Partida Rol por web

La selva es tu hogar. La sabana no está mal, es un placer descansar al sol o bajo sus árboles solitarios, disfrutar de los aromas y de la paz que desprende observar a los grandes rebaños que se desplazan con calma. Pero la selva es tu verdadero mundo. En ella te sientes seguro, oculto, preparado para el combate. A campo abierto es sencillo detectar a un gran león de piel blanca, pero la selva es una gran extensión donde pasar desapercibido.

Estás solo. Has compartido tu camino con algunos otros, pero finalmente has terminado solo. Luchas por un ideal superior, algo que todos deberían hacer pero no todo el mundo comparte la visión. El Ahadi es una gran idea, pero precisa de la colaboración de todos o será otro fracaso más frente a los enemigos de Selene y, sobre todo, de su hermana Gaia. Has discutido por ello ya con demasiada gente, gente obtusa y egoísta que no comparte la visión. Se convierten en parte del problema. Afortunadamente, conoces a otros que sí están luchando por liberar África de las oscuras fuerzas que la acechan tras la desaparición de Colmillo-Negro.

En tales pensamientos te encuentras ocupando tu mente, cuando detienes súbitamente tus pasos, sobresaltando. La brisa cambia de dirección, y te trae un aroma diferente. Una rama se parte. Te das cuenta de que los sonidos habituales de la selva, aves, insectos, monos, se han vuelto lejanos.

Hay un depredador cerca.

Además de ti.

Descanso en la sombra que me proporciona la maleza. La sombra que me tinta de sombras, que me esconde entre sombras que camufla las sombras de mi espíritu. El picor del calor se transforma en humedad sofocante, un buen intercambio, al menos para mí.

El Ahadi, Kibaki. Imágenes en retrospectiva que aparecen y desaparecen en mis ojos cuando los cierro. La unidad es tan importante. Es verdad que nosotros los Simba, que somos orgullosos y estandartes de Selene, hemos de dirigir la defensa en pos de Gaia. No es tarea fácil la nuestra, pero los favores que la Madre nos dió no nos dió por capricho. Esto no es una bendición ni un maleficio, es un deber. Todos nosotros somos iguales en ello. Al menos en ello, deberíamos ser todos como uno solo. Dame, Gaia, el valor para enfrentarme al que corrompe, dame sabiduría para huzgar, dame tus palabras para apoyar a mi hermano, dame tu olfato para...

Para...

Snif, Snif.

No estoy solo, tu silencio me lo dice.

Me encaramo y escondo en el mejor lugar que vea. Quizás es sólo un depredador más que va de paso, al que no molestaré, quizás es algo más, por lo que acecharé. Oculto, abarco el aire en busca de algún olor característico que identifique su naturaleza, abro mi oído buscando un número de pies pisando el suelo y un número de cuerpos rozando la maleza.

Me concentro.

Con velocidad y destreza, das un salto a un lado y te encaramas a unas ramas cercanas, aprovechando las lianas para saltar por encima de unos arbustos espesos. Cuando aterrizas, en silencio, observas detenidamente en busca del depredador. No tardan en surgir de la espesura dos figuras felinas. Una de ellas salta sobre el lugar donde te encontrabas hace un instante, con dos largos puñales en las manos. Es una hembra de los Swara, como su compañera, y parece enfadada.

¿Donde demonios se ha metido? Estaba aquí hace un instante, el muy...

La otra figura surge de la espesura lentamente, con paciencia y precaución. Lleva un arco en las manos, con una flecha de punta de piedra preparada.

Es astuto, más que tú. Te expones demasiado, te lo he dicho mil veces. Y asumes que está solo, grave error cuando luchas contra esos malditos Simba...

Sentimiento de amenaza, escapar del depredador. ¿Podré yo convertirme en él dándole la vuelta a la situación? Me escondo, espero, observo.

¿Un pariente lejano? Actitud agresiva. Mi interior se revuelve. No comprendo, pienso, busco un error que haya cometido. No lo encuentro y un atisbo de cólera enciende la primera llama de mi estómago. Me venían buscando, de eso está claro. Distancia y escondite. No pienso subestimar a mi nueva presa pero ahora creo que yo soy el que está al acecho. Sin embargo, son dos. Dudo que pueda acometer a las dos al mismo tiempo. En un caso determinado podría atacar a una y escapar de la otra, y aún así sería difícil, quizás no sean sólo ellas dos.Claro, en el caso determinado que hayan venido por cuentas de sangre.

Pienso mientras cargo una flecha en el arco. Quizás sería mejor solución la negociaciónm y para ello necesito equilibrar un poco la balanza en la situación de poder que ahora está a su favor.

Apunto a la más calmada, a la imprevisible podría sacarle una ventaja fortuita, pero con la otra me tengo que asegurar.

- ¡Tu imprudente amiga morirá si no bajas el arco!

