Partida Rol por web

Elyzabeth se hizo la dormida en el barracón de las novicias. Se levantó tras esperar impaciente un par de horas, y se acercó al elfo para despertarle. Pero el elfo no dormía, su raza no lo hacía, pero la humana perturbada lo atribuyó a que el mago compartía su mismo nerviosismo. Se aproximaron hacia la trampilla para bajar a por las brujitas.

¿A dónde vais?

La voz les sorprendió a sus espaldas. Al darse la vuelta, vieron a la paladina Lugdana, en su forma inmortalmente molesta. Había sido dejada en una de las camas, tetrapléjica, y su luz había sido amortiguada con una manta y una almohada.

¿Vais a alimentar a las prisioneras que mencionó Urik? Os olvidáis de la comida...

Lugdana miró en dirección a un frutero para señalar parte de la comida ofrecida por Zack para pasar el día. Cogieron las raciones para disimular, y bajaron a la cueva, pensando si tal vez podrían llevar a Lugdana también hasta el monolito del círculo sacrílego para sacrificarla.

Fuera también había una avispa y un ciervo espectral, que podrían ser sacrificados al aire libre. Incluso sus compañeros, que dormitaban, eran susceptibles de hayar una muerte "piadosa" en nombre de una diosa oscura...

   Reluë vio a la humana perturbada acercarse cuchillo en mano hasta su lecho. Lo normal habría sido levantarse de un salto y echar a correr, pero el elfo había conectado con la parte más profunda y oscura de la joven. Sabía que, por encima de todo, Elyzabeth deseaba que fuera testigo de sus locuras; lo que significaba un extraño seguro de vida y un espectáculo asegurado.

-Hola pequeño- Susurró cariñosamente en la oreja puntiaguda del mago. -¿Me acompañas a la cueva?- Preguntó confirmando su intuición sobre las verdaderas intenciones de Ely.

¿Vais a alimentar a las prisioneras que mencionó Urik? Os olvidáis de la comida...

-¡Qué va!- Respondió la muchacha sin levantar la voz, y mostró una de las manzanas que le quedaban en su bolsa. Cortó un gajo con su siniestro puñal y se lo metió en la boca sin perder su sonrisa pícara.

En efecto, Ely no mintió a Lugdana. Respetaba a los paladines gracias a Urik. Incluso la rubita de Ashlyn le había acabado por caer bien. Pero no pensaba dar de comer a nadie. Mordisqueó la manzana y se rio para adentro pensando lo gracioso que sería hacerlo.

Acarició a la avispa y el ciervo de camino a la cueva. Puede que la diosa oscura le sugiriese inmolar a todos ellos para su mayor gloria, pero Ely, o sus perturbadas fantasías, eran las que la habían mantenido en vela esa noche.

La joven descendió con su equipo de campaña. Aventurarse en un santuario sacrílego de madrugada no estaba exento de riesgos y las novicias, por muy atadas o inconscientes que estuvieran, eran una amenaza.

La clériga encendió su antorcha, se la entregó a Reluë y caminó cogida de la otra mano del elfo. –Echo de menos a Jack- Confesó en voz alta. –Odio estar sola. No quiero acabar siendo una vieja solitaria cocinando niños en su cabaña del bosque- Exageró.

En cuanto ambos llegaron hasta las novicias, Elyzabeth sacó su puñal. Sonrió a única que estaba consciente y la preguntó: -¿Ida, sabes a qué hemos venido? Voy a cumplir la voluntad de Lugdana…-

Ely hizo una pausa intencionada para Ida interpretase aquello de la forma más trágica posible. Finalmente, acabó sacando la manzana de antes, cortó otro gajo y se lo ofreció amablemente a la novicia.

Eso por acostarte con Waly. La sermoneó con la mirada.

La tensión subió de nuevo cuando Ely extrajo un trozo de corcho de su bolsa de disfraces y le prendió fuego a un extremo.

-¡Oh! No voy a torturarte pequeña- Dijo apagando las brasas –…No soy tan-tan mala-aclaró poniendo los ojos en blanco.

