Partida Rol por web

Dado el presuroso paso que la druida imprimió a su cuerpo, ésta llegó prácticamente en un abrir y cerrar de ojos hasta donde se encontraba el explorador junto a su amada. En cuanto los ojos de Aldar se posaron en los los suyos, Amaranta supo de inmediato que éste también había visto algo más en aquel extraño vuelo de los cuervos.

Que algo sucedía era obvi,o pues ninguno de los cuervos se sintió atraído lo más mínimo con los intentos de la druida por comunicarse con ellos. Tampoco sintió ésta que el invierno se hubiese alargado en aquella región ya que, como ella misma había comprobado durante su descanso, las temperaturas eran las esperables para una noche de primavera.

Buenos días montaráz.  ¿Durmieron bien?  -dijo, distraída mirando al cielo.  ¿También notaste lo de los cuervos?

 Entrecerró sus ojos élficos.  No me hacen caso para bajar y conversar.  Se unen en bandada como si fuera invierno, en contraste a los demás animales y plantas por aquí que si reconocen que llega la primavera. 

Trataré de detectar magia, a ver si eso lo está causando, y saber de que tipo es. 

¿Sabes que hay en la dirección a la que parecen dirigirse? 

Alargamos cuanto pudimos cada minuto juntos, compartiendo impresiones, bromas, palabras de cariño… Alargamos cada beso y cada caricia, cada embiste y quejido, cada uno de aquellos segundos de intimidad hasta quedar exhaustos. Aquel había sido nuestro deseo, el dedicar un tiempo al otro, a nosotros mismos, pero éramos más que conscientes de que ese deseo; o quizás necesidad, no debía privarnos del descanso necesario para llevar a cabo la larga jornada que tendríamos por delante al día siguiente.

Descansamos en sendos sacos, convirtiéndose en un suspiro el tiempo que permanecí dormida, o al menos esa fue la sensación al despertarme. Un desagradable ruido me hizo regresar del mundo de los sueños, comenzando a abrir los ojos despacio, perezosa; pero sentir cómo Aldar se movía repentinamente provocó que los abriera del todo, tratando de ver qué sucedía.

Mientras me incorporaba el explorador trató de llamar mi atención, pidiéndome con una clara preocupación en su rostro que me vistiera. Sin que me explicara nada, comencé a hacerlo, su gesto había sido suficiente; pero mientras me ponía las botas no podía evitar mirar a un lado y otro, preguntándome qué sucedería.

Aldar terminó de prepararse antes que yo, recogiendo lo demás incluso, y mientras yo acababa de abrochar la armadura y guardar el resto del equipo vi cómo él continuaba analizando la zona; especialmente el cielo. Entonces, al acercarme a él, murmuró algo antes de mirarme; aún con aquel semblante preocupado, puede que incluso más que antes.

- ¿Y eso…? ¿Es tan malo? – pregunté ante la información que me ofreció con su ceño fruncido, sin comprender qué importancia podría tener el modo en que aquellas aves se desplazaran. - ¿No estarás pensando en que…? ¿No son aves normales? – volví a preguntar, temiendo que fuera eso en lo que pensaba.

Fue entonces cuando vimos a aquella mujer moverse hacia nosotros, Zafira, a quien no había tenido oportunidad de conocer con tranquilidad; y parecía que esta tampoco iba a ser la ocasión. De hecho ni siquiera me saludó, dirigiéndose únicamente a Aldar, mas traté de no darle importancia al asunto, pues parecía también inquieta por ese tema de los cuervos.

- Buenos días. – saludé a la mujer, guardando silencio para que Aldar pudiera responderle.

El bosque, los campos, los animales… Aquel era mi ambiente, pero los aspectos que me interesaban a mí distaban a veces de los intereses de otro tipo de personas. No me preocupaba el acumular saber, salvo el necesario para subsistir en aquel entorno, o no analizaba cosas como el modo en que los animales vivían, simplemente me dedicaba a convivir con ellos.

