Partida Rol por web

Elías abrió los ojos y se incorporó sobresaltado en la cama. Todo estaba a oscuras y silencioso. Era su habitación. El Samaria no era más que un recuerdo, un sueño, un lugar quemado donde hacía tiempo que había un nuevo solar. ¿Había sido todo un sueño? No. Elías estaba seguro de que no era así.

Miró el reloj digital. Las 5:30... Aún era muy temprano...

Estaba demasiado excitado como para seguir durmiendo. Se levantó de la cama y fue con cuidado hasta la cocina, llevando las notas, el cuaderno y el diccionario de esoterismo, y preparó café. Le dieron las luces del alba apretujado en una pequeña mesa, redactando impresiones con pulso estrepitoso, consultando aquí y allá algún dato, tratando de no perder el cabo de aquel delirio extrañísimo.

Cuando miró de nuevo el reloj vio que ya eran las 8:00. Se escuchaba ruido en la habitación de Adela: seguramente estaría levantándose. Elías se desperezó un poco: había café para hacer y quizás podía prepararle el desayuno a su hermana mientras ésta se duchaba...

No se lo pensó demasiado. Trajinaba en la cocina y pensaba en qué iba a dedicar el día. ¿Se lo tomaría libre o iría al Retiro? Si lo primero, se trataría de echarle una mano a Adela con las tareas de casa; si lo segundo, podría echarle un vistazo a aquel árbol misterioso. Optó por quedarse en casa y prepararse para la cita de esa noche, en La Dama de Picas. “Agente literario, qué interesante”, recordaba cuando ponía el tostador.

-Adela, cariño, despabila; hoy vamos a desayunar como los ingleses –llamó.

Puso la radio y conectó las noticias: su cabeza bullía de ideas inconexas y necesitaba oír una frase al azar que le ofreciese un hilo del que tirar.

Mientras preparaba el desayuno Elías escuchaba la radio. Al parecer se le daba por traerle noticias de su tierra. Como solía pasar no eran buenas noticias...

»La nueva huelga general declarada por la Confederación General del Trabajo (CGT) de Argentina, central única de orientación peronista, se cumplió ayer en todo el país, con mayor adhesión en los grandes centros industriales y sin afectar al comercio en las principales ciudades. Los índices de participación en la huelga -decretada como protesta por la acción policial tras la huelga del pasado viernes- difieren en un 50% según sean difundidos por la CGT o por el Gobierno. El personal jerárquico de las empresas públicas y privadas ocupó sus puestos, pero sólo prestaron servicios de emergencia.

Una bomba explotó en la capital de la provincia de Tucumán, al norte del país, pero no produjo víctimas. La policía recogió algunas denuncias de atentados con piedras, contra autobuses que circularon por la mañana. Los ferrocarriles no funcionaron y tampoco los transportes de media y larga distancia.El conflicto se ha trasladado ahora a las duras acusaciones mutuas entre el radicalismo y los partidos de la oposición. Los funcionarios del Gobierno mantienen su doble discurso desde el viernes, cuando la policía reprimió duramente a lo manifestantes que participaron en el acto convocado por la CGT en la plaza de Mayo. Por un lado, se evita deliberadamente incriminar a los dirigentes sindicales y, por otro -sobre el fondo de imágenes compaginadas por televisión, donde se observa el saqueo de negocios en la zona céntrica de Buenos Aires-, se advierte sobre las consecuencias que tendría para el país un eventual triunfo del peronismo en las próximas elecciones generales.

Volviendo al territorio nacional seguimos con el escándalo de las escuchas telefónicas: el Centro Democrático y Social (CDS) presentó ayer en el juzgado de guardia una denuncia por escuchas ilegales en los teléfonos del presidente y del secretario general del partido, Adolfo Suárez y José Ramón Caso, respectivamente. Suárez declaró ayer a esta radio que ha pedido a la Compañía Telefónica que le revise sus líneas para comprobar si están intervenidas, como informa la revista Tiempo en su último número.

José Ramón Caso manifestó ayer que considera incomprensible que "una empresa que dispone de miles de millones de pesetas para atender al ciudadano, como es la Telefónica, no sea capaz de tomar la iniciativa de verificar lo que hay de cierto en una denuncia de escuchas ilegales como la realizada el pasado lunes por la revista".Este semanario contrató los servicios de unos especialistas en detección de pinchazos telefónicos para comprobar si determinados personajes políticos y sindicales son espiados en sus conversaciones por teléfono.«

Noticias lejanas y nada nuevo sobre el horizonte. Nada que le llamase la atención de Elias.

