Partida Rol por web

Into Darkness

1-A. Monotony

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13/10/2013, 00:22
- Narrador H -

Monotony

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13/10/2013, 00:23
- Narrador H -

Prefacio: Un paseo en andante

Un fugaz destello iluminó el ático, expulsando a las sombras que las velas del suelo no habían logrado ahuyentar hasta entonces, descubriendo los confines de la sala, con su tejado con dos pendientes, sus inclinadas cristaleras al llegar a los bordes que dejaron pasar la luz que viajó hasta impactar con los altos edificios que circundaban a la "baja" de dos pisos más ático en la que estaban.

En el centro de la sala había dibujado con tiza un circulo arcano, un circulo cruzado con seis semicírculos, que formaban una flor. En el vértice de uno de cada dos pétalos reposaba una vela de color crema, ardiendo alegremente.

En el aire justo encima el circulo, donde se había originado el destello, se materializaron tres personas, que flotaron lentamente hasta tocar el suelo.

La mujer examinó los alrededores, dubitativa, mientras que el chico joven, al mirar alrededor solo puso cara de aburrimiento.

¿Se supone que estamos en el otro lado? Esto parece igual que...

Algo va mal. - Le interrumpió el más alto de los tres, levantando una mano. - Tendría que haber alguien aquí.

Decididamente, la otra mitad del ritual, la que tenían que haber hecho en este lado para que ellos pudieran pasar, requería de al menos tres personas y no había nadie. Entonces el alto se maldijo a sí mismo por ser tan lento de reacciones, no había esperado encontrar peligro en este lado.

¡Diana coge a Josh y llévalo ahí arriba!

¡Voy!

Exclamó la mujer, agarrando de un hombro al chico, Josh. Un instante después, sus cuerpos se estaban descomponiendo en pequeños orbes de luz azulada, que giraban y dibujaban espirales en el aire. Por desgracia, no se elevaron más de un par de metros cuando un relámpago púrpura voló hacia ellos y estalló al impactar, repartiendo los orbes por todo el lugar.

Momentos después los orbes se reunieron en dos lugares separados, unos formando a la mujer, Diana, y los otros al chico, Josh. La persona que había lanzado el relámpago estaba a la vista ya, era una mujer de aspecto asiático, vestida con todo lo necesario para cumplir con el cliché de "chica mala", cuero negro por todos lados.

A la vez, cuatro personas más aparecieron de la nada, vestidos de forma semejante, sin hacer ningún tipo de ruido ni artefacto visual. Warlocks.

El hombre alto decidió no esperar a tener que reaccionar y se teleportó, mediante un destello de luz dorada, a donde habían caído sus compañeros y juntó las manos ante él formando una esfera vacía entre las dos. Inmediatamente una burbuja de luz dorada cubrió al trío. Y ni un segundo demasiado pronto porque este bloqueó un virote negro que de otra forma habría impactado en Diana.

Sus compañeros empezaban a ponerse en pie, cuando de golpe la Warlock que había aparecido primero pestañeó en el interior de la burbuja y apuñaló al hombre del escudo en el estómago. El escudo cayó y otros warlocks pestañeraon al lugar. Uno de ellos, el que portaba la mortífera ballesta, apareció ante Diana y logró impactar un dardo en el hombro de esta. Otro se puso detrás de Josh e intentó retenerle.

El hombre apuñalado, pero, logró extender una mano hacia el chico, y este se convirtió en un destello de luz dorada que apareció luego entre los brazos del hombre, a la vez que una herida Diana saltaba hacia ellos y usando las pocas fuerzas a las que podía acceder, orbitó al trío lejos de allí. Esta vez con éxito.

No demasiado lejos, por lo visto. Aquello era Central Park. Era igual en ambos lados. Por suerte habían llegado a un lugar vacío y nadie les vio.

Lo siento Aaron. - musitó Diana, dejándose caer al suelo - No podía llevarnos ahí arriba.

La culpa es mía. - espetó Aaron, el hombre alto del escudo de luz - Demasiado tiempo luchando contra las armas mortales, no protegí el escudo contra la magia. ¡Torpe! ¿Te han hecho algo Josh?

No  - replicó el chico, visiblemente asustado, nervioso - ¿No se suponía que veníamos aquí para estar tranquilos y que no me atacaran? Menudo éxito.

¿Estás cubriéndonos? - preguntó Aaron a Josh, mientras se deshacía del Athame que había clavado en su estómago. La herida permaneció abierta unos instantes, pero cuando este cerró los ojos, una brillante luz dorada surgió de la misma e instantes después, no quedaba más rastro de la misma que la camisa rota y manchada de sangre.

Desde que llegamos a este lado. No deberían poder seguirnos.

Bien.

Aaron pasó a examinar a Diana. Sacar la flecha sin tener un medio de sanarla podría ser peor que dejarla donde estaba, así que decidió posponer eso hasta estar seguro de que fuera el mejor curso de acción.

¿Diana, puedes encontrar algún luz blanca de este lado?

Puedo intentarlo. - admitió, aunque el dolor le desfiguraba el rostro.

Aaron dejó a su compañera concentrarse y se giró para hablar en privado con Josh. Pero no le dio tiempo a decir una sola palabra antes de que la Warlock y sus secuaces pestañearan en el claro. Esta vez fue más rápido y efectivo en su reacción: formó dos espacios vacios con los puños, manteniendo una mano en el corazón y con la otra apuntando a Diana. Dos escudos más pequeños que el anterior aparecieron, uno alrededor de Diana y otro escudando a Josh y Aaron. Bolas de energía y rayos impactaron contra los escudos, a la vez que uno de los Warlocks que había intentado pestañear al interior rebotó contra el mismo.

Aaron y Diana cruzaron miradas, y ella asintió. Aaron bajó la mirada, avergonzado por lo que iba a hacer, pero no podían llevarse a Diana. No podía teletransportarla a él sin deshacer su propio escudo, y si lo hacía no tendría bastante tiempo como para llevarla a ellos y luego llevarse a los tres a otro sitio. Ella lo sabía, y lo entendía. Josh era lo importante.

Otro destello de luz dorada cubrió a Aaron y Josh, y desaparecieron.

