Partida Rol por web

Galimatías esperó un poco impaciente. Cambiaba el peso de una de sus piernas a otra, mientras no dejaba de otear alrededor. Si alguien quería atacarles por sorpresa, estaba en el momento perfecto. Sin poder hacer mucho más, aguardó a que Elvar abriera la puerta

Chuï estaba esperando junto a sus compañeros estaba impaciente por entrar y se preguntaba porqué tardaban tanto en abrir la puerta. Tal vez tuviesen que buscar una entrada alternativa si no conseguían abrir esa puerta. O tal vez tuviesen que tirar la puerta abajo, todo estaba por ver. 

El área más grande de los restos de la torre contiene una larga mesa y dos bancos de madera, con comida, barriles de cerveza y toscos utensilios. Seis colchones de tela están extendidos en el suelo, cerca de la parte occidental de la torre.

Una escalera en espiral termina a la derecha de la entrada. Debajo de ella hay lo que parecen ser antiguas cajas y viejos toneles.

Seis grandes trasgos están sentados tranquilamente a la mesa, mientras cuatros trasgos les llevan la comida y la bebida que van pidiendo. Lo hacen de buena gana, no parece que sean sus esclavos, si no más bien, sus compañeros.

Desde l apuerta y listo con la espada en la mano derecha y el escudo a la altura del mentón el paladín de Heironeus grita:

- ¡Rendíos ahora y os perdonaremos la vida! Deponed las armas y salid de inmediato del lugar abandonándolo para siempre. De otra manera acabaremos con vosotros como hemos hecho con vuestros compañeros hace unos minutos.

Galimatías estaba dispuesto a combatir. Esperaba un ataque directo, flechas, fuego... Pero no una actitud tan normal.
La criatura bajó las alas, contrariado. Quizá esos seres no eran del todo buenos, pero tampoco podía asegurarlo. Xaod había detectado que eran malignas, pero... ¿lo eran de verdad?

Los trasgos que estaban comiendo tranquilamente en la mesa, dejaron los cubiertos y uno de ellos se puso en pie. Estaban dispuestos a ponerse en pie, pero quizá...

¡Un momento! Dijo sin querer mostrarse ofensivo. Miró directamente al paladín a los ojos y le dijo: ¿Habéis acabado con todos los del templo ya?

El paladín avanzón un par de pasos y afianzó su posición, observando si los trasgo shacían movimientso extraños par aprepararles una trampa o emboscarlos luego respondió:

- No todos los del templo, pero lo haremos. Hablaba de vuestros congéneres aquí afuera, y vososotros sóis los siguientes si no aceptáis nuestra propuesta.

El paladín dejó un tiempo a los trasgos para que hablasen y razonasen sobre la situación.

Galimatías movió sus alas.

¿Qué hacéis aquí? Venimos a limpiar estos templos de maldad, que se vuelve a acumular como el polvo sobre las repisas sin usar. ¿Quién os gobierna y con qué finalidad?

¡Hey! ¡No hay por qué ponerse así! Gritó el trasgo a Xaod. ¡Nosotros nos largamos ya de aquí! ¡No tenéis que preocuparos! Tan solo queríamos saber si ya habíais logrado acabar con ellos. ¡Estamos hartos y quizá podamos llegar a algún acuerdo!

Podemos daros información sobre ellos, si nos perdonais la vida y nos dejais salir de aquí sanos y salvos. Os prometemos que no os daremos más problemas. ¡Y no nos gobierna nadie! Gritó finalmente a Galimatías.

Pues darnos toda la información que tengáis. ¿Quienes habitan el templo y cuantos son? ¿Hay alguna entrada aparte de la principal? 

Elvar se situó al lado de Xaod, con sus dos armas todavía teñidas de rojo por la sangre de sus enemigos.

Galimatías recogió sus alas. Parecía que habían conseguido su objetivo. Incluso algo más, les habían ofrecido información por sus vidas.

