Partida Rol por web

Como persona libre y de espíritu aventurero, has viajado por buena parte del Imperio de Alejandría viviendo tu vida o mejor dicho sobreviviendo gracias a los bolsillos ajenos. Tus pasos te han llevado muy lejos y, quiza por un ataque de nostalgia o más bien por que tu subconsciente te haya traicionado, el último viaje que has emprendido ha echo que sin quererlo des con tus huesos en el reino de Figaro. Lo notas en el aire, que en los últimos días se ha ido haciendo más frío y húmedo que el que se respira en Alejandría, y en el paisaje, lleno de árboles y frondosas plantas que salpican el camino empedrado que se abre ante ti.

La última jornada de viaje ha sido dura y lo más sorprendente es que no te has cruzado con nadie por el camino. El sol hace rato que se puso y sus últimos rayos luchan por alejar a la creciente oscuridad de la noche. Una suave niebla se ha ido formando a lo largo de la última hora, y ahora cubre el paisaje con un manto grisáceo. Los árboles y las rocas del camino se difuminan con las sombras y la niebla y el silencio y la tranquilidad reinan en el ambiente...

Te encuentras en el reino de Figaro, de camino a la gran capital de nombre homónimo, tal vez para conseguir algún trabajo pues es en ciudades importantes donde más ajetreo suele haber.

La última jornada de viaje ha sido dura y lo más sorprendente es que no te has cruzado con nadie por el camino. El sol hace rato que se puso y sus últimos rayos luchan por alejar a la creciente oscuridad de la noche. Una suave niebla se ha ido formando a lo largo de la última hora, y ahora cubre el paisaje con un manto grisáceo. Los árboles y las rocas del camino se difuminan con las sombras y la niebla y el silencio y la tranquilidad reinan en el ambiente...

Conforme avanzan los minutos la oscuridad de la noche y la niebla, cada vez más espesa, impiden que puedas ver más allá de un par metros. Cada muestra de sonido en la noche te resulta totalmente perceptible. El susurro del viento, cada vez más helado, a través de los árboles, el aleteo de algún ave nocturna en la lejanía, y lo que puedes ver claramente como un foco de luz en la distancia. De repente, y como salido de la nada, te sobresalta escuchar el estridente chirrido de un engranaje oxidado que te pone los pelos de punta. A juzgar por la dirección del sonido, lo sitúas más o menos enfrente tuyo, a una decena de metros, pero no puedes advertir nada más que un inmenso bulto que se acerca hacia ti.

Absorta en tus pensamientos y con el recuerdo de Imiziel y el resto de la compañía de tu última aventura, decidiste poner rumbo a lo desconocido y seguir con tu vida. Puede que una buena forma de hacerlo sea acudir a Fígaro, la capital del reino homónimo, una ciudad grande y llena de oportunidades. Serían varios días de viaje así que te pusiste en camino hacia aquél lugar.

La última jornada de viaje ha sido dura y lo más sorprendente es que no te has cruzado con nadie por el camino. El sol hace rato que se puso y sus últimos rayos luchan por alejar a la creciente oscuridad de la noche. Una suave niebla se ha ido formando a lo largo de la última hora, y ahora cubre el paisaje con un manto grisáceo. Los árboles y las rocas del camino se difuminan con las sombras y la niebla y el silencio y la tranquilidad reinan en el ambiente...

Con tu carreta de marionetas a cuestas, el bolsillo lleno de propinas y una amplia sonrisa de satisfacción por el trabajo bien echo, abandonas el último pueblo donde has brindado un excelente espectáculo a sus habitante. Te encuentras en el reino de Figaro, basto en extensión y con muchas villas a las que ir visitando y alegrando con tus actuaciones. La más cercana, según te informaron los habitantes del último pueblo, se encuentra a cuatro jornadas en dirección sur, así que decidiste coger tu carreta y marchar hacia tu destino.

La última jornada de viaje ha sido dura y lo más sorprendente es que no te has cruzado con nadie por el camino, cosa rara pues ya deberías divisar al menos las primeras granjas. El sol hace rato que se puso y sus últimos rayos luchan por alejar a la creciente oscuridad de la noche. Una suave niebla se ha ido formando a lo largo de la última hora, y ahora cubre el paisaje con un manto grisáceo. Los árboles y las rocas del camino se difuminan con las sombras y la niebla y el silencio y la tranquilidad reinan en el ambiente...

