Partida Rol por web

La noche resultó ser casi tranquila. Al viento que había estado entrando toda la noche por las grietas de la vieja iglesia, había que añadir el grupo de aullidos que parecían merodear cerca del templo. Varios de lo que parecían ser lobos olisquearon por la puerta, incluso la arañaron, intentando entrar en su interior. Por suerte para los durmientes, sus intentos se quedaron en eso, intentos, y la noche siguió su curso.

La mañana volvió a levantarse grisácea. Parecía que aquel lugar nunca veía el sol.

Woaaaaaah...-bostezó, asomando por la puerta de la habitación que ocupó-Mirad lo que os digo: buenos días a todos, y esas cosas.

Se rascó su torso desnudo. Reluë estaba enfrascado en la lectura de un libro, Zack estaba todo concentrado recargando sus naipes y las chicas rezaban. El joven Walt era el único ocioso.

No, tranquilos... no hace falta que me contestéis. Seguid a lo vuestro. Hay un refrán en Tepest que dice "tú en tu atalaya y yo en la playa". Por Belenus, qué hambre tengo. ¿Cuando acabéis vamos a desayunar a la Viña de Sangre?

El tepestaní miró con desidia el pesado botín. Tras perder a Broc, ahora le tocaría a Walt hacer de mula de carga. Casi deseaba que Elyzabeth alzara un segundo Marcus para que las cosas las llevara un zombi. Walt abrió la puerta de la iglesia, para que ventilase un poco y se fuese ese olor a concentración humana y cadáveres... y también para salir fuera, y echar un pis mañanero en el exterior. Le sorprendieron las marcas de arañazos en la puerta: un depredador normal podría haberse llenado de carroña con los cadáveres de los zombis que habían dejado en las calles a su paso, no había motivo para intentar entrar en la iglesia.

Zack se despertó con otro humor, había escuchado las palabras de Elizabeth a pesar de haber fingido que estaba durmiendo. Cuando se puso en pie empezó a contar sus cartas y las colocó en un orden que muy probablemente solo él entendiese a comprender. Fue comprobando uno a uno los dibujos que había en ellos y fue sonriendo cada vez que veía cada carta. Su mazo estaba como nuevo, se había recuperado con una noche de descanso. 

De todas maneras, los extraños arañazos le indicó que, efectivamente, allí fuera todavía había peligro, y algo le indicaba que los problemas no habían hecho nada más que empezar. 

Será mejor que vayamos a la taberna a desayunar, luego allí podremos ver qué tal está la gente del pueblo y ver cuál es el siguiente paso a dar.

Luego se acercó hasta la rubia, para darle un beso en la mejilla y despertarla. Buenos días, rubia. Ya va siendo hora de despertar a este mundo cruel. 

   A la mañana siguiente el tapestaní tomó la iniciativa para repartir algunos objetos. Ely asintió tratando de evitar más disputas sobre el tema y se limitó a alguna sugerencia sobre los objetos que aún no se habían repartido. El bárbaro había tenido el tino o la suerte de no dejar Liber Blaspheme en manos de la clériga. Sin embargo los ojos de la muchacha volvían una y otra vez hacia el tomo. ¿Era su perturbadora curiosidad por el mas allá, o acaso el libro ejercía algún maleficio sobre ella?.

Ely tomó el cristal de armadura y pronunció un pequeño conjuro: -იდენტიფიცირება * -

 Al mismo tiempo espolvoreó unos polvos brillantes que se disolvieron en el aire.

Después reunió todos los pergaminos que habían encontrado y los descifró con la ayuda de otro conjuro.

Por último hizo uso de sus artes mas oscuras para identificar las pociones. La joven se cortó con su daga para verter unas gotas de sangre sobre las pociones. Varias reaccionaron emanando una suave voluta de humo dulzón que recordaba  a su perfume y entonces enunció sus poderes con gesto de satisfacción.

-Seguro que nos son de gran utilidad- Afirmó- Pero necesitaremos un experto para saber los poderes del resto de objetos. En la posada nos podrán dar indicaciones de quién podría hacerlo.-

La noche ha pasado con más pena que gloria; entre aullidos, arañazos a la puerta y algún que otro ronquido no ha habido manera de dormir de tirón. Me levanto habiendo descansado lo justo, recojo el saco de dormir, organizo la mochila e intento encarar el nuevo día con el mejor humor posible.

