El elfo se aproximó hasta su compañero una vez se le hubo pasado el susto. Sí, sí, soy yo Yenian. Alabada sea Mystra ¿Qué has hecho? - Susurró temeroso por lo que podía haber desencadenado el paladín. Zhaelín y Grasp prefirieron quedarse a esperar a Aldo y al resto. ¿No te iba a dejar aquí sólo verdad amigo? - Tras escuchar la explicación de su amigo y recitar un par de súplicas a Tymora para que se fijase en ellos y les aportase suerte, decidió hacer algo mucho más mundano y realista, protegerse. Murmuró un par de frases ininteligibles para Yenian y tras ello un ligero brillo recubrió al mago. Por si las moscas... - Sonrió cómplice.

Vamos, te ayudo a apagarlas. - Se ofreció al instante para apagar todas y cada una de las antorchas del pasillo.

El olor de las antorchas apagadas se mezcló con la fetidez proveniente del la amplia sala del fondo del pasillo. Ya habría tiempo de mostrársela en detalle al mago una vez solucionasen el pequeño problema que estaba por echárseles encima. Una vez Yenian apagó la última antorcha del pasillo la oscuridad más absoluta los engulló. Ambos aguardaron pegados a la pared justo donde las escaleras desembocaban en el corredor a que el plan del Yenian comenzase a arrojar resultados; por suerte o por desgracia, los dio. 

El denso humo negro descendía por la escalera totalmente invisible para los dos amigos. Aunque sus gargantas y ojos podían sentirlo expandiéndose por todo el corredor no hicieron el menor movimiento que pudiese delatar su presencia allí, simplemente aguantaron. No pasó mucho rato hasta que el sonido metálico de un rastrillo elevándose llegó hasta sus oídos. Tras ello las maldiciones, insultos y voces nerviosas no tardaron en aparecer en escena. ¡Mierda! ¡Mantas!¡Agua! - Gritaban distintas voces de varón elevándose sobre el crepitar del fuego que a esas alturas ya mordía con saña la doble puerta de madera. Al-Baridel y Yenian podían imaginar a los hombres intentando extinguir el fuego antes de que quemase por completo toda la puerta. ¿Pero qué cojones ha pasado? Tú y tú, conmigo. Agarra esa antorcha y no quemes nada, bastante fuego hemos tenido ya. - Comentó un hombre con voz ronca pero clara una vez que el fuego pareció ser detenido.

Las pupilas de Al-Baridel, gracias a su sangre élfica, fueron las primeras en dilatarse al aprovechar los primeros rastros de luz descendiendo por la escalera.

¿Qué hacen las antorchas apagadas?  - Susurró alguien muy cerca, puede que tan sólo un par de escalones más arriba.

No sé, las cambié nada más empezar mi guardia joder. - Hubo un silencio tenso. - ¿Crees que serán ellos? - Volvió a preguntar.

No seas estúpido ¿Alguna vez los has visto hacer fuego? Pues entones cállate y alumbra. - El característico sonido del metal abandonando su funda se hizo presente. Atentos.

Los agudos sentidos élficos le pusieron en alerta al escuchar los pasos bajando por los escalones de roca, así como la tenue luz que se iba haciendo cada vez más intensa a medida que bajaban hasta su posición, Al metió rápidamente su mano en su bolsa de conjuros y embarró sus dedos de la grasa de cerdo que allí guardaba para el sortilegio que iba a lanzar, dio un paso lateral colocándose justo a la espalda de Yenian mientras esperó que el primero de ellos bajara el último de los escalones. -Prepárate amigo... Intentaré derribarlos, entonces, serán tuyos.- susurró a Yenian mientras su corazón empezaba a palpitar cada vez más rápido por la ansiedad.

