible conseguir sus datos. De uno de ellos sabemos el nombre: Michael Thomas, el albacea fugado y desaparecido. El problema es que el hecho de que esté desaparecido ya hace bastante improbable encontrarle, así que no sé cómo podríamos continuar por ahí. Tal vez los vecinos de la zona puedan decirnos algo...