- Si puedo ayudaros en algo, hacédmelo saber. – les dije con firmeza pero con una tenue sonrisa, fijándome en que había luz en la cabaña y que la chimenea ya echaba humo, pero quise atrasar el momento de entrar.

Terminé apresuradamente de ponerme las protecciones de cuero antes de que Zafira alcanzase nuestra posición, colocándome acto seguido el cinturón con la espada y cogiendo mi arco con una mano y el carcaj con la otra, que con un rápido gesto quedó situado a mi espalda. Lo cierto es que la actitud de Zafira al acercarse así, apresuradamente y descuidando el sigilo y la cobertura, me dejó claro desde un primer momento que compartíamos la misma preocupación por esas aves.

Propicios días, druida. -Saludé antes de poder responder a la pregunta de Freya. La verdad es que no tenía una respuesta, o al menos no una certeza. Aquello era sólo una corazonada- Me he dado cuenta, sí. Deberían estar anidando por parejas en esta época del año, unirse en una bandada en plena primavera no tiene sentido.

Lancé una mirada de soslayo a Freya, que se ofrecía a ayudar en lo que le pidiéramos, y alcé de nuevo la vista al cielo mientras Zafira proponía emplear su visión de lo místico con los cuervos, para descubrir algo. Por mi parte, barrí el cielo buscando el punto exacto por el que salía el sol, calculando la latitud aproximada.

Se dirigen al norte. Podrían ir a los campos al oeste de Venatus, en busca de semillas, o más lejos hasta el bosque del olmo gris. Es imposible saberlo. -Reconocí con molestia.

Buen día, guerrera, se dirigió a la bárbara al notar que también se había despertado.  Ayúdame a bajar un par de ellos. -Le dijo, apuntando a los cuervos y sacando a su vez su arco.  Si han sido hechizados, los estudiaremos.  

Si no, los desayunaremos. Cargó el arco. 

Su caza está en balance. -se refirió a lo que se puede tomar conforme al cánon druídico de no alterar el equilibrio de la especie, y hacerlo sólo por alimento o utilidad.  

Soltó su flecha, decidida, en dirección a uno de esos puntos negros, los retrasados de la bandada. 

La molestia de no ser capaz de conocer el destino de aquella bandada se desvaneció pronto. Tampoco es que nadie pidiera conocerlo, en realidad. Ni el mejor explorador del mundo podía predecir si esos cuervos viajarían una milla tras otra hasta un paraje lejano, o si se detendrían tras las primeras copas de los arboles que teníamos al norte de nuestra posición.

No, el problema era otro bien distinto.

Sin embargo, aunque pensé que la druida se dedicaría a emplear sus habilidades directamente, me sorprendió tomando su arco y solicitando mi ayuda para bajar de los cielos un par de ejemplares.

¿Cuervo crujiente? -Mi diestra se movió velozmente hacia mi espalda, asiento con delicadeza el extremo emplumado de uno de mis proyectiles. Mi siniestra, en cambio, sujetó firmemente mi arco. "Dureza y suavidad, fuerza y delicadeza", las primeras lecciones de Talaren aún resonaban en mi mente, aunque la acción surgía sin necesidad de pensamiento, era ya un acto reflejo y natural- Es un buen desayuno, la verdad... -Dije mientras tensaba el arco, aunque tardé un instante en disparar. En su lugar, miré a Freya de costado y le guiñé un ojo, sonriendo con confianza, antes de volver a mirar a través de la longitud de la flecha y soltar la cuerda con precisión.

