Partida Rol por web

-De acuerdo. Iré además a buscar al resto, no deben de tardar mucho en volver.- Le puse la mano en el hombro, pese a la altura que sobrepasaba. -Azazel. Bienvenido a nuestra familia. Aquí cuidaremos de ti hasta el final y siempre te estaremos agradecidos. Has tomado una decisión muy difícil.- Tras eso, volví a tomar la distancia con él y le dediqué el saludo a Yevon. 

Terminé de recoger los materiales que me indicaba y en un paseo me di unas vueltas por las tiendas cercanas, a ver qué podía sacar de ellos. Ni el producto era gran cosa ni yo era buena regateando, pero toda ayuda económica sería bien recibida. Al mismo tiempo que iba vendiendo la mercancía, preguntaba si habían visto a Dynamo y los demás, intentando dar con ellos para avisarles de que ya podíamos ponernos en marcha.

Mientras el Invocador y sus guardianes terminan en la tienda, al salir, se encuentran con Urumi. 

Al salir me encontraba lanzando la poción hacía arriba y capturándola con la mano mientras caminaba.

Masticaba goma de mascar y hacía un globo mientras esperaba a que los demás salieran, fue entonces que vi que venía Urumi.

-Y preciosa? Conseguiste algo interesante? Me extrañaste?- pregunté sonriendo.

No tardé en divisar a Dynamo haciendo malabares cual mono de feria y con su aspecto despreocupado de siempre. Las pocas palabras que pronunció, como de costumbre, fueron suficientes para dibujarme una sonrisa. 

-Claro que sí, lo sabes. De hecho, hay un regalito en casa de Azazel para tí que he ayudado a preparar. Él está listo para que continuemos el viaje en cuanto volváis. Si habéis terminado de comprar deberíamos ponernos en marcha.-

-Genial, ya quiero ver de que se trata- dije sonriendo, para luego lanzar la poción hacía atrás para que Khenta o Yumai la agarren.

-Creo que hemos terminado aquí, vayamos por el otro Eon entonces!-

Tras decir aquello comencé a caminar hacía la casa de Azazel.

Agarro la poción que Dynamo me lanza.

---Si, debemos ir y coger el barco pronto- digo mientras me la guardo- Tenemos que llegar a tiempo para la cita en Luca, quizas nos esten esperando alli para la inaguración de la liga de Blitzball

Mientras Azazel y Urumi se quedan en la casa de este mientras que el resto van a la tiendan.

Compran una poción mientras que Azazel crea una daga nueva para su compañero Dynamo, de esta forma el guardián tendrá de nuevo dos armas.

Así, aprovechando que el grupo está terminando de recoger, Azazel manda a Urumi a vender todo lo posible de la casa para saber algo de dinero.

- Si así son sus guardianes, ¿cómo será el guardián? - Dice la anciana que lleva la única tienda del pueblo cuando acude la guardiana a vender las pertenencias. - Intentando vender todo lo posible para sacar un par de monedas de oro, sin importar el beneficio que puede dar esas pertenencias a la pobre gente del pueblo... Del herrero me lo esperaba, sabiendo quien era su maestro, ¿pero de ti? ¿Una guardiana de fuera? No tenéis verguenza... ¡No te daré nada de dinero! Llevároslo en vuestro viaje o tirarlo al mar, acarreando con vuestra conciencia con los ciudadanos al que negáis la ayuda. Que Yevon se apiada de vuestras almas...

Y con estos comentarios, la mujer echa de la tienda al guardián. De manera que, con las manos igual de vacías, el grupo se pone en marcha...

El ferry os espera y subís a él con las pocas pertenencias que podéis cargar.

Como Invocador y Guardianes que sois, no os cobran por subir a bordo, sin embargo os tratan con cierta distancia, sin mostrarse demasiado amigables. De todas maneras, os dejan un hueco en el barco y os dejan tranquilos.

Una vez más, la brisa del mar vuelve a sacudirnos las ropas. Este debería ser el último de los viajes por mar que vamos a hacer en nuestro peregrinaje, la última vez que nos mecerán las olas en mucho tiempo... quizá para siempre.

No puedo dejar de pensar en las palabras de la tendera, se nota que iban cargadas de rencor. Somos un invocador y sus guardianes, la esperanza de Spira, y no recibimos más que miradas frías y palabras hirientes. Con estos pensamientos me acerco a la barandilla de la cubierta y me quedo mirando al mar pensando en Sinh. El inmortal Sinh, que regresa una y otra vez para atormentarnos mientras no redimamos nuestros pecados. Quizá ya no queden grandes máquinas sobre la faz de Spira, pero el pecado sigue siendo algo que jamás se apartará de las personas. Así que, en cierto modo, somos las personas las que creamos a Sinh. Y sin embargo, ni siquiera una reflexión tan simple estaba plasmada en los libros del templo...

Demasiadas cosas para pensar. Debemos centrarnos en nuestro objetivo y aprovechar estos breves descansos. Al ver a Azazel, me acerco a hablar con él:

-En lo que llevamos de viaje este ha sido nuestro día a día, ya te acostumbrarás a la gente desagradable.

Llevo mucho tiempo aguantandolos, asi que ya tengo practica, ¡jajaja! Pese a reir, estaba claro que era una memoria triste y dolorosa.

Bueno, me desahogue bastante tirando todo al mar delante de la vieja y soltando todo lo que llevo tanto tiempo queriendo decir. Aunque os aseguro que es peor el trato de alguien a quien has querido que el de unos desconocidos.