Elyzabeth utilizó el corcho quemado a modo de carboncillo para decorar el labio de Ida con un bigote respingón. después hizo lo mismo con Reluë. El mago la había visto hacer lo mismo en Barovia, cuando resucitó a un pobre infeliz que encontraron en la calle, pero la nigromante le leyó el pensamiento y negó con la cabeza. –Hoy no. Mañana- Sonrió, dibujándose ella misma otro divertido bigote.

En efecto, la clériga no había podido preparar los conjuros necesarios y tampoco deseaba confrontar al grupo rompiendo su acuerdo, pero la tentación estaba ahí y su pequeña fiesta le aceleraba el pulso y hacía que sus ojos resplandecieran con locura.

-Mi intención es que apostatéis de Chernovog y ayudéis a las gentes de Barovia. Y os ofrezco la comunión con mi diosa para ello- Ely se colocó por encima las ropas de clérigo mágicas de Rannhart y acomodó en su regazo a Ada y Aida en el centro del círculo. Hizo otra pausa dramática para mirar a Ida y a Reluë y sacó de nuevo su puñal ceremonial para finalmente, acabar cortando el último trozo de manzana en dos. El puñal regresó a su cintura y, cubierta por las amplias ropas, empujó los trozos de manzana hasta la tráquea de las brujas para acabar con sus vidas de forma que pareciese un accidente.

Esto por Jack. Murmuró para sí.

-Buen provecho- dijo en voz alta. Mientras, Oró a su diosa y terminó con un: -Sea- En referencia a que dejaba en manos de su diosa el destino de las novicias.

En cuanto a su petición, deseó poder identificar alguno de los objetos que obraban en su poder o conferir alguna gracia a Reluë.

Al no haber nadie -excepto yo- que vea un cierto riesgo en que las brujillas se queden solas en la cueva, nos vamos hacia los barracones a ocupar sus lechos que, de resultas, están libres para que pasemos la noche en ellos. Después de elegir uno de los camastros y de tomar un frugal bocado, me tumbo boca arriba a descansar y a pensar en mis cosas.

*  *  *

-Hola pequeño- Susurró cariñosamente en la oreja puntiaguda del mago. -¿Me acompañas a la cueva?-

- ¿Gñññ?- no sé si me había quedado humanamente medio traspuesto o élficamente sumergido en estado de trance, pero las palabras de la clérigo me sacan de un profundo ensimismamiento y me cuesta unos cuantos instantes situarme y darme cuenta de lo que ocurre.

Cuando por fin lo hago, veo los ojos de Ely resplandecer con un brillo que se me antoja demasiado semejante al de la locura y algo me dice que, de acompañarla, no va a ser divertido esta vez. Estoy a punto de plantear mis reticencias cuando la paladina Lugdana nos pilla hablando a escuchetes y ella misma nos da la coartada perfecta para salir.

Traspasada la puerta del barracón, la caricia del aire fresco que sopla en la colina (*) acaba por despejarme del todo y me hace pensar que mis lúgubres premoniciones quizás no sean para tanto.

- ¿Qué quieres hacer ahí abajo? -le pregunto, esperanzado de que sus únicas intenciones sean la de levantar alguna de las brujillas ya muertas y no algo que vaya más allá.- Yo no…

– Echo de menos a Jack. Odio estar sola.

Como siempre, unas frases ambiguas por toda respuesta. Eso, y la cálida sensación de su fría mano que se enlaza a la mía. Suficiente para no seguir insistiendo y dejar sin acabar lo que quería decirle.

Llegados a la cueva comienza su particular actuación, que incluye la ya conocida pintada de bigotillos y de la cual, cómo no, recibo mi parte. Sigo los acontecimientos de forma tensa. Preferiría que la función terminase sin que haya tenido lugar ningún sacrificio. No me sentiría cómodo, aunque las piezas sacrificadas sean adoradoras de un demonio. No querría sentirme partícipe.

Cuando veo que Ely lleva a las dos brujillas inconscientes al centro del círculo y empuña su daga junto a ellas, me temo lo peor. Cuando corta en dos la manzana y guarda el cuchillo en la túnica, respiro aliviado.

Cuando, de un gesto rápido y fatal, utiliza los pedazos de fruta para asfixiarlas, me quedo completamente helado.