Despues del estallido de Aldar de la anterior, me desperté con un sonoro bostezo. Si me había despertado quería decir que aún estaba vivo y nadie se había tomado la justicia por su mano y me había apuñalado mientras dormía. Era bueno que hubiera marcado el territorio la noche anterior. No podía permitir que se hicieran demasiados lazos entre todos o se pondrían todos en mi contra. Yo era el hombre de confianza de Heinrich y debía mantener aquello como un grupo de mercenarios, no como una partida de amigos en busca de aventuras. Buenos días - dije despreocupado - ¿Habéis dormido todos bien? - Mientras hablaba estiraba mis brazos por encima de mi cabeza desperazandome. Me senté a la mesa y comí de lo que había preparado con toda seguridad Corum y estaba sirviendo Asdra. A partir de ahora comenzaría realmente lo duro. Jornadas de viaje siguiendo a Aldar que era el único que tenía la información. Asdra, ¿al final nos pasamos por la iglesia antes de ponernos en marcha? - Me giré había Avlin - ¿El también viene? - Pregunté señalándole con el dedo.

Después de que Aldar conjeturara sobre el destino de aquellas aves, concluyendo que era imposible saberlo, la elfa le pidió que le ayudara a bajar un par para su estudio; cosa que me sorprendió en un principio, hasta escuchar su aclaración de que aquella caza no rompía el equilibrio y que de no estar hechizados los desayunaríamos.

Trató entonces de dar alcance a una con su arco, dándome cuenta al mirar en la dirección de su objetivo que el proyectil fallaba por muy poco.

- Lástima, ha estado cerca. – apunté, bajando mi mirada a Aldar, que también había echado mano a su arco y flechas, y comentaba sobre el posible desayuno mientras tensaba la cuerda. – No tan bueno, esos huesos son demasiado endebles. – repliqué burlona.

Entonces su rostro se giró hacia mí, mirándome y guiñándome un ojo con aquella seguridad que le caracterizaba, y con una sonrisa que no dudé en devolver. De hecho, se mantuvo largo rato en mis labios, y es que al terminar Aldar de apuntar y dejar volar el proyectil, este acudió certero a la presa y se clavó en ella; haciendo que el animal cayera entre los árboles situados al norte.

- ¡Guau! ¡Increíble! – exclamé, con mi sonrisa ampliándose y mirándole llena de orgullo. – Muy buen tiro. – añadí antes de acercarme y darle un beso en los labios con efusividad, mostrando un exagerado gesto pensativo al volver a separarme de él. – Y digo yo… ¿Podrías haber estado tan fino en los fosos, ¿No? Y eso que el objetivo era mucho más grande. – reí. – Tranquilo, ya sé que era porque te ponía nervioso… - le susurré, volviéndome después hacia Zafira. – Ya tenemos uno. – sonreí a la mujer, mirando después a ambos. -  Yo me encargo. – me ofrecí a recogerlo queriendo colaborar, dirigiéndome hacia la zona donde el ave parecía haber caído.

- Pues...- Asdra había levantado la mirada distraída cuando Jake la interpeló directamente. Normalmente no le pedía opinión a ella y no sabía ni qué decir.-...no sé...habría que ver si hay dinero suficiente...los pergaminos son caros. Así , lo primero que se me ocurre, no demasiado poderoso pero útil, sería pergaminos de protección ya que de curación, aunque débil, puedo hacerlos yo. También creo que había conjuros clericales que te te protegen de ser vistos por no muertos e incluso detectar su presencia. Yo puedo identificarlos lo justo para que no nos timen...- No quería decir que con ir ella bastaba para no despertar suspicacias en la pareja que aún no había dado señales de vida. Así que si Jake la preguntaba, ella dejaría la decisión en Avlin.- ¿Avlin?

Sin bajar el arco, y con la mano de la flecha aún en alto con los dedos extendidos, observé el recorrido de ambos proyectiles con los ojos entornados. Cuando alcanzaron a la bandada, de mis labios surgió un suave silbido, que se incrementó en intensidad ligeramente al ver que mi flecha acertaba a una de las aves.