-Son tus seres queridos, pero aún así te hieren... muy apropiado para un guardián. Así podrás protegerles desde la distancia- este joven ya ha sufrido bastante, si el templo y la isla entera tiene algún problema con él tal vez sea algo parecido a lo que tienen contra Khenta. Le conocemos desde hace sólo un día, pero ya se comporta como un guardián más. Quizá no sea lo más prudente, pero creo que podemos confiar en él. 

-Ojalá tuviéramos más muebles que tirar al mar delante de esa gente- digo mientras me imagino a mi mismo tirando los libros del templo al fuego delante de ese sacerdote que nos dejó tirados en la selva. No debería ni pensar esto, por Yevon... bueno, rezaré un poco más antes de dormir esta noche.

-En lugar de tirarlos al mar deberíamos de prenderles fuego, junto con tu casa, es el final ideal para la casa de un herrero y de paso nadie puede usarla- le dije a Azazel palmeándole la espalda- por cierto, gracias por la daga-

Caminé un poco y miré la tienda de lejos, quizás debería de pasar y robarme algo, ya que hablaban mal de nosotros, que lo hicieran con razón, además estaba seguro de que la anciana no lo notaría, hasta le mostraría mis ojos y sonreiría antes de irme.

-La verdad creo que también es culpa suya, a mi una persona me habla así y le rompo todo el comedor* ustedes con su amor por Yevon y todo eso soportan de todo, se humillan y eso para no es tener amor propio y como puedes amar a los demás y a Spira si no te amas a ti mismo?- con las manos en los bolsillos miré a todos mientras el ferry se acercaba.

---No hay que culpar a esas gente, aunque podrian haber dicho las cosas de otro modo y tratado de manera distinta pero no hay que rebajarse a comportarse como ellos- digo inclinado sobre el lateral del barco mirando el horizonte con cierta ansia, Luca era una ciudad bastante  desconocida para mi, pero tenia ganas de ver la liga de Blitzball, en Belleve tenia su propio equipo y de vez en cuando habiamos visto alguno de sus entrenamientos (siempre a escondidas) pero verlo en medio de la cuna del deporte era algo sumamente distinto y hacia que se me olvidasen los pesares del peregrinaje- Espero llegar pronto a la ciudad ¿quien creeis que ganará este año?¿Otra vez los Luca Goers o otro equipo? 

-Cuidado con tu amor propio, Dynamo. Fue eso precisamente por lo que Zanarkand es ahora una ruina- digo intentando no parecer un abuelo dando sermones, aunque no lo consigo. Esta juventud está cada vez más perdida...

-No sé, hace mucho tiempo que no sigo el blitzball- respondo a la pregunta de Khenta -aunque si tengo que elegir, prefiero que no ganen los Albhed Psyches. Con esas gafas y ese lenguaje incomprensible... seguro que usan máquinas sacrílegas para entrenar.

Opté por dejar a un lado las discusiones politico-religiosas e ignorando el tema seguí a Khenta con su conversación.

-Por más que lo intente no comprenderé la pasión que despierta el Blitzball. En especial entre los hombres. Admito que el entusiasmo puede contagiarse fácilmente durante los partidos más especiales, pero me cuesta entender que un grupo de personas se vuelvan locas persiguiendo un balón cuyo objetivo es ganar un partido que no les aportará nada.- Me encogí de hombros y alcé las manos hacia arriba. -Pero qué sabré yo, soy totalmente profana en ello.-

Una vez con el grupo unido, todos montáis en el ferry que os llevará a vuestro siguiente destino: Luca.

La ciudad más grande de toda Spira os recibe con globos, música y gente eufórica. Empieza la temporada de BLitzball y todo el mundo está allí para verlo.

Los muelles del puerto están llenos de barcos y la gente no para de bajar y subir cajas y diferentes cosas. 

Veis a algunos aficionados con los colores de sus equipos preferidos y varias personas transportando cajas de alimentos y comida, así como un grupo destacado de soldados de la Legión. Que vosotros sepáis no hay avistamientos de Shin y todo está bastante tranquilo, lo ideal para el comienzo de la temporada...

Aún así,todos están con la guardia alta, mezclando está con la ilusión de ver comenzar a los diferentes equipos.

---¡Mirad, ya se ve la ciudad!- digo ilusionado mientras me asomo  por la borda del barco- Parece que llegamos a tiempo... debemos buscar nuestro lugar en todo este lugar y tras este breve periodo de descanso partir de nuevo hacia el siguiente templo...

Cuando podemos bajo del barco junto con mis guardianes, al llegar al suelo busco en mi mochila el sobre que me dieron cuando parti de Belleve, allí indicaba el lugar y la hora en la que tenia que estar y ya que no conocian la ciudad deberian pedir las indicaciones para llegar

Luca era ciertamente el único lugar de Spira en el que la gente podía permitirse no pensar en Sinh. No era tan grande como Bevelle, pero aún sin haber desembarcado saltaba a la vista que sus calles estaban llenas de vida. Era lo más parecido a las grandes ciudades de antaño, donde según las historias la gente dejaba el trabajo en manos de las máquinas y su única preocupación era entretenerse.

-Intentemos no separarnos, parece fácil perderse. Pero seguro que todo el mundo se dirige al estadio, ¿Es ahí donde nos dirigimos?- pregunto a Khenta, que es quien tiene la invitación que nos dieron al comenzar nuestro viaje.