Cambiaron la fresca noche y los árboles de Nueva York por el día y las calles de Londres. Aparecieron en un callejón, y Aaron les escondió tras una esquina.

¡No sé cómo nos han encontrado! - exclamó Josh, nervioso - ¡No tendrían que haber podido!

¿Estás bloqueando su magia?

Ya te lo dije antes, sí, desde que llegamos.

- Bien, concéntrate en eso. Te habrán encontrado en un momento en el que bajaras la guardia. - le cogió por los hombros y le miró a los ojos, forzándole a él a mirarle a los suyos, eran dorados - Si resulta necesario, redúcelo a protegerte a ti mismo. Yo puedo luchar contra ellos si se que estás seguro, pero no puedo arriesgarme a una batalla si estás en medio.

Tranquilo, no vendrán de nuevo. - Josh parecía seguro de sí mismo - No nos encontrarán.

Por si acaso. Voy a ver si la zona es segura, e iremos a un lugar público, con mucha gente. Espero que en este lado tengan el mismo cuidado que en el otro de no ser vistos.

Aaron se levantó entonces y se dirigió a la boca del callejón. Instantes después una descarga de energía impactó en su pecho, lanzándole varios metros hacia atrás, a los pies de Josh. La Warlock asiática estaba frente a ellos. Los otros aparecieron en los siguientes instantes.

Aaron no perdió el tiempo escudándoles, cogió a Josh por el tobillo y les teleportó a otro lugar, aunque sí que se tomó la molestia de contar a sus enemigos. Estaban todos. Al menos parecía que habían dejado a Diana.

Cuando la luz desapareció se encontraron en un bosque de pinos, con el sol en su cénit.  La herida en el pecho de Aaron era bastante fea. Esta vez tardó unos cuantos segundos en cerrarla, tras los cuales se puso en pie, con la parte delantera de la camisa hecha jirones y prácticamente inexistente.

Nos van a volver a encontrar, tenemos que movernos.

No lo entiendo, no deberían poder hacerlo, estoy bloqueando su magia.

Josh se veía claramente consternado. Ser indetectable era lo suyo, que le encontraran con tanta facilidad era desalentador.

Yo tampoco, pero si no podemos contar con ser indetectables, tenemos que ir un paso por delante de ellos. Nos vamos de aquí.

Agarró a Josh por el hombro y desaparecieron de nuevo.

Calor, sofocante calor. Y un olor extraño. No podía ser de otra manera, puesto que estaban en El Cairo, en una de las calles más transitadas. Aaron empezó a andar siguiendo a la muchedumbre, con Josh cogido de la muñeca trotando tras él.

- Vamos a ver si se atreven a atacarnos aquí. No me gusta usar a inocentes de escudo pero no queda otra.

- ¿No puedes llevarme tu ahí arriba?

No, necesitamos a un luz blanca, pero no estamos precisamente en disposición de buscar mientras llevamos a cabo esta huida hacia adelante a la desesperada.

Entonces la vio, la Warlock asiática caminaba a su altura, varias personas a su izquierda. Miró alrededor, y encontró a unos cuantos de los otros Warlocks, no a todos.

Mierda. ¿Cómo coño lo hacen?

No atacarán ahora, ¿verdad?

La pregunta de Josh no estaba exenta de miedo. Era la primera vez en toda su vida que se sentía tan desvalido, el don que le había provocado tantos problemas siempre había sido su defensa, pero ahora resultaba ser inútil.

No se atreverán delante de tanta gente.

Eso dijo, pero se tuvo que tragar sus palabras, porque sintió un puño impactar contra su pecho, donde hacía unos segundos había estado aquella herida. ¿Cómo se le habían acercado tanto? Vale que había gente pero él estaba atento. Entonces oyó un disparo. Levantó la vista y era la mujer asiatica quien esgrimía una pistola humeante, apuntando al cielo. El caos se originó rápidamente en la calle, con todos los ciudadanos huyendo en direcciones opuestas, chocando, derribándose, aplastándose.

Segundos después la calle estaba vacía, a excepción de los Warlocks, Aaron y Josh. Había dos Warlocks menos que antes. Parecía que no todos eran capaces de seguirles tan fácilmente. Pero no tuvo tiempo de vanagloriarse, la mujer asiática le disparó, primero en el pecho, y luego en las piernas, una bala en cada una, por encima de las rodillas.

Aquello no mataría a Aaron, no, pero si seguían así lo iban a lograr, aunque usaran armas mortales. La mujer se acercó a él, segura de su victoria. Aaron en cambio no estaba tan seguro de ello, aun sumido en el dolor, percibió a Josh forcejeando con otro de los warlocks, y decidió usar un pequeño truco que había aprendido que funcionaba muy bien contra los mortales. Se concentró en sus heridas y buscó el metal en ellas... y lo teleportó. Al interior del cerebro del warlock que peleaba con Josh y al interior del warlock que le había golpeado antes. Ambos desaparecieron sin dejar tan siquiera un cerco de cenizas. La tercera bala intentó transportarla al interior de la que parecía la líder, pero esta pestañeó justo en ese instante y la bala cayó inerte al suelo.

Libre de la presa del Warlock, Josh corrió junto a Aaron y este nada más sentir el contacto del chico les desvaneció.

De noche de nuevo. Estaban en una playa, debajo de los tablones de un muelle, entre pilares de madera, y el oleaje les acariciaba los pies. Aaron se concentró en sanar sus heridas, empezando por la del pecho. Empezaba a estar demasiado cansado para eso, cada vez le costaba más, de hecho no sanó la herida del todo antes de ir a por las de las piernas.

No había acabado cuando oyó el extraño sonido que hacía el aire cuando un warlock pestañeaba, aquel casi inaudible cambio en la presión del aire. Abrazó a Josh para protegerle mientras intentaba teletransportarles, pero cada vez era más lento. Notó algo clavarse en su espalda, justo debajo del omoplato izquierdo.

A Josh no le dio mucho tiempo de ver donde estaban, parecía la cumbre de una montaña baja, hecha de arcilla roja. Pero Aaron volvió a cambiarles de sitio.

Frío, eso es lo que notó. Otra cumbre, está mucho más alta, muy por encima de las nubes.