Me acerco a la clérigo y la veo enredada con las pociones. Su cara pasa de la expresión de triunfo cuando logra reconocer alguna de ellas a una mueca de decepción cuando el resultado no le convence. Cojo una de estas últimas a ver si yo tengo más suerte.

- Listo para ese desayuno. -les comunico cuando termino de recojer mis trastos -incluídas las nuevas adquisiciones- un poco intrigado por saber a qué lugar nos dirigiremos después de haber llenado la tripa.
 

Cuando Zack fue a despertar a la rubia, descubrió que ésta ya no dormía. Aún permanecía con los ojos cerrados, con un amuleto entre las manos. Estaba rezando a su dios. No habló ni se inmutó hasta que hubo terminado sus rezos.

Buenos días dijo en voz alta, con un tono de voz en el que se entreveía su cansancio. Seguramente la imagen de sus amigos convertidos en zombies no le había dejado descansar.

Coged todo lo que queráis añadió, haciendo ojos ciegos a que cosas que estaban allí eran de sus antiguos compañeros. Ellos ya no lo van a utilizar, y si seguís acabando con no muertos, seguro que estarán contentos. Os espero en la puerta para ir al pueblo.

El camino al pueblo resultó tranquilo. La alarma de Walt no saltó en ningún momento. No había zombies por ningún lado. O, mejor dicho, no había zombies en pie por ninguna parte. Sólo había pequeñas montañas de polvo donde se habían desvanecido. Cada vez más estaba más y más claro. Al caer el hijo de Danovich, todos habían caído con él. El pueblo se había librado de una plaga de zombies, y ahora les tocaba lamerse las heridas.

Aunque tampoco había gente por las calles. ¿Se habrían reunido en la plaza? ¿O quizá temían una nueva invasión? Fuera lo que fuera, cada paso resonaba por todos lados, haciendo casi imposible la opción de no llamar la atención.

Pero algo sonó más fuerte que sus pasos. Un sollozo quejumbroso flotaba a través de las quietas y grises calles, ronco y carente de toda emoción. El sonido parecía provenir de un tenebroso edificio de dos plantas.

El quejido alertó a Zack, muy probablemente se tratase de alguien que estaría sufriendo por culpa de la plaga nigromántica que había habido en el pueblo. Miró hacia el lugar y después hacia sus compañeros, no podría tratarse de una trampa, pues Walter no había sentido peligro por ningún lado en la zona. Los zombies habían terminado reducidos a polvo, así que lo lógico sería ir a investigar, no quería dejar de lado a alguien que sufría. Iré a investigar, dijo a sus compañeros, no creo que sea nada peligroso. Si queréis que uno se venga conmigo, y los otros que vayan a la plaza a ver dónde está la gente. Quizá haya que avisarles de que los zombis han sido derrotados y que ya pueden hacer vida normal. 

Elyzabeth desplegó su material de maquillaje con la solemnidad de un rezo vespertino. Limó sus blancas uñas, peinó sus negros cabellos hasta que brillaron como el azabache y empolvó su piel azulada hasta que quedó pálida como la luna. Su particular ceremonia finalizó con su penetrante perfume que sumió la iglesia en una inesperada primavera de aroma dulzón.

La joven, que estaba de espaldas a sus compañeros, los miró a través del reflejo de un pequeño espejo que había apoyado en una repisa y preguntó:

-¿Queréis ayudarme a abrocharme la coraza?- Dijo con voz inocente colocando el pesado peto sobre su pecho.

Engarzó el pequeño cristal en la hombrera y prosiguió ciñéndose las grebas.

Tras identificar los pergaminos y varias pociones, Elyzabeth estiró las esquinas de los pergaminos para que no se doblasen. Volvió a ordenar todos los objetos metódicamente, y miró a sus compañeros:

-Si soy la única que puede usar pergaminos divinos, lo lógico es que los lleve yo. Seguiré curando a quien lo necesite- Dijo mirando la rodilla todavía hinchada de Walt.

-Anda ven, que no te puedo dejar solo- Sonrió al bárbaro. Desplegó uno de los pergaminos y susurró el conjuro de curación que contenía. A continuación frotó las manos para hacerlas entrar en calor y las impuso sobre la pierna herida. Las manos de la muchacha seguían heladas como la nieve de tepest, pero la herida terminó de curarse.