Adela apareció en el umbral de la puerta, ya vestida y compuesta. Con una sonrisa de satisfacción se sentó a la mesa.

- Que bien que me tengas el desayuno preparado hermanito. No pierdas la costumbre.

Elías encarcó una ceja al ver lo forzado de la sonrisa de su hermana: no era natural. Ante la mirada de reproche ella contestó rápidamente:

- No me pongas esa cara. No pasa nada, he tenido unas pesadillas terribles esta noche. Pero prefiero no hablar del tema.

- ¿Pesadillas? – se sobresaltó, abandonándose a un leve arranque de histerismo. En adelante, puso todo su esfuerzo en controlarse; no quería alarmarla, pero insistió, pasando por alto la renuencia de su hermana a ser interrogada sobre el tema: -¿Qué clase de pesadillas, Adela?

La invitó a sentarse y le fue plantando el café y las tostadas en la mesa.

- De las desagradables...- dijo mientras se sentaba - Aunque claro ¿acaso hay otras? No sé... Era rara. Ya sabes que yo no soy dada a imaginaciones ni fantasías, eso más bien es cosa tuya. Pero estas eran muy vividas. Paseaba por la ciudad, pero la ciudad no era igual. Estaba como abandonada, en ruinas... Gris... Había gente que no me miraba. Yo creo que estaban muertos. Bueno, no. En el sueño sabía que estaban muertos. Pero yo no estaba muerta. No sé explicarlo... Son esas cosas que solo piensas en sueños y que cuando te despiertas entiendes pero que pasa un poco de rato y no le encuentras sentido... Bueno... Yo vagaba por la ciudad y llegaba a una amplia avenida. A lo lejos veía el camión de Victor. Venía hacia mí, rápido. La calle estaba vacía y yo lo esperaba. Lo esperaba para que me recogiese y sacase de aquella ciudad tan horrible. Y entonces apareció un tipo en medio de la calle. Un tipo alto, vestido con un traje gris... Parecía tal cual hecho de ceniza... Y el camión...- Adela bajó la vista a su taza de café - Victor intentó esquivarlo... y el camión volcó... Yo gritaba y el hombre del traje gris... ese hombre del traje gris... simplemente me miraba. Y yo sabía, sin tener  que ir junto al camión, que Victor estaba muerto...

Durante un momento un pesado silencio se hizo fuerte en medio de los dos hermanos. Luego Adela meneó la cabeza como si quisiera apartar todos esos pensamientos de ella:

- Que mala pesadilla. Me dejó un mal despertar... No debería contarte estas cosas...- cogió la mano de Elías - Me estoy volviendo una taradita.- sonrió para quitar plomo a la cosa.

-Para nada, Adelita –se apresuró a decir Elías, atrapando la mano de su hermana en un gesto protector. –Seguramente, fue algo que viste en la televisión y que te sugestionó –se oía argumentar, porque en realidad su mente estaba en otras, rememorando dónde había visto antes algo así, un hombre hecho de ceniza, y cómo el corazón había querido salírsele por la boca como un pajarillo. Sí, había sido ayer, en el metro, de camino al Retiro. Pero, ¿de qué modo había irrumpido en los sueños de su hermana? ¿Tendría que ver con aquello que le había comentado de pasada el tal Cornellius en su propio (ahora lo apreciaba con claridad: el bocata de calamares se le había indigestado) disparatado sueño: que Madrid estaba clausurada? ¿Qué ser era ese que se arrastraba como una mancha de hollín por el sueño y la vigilia? Todo aquello, ¿no era más que una desapacible casualidad? Decidió que debía ser esto último, pero su posterior sonrisa, que pretendía ser tranquilizadora, resultó algo torcida: -No te preocupes, a ese boludo no le va a pasar nada. –Se sentó frente a ella a dar cuenta de sus tostadas y habló con la boca llena: -Además, ¿no se dice que cuando se cuentan los malos sueños ya no tienen lugar? De modo que… Cambiando de tema: no quise ir hoy al Retiro por eso de no exprimir a la gallina de los huevos de oro, por tanto, ¿qué planes tienes para mí? Soy tu absoluto esclavo.