Una sala pequeña, muy pequeña. Un cuarto de baño en el que no cabían los dos sin apretarse. Además había aquel ruido constante, y una pequeña ventana ovalada. Josh miró al exterior y solo vio el cielo. Aunque cuando miró un poco a los lados vio algo: un ala. Estaban en un avión.

Una cocina. Aparecieron justo al lado de la mesa. No parecía haber nadie en la habitación. Aaron cayó de rodillas, al borde del colapso, y entonces Josh vió el Athame apuñalando su espalda.

¡Oh Dios! - exclamó, agachándose al lado de su guardián - ¿Qué hago? ¿Te lo quito?

Tira con fuerza - respondió el agotado hombre - pero antes busca algo, un trapo, papel de cocina, lo que sea, para tapar la herida. No creo que vaya a poder curarme pronto.

Josh revolvió aquella cocina, abriendo todos los cajones y armarios, hasta que en uno de ellos encontró una mantelería entera, bien plegada y recogida. Tironeó de ella, cogiendo todas las servilletas y arrastrando el mantel tras de sí. Se arrodilló al lado de Aaron y tras unos segundos de dudas, agarró el arma con ambas manos y tiró con fuerza. Inmediatamente la sangre empezó a brotar con más fuerza y Josh aplicó las servilletas, que casi de forma inmediata cambiaron el blanco por el rojo.

Entonces un relámpago les pasó por encima de las cabezas, erizándoles el cabello con la electricidad, ambiental que creó, impactando en la nevera, que estalló en una pequeña explosión de escombros. Aaron cogió el tobillo de Josh y volvió a cambiarles de sitio.

El aire. Estaban a varios metros por encima del destino que había querido alcanzar y los dos cayeron a plomo contra el suelo, del bosque, el mismo que habían visitado minutos antes. Josh cayó de mala manera, golpeándose la cabeza contra una rama, e impactando en el suelo cuando ya estaba inconsciente. Aaron gateó, aún débil, hacia el chico y le abrazó con fuerza, deseando que estuviese bien, y empezó a teletransportarse.

Cuando ya todo estaba envuelto en dorado percibió dos formas oscuras. Cada vez eran más rápidos.

Central Park de nuevo. Había deseado encontrar a Diana donde la dejaron, pero no estaba allí.

Esta vez no tardaron nada en encontrarles. Con Josh inconsciente ya no estaban escudados.

Oscuridad. Una caverna que la humanidad aún no ha descubierto bajo  los andes, a un par de centenares de metros de la superficie, pero con una fuente de aire estable, gracias a las fuertes corrientes. En el otro lado era un refugio para los fugitivos.

Aaron decidió reposar allí unos instantes, seguro de que no le encontrarían, pero por tercera vez esa noche volvió a sentir el frío acero separarle las carnes, esta vez en un hombro.

Una luz, un fuego, se encendió, y allí estaban la mujer asiática y el secuaz que le quedaba. Esta extendió la palma de la mano hacia él y Aaron salió volando hacia atrás, como si la gravedad hubiera cambiado de dirección, hasta empotrarse contra un muro. El otro Warlock se dirigía hacia Josh.

Aaron tomó la determinación, no podía seguir así, tenía que contraatacar. Así que dejó que la magia de su sangre dominara su cuerpo. Su carne fue iluminándose gradualmente, hasta que pareció que todo su cuerpo era una masa de energía. Aún en su forma de poder, Aaron no podía contrarrestar la fuerza que la Warlock ejercía sobre él, no podía liberarse, así que proyectó su magia de otra forma. Una columna de luz emergió del suelo a los pies del warlock, que murió entre gritos de agonía.

Como toda respuesta, la mujer recrudeció el empuje que ejercía contra él, y levantó la mano que tenía libre en dirección a donde había estado su compañero. Unas luces emergieron del lugar y flotaron hacia ella, estaba absorbiendo sus poderes. Aaron recurrió a toda la energía que tenía en su interior y empezó a brillar de forma incandescente, pero la fuerza de la otra era demasiado para lo poco que quedaba de él tras tanta huida y regeneración. Logró despegar una mano de la pared, y seguido de esto logró apartar la cabeza, y un hombro.

La Warlock le apuntó con la otra mano y la fuerza que le retenía se duplicó. Volvía a estar contra la pared. Con un gesto de la siniestra, cuatro clavos de hierro negro, de más de un centímetro de diámetro, aparecieron clavando las manos y los pies de Aaron a la pared, entre gritos de dolor.

Un demonio de luz - era la voz de la mujer asiática - Sois bastante raros, y vuestra caza está vetada, en nuestro mundo. Pero asumo que como no eres de por aquí, eso no se te aplica.

La mujer se acercó a él y le tocó el rostro, como si fuera una caricia cariñosa. El cuerpo de Aaron, que ahora era totalmente luz, empezó a ser absorbido por la palma de la mujer, hasta que cayeron al suelo las ropas que había llevado.

La mujer tenía ahora los ojos de un tono dorado casi fosforescente.

Se giró hacia el inconsciente Josh y se agachó a su lado. Le puso una mano en el hombro y simplemente pestañeó.

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13/10/2013, 06:21
- Narrador H -

Introducción


La noche había sido movidita. Adam y Arnold llegaron a la casa poco antes del ocaso, buscando ayuda para deshacer un conjuro de eliminación cansancio que había salido, cómo no, mal. No podían dormir ni descansar, pero sus cuerpos y mentes necesitaban el descanso con imperiosa urgencia, pues hacía dos días que la cosa duraba.

En la casa estaban todos excepto Scott, pero cuando se pusieron a trabajar en el asunto Eric le llamó al teléfono, preguntándole si le interesaba unirse e intentar desentrañar el entuerto. Minutos después los seis estaban trabajando juntos.

Eric tuvo que atender una llamada de su protegida, y durante el tiempo que estuvo fuera los otros cinco lograron deshacer el conjuro anti-cansancio, y los gemelos empezaron a bostezar ipso facto. Habrían caído redondos al suelo de ser algo más mayores, pero un adolescente puede aguantar esos trotes con cierta soltura. Lo que sí que era cierto es que no estaban en condiciones de viajar a ningún lado, así que Ethan los acomodó como pudo en la casa.