Caminaba con mi carreta. Siempre a cuestas. Aparte de todas las marionetas que dentro había, así como todos los trajes, sombreros, hombres inflables y demás miscelánea para hacer reir a cualquier, en un pequeño cajón del fondo guardaba mi equipaje y a veces las armas, cuando el camino era claro. Sin embargo, ahora no era tal cosa, y llevaba mis dos hachas bajo mis prendas.

Acto seguido comence a tirar del carro con una sóla mano, mientras que la otra estaba asida al mango de una de mis hacha de mano. Se me hacía raro no ver población alguna o molino, granero o casucha desprevenida en mitad del camino ¡ni tan siquiera salteadores con los que entretenerme un rato! Fuera como fuere, pocas veces había estado en la región (no en Fígaro, sino en esos terrenos concretos por donde pisaba). Intenté advertir mi más inmediato camino.

Con los pies doloridos por la incesante marcha y sintiendo el frío haciendo mella en ya en mis huesos, decido hacer un alto en el camino para pernoctar.
Busco un recodo confortable en la espesura, que me proporcione cobijo durante la noche y me dispongo a encender una hoguera.
Ya apenas me queda comida -pienso, mientras contemplo los restos de carne seca-. Mañana tendré que entretenerme en cazar.
Sabiendo que eso significa madrugar, termino de encender el fuego y me dispongo a comer la carne fría.
Apoyada en la corteza de un árbol, me apretujo entre las pieles de mi armadura e intento conciliar el sueño.
Antes de dormir, escucho con atención los sonidos del camino solitario y acaricio mi bolsa de oro, escondiéndola un poco más en el interior de mis vestiduras.
Me resulta extraño dormir tan sola -medito, pensando en las guardias comunales, en el tiempo de descanso dividido entre los compañeros que he dejado atrás.
Poco a poco, comienzo a relajarme y a conciliar el sueño. Y, si me despierta la sensación de peligro, me abrazo con más fuerza a mi mochila, compruebo que mi espada no ande lejos de mi diestra y recto unos centímetros sobre la hierba en dirección a las llamas mortecinas.

No había mucho que hacer en aquella situación, las ropas que llevaba no eran exactamente hechas para aquel clima frió y húmedo. Cambio a su forma felina, su pelaje estaba mejor adecuado para aquella situación, acomodo su capa de viaje y se hecho encima la capucha.

No le molestaba aquel clima, pero la falta de personas en el camino si. No se había topado con nada que le indicara que ese camino fuera peligroso, y aun así no se quitaba soltaba la empuñadura de su espada.

Algo andaba mal y no sabia lo que era.

Conforme avanzan los minutos la oscuridad de la noche y la niebla, cada vez más espesa, impiden que puedas ver más allá de un par metros.

Pones tus cinco sentidos en aletra y te fijas en todo aquello que puedes observar, a pesar de la niebla, por lo que consigues mantenerte en la seguridad del camino y no desviarte ni un pelo.
Cada muestra de sonido en la noche te resulta totalmente perceptible. El susurro del viento, cada vez más helado, a través de los árboles, el aleteo de algun ave nocturna en la lejanía, y lo que puedes ver claramente como un foco de luz en la distancia, eso si algo desviado del camino principal.

Conforme avanzan los minutos la oscuridad de la noche y la niebla, cada vez más espesa, impiden que puedas ver más allá de un par metros.

Cada muestra de sonido en la noche te resulta totalmente perceptible. El susurro del viento, cada vez más helado, através de los árboles, el aleteo de algún ave nocturna en la lejanía, y lo que puedes ver claramente como un foco de luz en la distancia. De repente, y como salido de la nada, te sobresalta escuchar el estridente chirrido de un engranaje oxidado que te pone los pelos de punta. A juzgar por la dirección del sonido, lo sitúas más o menos enfrente tuyo, a una decena de metros, pero no puedes advertir nada más que un inmenso bulto que se acerca hacia ti.

Conforme avanzan los minutos la oscuridad de la noche y la niebla, cada vez más espesa, impiden que puedas ver más allá de un par metros.