-Si no puedo llegar a tiempo...- Dejó la frase en el aire y separó las 5 pociones identificadas para que cada compañero tomara una.

-Esto va también por ti dama Ashlyn- Quiso aclarar antes de que la paladín saliera por la puerta.

Una vez en camino, Escucharon el sollozo quejumbroso de alguna criatura.

Ely dejó caer el pesado saco al suelo. Parecía imposible que una muchacha tan delgada pudiera acarear semejante carga. Aunque iba despacio, no se había quejado...Hasta ahora: -No pienso perseguir monstruos con todo esto a cuestas-Jadeó.

-Ya me estoy arrepintiendo de no haberle pedido a Marcus segundo que nos ayudase un poco con la logística-

Un momento... Snif, snif...-el olfato de Walterly Wallace empezó a palpitar haciendo saltar todas las alarmas-¿Uh? Snif...-se tapó la nariz-¡Puaj! ¡Alguien le cargó a la colonia!-exclamó el tepestaní mirando con recelo a Elyzabeth.

No debía de ser tan duro con la sacerdotisa rara. Me ha curado la pierna, y ahora ya no tengo ni una sola herida en mi cuerpo. Ni siquiera el mordisco de zombi... Ya ni me pica. Aunque eso también puede ser porque la maldición esté rota. Además... pidió ayuda para colocar el peto de su armadura, y no hice nada. Me quedé de piedra. En cualquier caso, Ashlyn no pidió ayuda para colocarse su armadura. Las mujeres son tan distintas una de otra... Es que no me esperaba algo así, me descolocó un poco. ¿Qué hay que hacer en esos casos? No conozco las costumbres locales con las armaduras. En Tepest van todos a pecho descubierto. Nononono... No quería pensar en que Elyzabeth debiera ir a pecho descubierto. Awh... ehm...

Perdón, es que cuando un tepestaní está constipado, ni piensa claro ni huele raro. No, no estoy constipado, estoy bien. Es el dicho, que es así. Si nos dejan sin olfato, nos atolondramos.

Mirad... os voy a proponer algo. Podemos llamarlo un "curso de acción". Como el curso de un río, pero de las cosas que vamos a hacer. Para que Elyzabeth se pueda tomar un respiro y descansar un poco de llevar el saco, vamos a parar aquí, vamos a llamar a la puerta de esta casa, y cuando abran le vamos a decir a esta familia... porque supongo que será familia si tienen una casa tan grande:

"Buenos días, que el sol os alumbre, hemos acabado con la plaga zombi pero en la lucha la iglesia ha quedado un poco dañada; hay un boquete en el suelo del púlpito y el templo estará fuera de servicio un par de semanas, mejor no se acerque por allí".

Después nos despediremos e iremos a la posada a desayunar, venderemos las cosas que no necesitamos en la tienda, iremos a la mansión de los Indirovich para entregarles las armas y armaduras y puedan montar una milicia...

Tras eso, estará todo solucionado y podremos ir cada uno por su lado. Yo por mi parte voy a acompañar a Ashlyn a ver a Madame Eva, y ayudaré a la paladina a encontrar esa espada que estaba buscando, pero vosotros podéis continuar vuestro viaje, o quedaros un poco más en el pueblo, o lo que veáis. No os sintáis obligados a acompañarnos.

¿Todos conformes?

Walterly se acercó a la puerta y golpeó con la palma abierta para que se escuchara bien...

POF-POF, POF-POF...

¿HOLA? ¿HAY ALGUIEN? SOLO QUEREMOS DISPONER DE UN MINUTO DE SU TIEMPO...

POF-POF, POF-POF...

Siendo la casa tan grande, aún tardarían en llegar a la puerta a abrir. Sin nada que hacer, Walterly se acunclilló en la entrada y se fijó en posibles huellas o marcas en frente de la casa.

POF-POF, POF-POF

Los sollozo se hicieron más fuertes

POF-POF, POF-POF

En vez de una contestación, recibieron más sollozos

Había una cosa que parecía clara: Quien estuviera allí dentro, no parecía enterarse de las llamadas. La persona que estuviera allí dentro parecía haberlo pasado realmente mal. O quizá sólo había sido el susto de ver a su marido muerto resucitado y andando hecho un asco, no se sabía nunca.

Ashlyn se arrodilló junto a Walt, pero no para buscar huellas, si no para fijarse más en la puerta.

Está tapiada, habría que romperla anunció la paladín totalmente seria.