- Ely.  -como me temía en un principio, la escapada a solas con la clérigo no ha sido esta vez tan divertida como de costumbre.

Los cuerpos de Ada y Aida se convulsionaron cuando Elyzabeth les metió la mano hasta el gaznate, obstruyendo sus vías respiratorias. Ida mantuvo silencio, tratando de mantener la compostura, pero no pudo evitar que las lágrimas brotasen de sus ojos y resbalasen por sus mejillas. En combinación con su bigote pintado, tenía un aspecto de payaso triste. Ada y Aida habían sido amigas suyas desde niña. Baba Zelenna acogía a los bebés abandonados (o en ocasiones los robaba) y los críaba como si fuesen una familia. Las muertes de sus hermanas en el fragor de la batalla eran una cosa, todo era confusión y desconcierto. Por contra, los asesinatos con gajos de manzana había tenido que digerirlos poco a poco.

La Diosa sabía recompensar a sus súbditos. Los brazos de Elyzabeth ganaron musculatura. Reluë, por contra, no sintió nada especial esa vez. El medio elfo casi podía sentir a la Diosa susurrarle, tentarle. Mostrarle lo que podía tener si estaba dispuesto a entregarse sin reparos, dispuesto a creer ciegamente. No fue el único que sintió la presencia de la Diosa obrando su milagro en los brazos de Elyzabeth, Ida también lo vió.

¡Apostato! ¡Apostato y lo que haga falta! Solo dime lo que debo hacer, y lo haré. Lo que sea con tal de no acabar como ellas. Lo que sea con tal de terminar pareciéndome a ti.

Ida no había recibido la "comunión", pero ya no quedaba más manzana con la que asfixiar a un tercer sacrificio. En cuanto a la misión de "ayudar a las gentes de Barovia", dicho por los labios de Elyzabeth, sonaba retorcido y con doble sentido, casi maléfico. Los planes de la sacerdotisa para Ida, sin embargo, se los guardaba para sí.

Reluë, en segundo plano, también pudo observar la escena de modo más analítico. Ada y Aida tenían las manos atadas. Si los timoratos y santurrones de sus compañeros encontraban los trozos de manzana en la garganta, darían por supuesto que la fruta fue introducida por otra persona, ya que las dos chicas eran incapaces de comer por sí solas del modo en el que estaban atadas.

Elyzabeth percibió otro poder además del de su diosa tendiéndole la mano.

Elyzabeth Ildemar...-resonó en la cabeza de la muchacha-Tu perversidad ha llamado la atención de los Poderes Oscuros... Nosotros podemos darte lo que más ansías. Convertimos a Strahd en un vampiro en una ocasión, y haremos lo mismo contigo... poco a poco... De momento te permitimos trepar cual arácnido una vez al día, pero mantente lejos del olor a ajo. Toma nuestra Caricia, y espera nuestra Tentación. Nosotros esperaremos más muestras de maldad de tu mano...

   -¿A quién llamas perversa?- Respondió en voz alta a una pregunta que nadie parecía haber hecho. En su voz había un sentimiento de ofensa que se tornó en culpabilidad. Se rascó la muñeca donde Morrigan la había mordido meses atrás.

Un ápice de humanidad asomó a los ojos de la joven y miró a su amigo; quizás el único que empatizaba realmente con ella. –Reluë….Yo…- El brillo de unas lágrimas desapareció para dar paso a una férrea resolución: -Sólo soy más dura que la vida. Una superviviente- Afirmó mirando a las novicias asfixiadas.

De nuevo sus ojos dorados buscaron la absolución en los de Reluë. Y de nuevo, la oscuridad le confirió la fuerza para seguir adelante con sus planes. –Ahora soy más fuerte y podré impedir que nada malo te ocurra- Aseguró acariciando los enmarañados cabellos del mago. –Asumiré mi responsabilidad por todo esto- Explicó. Pues no deseaba que su único confidente sufriese las consecuencias. –Yo las di las manzanas…Y no hay nada más que añadir. Quiero que esta noche duermas a mi lado- Rogó en tono afectuoso. –Bueno…Siempre que no hayas comido ajo- Sonrió al semielfo.

