Partida Rol por web

Cita:

Domingo abandonó el bar para cumplir su labor.

Domingo salió del bar la Pérdida pensando en lo que había comentado el argentino. ¿Sectas satánicas? Había mucho chalado que se creía que podía hablar con el demonio pero ¿cuantos de esos heavys trasnochados podían tener acceso a viejos libros de coleccionista? ¿Y desde cuando el Gallego se había metido en esas movidas?

El coche patrulla estaba aparcado en la calle cercana y Javier le esperaba en él.

Suspirando asiente a su joven compañero y entra en el vehiculo - Perdona que te haya hecho esperar tanto Javier; - sonrie introduciendo las llaves y arrancando - Pero es que me han contado un cuento de viejas... - se carcajea levemente mientras empieza a acelerar - ¿Tu crees en la magia? - le pregunta al cabo de un rato parados frente a un semaforo en rojo.

El joven miró de reojo al veterano. ¿Era una pregunta con doble sentido? Era un policía joven, recién licenciado, con toda la vida por delante y la inocencia intacta. De esos que todavía creían en la ley, el honor y sobre todo la justicia. Un pardillo, que se dice normalmente. Cualquier frase que saliera por la boca de Domingo era tomada como una prueba, un examen.

- Pues no sé que decirte... ¿De que magia hablamos? De la que sientes al ver una peli del cine o de la de los magos que sacan barajas... Bueno, en ambos casos la magia solo son trucos que ocultan la realidad. ¿No?

- Ahi es donde queria yo llegar Javier; - sonrie asintiendo - No soy un credulo de aquellos que piensan que hay algo misterioso tras los trucos de los magos... - continua alzando una ceja al tiempo que arranca con el semaforo en verde - Es habilidad con las manos, son mas rapidos que el ojo; Nada mas. - suspira - En el bar, habia un argentino de mas o menos mi edad hablando de magia y esoterismo. - se encoge de hombros - ¿Tu que crees? - pregunta - ¿Tambien piensas que lo del Gallego es cosa de brujas? - vuelve a preguntar mientras saluda con la mano a doña Herminia, una amable ancianita que pasea todos los dias por esa hora en la zona.

- ¿Lo dices por como lo decoraron? A mi me parece que aquí hay mucho mierda jevi que se cree todos esos rollos satánicos... ¿No viste al paisano ese que se come murciélagos en el escenario? Murciélagos vivos, hay que joderse... ¿A donde vamos a parar? Y luego está el tema ese de la Ouija, que tan de moda se ha puesto. Yo creo que todo eso son mariconadas de Jimenez del Oso y compañía... No sé ni como le dejan salir en la tele. No Domingo, yo no creo en ese tipo de magia.

- Pues lo que yo pensaba tambien... - musita algo mosqueado - ¿En serio hay un tio que come murcielagos vivos? - pregunta abriendo los ojos como platos - Donde iremos a parar... - dice negando con la cabeza - Vamos a hacer una parada aqui; - continua señalando una tienda de tatuajes de esas que estan en auge hoy en dia - A ver si estos pingajos saben algo de este dibujo. - termina recogiendo las fotos y saliendo del coche.

- ¿Voy contigo o espero?- preguntó Javier con evidente desgana - No me quiero meter en el asunto Domingo pero... ¿ese caso no lo llevan los de homicidios? ¿a que viene meternos en el lío?

- Puedes venir si quieres. - asiente a su compañero sonriente - Si, lo lleva homicidios; Pero Javier... - suspira algo triste - Era mi amigo. - sonrie tacitamente - Con el tiempo, aprenderas que hay ciertas ocasiones en las que no podemos permanecer parados. - inquiere echando a andar - Esta es una de esas ocasiones para mi. - termina encasquetandose la gorra y reubicando la porra en su funda.

Los dos policías bajaron del coche y se dirigieron a la tienda de tatuajes. El pequeño escaparate mostraba desafiante pipas para marihuana, colgantes, camisetas, hasta chaquetas que hacían apología directa de esta droga. Domingo frunció el ceño. Era cierto: no estaba prohibido. Pero eso tampoco quería decir que le pareciera bien. Al menos tenía la decencia de estar en un callejón, que es donde deberían estar estas cosas.

El interior era pequeño, opresivo, oscuro y viciado. Desagradable. Las estanterías repletas de cachimbas se apilaban unas sobre otras. El olor era inconfundible. Olía a maría. Y de la buena. Domingo nunca la había probado pero sabía del tema. Tenía compañeros que no le hacían tantos ascos a fumarla. Y había incautado decenas de alijos. El olor era intenso, inconfundible.

Un tipo se asomó por una puerta tras el mostrador. Mejor dicho surgió de entre la cortina de perlas que ocultaba la trastienda como un fantasma. No hacía falta ser un lince para saber que aquel tipo vivía el mundo del tatuaje. Su camiseta de tiras mostraba intrincados dibujos por toda su piel. Menudo angelito. Si estaba sorprendido por ver a los dos policías de uniforme en su tienda lo disimulaba bien. Tampoco tenía el aspecto de típico fumado. Su mirada era clara, inquisitiva, casi chulesca.

- Buenos días agentes,- saludó con voz algo cascada, típica de fumador empedernido - ¿en que puedo ayudarles?

- Buenos dias; - sonrie al tiempo que saca la carpeta - Vera usted, estamos investigando un crimen; Seguramente haya leido sobre el en los periodicos. - continua abriendo la carpeta - Creemos que el hombre que lo hizo, es un fanatico de los tatuajes; Quisiera que me dijese si es tan amable, si le resulta familiar esta clase de dibujos. - inquiere extendiendo las fotografias

El tatuador bajó la vista para examinar las fotos que le tendía Domingo.