Tras unos minutos aprovechando el reparador calor del fuego preparado por Aldo los miembros presentes del grupo decidieron por fin ponerse en marcha para adentrarse en aquel húmedo y oscuro corredor excavado bajo suelo de la llanura. Caminaron largo rato siempre en línea medianamente recta, o eso al menos parecía ya que orientarse allí abajo era realmente complicado, hasta recorrer la distancia de lo que imaginaban era la meseta sobre la que prendían la hoguera los que portaban los suministros de Basrim Poter.  No fue fácil abrirse paso a través del pasillo puesto que algunas veces se veían obligados a detenerse, desprenderse de las mochilas y escurrirse a través de estrecheces que a duras penas un hombre con armadura pesada como Grasp podían superar. En esos lugares hallaron el rastro de Yenian, quien había dejado la impronta de sus hombreras en la tierra compactada de las paredes del túnel a lo largo de su camino.

Ya comenzaban a dudar si aquel pasillo llevaba a algún sitio cuando uno tras otro comenzaron a percibir un extraño olor. Al principio pensaron que provenía de la antorcha que portaba Aldo pero descartaron la idea al instante puesto que era mágica. Se trataba de un penetrante olor a quemado que se hacía cada vez más penetrante según avanzaban. No tardó en aparecer sobre sus cabezas un denso humo negro que se expandía a lo largo del corredor. Avanzando agachados para evitar que el humo entrase en contacto con sus ojos e irritase sus gargantas llegaron a una estancia más amplia también excavada en el suelo. Se hallaba repleta de montones de tierra, rocas y sacos apilados, que supuestamente contenían más piedras según podía deducirse por su forma. Había gran cantidad de esportones de esparto, palas, picos y azadas con los que los hombres que habitaban el Colmillo Oeste se habían valido para abrir el túnel hasta el exterior. En un lateral de la cámara avistaron una rampa de arena compactada y rocas que llevaban hasta un agujero irregular. Daba a una estancia oscura pero en la que se podía distinguir algo de claridad. El humo venía claramente de más allá del agujero y junto a él voces y el ruido inconfundible del entrechocar de las espadas.

Eres mío malnacido! - Gritaba alguien con poderosa voz a lo lejos.

Yenian y Al-Baridel contuvieron la respiración durante unos instantes hasta que la sombra de un hombre portando un hacha se hizo visible. Tan pronto la sombra dio paso a una persona de carne y hueso tanto el paladín como el mago ejecutaron su plan.

Con una letanía arcana y un par de pases de sus dedos engrasados por delante de su cara, AL-Baridel dirigió su hechizo hacia las escaleras donde un robusto y bien armado hombre de no más de cuarenta años acababa de aparecer. Tras él se adivinaban las siluetas de al menos un par más pero era difícil adivinarlo, puesto que al ser una escalera circular el resto de enemigos quedarían ocultos a su visión.

El hechizo hizo efecto en el momento exacto en que el portador de la antorcha pisaba el escalón elegido por el elfo. Éste pegó un pequeño resbalón pero consiguió apoyarse en la pared para evitar caer al suelo.¿Qué sucede aquí? - Preguntó cuando la figura de un hombre joven enfundado en una armadura completa se dirigía hacia ellos con una gran espada en su mano. ¡Cuidado! - Avisó a su compañero pero lamentablemente fue demasiado tarde. Aquel que abría la marcha también resbaló pero, al contrario que su compañero, no dispuso de pared en la cual apoyarse. Cayó de espaldas con un golpe sordo ya que sus manos, ocupadas en agarrar el enorme hacha, no le sirvieron de ninguna ayuda. Al instante descubrió con preocupación a Yenian echándose encima de ellos, no con buenas intenciones precisamente.

TURNO 1

Tan pronto apagaron la última de las antorchas, ambos aventureros tomaron posición envueltos en una intensa oscuridad que sólo se veía amenazada por las llamas del piso de arriba.

No pasó mucho tiempo hasta que se comenzaron a oír las primeras voces en la planta superior. El sonido del rastrillo de la puerta indicaba que el plan de Yenian iba por el buen camino. – Tyr, me dará el valor para enfréntame a mis enemigos, permíteme castigarlos por sus maldades, rezaba para sí mismo armándose de valor.