-En cuanto a ti- Dijo señalando a la novicia que quedaba con vida. –Tienes cabida en mis planes- Su voz, sin embargo, sonaba amenazante. La clériga arrastró a las novicias fuera del círculo, las dejó donde las habían dejado la tarde anterior y se las arregló para sacar los grandes trozos de manzana de sus gargantas.

Ely se relajó y se acuclilló junto a la novicia. El recuerdo de su amiga de la infancia la embargó en ese momento. –Si me eres fiel, estaremos juntas para siempre- Susurró con ternura recordando a Jess.

Dejo que Ely acaricie mi pelo, sin decir nada, con esa imagen fugaz de su mirada grabada todavía en mi retina. Una mirada que, por un breve instante, me ha resultado diferente, lejana, como si perteneciese a una Ely de tiempos pasados, a una Ely que se fue, pero sin irse del todo.

Continúo todavía algo turbado por la manifestación de los poderes de su diosa. No puedo negar que sentir su presencia ha sido una experiencia excitante a la vez que sobrecogedora. He podido notar la fuerte tentación que supone vislumbrar los dones que podría llegar a obtener de entrar a formar parte de su culto. Y también lo que querría ella a cambio.

Deshacemos el camino hacia los barracones, en silencio por mi parte. Mirado fríamente, no debería tener ningún mal sabor de boca por lo ocurrido. El haber podido sentir de primera mano la presencia de la deidad  y el conocimiento adquirido por ello han valido la pena, y todo por el pequeño coste de la vida de dos adoradoras diabólicas, que perfectamente pudieron haber muerto ya en la batalla.

Pero el mal sabor de boca está ahí, y ningún silogismo consigue que desaparezca del todo.

- Entra tú. -le digo a la clérigo al llegar a la puerta.- Yo me quedaré un rato aquí fuera. -me resulta difícil rechazar su petición sobre el modo de acabar la noche, pero creo que mejor será que me airee un poco y deje tiempo a que se me aclaren las ideas.

La avispa y el ciervo reposan mansamente bajo la luz de las estrellas, atrapados en un mundo que no es el suyo. Me siento en una piedra cercana a contemplarlos; de alguna manera su estampa consigue levantarme algo los ánimos.

Amaneció. Las provisiones de Zack empezaron a bajar rápidamente en el desayuno. Fuera, pegado a uno de los muros descascarillados del viejo monasterio, se había formado una enorme bola de barro gris. De vez en cuando, la avispa de Reluë salía de vez en cuando por una abertura para agrandar el nido gigante un poco más. El ciervo espectral, por su parte, estaba simplemente allí, pastando de la hierba de la colina de Lysaga.

Irina tendió el Símbolo Sagrado del Cuervo a Urik, devolviéndoselo. Sus cabellos pelirrojos (pelirrojo natural, no como las pelanduscas de Elyzabeth e Irina) estaban revueltos y salvajes.

Gracias, Urik. Es hermoso poder dormir otra vez tan plácidamente. Incluso los camastros de las novicias me parecieron cómodos.

Urik-le reclamó-, me gustaría rezar contigo. Todos estais invitados a uniros, en realidad. No puedo arrodillarme, pero si me ayudáis a incorporarme y cogéis mi mano... Hace tanto que no hablo con la divinidad, que casi me he olvidado de la ceremonia.

Irina se acercó piadosa a Lugdana, y siguió sus instrucciones para sentarla en la cama con la espada contra la pared. Eran como dos buenas amigas, después de haber pasado esos minutos a solas mientras los demás derrotaban a Baba Zelenna. Walt dudó en unirse a las dos mujeres en su rezo, pues sus dioses celtas eran distintos, pero le agradaba la idea de una oración colectiva, era muy tribal. El tepestaní se unió al grupo seminarista.

¿Alguien más quiere rezar con nosotras...?-miró al resto, casi juzgándoles.

Tras el descanso y la ingesta de alimentos proporcionada por sus compañeros, Don Urik se encontraba bastante mejor. Se había levantado y contemplaba a Lugdana intentando sopesar qué hacer con ella ahora. No podía dejarla allí, pero tampoco sabía dónde llevarla.