Un buen disparo para esta distancia, Zafira, debo felicitarte. -Dije bajando el arco lentamente- Ha faltado muy... ¡¡Hmm!! -No llegué a completar la frase. Freya, felicitándome por mi exitoso disparo, tiró de mí por las solapas de mi vestimenta y me besó con efusividad, algo ante lo que sólo pude rendirme pese a la sorpresa, cerrando los ojos y disfrutando de mi premio. Cuando me soltó, comenzó a bromear acerca de mis disparos en los fosos, cuando por desgracia mi intento de ayudarla resultó prácticamente infructuoso- Te recuerdo, "caderitas", que no fallé ningún disparo desde aquella grada. -Dije alzando una ceja en pose interesante- Por desgracia, estaba demasiado lejos para que las flechas llegasen con suficiente fuerza para superar la gruesa piel de esos mastodontes. -En un susurro, la bárbara continuó bromeando, aunque en seguida se ofreció a ir en busca de la presa abatida. Dejé que se adelantase un poco mientras cargaba el equipo para llevarlo hacia los caballos, pero no dejé que se alejase demasiado antes de alzar la voz a su espalda- ¡Y me sigues poniendo "nervioso"! -Exclamé, poniendo una entonación especial a la ultima palabra, pues no era exactamente eso lo que provocaba en mí. Pero pronto me giré hacia Zafira, mirándola pensativo mientras la invitaba a caminar a mi lado en pos de Freya- Todo esto no me gusta. Si se confirma nuestra sospecha, sería el segundo encuentro con algo mágico en el camino. Y Heinrich tiene a un maldito demonio a su servicio... -Comenté, queriendo saber si la elfa estaba al tanto de tales asuntos.

Avlin se despertó con pesadez. El cuerpo sabía que sería la última noche a cubierto posiblemente en mucho tiempo y se resistía a abandonar el calor de los sueños.

Balakar parecía decidido, fuerte y animado y eso le levantó el ánimo. No era también menos cierto que una interesante aventura se abría ante sus pies como un pequeño fragmento de historia olvidada que tendría la ocasión de recuperar para el mundo. Avlin era curioso por naturaleza, como todos sus congéneres, y el misterio al que se enfrentaban era de aspecto tan mortífero como interesante.

- Buenos días- saludó animado.

Asdra ya distribuía los cuencos por la mesa e, inevitablemente, eso hizo que sus tripas protestasen. Con una sonrisa de oreja a oreja, el gnomo se subió a uno de los bancos mientras Balakar compartía sus impresiones.

- Espero que no cometamos la torpeza de separarnos- comentó- si juntamos la información que nos trajo Aldar con las historias de Corum, lo que sacamos en claro es que estas tierras son mortíferas y que probablemente sólo saldremos de esta todos juntos.

Jake también se acercó a la mesa. Parecía que la noche había hecho bien a todos. Esperaba que también a Freya y Aldar.

- Yo puedo acompañaros a la iglesia, si queréis. No soy un experto en magia clerical pero seguro que puedo aportar mi granito de arena. No obstante, también es cierto que probablemente vosotros dos no llaméis demasiado la atención- dijo señalando a Jake y Asdra- dos humanos pasando por la iglesia no es algo llamativo. Pero si sumamos a algunos más de los que formamos el grupo como Balakar o yo mismo, tal vez empiecen a sospechar si nos están buscando. Creo que sería más prudente que os acercaseis vosotros solos. Asdra parece poder ocuparse del asunto sola.

A medida que los compañeros, recién levantados y algo somnolientos, intercambiaban saludos e inquietudes para el día que tenían ante sí, Corum permanecía en silencio pero atento a la conversación que en ese momento se desarrollaba. Había dejado a Asdra encargándose de repartir la sopa, pues él estaba poco acostumbrado a ello, y había optado por sentarse en un pequeño taburete y azuzar las brasas de la chimenea con un atizador desgastado que él mismo había fabricado a partir de una alabarda destrozada.