Poco después llegó Eric con su protegida. Habían sido atacados por un monstruo, y el grupo se movilizó de nuevo. Pronto vieron Ethan y Scott que allí sobraban, pues el libro no podían leerlo cinco personas a la vez, y que parecían tenerlo todo controlado, así que bajaron a la planta baja a jugar con la consola mientras los otros hacían pociones en la cocina hasta bastante tarde, cuando Eric desapareció junto a su protegida.

Scott hizo lo propio minutos después, pues tenía que pasar por casa y el día en la radio empezaba muy temprano. Alessa se quedó a dormir allí, como había hecho innumerables otras veces.

A la mañana siguiente, Alessa y los tres adolescentes desayunaron juntos, los gemelos Harris fueron los primeros en partir, pues su instituto estaba más lejos, pero Ethan no tardó más de diez minutos en salir hacia su propio centro.

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13/10/2013, 06:59
- Narrador H -

La clase de Historia pasó con una lentitud mortecina. El Sol aún no había salido cuando empezó la lección, la primera del día, y la profesora Highweather era con diferencia el inductor de narcolepsia más poderoso que la humanidad pudiera haber creado. Esa era la razón de que nunca nadie interrumpiera sus clases ni le lanzara puyas de afiladas "verbades" a la anciana mujer, delgada como una rama mortecina y con la misma apariencia de fragilidad. Sus palabras eran como el susurro de las hojas mecidas por el viento, y el contenido de las mismas era tan intrascendental e inconsecuente como el propio ulular del viento.  ¿Cómo iba a tener nadie la suficiente presencia de ánimo y excedencia de energías como para hacer otra cosa que no fuera mantenerse despierto? O no roncar. Al menos no roncar. Porque Highweather ignoraba a sus alumnos completamente: Entraba en la clase, pasaba los primeros diez minutos conectando el proyector para que emitiera un esquema en la pizarra que la mayoría de la gente apuntaba en sus libretas, y luego pasaba a explicarlo, sentada en la silla del profesor y mirando con intensidad un libro de historia que parecía tan antiguo como la propia profesora, de vez en cuando pulsando el botón que pasaba a la siguiente diapositiva. En ningún momento observaba a sus alumnos, y poco parecía importarle, mientras no la interrumpieran. Entonces simplemente se limitaba a expulsarte de la clase con siempre las mismas palabras: "Señor/a -apellido-, al aula de detención".

Así que cuando Highweather se fue, los alumnos que estaban sentados en el lado de las ventanas levantaron las persianas y el sol entró en el aula con intensidad - ya eran las nueve de la mañana - todos en el aula se despertaron realmente. Estirándose, bostezando, algunos desayunando. La mitad de la clase se vació, la gente aprovechando para ir a lavarse la cara y quitarse las legañas. Ethan y Sam se quedaron al final del aula, sentándose sobre sus pupitres tras levantarse y espantar al sueño. Hablaron un rato de tonterías, hasta que Ethan empezó a sacar el libro y los apuntes de Lengua. Clarisse apareció y le explicó que ya no iban a tener la hora libre.

El profesor Merryhouse estaba de baja por paternidad, y habían estado ignorando los deberes de lengua, para hacerlos los tres juntos durante esa hora "libre", justo antes de la clase de lengua. Pero Clarisse había visto a la profesora substituta esta mañana. Y tras calificarla como a un "bombón" se fue a su sitio y empezó a hacer los deberes de lengua a toda pastilla, recomendando a sus "amigos" que hicieran lo propio, dividiéndose los ejercicios para poder copiar entre ellos luego.

Ethan y Sam aceptaron el consejo, y pronto se hundieron en los libros. Era extraño ver a ese par estudiando cuando el resto de los alumnos estaban de pie hablando de tonterías de adolescentes, o haciendo el "pulpo" en la esquina del aula, tras los armarios. Era el "lugar" para los besuqueos inacabables, y estaba justo detrás de Ethan. Era irritante estar escuchándoles y intentando concentrarse en algo tan tedioso como los deberes de lengua.

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13/10/2013, 07:14
Miranda Lawson

Seis minutos después Ethan levantó la mirada un instante, y como se sentaba justo al lado de la pared, lo más lejos posible de la ventana, vio venir desde lejos a la nueva profesora substituta por las ventanas interiores. De hecho, la observó dar vueltas durante un par de minutos, en la otra punta del pasillo. Practicando andares distintos y balbuceando algo para sí misma. Era una visión extrañamente desconcertante, parecía que hubiera perdido la chaveta.

Al final se decidió y avanzó hacia la clase. Abrió la puerta con sutileza y entró. Todos se la quedaron mirando.

Exuberante era la palabra adecuada. No había ninguna que la definiera mejor. Por la mente de todos cruzó una única idea: ¿Porque no estaba aquella rubia macizorra paseándose sobre una pasarela con modelos indescriptiblemente bizarros? O dándole coba a un viejo rico mientras atesoraba amantes como el que colecciona cromos. O... haciendo cualquier cosa menos ser profesora substituta de matemáticas. La mujer sintió la mirada de todo el mundo y su cara se encendió en menos tiempo del que hay entre un latido y el siguiente.

- ¡Ja! - exclamó Sam al oído de Ethan, para que solo éste le escuchara - Apuesta lo que quieras a que más de uno se la casca en su honor en cuanto llegue a casa.

- Buenos días. ¿Esta es la clase C? Si, ¿verdad? - la voz de la profesora era tenue y vacilante, dubitativa, temerosa. En definitiva, carne de cañón. - Mi nombre es Miranda Lawson y voy a ser vuestra profesora substituta de Matemáticas durante los siguientes meses.

Todos se habían quedado perplejos mirándola, y en el más intenso silencio, requisito indispensable para escuchar su vacilante voz. Algunos atinaron a sentarse en su sitio. Otros simplemente se quedaron mirándola embobados. Los peores se quedaron mirándola con una sonrisa siniestra en los labios.

Miranda se dirigió entonces al pupitre del profesor, y algunos de los compañeros de Ethan empezaron a silbarle y a lanzarle piropos, cumplimentando su exótica y atrayente forma de andar. La llamaron "Bombón", "Preciosa", "buenorra". Gordon le sugirió sexo allí mismo delante de todo el mundo. La profesora se  puso MUY nerviosa. Dio un traspiés y uno de sus tacones se rompió. Miranda cayó al suelo cuan larga era, y absolutamente todo el mundo estalló en risas. Bien, no todo el mundo, pero los que no eran una minoría fácilmente ignorable.

