Partida Rol por web

Negó con la cabeza, angustiada e incapaz de hablar durante un rato. No, no, no podía haberse ido. Había tomado esa decisión de intentar arreglar las cosas y le había costado porque Eileen siempre había sido una maldita cobarde. Además, ¿cómo saber que cuando su padre volviera todo seguiría igual? ¿Y si dejaba escapar la oportunidad y ya no volvía a haberla?

- ¿No sabes dónde está? - si no fuera porque Zoey era una chica empezaría a pensar que estaba embarazada. Demasiado desbarajuste emocional en los últimos días.

Freeda se fue por fin, quizá había sido un poco brusco con ella pero era lo mejor, no quería poner a nadie en peligro. Ya solo quedaba esperar a su madre y aquello hizo que el día se le hiciese eterno, siendo la compañía de Mia lo único que la amenizaba un poco. Cuando llegó, les dijo que el camarero había sido visto en Hawai.

- ¿En qué hotel? - Preguntó sin dudarlo, se iría allí de "Vacaciones de descanso" en busca de aquel camarero y haría lo que fuese por hacerle hablar y descubrir el paradero de su amigo. También haría un recuento mental de la gente que conocía de allí o las cercanías, un poco de ayuda de gente del lugar le vendría bien.

El olor a comida recién hecha venía indudablemente de nuestro piso, con lo que suspiré con una sonrisa mientras subía las escaleras. Sean había tenido un día tan ocupado como el mío y aún así ahí estaba haciendo la cena.

Cuando al entrar además me anunció que también me había preparado el baño, tuve que abrazarle y perderme en el olor de su colonia y el tacto de su cuerpo.

-¿Por qué eres tan perfecto? Así me dejas mal, Sean...

La verdad era que no había caído en el timing, y o bien el baño se enfriaria, o bien la cena. Era más fácil echar agua caliente que recalentar la cena, y además me iba a quedar dormida después del baño, así que opté por empezar con la comida.

-No tenemos la bañera más grande de la historia, pero estoy dispuesta a sacrificar espacio para que tú me acompañes.

Bueno, perfecto, perfecto... como probara alguna de las partes quemadas de la cena seguramente Emily se retractaría en sus palabras. Pero no comentó nada al respecto, sonriendo por verla feliz. 

- A lo del baño no pienso negarme.

¡Estaría loco si lo hiciera! Señaló la mesa para que se sentaran y empezaron a cenar con tranquilidad. Él se había quedado con la parte que más chamuscada estaba y comentaba que no le había dado tiempo a hacer un postre o a encargarlo. A continuación se acordó de algo y aunque odiaba interponer otros asuntos cuando estaba a solas con Emily, la carta de Vilma le parecía importante.

- Tienes una carta de Vilma Williams.

Se la sacó del bolsillo de atrás y se la tendió. 

En otras circunstancias no se lo habría contado. Más que nada porque cuando Benjamin tomaba aquella decisión era porque realmente necesitaba estar a solas y alejarse de todo. Pero era una situación importante y al parecer Eileen había recapacitado y quería arreglar las cosas. Era la mejor oportunidad para recomponer a la familia. Suspiró:

- ¿Recuerdas la casita en la montaña a la que os llevábamos de pequeños? Allí debe de estar tu padre.

Se quedó un momento en silencio antes de asentir. Bueno, tendría que desaparecerse. el estómago se le encogió dolorosamente, en parte por los nervios de hablar con su padre y en parte por su aversión habitual a aquel medio de transporte, pero no dijo nada al respecto.

- Una cosa antes de irme. ¿Te suena una poción que se llama sangre del dragón oscuro?

Se tomó unos segundos para recapacitar acerca de la pregunta, pero finalmente negó con la cabeza:

- No. Nada. Nunca he escuchado algo semejante.

Torció el gesto ante la negativa de su madre. Mierda. Así que iba a tener que acudir al Departamento de aurores pero no sin antes ir a ver a Beth a ver qué quería contarle. Tal vez tuviera información interesante y no quería ir cada dos por tres a molestar a Emily o a Sean.