Creo que estáis siendo demasiado...precavidos. - Comentó indiferente sin dejar de mover con calma las chisporroteantes brasas. - ¿Sabes cuánta gente, pequeño amigo, pasa por las calles de Venatus a diario? No me creerías si te digo la cantidad de compañías de mercenarios, buscafortunas, aventureros y guardas caravaneros que acompañan a las compañías comerciales que cruzan ese villorrio. - Soltó el azuzador, se volvió hacia donde comían y se cruzó de brazos. - Si crees que un hombre y una mujer acompañados de un gnomo van a llamar la atención, espera que veas las escoltas de semiorcos que se ofrecen algunas veces en la explanada al poco de cruzar la empalizada. ¡Eso sí que es llamar la atención! - Con una risotada que habría resucitado a un muerto, el hombretón palmeó sus muslos y se puso en pie riéndose de su propia broma. Caminó a grandes zancadas hacia la puerta y con sólo tres de ellas se plantó bajo el quicio de ésta dispuesto a echar un vistazo al exterior. Como Jake no había contestado al enano en lo referente a avisar al resto de compañeros, entendió que lo que sucedía entre el explorador y éste no era cosa de una noche. Con una mirada Corum indicó al enano que él mismo avisaría a los dos amantes. Sin embargo, no hizo más que cruzar el umbral de la cabaña, cuando Corum se detuvo, su mirada perdida en el norte del claro.

¿Esperabais visita? - Preguntó curioso. - Que me cuelguen si esa mujer no es una elfa de los bosques… - Corum volvió al interior y abrió los postigos de la única ventana que daba al norte.

En una zona próxima al límite del claro, que era donde Aldar y Freya habían decidido instalarse para pasar la noche, crecían varios álamos negros de imponente altura. Bajo ellos, visibles una vez Corum se hizo a un lado, se divisaba la inconfundible figura de Freya caminando en dirección al bosque. Aldar, arco en mano, se encontraba acompañado por una mujer delgada, de porte atlético y cabello largo y castaño que bien podía ser, dada su vestimenta, una elfa habitante de los bosques. La mujer, una vez se prestaba atención a los detalles, también portaba un arco y, junto al explorador, escrutaban los cielos señalando a los últimos cuervos de lo que suponían sería la misma bandada que los había despertado momentos atrás. De su pose tranquila se desprendía que no se encontraban en peligro y menos teniendo en cuenta que al poco ambos seguían a la mujer pelirroja en dirección al interior del bosque.

Los disparos, ciertamente, habrían dejado sin habla a muchos que se consideraban grandes tiradores. La última flecha en surcar los cielos había ascendido a tal velocidad y con tal tino que uno de los cuervos había sido prácticamente atravesado de parte a parte por ésta. Cuando el ave cayó, lo hizo como si se tratase de un saco de piedras, pues ni un sólo aleteo llegó a producirse después del impacto. Por otro lado, no sería para menos viendo la fuerza con la que el proyectil había impactado en el cuerpo de su víctima. 

Siguiendo la trayectoria del cuervo caído, Freya, seguida a más distancia por Aldar y Zafira, se abrió paso entre los arbustos  y ramas secas caídas durante el invierno en dirección a donde le había parecido ver caer al ave. Poco antes de llegar, no obstante, algo le hizo torcer el rostro. Un intenso olor a putrefacción perforó su nariz incluso encontrándose a varias yardas de lo que creía sería el foco de semejante peste. No fue difícil para ella distinguir, tras echarse a un lado a fin de conseguir mejor visión de la zona, un cuerpo emplumado con una flecha ensartada en él. Que un cuerpo del tamaño del de un cuervo desprendiese tal olor no era explicable de ninguna forma racional de no ser que el animal llevase varios días muerto. Su plumaje, al contrario de lo que podría esperarse de un cuervo, ave que cuida con esmero cada una de sus plumas, mostraba grandes calvas en las que la piel, allí donde aún existía, era de aspecto verdoso. Las cuencas de sus ojos contaban en resto de la historia, pues en ellas no existía ojo alguno. El cuervo, sencillamente, ya era un cadáver mucho antes de que Aldar lo derribase.

Creo que podemos olvidarnos del desayuno. -dijo lacónica la elfa.  