La substituta se puso en pie, con los ojos al borde del llanto, y miró con gesto acusador a todos los adolescentes, o lo intentó pues más bien era la cara de un corderito que miraba el cuchillo asesino en el matadero.

- Si es que no sé porque me meto en estos líos - medio sollozó - Malditos adolescentes estúpidos, los metía a todos en una jaula y tiraba la llave al océano. Mejor, los convertiría en los lobos famélicos que realmente son y traería al Leñador, si...

No muchos la oyeron, pero Ethan lo hizo. Los pocos que sí la oyeron pensaron que estaba loca.

Entonces sucedió. La señorita Lawson hizo un gesto que a Ethan le pareció vagamente familiar, como el de una bailarina española (flamenca) levantando el brazo derecho y la cabeza, a la vez que su postura acentuaba sus curvas. Le faltaba el vestido de larga cola, rosa y a topos negros, para realmente ser una bailarina de flamenco. Cuando su brazo alcanzó el punto más alto, chasqueó los dedos.

Ethan levantó la mirada de sus apuntes de Lengua, y entonces la vio a través de las ventanas interiores, que daban al pasillo. La profesora substituta se acercaba, frotándose los ojos pero con paso decidido. Entró en el aula como un vendaval, cerrando la puerta tras ella con un fuerte golpe que no llegó a portazo, llamando la atención de todos. Su mirada una mezcla entre furia y terror que nadie supo descifrar, en un rostro casi perfecto y un cuerpo más allá de la perfección.

- ¡Ja! - exclamó Sam al oído de Ethan, para que solo éste le escuchara - Apuesta lo que quieras a que más de uno se la casca en su honor en cuanto llegue a casa.

A Ethan le pitaron los oídos. Dejabu. Uno muy grande.

La profesora anduvo con paso decidido hacia el pupitre del profesor, y todo el mundo la seguía con la mirada, algunos boquiabiertos y parados como si estuvieran congelados. Otros se sentaron torpemente, sin separar sus ojos de la excelencia del cuerpo de la profesora. Otros la miraban desde donde estaban, con sonrisa lupina.

La rubia dejó sus trastos sobre la mesa y miró a los alumnos, como perforándoles con la mirada. Posó su mirada mucho más tiempo sobre algunos, como Gordon. A Ethan se le erizaron los pelos de la nuca. Veía cierta lógica en que se centrara en Gordon, pero no acababa de atar cabos.

- Tú. - señaló con el dedo a Gordon, que aún estaba de pie, con el bocadillo a medio comer en la mano - ¿Cómo te llamas?

- Freeman, Gordon Freeman, pero usted puede llamarme cariño - la sonrisa lobuna se acentuó.

- Bien "cariño" - la profesora escupió las palabras - Deja de mirarme así. O mejor, deja de mirarme, o te meteré ese bocadillo por el único orificio de tu cuerpo que no acostumbra a ver la luz del sol y lo retorceré hasta borrarte esa estúpida sonrisa de la cara.

Todos se quedaron perplejos durante unos segundos. El propio Gordon se quedó congelado. En algún momento debió de dejar de controlar su mano, porque el bocadillo que sostenía se deslizó por sus dedos hasta caer al suelo. El ruido del bocadillo cayendo sacó a todos del embrujo, y la clase se unió como un coro en un "Uuuuuuuuu" entre impresionado y aprobatorio, ese tipo de coro siniestro que echa más leña al fuego, no lo calma. Ethan lo entendía, Gordon la había acosado sexualmente (verbalmente) y ella tenía derecho a vengarse, por poco ortodoxo que fuera. Pero, ¿cuando había pasado eso? Estaba completamente seguro de haber escuchado a Gordon decirle aquello, pero no podía ser. La profesora acababa de entrar.

- Aj - se quejó la profesora. - Volvamos a intentarlo.

Entonces levantó la mano sobre su cabeza y chasqueó los dedos.

- ... pero usted puede llamarme cariño.

La sonrisa burlona lobuna de Gordon se acentuó, visiblemente satisfecho con su ingenio.

A Ethan le pitaban los oídos. Esta vez tardó solo unos segundos en darse cuenta de que la sensación de Dejabu no era ficticia. Sabía que la mujer se llamaba Miranda, ¿pero cómo podía saberlo si ella no lo había dicho? No aquella vez, al menos.

Miranda no respondió a Gordon, se limitó a abrir su maletín y sacar una carpeta. Luego rebuscó en su contenido hasta sacar una especie de talonario. Escribió algo en él y luego arrancó la pagina, separándola en dos. Se quedó con la original y le pasó la copia a Gordon, que la miró sorprendido pero sonriente.

- ¿Su número y dirección ya? No sé si quiero que nuestra relación vaya tan rápido.

Que intrépido se sentía Gordon. Otros rieron y aplaudieron.

- Llévale esto al director. Tómatelo como un "vale por una expulsión". Dos semanas. Lo pone ahí. Al final de las cuales, cuando vuelvas, quiero que me presentes un trabajo de al menos doscientas páginas, sobre la historia de la álgebra moderna y su relación con los grandes avances de la sociedad. Si no sacas al menos un siete en ese trabajo, puedes despedirte de aprobar esta asignatura.

A Gordon se le cayó el bocadillo. A Ethan le volvían a pitar los oídos. ¿Nadie más se había dado cuenta? Gordon salió trastabillando, tras recoger su mochila, con el documento en las manos, en dirección a la oficina del director.

- Disculpad la escena. - Su expresión ya no era tan huraña, volvía a verse a la mujer asustada de ¿antes? ¿Había sido realmente antes? - Soy Miranda Lawson y voy a ser vuestra profesora substituta mientras que el profesor Merryhouse se dedica al noble oficio de la paternidad.

El resto de la clase transcurrió con bastante normalidad, excepto un par de veces en las que la señorita Lawson se equivocó, o tartamudeó demasiado, o le falló la voz. En esas ocasiones, levantaba la mano, chasqueaba los dedos, y a Ethan le pitaban los oídos al volver a escuchar de nuevo lo mismo, pero diferente.

