Partida Rol por web

Dos días habían estado viajando hacia el norte, atravesando las praderas verdes de la región. Abanasinia era un lugar donde la naturaleza se hacía presente, y la tranquilidad de la región estaba garantizada, al menos en parte, luego de la Guerra de los Espíritus. Con las grandes Kharolis a su espalda, el grupo caminaba de manera constante. El terreno era llano, con unos pastos hasta la rodilla de color verde amarillento por la estación.

En la mañana del tercer día, divisaron a lo lejos dos figuras montadas que se aproximaban hacia donde estaban ustedes. 

 Cuando se acercaron, detuvieron sus monturas a unos 8 metros, y uno de ellos desmontó. Ambos tenían capas negras con capuchas y vestían corazas de cuero. De sus costados colgaban, amenazantes, espadas.

“¿Quiénes son ustedes?” preguntó, imperativo, el que había desmontado. Su rostro, apenas visible, era duro. Tenía una barba de tres días y una cicatriz en la cara. “¿Hacia donde se dirigen?”

 Tras la sentida despedida, por lo menos por parte del roñoso enano, el viaje se sucedía sin problemas. El tiempo acompañó y no tuvieron que dormir con frío, lluvia o viento.

 A pesar de eso, el echo de que la mayoría de la comitiva eran todos larguiruchos y de patas largas, avanzaban más que no el gully si mantuviera su paso, por eso, por inercia, avanzaba gran parte del trayecto entre un andar rápido y un trote lento. Por lo menos por la parte del camino que discurría por un camino claro. Cunado el trayecto les llevó por el prado, irremisiblemente, la frondosa vegetación que se alzabá a una altura más allá de su cintura. Eso obligaba al aghar a reducir la velocidad de se marcha y quedarse rezagado cada dos por tres, a pesar de ir en último lugar y abanzar por el surco en la vegetación que dejaban los demás miembros del grupo.

 Más o menos en esta situacón fue como les encontraron esos misteriosos jinetes. El gully más bien lo agradeció pues gracias a eso logro unos momentos de pausa para poder llegar a la altura de los demas a la vez que unos regueros de sudor mezclados con suciedad dejaban surcos en la mugre que cubría la piel de la cara de Ups. Cuando finalmente llegó, obviamente dejó que los demás respondieran o hicieran lo que quisieran mientras él recuperaba el aliento.

Croril se adelantó un paso al grupo, apoyando su lanza en el suelo. Sin ser amenazador, sabía dar la imagen de "no te metas en problemas contigo" que tan útil le había sido en su trabajo de guardia. Aunque claro, estos no eran chiquillos tontos, o ladronzuelos...

- Buenos días, ante todo. Marchamos desde Que-Shu, hacia la Ciudadela de la Luz. No buscamos encontrar problemas, ni causarlos.

Esperó una respuesta a su pregunta velada.

Ante la aparente agresividad de los hombres que les interceptan, Gundan echa a un lado su capa, dejando paso libre hacia la empuñadura de su acero y sin perderles de vista, da un par de pasos hacia un lado, dejando espacio y buscando un posible flanqueo.

Instintivamente y durante un segundo, la mirada del solámnico busca al pequeño Gully, y tras ver su estado, se gira de nuevo encarando a los desconocidos.

- ¿Mas quiene son aquellos que nos interceptan? No es de muy buena educación asaltar de este modo a los viajeros.- Dice en voz alta.

Rackir, se detuvo antes de acercarse a los recién encontrados y decidió esperar atento para ver como evolucionaba la situación, alerta pero sin inmutarse.

Tervalis se echó la capucha y retrocedió unos pasos, sabía que por su condición y por su orden podría se juzgado como sospechoso. Miró con tono grave hacia el caballero cuando habló ya que si alguien del grupo podia sacarles de aquel embrollo era él. Aunque esperaba una respuesta más educada.

El soldado que había desmontado escuchó sin amedrentarse las palabras de Croril, y las de Gundan inmediatamente después. Luego, se miró con su compañero que permanecía montado y ambos lanzaron una carcajada gruesa y grosera.