Pronto distintas voces se podían distinguir descendiendo por las escaleras. Yenian activó su cinto de protección y se posicionó para atacar en cuanto Al lanzase su conjuro.  – Estoy preparado amigo, mantente detrás de mí.

El conjuro del mago se resolvió con uno de los tres rufianes que bajaban por las escaleras en el suelo. Esto lo aprovechó el paladín para abalanzarse sobre que yacía en el suelo interponiendo el hacha entre su cuerpo y la espada de Yenian. La jugada defensa del soldado no salió del todo mal pero no pudo evitar que el paladín le propinase un tajo en su antebrazo que rápidamente comenzó a sangrar.

Mierda. - Se quejó entre dientes el soldado que yacía en el suelo al recibir el profundo corte en el brazo. ¡Nos atacan! - Consiguió articular mientras intentaba un barrido desde el suelo que alejase al paladín de encima de él.Desde luego Yenian  estaba más que preparado para esa clase de tácticas tan predecibles y el ficho del gran hacha pasó muy lejos de él.

Como si de un castillo de naipes se tratara, el soldado que portaba la antorcha intentó salir de aquella zona resbaladiza y alcanzar la seguridad del pasillo, donde un enfurecido guerrero junto un mago elfo atacaban a su compañero, pero sus pies no respondieron a sus deseos. Por suerte el escalón que había dejado atrás actuó de respaldo y cayó sentado de culo encima de este.

Maldita sea...  pide ayuda o no saldremos de ésta. - Alentó a aquel que le seguía. Sin embargo éste no estaba por la labor aún de salir huyendo. Apoyó la espada contra la pared y extrajo una daga dando un paso hacia atrás.

¡Eres mío malnacido! - Sin pensárselo dos veces la arrojó hacia el paladín con la esperanza de clavársela en el cuello pero, como era de suponer, el paladín interpuso su escudo en la trayectoria de ésta y la daga salió rebotada hacia un lateral del pasillo.

- Me cago en ...- Zahelín maldecía a Yenian y a todos los impulsivos humanos. No todos eran así, desde luego, Grasp era ejemplo de ello. Por su culpa habían perdido el factor sorpresa. Pero para poder echarle la bronca necesitaba que sobreviviera. Se ajustó el broquel, desenfundó la espada y se dirigió hacia las voces y los ruidos. Su ceño fruncido no indicaba nada bueno, bien lo sabía Nü, y su enfado parecía contagiarse a los situados en las proximidades de la elfa, casi como si se hubiera extendido en el ambiente pimienta pulverizada.

El mago decidió intentar acabar el encuentro de una vez, a su mente llegó aquella varita que le había arrebatado al cadáver del mago Gnomo, con sus guantes podría potenciar su efecto y quizás pueda acabar con la amenaza de una buena vez. Con un caracter cada vez mas osado y atrevido el Mago avanzó hasta quedar a poca distancia de sus enemigos. -Yenian cubrete!- Exclamó mientras daba zancadas y sacaba la varita de entre sus túnicas, Los guantes brillaron levemente con un color verde esmeralda que hicieron que la punta de la varita emitiese un brillo rojo-anaranjado cada vez más intenso. -Veel'tal Ignatiel!- Pronunció la letanía en su idioma natal, letanía que desencadenaría la magia contenida en la pequeña varita, de inmediato una fuerte bocanada de fuego se expandió desde la punta de la varita, envolviendo por completo a los 3 soldados que miraban con cara de incredulidad y desconcierto lo que pasaba frente a sus ojos. El paladin de Tyr tuvo que levantar su escudo para cubrirse levemente de el fogonazo que se emitió en un parpadeo.