Cerca ya del final de la clase (y esta había sido una clase REALMENTE larga), Lawson apuntó directamente a Ethan con el dedo, y le pidió que saliera a la pizarra a completar un ejercicio.

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13/10/2013, 15:39
- Narrador H -

El pequeño pero acogedor piso de Jennifer empezaba a iluminarse con la luz de la mañana, y Eric se sintió más aliviado, pues la noche había pasado y su protegida estaría a salvo, al menos hasta el siguiente anochecer.

Y es que la noche anterior, poco después de las nueve había recibido una llamada urgente de Jennifer. No por teléfono, sino por medios más mágicos, por así decirlo. Gritó su nombre, Eric lo oyó a través de la distancia, y orbitó hacia ella.

Lo que se encontró fue a la chica herida, con unas marcas de mordiscos en el hombro izquierdo. Mordiscos monstruosos y sobrenaturales. No salía sangre de las marcas, pues estaban cubiertas y rodeadas de escarcha. La chica tenía una expresión horrorizada y asustada. Estaba tumbada en el suelo, en un callejón cubierto de basura e inmundicia, con los claros signos de estar habitado por mendigos que no estaban por allí, al menos no a plena vista.

Lo primero que pensó fue en agacharse a sanarla, y así lo hizo. Tres decimas de segundo después Eric se dio cuenta de lo que fallaba. ¿Dónde estaba el atacante?

Bien, el atacante no se hizo esperar, y pronto Eric sintió un gélido aliento en su espalda, seguido del punzante dolor de un mordisco en su hombro. Dientes horribles, gélidos como témpanos. Eric agarró a lo que fuera que le estaba mordiendo el hombro levantando las manos y lo lanzó por encima de sí mismo, como un luchador de judo. Lo que salió volando era un hombre de cuello para abajo, pero un amasijo de dientes y escarcha de cuello por encima, con ojos tan negros que relucían con una luz azul fantasmagórica. Se estampó contra el muro y Eric aprovechó para agarrar a su protegida y llevarla a su casa, donde estaban el resto del Coven.

Allí buscaron en su libro de las sombras, que era más amplio y contenía más información, hasta encontrar información sobre aquel monstruo. Un Hálito de Hielo, un monstruo que se alimenta de brujos y brujas, preferentemente buenas, y que sólo existe durante la noche y se desvanece al amanecer, para reaparecer con el ocaso. Así durante tres días, durante los cuales tiene que hacerse con su presa.

Así que fueron a su piso, cerraron todas las puertas y ventanas, barrando todo lo posible con muebles y otros trastos. Y se quedaron en el comedor, donde había más espacio para huir, si fuera necesario. Y ella se durmió en el sofá.

Pero lo peor había pasado. Tendría que aguantar dos noches mas así.

La luz recorría poco a poco los centímetros del suelo, reptando, iluminando la habitación con gentileza, hasta que llegó al rostro de la chica y la despertó. Y ella le vio y sonrió.

- Gracias por quedarte.

Eric quiso responderle, pero su gesto se torció cuando un dolor intenso empezó a recorrerle. No era un dolor suyo, sino el de otra persona. Era algo semejante al vínculo con un protegido, pero instintivamente Eric sabía que ninguno de sus protegidos corría peligro en esos momentos. Entonces ¿Quien era?

El sonido llegó claro a sus oídos, aquellas campanas celestiales que transmitían el mensaje de los ancianos. Otros solo escuchaban las campanas, pero él entendía su significado tan claramente como si fueran voces humanas, y no instrumentos arcaicos, lo que llegaba a sus oídos.

Te hemos enlazado temporalmente con alguien para que puedas seguirla. Una luz blanca. Necesita ayuda. Es urgente, el veneno está a punto de lograr su propósito.

No había tonos ni voces en el mensaje, pero por alguna razón supo que provenía de labios de su mentor: Christian.

- ¿Ocurre algo malo?

Jennifer aún no estaba del todo acostumbrada a oír la llamada celestial, y por supuesto su rostro tenía que estar compungido por el dolor.

- Tengo que irme.

Y se fue. Orbitando, por supuesto.

Llegó a un callejón muy semejante al que había visitado la noche anterior, y el fantasma del dolor de la dentellada le recordó que estos sitios eran peligrosos. Buscó alrededor, esperando encontrarse a aquella fiera de hielo y dientes, pero al contrario, lo único que encontró fue a una chica con un virote de ballesta en el hombro. Estaba realmente en las últimas. Pero no podía hacer nada por ella sin antes sacar el virote... Y lo que es seguro es que no podía tocarlo. Un rápido escaneo mental le indicó que todos los miembros del coven estaban en lugares públicos por el momento.

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13/10/2013, 16:09
- Narrador H -

Alessa se quedó sola rápidamente, sus compañeros de Coven. No tenía nada que hacer durante horas, pero igual gustaba de levantarse y compartir el desayuno con sus compañeros en los casos que se reunían todos en la casa.

La noche anterior Eric se había pasado por allí con su protegida, Jennifer, ambos con marcas de heridas, mordiscos, pero a salvo, ya que él era un luz blanca y por tanto inmune a cualquier cosa excepto a su contraparte oscura y a ella le había sanado él. Pero el caso es que les había atacado un monstruo, y entre los tres estuvieron buscándolo en el Libro de las Sombras. Resultó que era un Hálito de Hielo, un monstruo humanoide de cuello para abajo, pero un amasijo de dientes de hielo y ojos negros como el tizón de cuello para arriba. La cosa solo podía existir durante la noche, y durante tres noches seguidas intentaría dar caza a su presa, Jennifer.

Pasaron la siguiente hora rebuscando entre todos los componentes arcanos, hasta encontrar los necesarios para hacer unas cuantas pociones, una de ellas para dificultar su localización, una para simular la luz del día, otra para paralizar y una última que simulaba el efecto del poder de explosión. Porque no había ni conjuro desvanecedor ni poción vencedora, la única forma de derrotar a un Hálito de Hielo era exponerlo a la luz del Sol, y puesto que dejaban de existir por la mañana, esa condición era bastante difícil de alcanzar. Básicamente habían destartalado todos los armarios y acabado con la mitad de los recursos.