Quizás revele mi posición, quizás no, o quizás no lo suficientemente bien. No estoy apuntando a la imprudente, pero a mis palabras podría moverse y perder el blanco y con ello mi ventaja. De hacerlo estaría claro que vienen a por sangre, dispararía al brazo de la calmada y escaparía corriendo. Si se calman un poco y están dispuestas a dejar la sangre de lado, quizás podamos hablar... quizás.

La Swara de los puñales lanza un rugido desafiante al oír tu voz, pero permanece inmóvil. Crees calcular que no ha logrado detectar el origen de tus palabras. Su compañera, dubitativa, deja que la punta de su flecha descienda tan solo unos centímetros, antes de volver a izarla con la cuerda bien tensa.

No nos fiamos de la palabra de un Amadu. ¡¡Dispara si tienes valor!! Dudo que logres abatirla de una sola flecha, y cuando la dispares sabré donde te encuentras escondido como la vulgar rata que eres...

Un Amadu. La palabra rechina en tu mente y te golpea como el mayor de los insultos. Sí, los Amadu son Simbas, como tú, pero hay un mundo de distancia entre ellos y tú. Tú eres un Mayi, no has dado la espalda a la Gran Familia y colaboras con el Ahadi. Tú no has dado tu apoyo al infame Colmillo Negro, el Amadu genocida y loco. ¿Y estas hembras te confunden con un salvaje e incivilizado Amadu? Es... indignante.

De repente el silencio tenso se rompe, cuando resuena un lejano aullido. ¿Lobos por estos parajes? Creías que esta zona era eminentemente Bastet, de hecho hay una aldea de vuestra Parentela no lejos de este lugar. El aullido es largo y cargado de emoción. Lo escuchas, nervioso y tenso, y te parece sentir un escalofrío. Hay un gran dolor en él, refleja lástima y rabia, pero también conmoción e incomprensión. Te ves obligado a hacer acopio de voluntad para ignorarlo momentáneamente y centrarte en el peligro que suponen esas dos confundidas y salvajes Swaras.

Apuntando a la cabeza, veo la posibilidad de que todo se tranquilice un poco...

Quizás era demasiado pedir. Las irreverentes guepardas parece que no quieren irse sin su ración de cicatrices. Pero no seré yo qu...

¡¿AMADU?! Instintivamente mi arco se ha tensado y estoy apunto de dejar soltar la flecha. El calor dentro de mí empieza a ser preocupante, me estoy calentando, aprieto los dientes sin querer en una mueca de rabia. 

¡Qué demonios...! Podría reventarlas a las dos, ¿por qué cojones no lo he hecho ya? Mi mente da vueltas, es una sucesión de imágenes.

Estúpidas así no merecen más que la muerte.

Pero, ¿en qué me convertiré si lo hago?

De todas formas, lo han venido buscando y se lo van a llevar calentito, ¡claro que sí!

No, no... esto no es lo que quiere Gaia, esto no es por lo que hay que luchar

Cálmate, Simba, cálmate.

Apunto estoy de cometer un crimen bien merecido cuando mis sentidos se crispan, mis pelos se ponen de punta al escuchar un lamento a lo lejos. Rápidamente pienso en la parentela que habita cerca y me preocupo... me preocupo mucho. Hay prioridades para con la Madre, y estas dos inútiles no lo son. Les dejo que me sigan buscando y valiéndome del sigilo intento salir de allí sin que se den cuenta para acudir a la llamada. Si no lo consigo... bueno, supongo que entonces tendré que echarme a correr.

Intentas deslizarte suavemente hacia un costado para alejarte de ellas por detrás de una planta frondosa. Sabes que sus grandes hojas pueden ocultar tu blanca piel, y que hay un camino natural que puedes tomar para alejarte en diagonal a la posición en que se encuentran. La verdad es que no tienes ganas de enfrentarte a dos Bastet por culpa de un malentendido.

Clack

¡¡Maldición!! Uno de tus grandes cuartos traseros pisa sobre lo que parece una gran rama reseca. La misma se rompe, produciendo un perfectamente audible chasquido. Pero, peor aún, uno de los extremos de la rama, al moverse, agita la planta tras la que deseabas ocultarte, agitando sus hojas y llamando poderosamente la atención sobre tu posición.

Giras la vista hacia ellas, para descubrirlas girándose a su vez hacia ti. Durante un instante que dura apenas un pestañeo, permanecéis los tres con vuestras miradas conectadas. Pero eso no dura, sus miradas demuestran que tienen intención de cazarte, y tú no tienes intención de permanecer aquí más tiempo para darles la oportunidad de hacerlo.

Ahora solo queda correr.