Su órden estaba casi extinta, y la única pista de la que disponía era intentar encontrar en Barovia aquella otra rama de su órden, o al astuto Pyoor, sobre la tal Tatyana antigua compañera de Lugdana, ¿era otra coincidencia o es que habían múltiples mujeres con el mismo nombre cerca de Stradh? Tenía que preguntárselo.

- De nada Irina, me alegro de poder ayudarte. - le contestó a la fiera y bondadosa mujer cogiéndo el medallón y poniéndoselo de nuevo.

Al escuchar la petición de Lugdana, Don Urik asintió y la cogió de la mano. - Será un honor. -

Esperó a ver si alguien más se unía antes de comenzar con el rezo matutino.

Mi noche no ha sido en absoluta tranquila. He enterrado el cuerpo de la araña, rechazando que nadie me ayudara. Era mi responsabilidad.

Tras terminar, cené un poco y me acosté a dormir. Pero la cara severa de mi dios se apareció en mis sueños, despertándome varias veces.

Así que por la mañana, tampoco es que esté muy fresca. Pero me acerco para coger algo de comer.

Luego escucho a Lugdana. Bueno, mi deidad es distinta, pero igual es intrínsecamente buena, así que me acerco en silencio y sujeto la mano de Urik, afirmando.

   Ely estaba plácidamente arrebujada en su saco de dormir. Al despertar palpó a su alrededor como si esperase encontrar el abrazo de un amante, pero se contentó con empuñar la lanza abrasada por el ácido del Babau.

La joven saludó a todos, especialmente a Irina, que había resultado gravemente herida y preparó un poco de compota de manzana para endulzar las raciones de Zack.

Ely no parecía muy entusiasmada por rezar al dios-cuervo de Lugdana, pero cuando Urik instó a todos a unirse, no rechazó la invitación de su compañero, tomó su mano e invitó al mago a estrechar la suya.

Ely esperó el momento de tomar la palabra para confesar sus faltas: - Me parece….Creo…Ayer bajé a dar de comer a las prisioneras- Arrancó al fin. Sus mirada buscó la confirmación de Lugdana que estaba al tanto. Después miró a Zack, que no deseaba malgastar las raciones y añadió. –Oh, no te vas a tener que preocupar más, porque las que estaban inconscientes han fallecido- Finalmente miró a Urik, al que sentía que debía una disculpa. –Se atragantaron con mis manzanas. Estoy segura de que allí abajo medió algún poder divino, pero es culpa mía y sólo mía. - Ely suspiró y respondió a las preguntas de sus compañeros antes de continuar.

-Tuve tiempo de hablar con Aida. Es posible que sólo sea una jovencita descarriada. Creo que decía la verdad cuando apostató de Chernovog y se ofreció a ayudarnos. -

-…Si se compromete a preparar conjuros sanadores únicamente…- Dejó la idea en el aire - pero prefiero que la oigáis vosotros. Nos hace falta un sanador en el grupo. Por lo visto ya solo valgo como “Reclutadora”- Explicó haciendo una mueca con los labios.

Dicho aquello, invitó a todos a seguirla de nuevo a la cueva para decidir.

Entro de nuevo en el barracón, después de haber salido a respirar un poco de aire fresco de la mañana. Me ha resultado entretenido observar durante un rato la laboriosa actividad de la avispa gigante, que ha debido pasar toda la noche fabricándose su nuevo hogar, bastante más grande que la jaula ambarina donde solía reposar; no creo que tenga ninguna pena de no poder volver ahí. Por su parte, el ciervo espectral pasta mansamente ajeno al trajín que se lleva la avispa. De alguna manera, la estampa tranquila de ambos animalejos ayuda a mejorar mi ánimo.

Rebusco en el petate y compruebo algo que me va por la cabeza. Después, tras desayunar algo, me uno a los demás en el rezo colectivo que ha propuesto la luminosa paladina. Tomo la mano que me ofrece Ely y acabo de formar el corro alrededor de la que va a presidir el oficio.