Jennifer iba a necesitar más raíz de láudano para la poción imitadora del poder de explosión, y ya que la chica no tenía ningún poder de ataque y la conjuración no surtía efecto en los Hálitos, le hacía mucha falta. Tendría que ir a comprar más raíz de láudano, sin parecer una suicida exótica en el proceso, y de paso reabastecer algunas de sus existencias, así que después de recoger el desaguisado de la noche anterior, salió a comprar.

***

Las campanillas de la puerta repicaron dos veces, una al abrir la sencilla puerta de cristal con marco de aluminio, dejando pasar a Alessa al interior, y otra cuando esta volvió a cerrarse.

La tienda parecía una farmacia común, el color predominante era el blanco, todo estaba distribuido en estanterías, era muy limpio y antiséptico. Era casi anti climático, pues en realidad no era una farmacia normal, sino un apotecario, una tienda de productos homeopáticos, la mayoría de ellos de origen chino, como el dueño.

Éste era un hombre asiático, chino como sus propios productos, pero ahí acababa el tópico, pues no era un anciano barbudo cuyo conocimiento provenía de una tradición oral exhaustiva y que se retraía a decenas de generaciones. Era un hombre mayor, eso sí, en la primera mitad de su séptima década de vida. Pero era un hombre inteligente a la par que sabio, que había montado un negocio moderno, al que la gente foránea no le daba "vergüenza" acercarse, dándole la apariencia de una farmacia común. Pues en el fondo, eso era, una farmacia, sólo que con productos naturales en vez de manufacturados. Él mismo se veía bien cuidado, bien afeitado y vestido con elegancia bajo la bata

Había una pareja de jóvenes, aproximadamente de la edad de Ethan y los gemelos, delante de ella. Pidieron con una mezcla de nerviosismo y ansiedad un saquito de té de Yohimbe, un poderoso afrodisíaco, y se fueron sonriendo, ella con la mano en el bolsillo trasero de él, una mano inquieta.

Alessa se acercó y le extendió la lista al hombre, éste la miró con una sonrisa sincera, y empezó a llenar los saquitos con las hierbas y otros componentes de la lista. En un momento en concreto, llamó a gritos a alguien, en chino. Una voz femenina le respondió desde el interior.

- Entenderá usted que no tengamos algo tan peligroso como el láudano aquí a la vista de todos. - le explicó, con su sutil acento chino - Además debería tener cuidado, si es que quiere ocultar su naturaleza. Comprar todos los productos para una poción de explosión en un mismo sitio es descuidado.

Esto lo dijo también sonriente, cómo si no le importara. Igual que si estuviera dando un consejo para eliminar yagas de los pies. En ese momento salió de la trastienda una mujer de mediana edad, rondando los treinta, también asiática, con el saquito restante que quedaba de su compra. Se lo dio al hombre y se volvió a esconder, como si estuviera molesta por haber sido interrumpida en algo importante. El hombre se volvió a dirigir a Alessa, aún con el saquito en sus manos y sin intención de dárselo a la chica, no sin antes hablar con ella.

- Seguro que usted cree que sabe lo que se hace, pero tenga cuidado con esto. No lo abra si no es de imperiosa necesidad, no lo huela, intente no tocarlo con las manos desnudas. Y sobre todo, cuando tenga el producto acabado, no lo lance cerca de ningún humano.

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13/10/2013, 16:20
- Narrador H -

Scott salió de madrugada de casa de Eric e Ethan, tenía que pasar por su propio piso para cambiarse, darse una ducha y acudir al trabajo. Se dirigió hacia la estación de metro, y vio en el panel de información que su metro estaba a punto de llegar. Se apresuró a comprar un billete en una de las máquinas, golpeando impacientemente el suelo con los pies, y arrancó a correr con el cartoncillo de la mano en cuanto la máquina lo escupió. Pasó a través de las puertas de seguridad y el tren aún estaba allí. Corrió hacia la puerta más cercana, preparándose para saltar si fuera necesario - no había nada que diera más rabia que perder un tren ante tus propios ojos. Pero ocurrió algo que le dejó sin palabras. Un hombre que estaba de pie junto a la puerta, vestido con una gabardina parda, con barba de candado y cabello largo atado en una cola de caballo levantó una mano y le empujó cuando estaba subiendo.

No fue un empujón brutal, pero le cogió en mal momento y por sorpresa, y trastabilló hacia atrás, intentando mantener el equilibrio. Para cuando logró estabilizarse, las puertas se habían cerrado, y el hombre le miraba desde dentro, con una sonrisa satisfecha.

Tuvo que esperar al siguiente tren, cuatro minutos después. No era una gran pérdida de tiempo, pero la simple falta de lógica de lo que acababa de suceder le daba ganas de inundar la estación de fuego y destrucción.

Llegó a su parada exactamente trece minutos y cuarenta segundos después, y algo más calmado  recorrió las neoyorquinas calles hasta llegar a su bloque de pisos. Extraño. La puerta de abajo estaba abierta. Subió por las escaleras y cuando llegó a su piso, lo que vio casi le dejó sin aliento. Había un chico de más o menos su edad, cabello oscuro, delgado, tapado hasta la nariz con ropas negras y una bufanda, arrodillado ante su puerta, hurgando en la cerradura con una ganzúa. Ambos se vieron a la vez, y el chico salió corriendo escaleras arriba. Scott empezó a perseguirlo, pero dos pisos después se dio cuenta de que no estaba persiguiendo a nadie ya, no había pasos por delante de él.

Volvió a su casa y se encontró con Paul sentado en el sofá, con el portátil en las manos y sus enormes cascos tapándole las orejas, posiblemente trabajando sin darse cuenta de que el amanecer estaba a la vuelta de la esquina. Y que casi había entrado un... alguien.

Discutieron un rato, Scott gritando desde la ducha, sobre los hábitos de sueño de Paul, su futura ceguera si seguía tanto tiempo ante la pantalla de su portátil, y su casi inminente muerte ante el ataque de un desconocido que había estado a punto de colarse en la casa. Un desconocido posiblemente mágico, por cómo había desaparecido, aunque cabía la posibilidad de que fuera el mejor ninja de la historia.