Yo por mi parte voy a acompañar a Ashlyn a ver a Madame Eva, y ayudaré a la paladina a encontrar esa espada que estaba buscando

-Si, es una gran idea.- Aplaudió irónica, pues se trataba básicamente del mismo plan que habían acordado. Pero como buena mujer, le dio la vuelta a todo y respondió al bárbaro:-Sé que somos una carga para tí, pero permítenos que te acompañemos hasta que pase el peligro- Suplicó en tono indefenso.

Está tapiada, habría que romperla

-De acuerdo- La clérigo rebuscó en el saco la maza pesada que pensaba reemplazar y se acercó a la puerta.

-Nunca se sabe lo que te puede hacer falta- Se encogió de hombros y comenzó a destrozar la puerta.

La joven concentró los impactos tanto en la cerradura como en los goznes de la puerta y se preparó para seguir con el muro que pudiera haber detrás.

-TRANQUILA- Dijo a través de la puerta. -VAMOS A SACARTE DE AHÍ- Lanzó una mirada hacia sus compañeros para recuperar el aliento y añadió en voz baja. -Salvo que seas algún tipo de aberración, que en ese caso, date por perdida-.

No, no... espera... no rompas... Ains. Es por cosas como esta por lo que sois una carga. No tenéis ni el más mínimo civismo. Y os lo dice un tepestaní, que en las fiestas patronales tiramos cabras desde el tejado de los castros. Pobre mujer. Aún por encima de que está triste, le entran en casa unos desconocidos y le rompen la puerta...

Walt se llevó la mano a la cara, resignándose. ¿Iba a ser su vida así a partir de ahora? La respuesta era: solo hasta que lograse dar esquinazo a Elyzabeth.

Mira... ya está hecho. Entramos, le pedimos disculpas a la familia que viva aquí y dejamos unas monedas para pagar el arreglo. Si alguien se quiere quedar aquí custodiando el saco de las armaduras, puede hacerlo. Sino... pues... da igual. Es demasiado pesado para que la mayoría de la gente lo robe.

Es como dice el dicho tepestaní: "quién roba a un birlador etéreo, tiene cien años de perdón". Ellos se quedaron con las cosas de Danovich (y el resto de caídos) y sería de una justicia poética que ahora les robasen a ellos.

Me detengo junto a la puerta, como todos los demás, resignado a que el almuerzo en la posada va a tener que esperar.

- Yo me quedo vigilando que no lo roben, no perdáis cuidado. -digo en respuesta al tepestaní y, ni corto ni perezoso, me siento sobre el saco a esperar a que el resto investigue qué son esos sollozos. No me he levantado hoy de muy buen talante después de la nochecita que hemos pasado y de las pocas horas de sueño, así que lo dejo en sus manos.- Si tengo problemas, os doy un grito.

Las calles están desiertas y es evidente que los zombis han desaparecido, así que no parece que haya peligro inminente. Ya me sumaré al "curso de acción" decidido por Walt en el punto en que vayamos a la posada y en los puntos que le suceden, con ganas ya de conocer a la Irina nombrada en la carta de auxilio y a la sabia que vive en las afueras. Hasta entonces, aquí me quedo.

- No creo que tardéis demasiado en pagar la puerta y pedir disculpas, así que no hace falta que vayamos todos. -sonrío al bárbaro pintado, preguntándome con curiosidad si todos los habitantes de Tepest serán así, como él. Después miro a Ely, que se esmera en reventar el tapiado a golpe y porrazo de maza.- No os entretengáis mucho, -le digo- si queremos ir a ver a Madame Eva antes de que se nos vuelva a hacer de noche.

Zack negó con la cabeza al ver las intenciones de Elisabeth. Tratar de romper la puerta era una locura. La mujer que lloraba en su interior estaría triste por alguna razón, y el hecho de que unos desconocidos echasen la puerta abajo de su casa, sería algo aterrador y más después de haber visto como los zombis se paseaban por las calles.

Pero ya estaba hecho. Pensó encogiéndose de hombros. Debía haber estado más atento y haber parado a la clérigo antes de que la liara más, pero no quedó más remedio que esperar a que la reventase. Y ya que estaban, entrarían para ver qué es lo que realmente le pasaba y para ver si podrían hacer algo para ayudar. Ya que estaban allí y se habían autoproclamados héroes del pueblo, era lo mínimo que podían hacer.