El coche policial se detuvo al lado del grupo, en la calle, cerca del callejón que conducía a la Pérdida.
Comenzo aminorar la marcha, ya estaba limpio, habia pagado su deuda, pero el solo hecho de un buga de maderos, le hacia sentirse intranquilo.
Comprobó que en el interior marchaba el madero, amigo de los nietos, pero lejos de tranquilizarlo, le indujo cierto nerviosismo.
- Que puta casualidad. Vuestro amiguito y uniformado. ¿Que buscará por aqui?.
Mientras en su mente no dejaba de pensar en el misterioso tipo de las cuchillas y lo que podia andar buscando.
-Ehh... ¡Hemos quedado con él! Hay que ver que mala memoria...
La Maca se acercó a la ventanilla del coche de policía.
-¿No venís de paisano? Pensaba que acababais el turno... ¡Si nos lleváis ahí detrás va a parecer que vamos detenidos!- La Maca sonrió ante su propia ocurrencia.
Elías se quedó un poco rezagado, observando la escena.
- Yo había pensado en que vendrías solo tu. - señaló a la joven - Desde luego sitio para los tres no tenemos. - sonrió - Y esta semana ando liado todas las tardes... - comentó con un gesto - Tampoco es algo que deba dejarse para mas adelante, no estas segura con ese conocimiento tras lo que ha ocurrido hoy. - sentenció con un gesto hacia el interior - Sube, el resto podeís esperar en la Pérdida, al menos uno. - terminó encogiendose de hombros.
La Maca miró a los chicos.
-¿Os quedáis por aquí entonces? Volveremos pronto.
Se montó en la parte trasera del coche de policía mientras los otros tres decidían que hacer.
- Bueno, no hace falta que vayamos todos. Yo me quedo.- ofreció el Chapas - Después de todo ya me están llegando las emociones por el día. Los demás id con ella ¿no? No es por desprestigiar al cuerpo pero como aparezcan más 'manostijeras' de esos igual te hace falta ayuda Domi. Me parece que ahostiado y todo el Agus se las apaña mejor. Y si encontráis el misterioso libro ¿quien mejor que el argentino para verificarlo?
Dicho lo cual saludó con la mano y se dirigió hacia la Pérdida.
- Pero no tardéis, cojones, que tengo curiosidad por saber que hay en ese apartado.
Elías estaba un poco desconcertado: aquel policía aparentaba estar muy tranquilo tras de haber liquidado a un hombre, tal como afirmaban los chicos. Sin embargo, asintió a Ricardo y entró en el coche después de Macarena. Saludó brevemente a los conductores. Trató de acomodarse lo mejor posible, carraspeó, comenzó a transpirar. Imaginaba que se dirigirían a alguna delegación de correos, en busca de aquel misterioso apartado. Deseó que partiesen cuanto antes.
Subio con cierta reticencia al coche de la pasma, el ir acomodado en la parte trasera, le traia recuerdos, ante los cuales sonrió. Algo no le gustaba, no sabia por que , pero ese madero no le caia bien, parecia demasiado interesado en la pibita. Se acomodó, junto a la ventanilla.
Arrancó el coche un tanto sorprendido por el hecho de que llegasen a caber todos en la zona de atras, sonrió para si al pensar en que ambos hombres seguramente ya tuviesen experiencia suficiente en acomodarse en lugares como aquel y se mantuvo en silencio mientras conducia hacia donde le habian indicado.
Domingo condujo hacia la oficina de correos que la Maca le había indicado. Aparcó delante del edificio de piedra. En su fachada principal unas amplias escaleras conducían hacia las puertas de cristal. A un lado las figuras de unos leones cuyas fauces recibían las cartas guardaban el lugar.
El otro policía se volvió hacia su compañero:
- Esta oficina tiene los apartados en una sala a la izquierda de la entrada. Tengo ido alguna vez con una amiga a recoger la correspondencia de su oficina...
La sonrisa con la que relataba un hecho tan trivial como el recoger una correspondencia indicaba que aquella amiga era algo más para él.
- Pues vamos allá. - sonrió a su compañero saliendo del coche y encasquetandose la gorra mientras abría la puerta de atras para que pudiese salir la joven y sus compañeros.
La Maca miró hacia arriba, observando las escaleras de correos. Le recorrió un escalofrío. Nunca una oficina de correos le había impuesto tanto.
-Si, vamos allá.- rebuscó la llave en el bolso, pero no la sacó.
-El apartado 1912- murmuró para sí misma mientras comenzaba a subir las escaleras.
Salió del coche experimentando un gran alivio. Se tomó unos momentos para alisarse el traje y siguió a aquellas personas.
Mientras Javier esperaba en el coche patrulla los demás entraron en la estación de correos. Tal y como el joven policía había predicho un cartel señalaba hacia la izquierda a la zona de apartados. Una serie infinita de cajitas metálicas los esperaban en la siguiente sala. Aunque nadie lo dijese recordaban, de alguna forma, a una colección de nichos plateados a lo largo de una pared. Pequeños nichos llenos de recuerdos, ansiedades, súplicas y desengaños. Pequeños entierros de recuerdos y nostalgias, de críticas y anhelos.
Los tacones de la Maca resonaron por la sala vacía mientras su séquito protector avanzaba tras ella. El 1912 se encontraba más o menos en la mitad de la sala, tanto si se miraba de forma horizontal como vertical. La Maca sacó la llave sin poder reprimir un cierto nerviosismo. Abrió el pequeño apartado y miró en su interior. Había un paquete gris y rectangular, pequeño, del tamaño de un libro de rústica de bolsillo. Estaba empaquetado con un papel de embalar rugoso y recubierto por un cordel de cáñamo basto, del que se suele encontrar en cualquier ferretería. Lo curioso era que no tenía escrito nada en el exterior. Ni sello, ni destinatario, ni remitente. Alguien había puesto aquel misterioso paquete allí dentro, nadie parecía haberlo enviado.
La Maca recogió el paquete. Parecía muy normal... Lo metió en el bolso y lo agarró fuerte con el brazo. Después cerró el apartado de nuevo.
-Vámonos, lo abriremos en el coche.- Macarena miró a los lados nerviosa, como esperando que alguien saliera de entre las sombras para atacarla con unas garras o algo.
Salieron todos de la zona de los apartados para dirigirse a la calle. No había demasiada gente en correos a esa hora y nadie parecía prestarles atención, por lo que sin más problema regresaron al coche.
La Maca esperó a que Domingo arrancara el coche para sacar el paquete del bolso y abrirlo.
-A ver que tenemos aquí...
No podía despegar los ojos del paquete...