- Bueno...vale. Gracias. Hablaremos más tarde.

Tras decir aquello, intentó desaparecerse con el recuerdo de su infancia anclado en su mente.

Instantes después Eileen aparecía en plena montaña con un aire de lo más fresco. Ante ella tenía bosque alrededor y la casita de madera frente a ella, en el amplio claro en que se encontraba. 

Un sonido seco, regular, rítmico y continuo llegó a sus oídos. Lo siguió, a sabiendas de que no podría ser otra cosa que su padre. Y en efecto, pasando una de las esquinas de la casa, Benjamin, con una camisa a cuadros rojos y blancos remangada y unos vaqueros hechos un desastre, partía leña con un hacha enorme. Partía, colocaba, cargaba el golpe seco, partía y volvía a colocar.

Nada más aparecerse, tuvo que contener una fuerte arcada que la dejó apoyada en un árbol con una mano en la boca, como si aquel gesto pudiera contener un acceso de vómito. Sirviera o no, lo cierto era que pasaron dos minutos y su estómago empezó a calmarse sin expulsar su contenido, momento en que aprovechó para ir a buscar la fuente de aquel ruido, su padre.

En otras circunstancias, la imagen le hubiera hecho reír. Tenía pinta de leñador con esa camisa y de leñador estaba haciendo. Pero en su lugar permaneció seria, cruzada de brazos con rigidez antes de acercarse hacia donde estaba su padre.

- ¿Papá? Mamá me ha dicho que estarías aquí. Yo...quería hablar contigo.

No se había asustado porque había olido el aroma de su hija en cuanto apareció y el viento le trajo su olor. Ventajas de un hombre-lobo. Se irguió, sudoroso y agotado, para mirarla. Estaba serio; tanto como acostumbraba, pero en vez de discutir, lo primero que hizo fue tenderle la pesada hacha a su hija.

- Toma.- le ofreció. 

Desde pequeña, Eileen siempre había querido probar aquello pero Benjamin nunca se lo había permitido. Era demasiado pequeña y ese hacha pesaba mucho más que la niña. Pero ahora era una mujer adulta y fuerte. Se lo permitiría. Le daría el capricho de su niñez.

Se habían mirado con seriedad, sin mudar la expresión, pero no era un pulso de miradas. Era casi una constatación de lo mucho que habían cambiado las cosas en tres años. Su padre nunca la hubiera mirado así, sino con orgullo, con cariño. Ella tampoco lo hubiera hecho. Maldita sea, ¿por qué se sentía tan sensible?

Cogió el hacha que le tendía y lo sopesó durante un momento. De pequeña siempre había querido probar pero esa ansia había pasado con los años. Ahora notaba el hacha demasiado pesada, por no decir que de poder escoger, habría sacado la varita. Pero en su lugar, levantó el hacha como pudo, sintiendo cómo los brazos le dolían por el esfuerzo, y descargó el golpe. El hacha se quedó clavada en el tronco que había tratado de cortar, tumbándolo.

- Papá, yo no escogí ser lesbiana.

Cruzados de brazos, observó el gesto de Eileen. En otras circunstancias se habría reído de ella, pero no ahora. Ahora fruncía cada vez más el ceño. 

- Lo sé.- terminó por aceptar. Uno no elegía ser gay o lesbiana, como tampoco elegía si quería ser licántropo o no. Esas cosas simplemente sucedían. Pero para Benjamin, sucedían por acción de agentes externos y no internos. A un hombre le mordía un licántropo para convertirse. A una chica inocente la seducía una abogada rubia con encanto.- No te culpo de ello. Pero no puedo evitar pensar que hice algo mal para que tomaras ese camino.

Y como padre se culpaba de ello. ¿Tendría que haber echado a Zoey de aquella casa?

Dejó el hacha donde estaba porque la respuesta de su padre le dolió, como siempre. Y también la enfadó, pero como había ido en son de paz, fue el primer sentimiento el que ganó la partida. Cuando le miró, tenía los ojos llenos de lágrimas y se sentía desolada.