- Joder...- murmuró moviendo varias fotos para verlas en conjunto - Me cago en la puta, vaya curre tan bien hecho.- levantó la vista para mirar al policía - Esto... ¿Esto es del asesinato del viejo ese? ¿Se lo hicieron en su espalda? - su cara reflejaba sorpresa y curiosidad, después volvió a fijarse en las fotos - Sé que es una animalada, agente, pero si no fuera por la carne despellejada daría todo mi dinero por tener unos tatuajes como estos. Están trazados con una precisión increíble pese a lo complicados que son... ¿Y esto se lo hicieron cuando estaba muerto o qué? Un trabajo así llevaría días en el mejor de los casos.

- El equipo forense esta trabajando en ello; - sonrió con amabilidad - Pero creemos que se lo hicieron una vez muerto. - suspiró - Entonces, - inquirió alzando una ceja - es demasiado preciso para haber sido hecho por un tatuador. ¿Verdad? - preguntó con tono conciliador.

- Hombre... Esto no lo hace cualquier pringao... A mi no me mire,- sonrió con ironía - soy un buen tatuador, pero esto es de concurso... Y se tarda bastante. Yo le calcularía un par de días mínimo currando unas sesiones de cuatro horas... Claro que estoy hablando si tenemos en cuenta el dolor que pueda soportar el cliente. En este caso me imagino que eso no cuenta.

El hombre parecía realmente fascinado por el trabajo.

- ¿Y con qué demonios lo marcaron? Redios, que alucine.

- No lo se. - suspiróa algo derrotista - Era amigo mio, - asientió recogiendo las fotos - si averigua algo sobre estos dibujos... Alguien que se jacte de ello o algo por el estilo; - sonrió amablemente - Llameme por favor, esta es mi tarjeta, tiene mi numero de telefono de comisaria y mi busca; Gracias por su tiempo y disculpe las molestias. - asintio echandose el indice derecho a la gorra y caminando hacia fuera - Buenos dias. - terminó ya casi en la puerta.

- Hablare con el forense cuando acabemos la ronda. - comentó a Javier mientras caminaba hacia el coche - A ver si puede arrojar algo de luz; Si lo que este tipo nos ha dicho es cierto, - suspiró mientras se quitaba la gorra y entraba en el coche - esto no lo hizo un panoli de barrio... - sentenció cerrando la puerta y arrancando.

Mientras Domingo conducía Javier iba repasando las fotos.

- La verdad es que es la hostia el tema este. Pobre tipo. ¿Era amigo tuyo decías? Joder, lo siento. ¿A donde vamos? No terminamos la patrulla hasta las nueve y no son ni las siete... Si volvemos ahora por la comisaría igual el sargento se mosquea...

- No hombre no; - sonrió negando con la cabeza - Cuando mi mujer dio a luz a Elenita. - comento mientras adelantaba a un coche - No apareci por el hospital hasta que acabe la ronda. - continuo al tiempo que deceleraba para que dos hombres que se empujaban el uno al otro fuesen conscientes de su presencia - Sino deje una ronda por el nacimiento de mi hija, no voy a dejarla por el Gallego; Que no tiene ninguna prisa... - suspiro apenado.

Javier asintió. En ese momento la radio policial dio una señal y la voz de Paula, de la centralita, resonó en el coche en su habitual tono neutro y eficiente:

Atención unidades cercanas al Parque de las Cruces. Tenemos varios llamadas de un individuo que al parecer está bajo los efectos de alcohol y drogas y está provocando disturbios. ¿Hay alguna unidad cerca?

El joven cogió la radio mientras Domingo giraba por la siguiente bocacalle asintiendo:

- Unidad 25 cerca del parque. Nos dirigimos hacia allí ahora mismo.

Las luces del coche de policía dieron prioridad a la pareja que llegó al parque a los dos minutos. Domingo y su compañero se bajaron del coche. Un transeúnte, al verlos, les indicó que el individuo se encontraba cerca de uno de los campos de tierra donde se jugaba al fútbol y que, al parecer, estaba gritando como alucinado. Lo preocupante es que blandía una navaja.

Los dos policías no tardaron en encontrarlo. Domingo lo conocía, ya lo había detenido varias veces. Era Manolo Hermo el Punki. Un chaval que cuando estaba sereno era buena gente, pero con un poco de heroína se volvía un verdadero cabestro violento. No era demasiado alto y vestía siempre una chupa de cuero que parecía más una coraza. De sus tiempos como marinero embarcado todavía conservaba una fuerza de toro pese al achaque de las drogas. Su pelo rapado y su cara de loco eran suficientes para acojonar al más puesto.

Ahora mismo estaba junto al campo de futbol gritando, solitario. La gente se había alejado prudentemente al ver la navaja que tenía en la mano. Sin embargo él no hacía amago para acercarse a nadie, más bien al contrario, parecía querer mantener a todo el mundo lejos de él, como si alguna de las señoras que lo miraban aterrado pudiera suponer una amenaza.

- Joder Manolo... - suspiró desde la distancia conforme avanzaba hacia él - Guarda esa albaceteña antes de que te hagas daño, coño. - le espetó con una mano extendida hacia adelante en gesto pacifico - Ya sabes como funciona esto; - continuó al tiempo que seguia avanzando con la otra mano apoyada en la porra - Te llevamos a comisaria, duermes la mona allí y todos contentos. - sonrió amablemente al hombre - No me jodas Manolo que la tenemos, deja la chaira... Me prometiste que ibas a controlarte macho. - concluyó con tono decepcionado.