Enciendes una pequeña hoguera y tras tomar algo de carne reseca, te recuestas cerca del fuego.
Cada muestra de sonido en la noche te resulta totalmente perceptible. El susurro del viento, cada vez más helado, através de los árboles o el aleteo de algun ave nocturna en la lejanía. A parte de eso la primera hora avanza tranquila hasta que un ruido te sobresalta. El estridente chirrido de un engranaje oxidado te pone los pelos de punta. A juzgar por la dirección del sonido, lo situas más o menos en el camino principal, a unos cuantos metros pero no puedes advertir nada más que un inmenso bulto que se acerca hacia ti.

Pocas veces había visto esa tal niebla tan abrumadora... Y eso que había viajado ya lo suficiente como para contar un par de buenas historias de cada reino... Sin desviarme del camino, paseando lentamente (sobre todo porque llevaba mi carretilla a cuestas), decidí ir hasta la altura del foco, por el camino, sin salirme. Una vez llegado a la proximidad, me desviaría del camino hacia él: quizá fuera alguien que necesitaba ayuda.

Definitivamente sobresaltada y ya lejos del duermevela, me incorporo, espada en mano.
Tarde hasta para el transporte de mercancias -pienso observando el bulto del camino principal.
Caliento mis pies, golpeándolos contra la hojarasca. El ruido amortiguado queda completamente ahogado por el chirrio del carro.
Cojo mis pertenencias y me acerco a vislumbrar quién transita por el camino haciendo semejante ruido.
Será mejor no salir de las sombras -Con cuidado me coloco estratégitamente, de tal forma que no me ilumine el leve resplandor de mi propia hoguera, ni las luces de los luceros del cielo, cosa bastante fácil en una noche de niebla como esta.

Por un momento me detuve para intentar ver mejor a esa figura, pero no tarde mucho en decidir que seria mucho mejor observar desde un lugar en el que no fuera yo visible. Intentando ser sigilosa salí del camino y me detuve detrás de un árbol donde podría ver mejor a lo que se acercara y espere.

Te desvías del camino y te acercas al foco de luz con cautela. Descubres que no es otra cosa que una pequeña hoguera. A simple vista no parece que haya nada ni nadie más en el lugar. No obstante escuchas el chasquido de una rama al partirse...

Te levantas rápidamente, recoges tus bártulos y te aprovechas de la cobertura que la densa niebla y la oscuridad te ofrecen. Ves como el bulto chirriante se acerca cada vez más y de repente se para delante de tu hoguera. Puedes distinguirlo algo mejor, gracias a la luz del fuego, se trata de una carreta de madera tirada por un humanoide bajito y rechoncho.
De repente escuchas el chasquido de una rama al partirse... detrás de ti.

Ves como el bulto chirriante se desvía de su dirección y se acerca hacia el foco de luz hasta que se para delante de él. Puedes distinguirlo algo mejor, gracias a la luz del foco, se trata de una carreta de madera tirada por un humanoide bajito y rechoncho. También observas que entre la luz y tu se ha movido algo, o alguien, cuando el bajito carretero se ha acercado a la luz. De repente escuchas el chasquido de una rama al partirse... bajo tus pies.

Sabía que habiá alguien ¡lo sabía!, sin embargo, tomé aire y cerré los ojos cuando mis ojos habíanse quedado mirando la hoguera. Me puse a contar un cuento en alto, como para que me escuchasen:

Había una vez un niño perdido en un camino... era muy listo y siempre le acompañaban sus amigos sobre un caballo, todos juntos... Sin embargo, éstos estaban dormidos, y el muchacho, lejos de tener miedo, decidió avanzar solo, sin despertarlos, hasta que hubo un alto en el camino, pues un sonido le asustó.

Siembravientos hizo una pausa. Cogió un puñado de tierra y lo arrojó al fuego, para que se moviese y vibrase en torno a sus palabras.

El niño, al escuchar una acechante voz cerca de si, decidió despertar a aquellos que le acompañaban "Ironía, Carcajada ¡Despertad!" -dijo suavemente. Éstos, entonces, bajaron del caballo, para asistirle.

El enano sacó sus hachas de debajo de las ropas. Entonces calló, ahora estaba preparado para lo que viniera.

Instintivamente me giro, dejando escapar un leve gruñido entre mis dientes, y observo lo que tengo ante mis ojos, con la espada larga lista para actuar.

¿Que hacer? ¿Que hacer?
Quizá...
Cambie de forma.
Lentamente asome la cabeza y observe lo que pasaba.
Con algo de suerte estarían lo suficiente mente lejos como para no haber escuchado la rama