TURNO 2

Las lenguas de fuego que saltaron de la varita engulleron a los tres soldados en un abrir y cerrar de ojos. Interpusieron manos, brazos y escudos intentando en vano defenderse de las mágicas llamas pero de nada sirvieron tales medidas. A medida que la intensidad del fuego se hacía mayor, llegando incluso a alcanzar el blanco en algunos puntos, las figuras que gritaban en su interior se hacía cada vez más borrosas y sus gritos más agónicos. ¡AARRRGG! ¡AUXILIO! ¡Nos atacan maldita sea!

Sally desenfundó su estoque y se dispuso a ir hacia aquel ruido de lucha. La preocupación inundó su corazón, Al y Yenian podían estar en peligro.

La elfa ya se había puesto en movimiento, así que siguió sus pasos.

-A la mierda el factor sorpresa.-Pensó el clérigo.-Desde luego voy a repartir más de un te lo dije cuando esto acabe.

Se ajustó el broquel a la mano izquierda y blandió la pesada atarraga con las dos manos. Si aquello desembocaba en combate, sería mejor estar preparado.

Antes de seguir al resto, hizo un gesto a Sally para que mirase el suelo por si había alguna trampa más y aprovecho el último instante para dibujar en la pared un tosco símbolo de Grumbar con el dedo. Unas montañas en un círculo.Si bien toda la cueva es un gran símbolo del inmutable, nunca está de más recordar a quien pase por allí que se encuentra en sus dominios.

Yenian desvió con el escudo la daga lanzada por uno de sus adversarios. Acto seguido hizo lo propio cubriéndose con él ante lo que estuviese a punto de hacer su compañero mago. De pronto una llamarada envolvió a sus enemigos obligándoles a gritar despavoridos por el dolor de las llamas.

La situación era muy ventajosa para el paladín, que alzó al instante su espada y la dejó caer velozmente dibujando una parábola que alcanzó el cuello de su rival. Con el arma de nuevo el alto, y aprovechando el impulso del golpe anterior, la lanzó en picado aunque en esta ocasión no consiguió alcanzar a su objeto. – ¡Arrrgg! ¡Vuestros pecados no quedarán libres de castigo!, gritó desafiante hacia los rivales que aun se mantenían con vida.

Al escuchar la voz al fondo Jonas saco su cimitarra y preparo su escudo, es increible lo mal que se nos puede dar el seguir instrucciones por más simples que sean, penso para si mismo un poco molesto y a la vez preocupado dijo en voz baja, Melk preparado, el lobo obviamente no tenía ni idea de lo que le había dicho su amo, pero al ver que este sacaba su arma y preparaba su escudo comprendio por lenguaje corporal que era hora de atacar, si bien no era la criatura más inteligente en la sala, su comprensión no pasaba desapercibida, se había criado con Jonas desde cachorro y había lenguaje entre su amigo y él.

Adelante...

Esto no pinta bien, tengo que salir de aquí como sea. Concluyó el único soldado que seguía en pie y que había sido testigo de como sus compañeros eran reducidos en cuestión de segundos. Presentaba quemaduras a lo largo de todo su cuerpo y su cara, la más afectada, no era más que un amasijo de carne enrojecida y sanguinolenta en la que sólo se distinguían los ojos y los dientes. No tenía nada que hacer frente a un mago y a un guerrero, y menos en aquellas escaleras en tales condiciones. Todos esos factores le hicieron inclinarse por la opción más sabia que podía tomar, huir y pedir ayuda. No se molestó siquiera en mirar atrás. Se dio la vuelta y ascendió a trompicones por los escalones de piedra desapareciendo de la vista de los compañeros.