- Pero es que no sé por qué lo ves como algo malo - acabó por decir con la voz tomada por las lágrimas, intentando contenerlas a duras penas -. O por qué culpas a Zoey cuando yo ya sabía que era lesbiana antes de conocerla a ella. No es culpa de nadie... nadie me convirtió o algo así, pero es que no es malo... 

Habría podido con otra discusión, con gritos, con reproches... pero nunca podría soportar las lágrimas de su pequeña. Esas lágrimas y esa expresión le bajaron por completo las defensas. Mierda. Él, que lo único que quería y había querido era proteger a su pequeña, era quien le estaba haciendo daño y llorar. 

Se descruzó de brazos y se acercó más a ella. Diantres... su hija estaba mal y no era por Zoey, ni por ser lesbiana. Era por culpa de su padre.

- Eileen... no digo que sea malo. Digo que es una complicación más. Y yo no quiero que te compliques.- intentaba explicarse. ¿Realmente veía malo que a su hija le gustaran las mujeres? En realidad no.- Solo... me sentí engañado y quizás lo pagué contigo. Solo... ¡no quiero que te utilicen o te hagan daño! Pero está bien. Quizás me excedí. Si eres feliz... es lo que cuenta. 

Miró a su padre, sintiéndose herida, esperando que dijera a saber qué. Alguna otra burrada, algún otro signo de desprecio o otro insulto hacia Zoey. Pero en su lugar, se acercó, bajando un poco las defensas, suavizando la expresión, intentando mostrarse todo lo comprensivo que debería haberse mostrado anteriormente.

- Ya lo sé, yo no lo escogí, claro que es complicado - esa complicación casi les había costado la relación hacía unos meses -. Pero es lo que hay. Y quiero a Zoey y ella me quiere más que a nada. Y no me gustaría que...bueno, que si pasara algo, siguiéramos sin hablar ni perdonarnos y siguieras odiando y culpando a Zoey.

La miró con culpabilidad. Si su hija estaba llorando era por él. Y además, tendría que confiar en ella. Suponía que si llevaban tres años juntas... no sería por casualidad. Tendría que creer en sus palabras. Y, además, estaba actuando de forma más madura que él. Puso una mano en el hombro de su hija.

- Está bien. Invitaré a Zoey a un café. ¿Vale? Hablaré con ella y... me disculparé- lo que tenía que hacer un padre por su pequeña...- No estaremos enfadados más. Ni yo... ni tú.- se agachó un poco para mirarle a los ojos- Siempre serás mi pequeña.

Sintió el peso de la mano de su padre en el hombro y no se apartó. Era el primer contacto cariñoso que tenía por su parte en tres años y de lo único que tenía ganas en aquellos momentos era de echarse a llorar como una niña pequeña. Pero puso una mueca, conteniendo las lágrimas como pudo, y eliminó la distancia que los separaba para darle un abrazo. Echaba de menos a su padre. Por más que quisiera a su madre y que incluso se entendieran más, siempre había conectado más con él.

- Gracias - se sentía tan infantil en aquel momento. Tan idiota. Por un momento estuvo a punto de pedirle perdón por haberle hecho pasar pro aquello pero, al fin y al cabo, seguía sin tener la culpa de ser lesbiana. No podía arrepentirse de algo que, en realidad, le había comportado tanta felicidad. Pero quería a su familia y necesitaba tener esa parte de su vida unida -. Prométeme que si algo me pasara por lo que fuera, no apartaríais a Zoey ni la haríais sentir culpable ni nada así.

Algo sorprendido por el abrazo, Benjamin tampoco se apartó, sino que la estrechó entre sus brazos. Seguía siendo su pequeña Eileen y eso nunca cambiaría. Sonrió, aunque ella no pudiera verlo. Seguía siendo la niñita que se abrazaba a él en busca de comfort y tranquilidad. Le revolvió un poco el pelo, hasta que ella puso aquella condición:

- ¿Qué te va a ocurrir, Eileen? Ya te digo yo que nada de nada.- le comentó- Pero si eso te hace sentir mejor, te doy mi palabra de que no apartaré ni culparé a...- suspiró. Qué difícil era decir aquello- ...Tu novia. ¿De acuerdo?