Mi propio paso en falso me asusta. No me da tiempo a pensar nada, todo pasa rápido, automático, proclive a los errores. En cuanto se cruzan nuestras miradas, mi mano suelta la flecha de forma refleja, como asustado, con miedo. Cierro los ojos, doy media vuelta, traigo el arco a la espalda y echo a correr. Mientras lo hago recuerdo los últimos segundos, temeroso de poder haber herido a una de ellas. Recuerdo que apunté a la que cargaba el arco. Vacilé. Pero temo ser demasiado bueno con el arco. No lo sé, ya no puedo mirar atrás. Espero no haberla herido, en mi mente se forma el deseo de que se hayan apartado de la flecha, ventaja para escapar. Nada de esto debería haber pasado

Tche... mala cosa.

Prefiero no mirar atrás. Ahora lo importante es saber qué era ese aullido de queja.

Necesito correr y llegar sigilosamente. Si afortunadamente no he dañado a nadie, dos veloces Swara con arcos a mis espaldas no es nada bueno. Tendré que correr con una oreja pegada a la espalda, previniendo la emboscada. Y si eso ocurre hablarán mis garras.

Corres, impulsado por tus potentes cuartos traseros. De cuando en cuando, aprovechas una de tus grandes zarpas delanteras para apoyarte y acelerar aún más, o para apartar la vegetación que se interpone en tu camino como la red de una trampa. Correr por la selva espesa no es sencillo, especialmente para alguien de tu tamaño. Quizás por eso los grandes leones viven en la sabana...

Pero debes correr, no crees que sea el momento de luchar. Porque la causa no es justa y porque no estas seguro de que puedas ganar. Ellas son dos, parecen avezadas en la lucha, y están erradas. Vencieras o no, la Gran Familia perdería. No, es tu deber correr, perderlas, vivir y dejarlas vivir.

Llevas un rato corriendo. No las oyes tras de ti, lo que no significa que no estén. Son cazadoras silenciosas, no han gritado ni hecho apenas ruido desde que comenzaste a correr, y eso no es buena señal. Significa que son buenas, y eso hace que sea difícil perderlas.

De repente, la selva se termina. Antes de darte cuenta, doblas un recodo entre dos grandes árboles y te encuentras en una explanada de hierba alta, cercana a un campo de cultivo. Sorprendido, miras a tu derecha, donde descubres las primeras cabañas de adobe de una pequeña aldea. Un hombre pasa corriendo a través del campo, alejándose del pueblo, a varias decenas de cuerpos de distancia de donde te encuentras. Puedes ver el terror en sus ojos, su desesperación. Un par de mujeres siguen su mismo camino, bastante más retrasadas. Oyes ruidos de lucha, un gruñido y un grito. Te giras y miras hacia la aldea. Hay hombres y mujeres arrodillados. Un hombre vestido de soldado les apunta con su fusil, pero no les mira, está centrado en otro lugar, más hacia el interior del pueblo. Das un par de pasos y lo ves. Hay un semicírculo de soldados apuntando a un gran perro silvestre, que se encuentra sobre el cadáver reciente de otro soldado. El olor de la sangre te llega ahora, arrastrado por el viento. ¿Qué está sucediendo? De la puerta trasera de una cabaña sale arrastrándose una cachorra humana, una simple niña, con un ojo amoratado y totalmente desnuda. ¿Qué es toda esta locura? La niña te ve, pero las lágrimas que resbalan por su rostro son más fruto de la desesperación que del temor. Y del dolor. Trata de incorporarse, momento en que ves un pequeño reguero de sangre entre sus muslos.

Por unos instantes, has olvidado completamente a tus perseguidoras. El espectáculo que se abre ante ti es dantesco. Recuerdas el aullido que escuchaste hace un rato. ¿Guardará relación?

Mis maseteros comienzan a doler de tan apretados que tengo los dientes. Dos pequeñas heridas se dibujan en mi palma, de mis garras clavándose en el puño apretado. 

Consigo con esfuerzo controlar la Rabia... pero eso no va a hacer que quien ha de pagar pague... y con creces.

Suelto mi arco... mi arcucho. Me concentro en la ofrenda que a todos nos da Gaia. Extiendo mi mano para que mi cicatriz sangre con la muerte de mi Kuasha. Cuando la cierro, lo hago sosteniendo el Legado que me dejó. Casi se me cae al suelo del propio peso que tiene el arco óseo. Busco una flecha que será un guerrero de Gaia. Una suerte para ella.

Apunto al que tiene retenidos a los humanos. El otro grupo está de espaldas, así que a menos que la flecha le atraviese y se lleve al siguiente por delante, puedo tentar a la suerte de que caerá sin que ninguno de los otros aparte su atención de su próxima víctima... como pensando que van a salir vivos de ésta.

Para esto no hay piedad. Espero que la mordedura de mi Legado grite en sus oídos la lección que Gaia le da, la última, mientras muere. Cuando acabe con esto podré ayudar a la pequeña.

Busco escondite. Suelto la cuerda. Me vuelvo a esconder.