Hablad y contad todo lo que sepáis. Si ocultáis algo, no habrá piedad.
 

Nierethi estaba muy interesado en todo lo que estaba sucediendo. Aquellos trasgos parecían dispuestos a negociar sobre lo que estaba sucediendo. Aquello era digno de estudio, dos bandos o quizá más, en aquel templo. Trasgos enfrentados, eso significaba que entre ellos también había redencillas y que unos podrían querer traicionar a los otros. Una situación muy interesante.

El gnomo se quedó callado esperando las respuestas de los que pensaba que eran enemigos.

Los trasgos se miraron entre sí, y el que parecía ser el líder volvió a hablar. Dadnos vuestra palabra y una garantía de que nos dejais huir. Dejad a mis compañeros que se marchen y yo os diré todo lo que sé sobre el templo y los desgraciados que habitan en él. ¿Trato hecho? Dijo tendiendo la mano a quien quisiese estrechársela.

-Por mi parte trato hecho, aunque no puedo responder por mis compañeros.-Digo con una sonrisa mirando al paladín.-Lo que si puedo prometeros es que si nos traicionáis acabaréis como mi acompañante.-Digo señalando a Berio.-o probablemente peor. Después de todo el es mi hermano.

El paladín al ver que todo podía resolverse sin sangre ni peligros, enfundó su espada e hizo un gesto con su cabeza de que podían abandonar el lugar todos menos el que estaba hablando, como éste había propuesto.

Luego lanzó una mirada de respuesta al adorador de muertos vivientes.

Galimatías accedió ante las palabras de sus compañeros. Dio unos pasos hasta acercarse al orco, mientras le observaba totalmente y sin pestañear. Tendió su garra y le apretó con fuerza la mano.

Habla, y hazlo deprisa

Cuando todos los trasgos y grandes trasgos huyeron de la torre en ruinas, el que se había quedado con los aventureros comenzó a hablar:

Debéis tener cuidado, todo el templo está lleno de una gran tribu de grandes trasgos. Hay humanos y trasgos esclavizados. El líder se llama Rarkus, es un experto luchador, y no es precisamente honrado. Tiende a atacar por la espalda y apuñalar a sus víctimas cuando están desprevenidas. Debéis cubriros las espaldas todo lo que podais.

Además de él, hay un adepto gran trasgo, capaz de volverse invisible y de curar a sus aliados. Es la mano derecha de Rarkus, y si en algún momento llegan a combatir juntos, pueden ser una pareja muy peligrosa.

Mi consejo es que no entréis allí dentro, pero si lo hacéis, tratad de no llamar la atención, sed lo más sigilosos posible y que no os descubran. Y en caso de que haya un gran combate, acabadlo pronto antes de llamar la atención lo suficiente. Si oyen ruidos, Rarkus, Krebbich y el resto de trasgos, que pueden ser un par de docenas, se juntarán y por muy poderosos que seais, no saldréis con vida de allí.

¡Ah! Y me olvidaba de la bestia que controlan. En una de las estancias tienen encerrado a un simio terrible, si logran liberarlo, será mejor que salgais corriendo, porque entonces ya no habrá escapatoria para ninguno de vosotros.

Después de hacer una pausa por si teníais más preguntas. El trasgo señaló la puerta y les dijo: Y ahora, ¿puedo irme con los demás?

Tras las palabras del trasgo me meso la barba y pienso sobre cada una de las amenazas que ha nombrado, que no son pocas por lo que parece. Intento discernir si las palabras de ese ser eran o no ciertas, pues bien podría estar mintiéndonos.

- Una pregunta, ¿Cuál es tu nombre?

Parecía que estaba contando la verdad, Elvar sólo esperaba que aquellos que habían dejado marchar no hubieran ido corriendo a avisar a los del templo. Si así fuese tendrían que buscar la manera de invertir los papeles de nuevo, ya que serían ellos los que se habían convertido en presa.

Elvar aguardó a la contestación del trasgo y a ver qué tramaba el guerrero.