Se acercó al lugar.  Se detuvo.  Y comenzó a pronunciar unas palabras en un idioma antiguo pero no olvidado.  Movió luego las manos suavemnte al ritmo de las palabras y echó frente a sí un componente que sacó de una bolsita de cuero.  Cerró lentamente los ojos, echando la mirada hacia arriba.  Al abrirlos estos brillaban con unos iris morados que parecían tener luz interior.  Pausada, se puso en cuclillas y examinó larga y detenidamente al cuervo putrefacto. 

Una vez poder del conjuro hubo rodeado con sus zarcillos invisibles a la criatura putrefacta, Zafira cerró los ojos y comenzó a concentrarse activamente en su esencia más profunda, si es que quedaba alguna. Inmediatamente encontró lo que buscaba. Lo primero que sacó en claro tan sólo un segundo después de comenzar a indagar sobre la magia que había sustentado a aquella abominación de la naturaleza era que, en efecto, aquel ser había sido imbuido en por alguna clase de sortilegio necromático para devolverlo a la vida. Con eso asegurado, la druida siguió forzando el trance mágico para tratar de obtener algo más acerca del poder del que había conjurado tal horror; fue entonces cuando ésta se vio arrastrada mentalmente a un pozo de negrura tan profundo que a punto estuvo de hacerla caer al suelo. Tal era la energía que la fuente de poder desprendía que la druida tuvo bien claro de que se trataba de alguien extremadamente peligroso a nivel de conocimientos mágicos, pues no había visto tal fuerza residual en latiendo con tanto ímpetu una vez terminado un hechizo en su vida.

Ambos compañeros dejaron a la druida trabajar, pues sabían que si había alguna persona competente entre ellos capaz de esclarecer al menos en parte aquel misterio esa era sin duda Zafira. Inmediatamente después de que el poder mágico del hechizo hiciese efecto sobre el cuervo, la druida cerró los ojos y se postró sobre él haciendo caso omiso al hedor que desprendía. Durante pocos segundos permaneció en esa postura, indagando sobre la esencia mágica que creía estar actuando sobre el ave, hasta que, de pronto, una súbita convulsión a punto estuvo de hacerla caer de espaldas.  

La druida se levantó atolondrada, y les explicaba, o se explicaba a sí misma, de manera entrecortada lo que había visto.  Algunas palabras le salían balbuceadas, algo raro en ella, y mezclaba el Élfico con el Común a falta de recordar palabras en este último.  Es, ess, sciertamente un aura necromántica, la magia que des-des-dibuja las fronteras de lo vivo y lo muerto.  Y en este caso, como en la mahyyoría, no es por alguna bien-bene-volencia, no, una maldad grande lo rodea, auliriogh.  El aura no no no es cualquiera, es tan poderosa que casi me pierdo en ella.  Tocó el piso bendiciendo a la tierra que la traía de regreso.  Con lo que estamos lidiando es con un poder muy grande.  No había visto nada así en mi caminar previo en la vida, que no es mucho, lo sé.  Quizá mis maestros, quizá, no sé. 

Se refregó la cara con un poco del rocío acumulado en las hojas a un lado, eso pareció traerla de regreso, al menos un poco más.  Se levantó.  Hizo un agujero seleccionando ciertas piedras y tipo de tierra para enterrar al cuervo, para minimizar el daño que su aura causara en la naturaleza circundante.  Antes de ello le quitó un huesecillo de la pata y lo guardó en un vial bien sellado.  Por si nos sirve para identificación lu-luego.  -les explicó.  Vamos a la cabaña. 

Por cierto, antes de avanzar -ya sonaba mejor su voz, se estaba recomponiendo ya del choque de vista mágica con cada paso que se alejaba del lugar- de-deben saber que en el camino hacia acá no sólo identifiqué huellas de osobúhos.  También noté varias huellas de ogros, hmm, en bandandas rondantes al parecer, de las que sirven para saqueo o así.  Para que estemos preparados.