  Ely se percató del estado anímico de Ashlyn por haber perdido a su montura y no dudó en ofrecerle la suya: -¿Quieres montar mi ciervo espectral?-

La clériga levantó las cejas tratando de animar a su compañera. -¿…He mencionado que puede volar y embestir?-

Lugdana empezó su rezo, con todos salvo Zack formando parte del corrillo. Ashlyn se sorprendió cuando la oración no contenía el nombre de ningún dios bueno, tan solo evocaba la piedad del pastor que sale en la noche para coger su oveja descarriada, algo del fruto prohibido, jerigonzas sobre la Verdad, la Justicia y el estilo de vida baroviano e incluso una plegaria a que lloviese para ayudar a los agricultores.

Amén...

La versión de la historia de Elyzabeth les cogió a todos por sorpresa, o tal vez no. El tema es que habían tenido una discusión aquella noche pasada sobre el destino de las tres brujitas.

Gracias por tu sinceridad, Erizabel-dijo, confundiéndose de nombre un poco-. Estoy segura de que fueron dos accidentes inevitables, ya que recuerdo haber visto que el semielfo te acompañó, y que es lo suficientemente buena persona como para desmentir tu información si no se ajustase a la verdad. ¿No es así?-preguntó a Reluë.

Bueno... No sé... Dos muertes consecutivas por el mismo accidente suena algo extraño...-dudó-Voy al sótano, a ver cómo están los cuerpos. No olerán a muertas vivientes, ¿verdad, Elyzabeth? No, claro que no. Tu sabes que yo sé que ambos sabemos que mi nariz lo sabría. Sobre Ida no sé que decir... Respetaré las tradiciones de estas tierras en temas de inquisición, redención y quema de brujas. ¿Sabéis que también se puede ahogar a las brujas? Me lo contó mi padre. Bueno, yo solo suelto la idea.

Walt se guardaba su opinión de qué hacer con Ida ahora que había, o que Elyzabeth decía que había, apostatado. Puede que ver morir a sus dos compañeras influyese algo en esa decisión.

Don Urik, con sus manos cogiendo una de Lugdana y una de Elyzabeth, casi se atragantó al escuchar la confesión de la clériga, no podía dar crédito a lo que estaba escuchando. - Man...¿con las manzanas? - repitió en voz baja, incrédulo. No quería pensar mal, pero era muy sospechoso. Mucha casualidad. La mención de que Aida había apostatado de su religión le devolvió un poco a la normalidad, frunciendo ligeramente el ceño mientras sopesaba la alternativa. Lugdana dio comienzo al rezo y no hubo tiempo para más mientras glorificaban al Sagrado Cuervo y sus obras. 

Inmediatamente tras el rezo, la ex-paladina de su orden cogió la palabra, ironizando sobre la inevitabilidad de sendos accidentes y preguntando a Reluë si corroboraba la historia de Beth. El Sr. Wallace expresó en voz alta las dudas de Don Urik, y él formó una línea recta con sus labios mientras los apretaba mirando a la joven, guapa y algo pálida clériga. - Creo que te voy a acompañar, Sr. Wallace. Me gustaría hablar con Aida antes de aceptar que nos acompañe redimiendo sus pecados curando nuestras heridas. - 

Y con Ida. Hablaremos también con Ida.

La adorable pareja bajó por la trampilla a las cuevas. Las encontraron como la última vez, con las velas acortadas después de consumir su propia cera durante toda la noche. Las tres muchachas estaban atadas y tumbadas sobre el suelo, pero solo Ida respiraba.

Walterly examinó los dos cadáveres. La información dada por Elyzabeth facilitaba mucho la tarea, ya que le decía qué buscar. Metió la mano en la boca.

Tiene la tráquea rota.

También usó una daga para punzar la base del cuello, del que no brotó sangre porque ya llevaban horas muertas. Walt sopló por el agujero, y un sonido nasal salió por la nariz de Ada.

Uhm... No sé. Las vías respiratorias no están obturadas, deberían haber podido respirar bien. Les sería doloroso al pasar por la tráquea rota, pero no deberían haberse asfixiado por ello. No hay marcas de estrangulamiento en el cuello. No tengo ni idea de qué ha pasado aquí, ni cómo unir esas pequeñas conjeturas. En Tepest tenemos un dicho: "cuando no tiene nada inteligente que decir la esfinge, o calla o finge". Yo mejor me callo.

¿Y tú, Ida? ¿Qué viste anoche?