Y el resto del desayuno se les pasó envueltos en disquisiciones domésticas.

- Vas a tener razón y son solo tonterías.- dijo Adela al acabar el desayuno mientras recogía los platos para dejarlos en el fregadero - ¿Así que te tengo toda la mañana para mi? Eso es una gran noticia porque tengo que arreglar la casa pero necesitaba también recoger un traje en la tintorería. ¿Te dije que el sábado se casa Martita, la hija de Tomasa? Nos ha invitado a la boda y ya sabes que Victor es hombre de un solo traje. Mismamente tengo por aquí el ticket ¿te haces tú cargo del tema? De paso puedes parar en el supermercado y comprar algunas cosas que nos hacen falta.

Elías miraba a su hermana. Una escena familiar y cotidiana: después de todo lo que estaba sucediendo a su alrededor echaba en falta un mínimo de cordura, un toque de tranquilidad. Leyendo aquella lista de la compra con toda la vulgaridad que conllevaba uno podía pensar que los sueños no eran más que eso: sueños, y que los brujos y hechiceros no eran más que leyendas absurdas de tiempos pasados.

- Yo me ocupo –aceptó. - Voy a recoger el cuarto antes, y a ducharme.

Adela estaba enjuagando los cubiertos cuando Elías le estampó un sonoro beso en la mejilla, víctima de un súbito rapto de cariño.

- Quita –se quejó la mujer, divertida.

- Guapísima. – Elías recogió sus papeles y se largó de la cocina, comentando: -Así que la hija de Tomasa… Ojalá que logre rebajar algunos kilitos, porque si no, va a tener que embutirse en el traje de novia.

Las risas lo persiguieron por el pasillo. Pero Elías ya no sonreía. En el cuarto, buscó un escondrijo donde depositar el diario y sus anotaciones, así como la dichosa carta. Se decidió por arrinconarlo todo en una esquina, en la parte superior del ropero, y a continuación se aseguró de que la habitación quedase bien arreglada, a fin de evitarle a Adela las mayores tentaciones. Suspiró al término y corrió a prepararse. A eso de las diez ya estaba listo para salir a la calle.

A punto estaba de salir a la calle cuando sonó el teléfono. Por algún extraño motivo Elías sintió un nudo en el estómago. Era solo una llamada, y ni siquiera era su casa, pero aún así sintió un cierto desasosiego. Fue consciente de que no se iba a sacar el mal fario del cuerpo en lo que quedaba de día. Adela fue la que contestó:

- ¿Sí, diga? ¿Elías? Sí, un momentito por favor, que ahora se pone.

Cuando Elías salió al pasillo se encontró a su hermana con el auricular en la mano.

- Una chica, pregunta por ti.- le dijo sin darle más importancia al asunto mientras el mago cogía el teléfono.

Al otro lado la voz de la Maca:

- ¿Elías?

Podía imaginar de quién se trataba. Puso cuidado en emplear un tono firme cuando habló:

-Dígame.

-¿Hola? Macarena, ¿sos vos? -insistió.

-Sí, soy yo...- dice Macarena al reconocer a Elías.- Tenemos un problema, tienes que venir a mi casa enseguida. El Chapas se ha metido en un lio con el Portugues...- se notaba que a la Maca no le resultaba muy agradable hablar de aquello.

-¿Un lío? ¿Qué clase de lío?

-No estoy segura, pero un gordo. Hemos llamado a Domingo ya está en camino. A ver como solucionamos esto...- la Maca hizo una pausa- Un colega del Chapas nos ha dicho que nos encontremos con él en Atocha... y que llevemos la carta.- la Maca se quedó en silencio, sin duda esperando la reacción de Elías.

-¡Ah, la carta! –Su tono de voz era bajo ahora: -Justamente fue por eso que rehusé entregárosla, para alejaros de la tentación de cometer… estupideces. Maldita sea. –Hubo un silencio.- Dices que Domingo va a ayudaros con esto, ¿no? Está bien, está bien. ¿A qué hora es la cita?

La Maca espera un momento antes de responder.

-Si esperamos a que vengas aquí se nos hará tarde. Mejor nos vemos directamente en Atocha, dentro de 45 minutos. ¿Vale?- la Maca le indicó el sitio exacto para quedar.