"¡Jajajaja!" exclamó el que estaba desmontado "Nadie te está asaltando, Caballero, ni a ti, ni al resto. Pero en nombre de nuestra señora Onysablet, reina de todo Abanasinia y las Praderas de Arena, deberemos revisar sus pertenencias."

Onysablet era una de las Dragonas Supremas que quedaban vivas en Ansalon. Al parecer, la reciente muerte de su superiora Beryllinthranox había hecho que cobre el coraje que nunca había tenido. Nunca había dominado Abanasinia, y no había dado muestras de actividad desde hace más de un año.

A Rackir, no le gustó el hombre y sus modales pero, nada tenía que ocultar, o así lo esperaba por lo que miró a sus compañeros por si su actitud fuera diferente y respondió...

Nada tengo que ocultar, pero mis armas se quedan cerca de mí. Aproximaos si quereis y ved mi equipo, pero cuidado con vuestra actitud.

Al intentar analizar la actitud del hombre, intenta adivinar que busca... ¿un libro... un arma?

Tervalis examinó la situación brevemente pues cada vez le gustaba menos ya que no quería que nadie hurgara entre sus cosas y menos asquellos pestilentes guardias de tres al cuarto, al pensar esto no pudo evitar constreñir la cara en un gesto de asco, pero la situación iba más allá cuando echó un vistazo a la espada de Rackir.

Rápidamente se quitó la capucha y se aproximó a los guardias.

- Estoy seguro de que tienen cosas mejores que hacer y que yo no tengo nada que pueda interesarle, en cualquier caso nos ponemos a vuestra disposición pues no osamos desobedecer a Onysablet y estoy seguro que acabaremos este encuentro antes si nos contáis que andáis buscando. Quizá hayamos visto algo en estos días de viaje.

Gundan, aunque reacio por la actitud de estos hombres y viendo que el resto no ponía problemas, accedió a la petición y mostró sus pertrechos de viaje, sabiendo que el mensaje no se hayaba en su mochila, sino que lo portaba él directamente.

- Tened, podréis comprobar que no ocultamos nada.- Dijo de mala gana.

 A Ups no le gustaban esos tipos, gente armada y con ese aire de altivez y amenazante. A pesar de las actitudes de los otros del grupo, el pequeño aghar sentía un miedo creciente hacia esos hombres, una angustia se adueñaba de él quien intentó esconderse entre la espesura aprovechando la atención que despertaban los demás larguiruchos.

 Sutilmente se fue dejando caer entre la alta espesura para reptar por ella sin mover la maleza.

Semejantes cosas caían muy mal al bárbaro. Pero si el caballero no ponía reparos, él, que se consideraba simplemente un guardián, tampoco los pondría.

Se mantuvo quieto en el caballo, tranquilizando a la montura. Dejaría que revisaran sus cosas, pero pobre de quien intentara sustraer algo o tomar sus armas... 

El hombre que estaba montado desmontó y ató los caballos a un arbusto cercano. Les pidió secamente que abran sus morrales, mochilas y lo que lleven encima. 

Entre los dos, comenzaron a revisar violentamente las cosas, al parecer no buscando algo, sino viendo que podían obtener. Al único que no revisaron fue al enano, porque lo ignoraban abiertamente. 

Fue entonces que uno de los soldados, el primero que había desmontado, vio la espada que colgaba de la cintura de Rackir.

"Pero mira lo que tenemos aquí" dijo mientras dejaba el bolso del hombre en el suelo, abierto y con sus pertenencias revueltas "¿No es una bonita espada? Y vaya vaina mas rara que tiene..."

Se paró desafiante adelante del hombre, con una confianza idiota en si mismo, y dijo con autoridad mientras sacaba pecho. "El arma queda confiscada en nombre de nuestra señora Onysablet la negra. El resto está todo en orden y pueden seguir su camino."

 Escondido entre la espesura el gully intenta poner distancia entre los tipos esos y su propio pellejo, cierta tensión se respira en el aire y por eso tomará una distancia prudencial con esos tipos, pero en lugar de retirarse intenta dara un amplio rodeo por la dere... por el lado que le queda la mano que usa para comer.

La gran espada de Croril saltó a sus manos, mientras la sostenía entre ambas recias manos delante de él, le espetó a los guardias: Lamentablemente no va a ser posible.