Cuando el grupo llegó hasta el oscuro agujero se percataron de que lo que había más allá de él no era una estancia si no un pasillo construido en piedra. Quien hubiese excavado aquel acceso subterráneo que los había conducido hasta allí se había visto obligado a quitar varios bloques para comenzar la construcción de la salida secreta. Zhaelín fue la primera en pisar sus mohosas y húmedas losas cuando a su izquierda un resplandor que duró unos instantes apunto estuvo de dejarla ciega. Se trataba de llamas y quien las había conjurado no era otro que Al-Baridel quien junto a Yenian se erguían antes dos hombres muertos en unas escaleras circulares. Apunto estuvo de tropeza con la rudimentaria puerta que había sido apoyada contra la pared probablemente por alguno de sus dos impacientes compañeros. Se percató de que no era más que una serie de tablones clavados unos sobre otros y que habrían sido colocados en el hueco más como elemento decorativo que como algo funcional que impidiese el paso a su través.

El interior estaba sucio, encharcado y apestaba tanto a descomposición que la elfa se vio obligada a tapar su nariz y boca con la manga de la camisa para contener una arcada. Había sido construido en piedra negra y ésta se hallaba plagada de moho desde el techo al suelo. Pese a su aspecto descuidado daba la impresión de estar bien construido y de ser muy antiguo.

Inmediatamente hasta las mentes de sus compañeros de Essembra llegaron los recuerdos de los calabozos donde los Hombres del Señor retenían a los borrachos o a los vándalos que no sabían cuando poner fin a una noche de fiesta. Prefirieron pensar eso antes que  compararlos con las mazmorras que Aldo y Shassarel describían como parte de sus historias en sus largas noches tomando cervezas en El Ojo Vigilante. ¡Qué lejos quedaban aquellos aburridos y tranquilos días!

La marcada diferencia entre el pasillo y la sala repleta de herramientas de excavación les convenció firmemente de que la ruta que había seguido hasta llegar a donde se encontraba había sido construida no mucho tiempo atrás, puede que a raíz de las primeras sospechas de que el Colmillo Oeste pudiese ser el objetivo de un ataque enemigo.

Una corriente de aire fétido, probablemente de cuerpos en descomposición muy avanzada, circulaba en su dirección haciendo mecerse la llama de las antorchas que portaban. En las paredes, aparte del ya mencionado moho y de las telarañas en las partes más secas, existían numerosas antorchas adosadas a ellas, todas apagadas sin excepción pero aún humeantes. La única fuente de luz del mismo era una antorcha tirada en uno de los escalones de la escalera y las ropas ardiendo del hombre que la sujetaba. A la derecha el corredor avanzaba hacia una estancia oscura que en su día debía haber estado sellada mediante un enrejado pero, a día de hoy, tan sólo conservaba seis barrotes oxidados, tres a la derecha y tres a la izquierda de un agujero en el centro. 

¿Por qué huele así?

Se cubrió la nariz y boca con la manga de la camisa y corrió hacia la luz no sin cierto temor. Si Al-Baridel había conjurado algo no había razón para andarse con remilgos en cuanto al silencio.

- ¡¡Cobarde!!, gritó Yenian al soldado del Colmillo Oeste cuando huía escaleras arriba. Sin pensarlo, enfundó su arma y salió tras él al igual que un depredador persigue a su presa…ni siquiera se percató de las luces al fondo del pasillo que anunciaban la llegada del resto de sus compañeros, no, el paladín tenía muy claro su objetivo. Ya era preocupante que su enemigo huyera para dar la voz de alarma, pero también había que evitar que consiguiese bajar el rastrillo de la puerta dejando a los aventureros atrapados al otro lado y frustrando así el plan del paladín. - ¡Tengo que pararlo!

El elfo corrió tras el paladín, no debían dejar que alertase a toda la guarida de Bandidos que se escondían en el Colmillo Oeste, empezó a subir las escaleras cuando se percató de las luces del fondo, reconociendo a sus amigos que ya se habían reunido. -Vamos!... no podemos dejar que de la voz de alarma!- Les gritó Al-Baridel a los demás a la vez que les hacia un ademán con la mano invitándolos a seguirlo, acto seguido prosiguió su carrera detrás de Yenian subiendo los escalones de roca, dejando atrás los cadávereshumeantes que acababan de despachar.