Scott estaba apilando discos cuando escuchó la voz de su jefe, hablando sobre algo que le llamó la atención. Huelga decir que la voz de su jefe, que se ganaba la vida hablando con millones de personas que no estaban allí, era una constante en su trabajo y había pasado a formar parte del paisaje, como un cuadro feo o una planta en un rincón donde no molesta. Se tiraba todo el día haciendo sus tareas e ignorando al hombre, entre otras cosas porque cuando éste hablaba directamente con Scott, al rubio le hacían falta todos los recursos aprendidos a lo largo de su vida para contener su ira, pues el hombre era un pedante insufrible cuando no estaba en el aire. Los sueños de Scott estaban plagados de imágenes de su jefe convertido en pulpa de engreído bajo sus puños.

Así que Scott ignoraba tanto como podía a su jefe. No quería perder el trabajo. Pero hoy estaba hablando - entre canción y canción - sobre las noticias tontas del día. Siempre hacía alusiones a la gente que decía haber visto alienígenas, conjurado al demonio y haber sido acosado por el fantasma de su suegra. Pero ese día mencionó una noticia "real", según la cual varios vecinos habían visto luces extrañas salir de una casa, y relámpagos salir despedidos de una de las ventas del ático. Locuras, aquello solo rozó la mente de Scott. Pero después mencionó el testimonio de una pareja de adolescentes que habían estado retozando en el parque cuando vieron aparecer a tres personas entre pequeños orbes de luz blancoazulada. Eso SÍ que llamó la atención de Scott. Según la chica de la pareja, después aparecieron de la nada otras personas, y una rápida sucesión de luces después, solo quedaba allí una chica herida, que se alejó renqueando. Cuando investigaron el lugar, sólo encontraron un reloj de bolsillo que le había caído a uno de los hombres.

Su jefe concluyó su diatriba y puso una tanda de canciones, lo menos cuatro seguidas. Tenía que ir al baño y acostumbraba a tirarse allí veinte minutos como poco. La broma de los becarios es que necesitaba un All-Bran... pero quizá era una broma demasiado acertada, y nadie se lo había dicho nunca a la cara. El caso es que estaría ausente de su cabina durante un tiempo. Podría averiguar en su ordenador el número de teléfono de aquella pareja que lo había visto todo. O podría preguntárselo a Sean, el becario que estaba al tanto del teléfono y le pasaba las historias a la estrella. O podría ignorarlo todo. O podría pensar en el tío que le había empujado fuera del tren, y luego el tío que se había querido colar en su casa. Y luego estaba eso. Que complicados eran los problemas cuando no se les podía amasar a puñetazos.

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13/10/2013, 16:57
Eric Thomas Hunt

A Eric le extrañó, y mucho, que así como así le vincularan con otra persona, pero siendo tal como era ni siquiera se lo planteó más de lo necesario. Se despidió de Jennifer rápidamente, puesto que aquella Luz Blanca estaba en peligro, y orbitó al lugar donde se encontraba lo más rápido posible... el veneno de Luz Negra actuaba muy rápido.

Cuando llegó al callejón y encontró a la chica allí, lo primero que le vino a la mente fue sacar el virote que le atravesaba el hombro... Y si no fuera porque era un virote de Luz Negra lo hubiera hecho, pero tocar aquello podría ser peligroso, por no decir mortal. Su Coven al completo estaban esparcidos por ahí... y todos en lugares públicos, así que solo quedaba una solución, Jenni. Cogió a la chica en brazos y orbitó hacia el apartamento del que acababa de salir.

Cuando arribaron, la bruja se encontraba en la cocina, había ido a por un vaso de leche... así que cuando volvió al salón, encontró a Eric dejando a la joven sobre el sofá en que antes había estado ella acostada.

Date prisa Jen, suelta eso y ven aquí.- En aquel momento el vaso de la chica cayó al suelo, rompiéndose en el proceso, mientras que la joven corría hacia donde se encontraba el Luz Blanca con la otra joven agonizando -. Con mucho cuidado, sujeta el virote y sácalo lo más recto que puedas.

Pero... Eric.- rezongó la chica durante un segundo.

¡Tú hazlo!, yo no puedo tocarla... veneno de luz negra, ya sabes. Envuélvelo con ésto si te sientes más segura.- Sacó un pañuelo de tela del bolsillo y se lo tendió rápidamente.

La joven cogió el pañuelo, envolvió el virote y con pulso tembloroso, comenzó a sacarlo lentamente... cuando consiguió relajarse un poco terminó de extraer el virote con algo más de prisa, y lo soltó rápidamente en el suelo.

¿Y ahora? .- Preguntó la chica. 

Pero antes de contestarle, el Luz Blanca la apartó suavemente a un lado, se frotó las manos, crujió sus nudillos, las colocó encima de la herida y se concentró.  

Durante un rato, puesto que el veneno estaba bastante extendido, las manos de Eric brillaron con un fulgor Áureo, una luz brillante... La herida poco a poco se cerró y los sudores fríos que recorrían el cuerpo de la otra Luz Blanca cesaron. Ahora solo faltaba esperar a que se despertara.

Por favor Jen, tráeme un balde con agua, y unos paños... en estos casos suele persistir la fiebre unos momentos, y hay que ayudar a bajarla.- Tocó la frente de su paciente y esperó a que la Bruja le trajera aquello que había pedido, para acto seguido colocarlo en la frente de la otra chica.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Gastaré un punto de Voluntad para añadir 3 dados a mi reserva

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15/10/2013, 14:36
Ethan Hunt

Family

La noche comenzó de la manera esperada. Alessa se había dejado caer por casa así que aproveche su presencia para que hiciera nuevamente de profesora improvisada, como otras tantas veces le había pedido, pues en temas de conjuración andaba verde.  No puedo decir que la chica no sepa explicar o captar la atención, solo que no a alguien como yo que tenía más interés en sus atributos femeninos que en los docentes, así que como es de esperar, no me entere de nada y cuando ella se esforzó por que prestara atención a lo que me explicaba, comencé a aburrirme.

Fue entonces cuando llegaron los hermanos con otro error de aficionado. ¿Qué pretendían conseguir con un hechizo así? Suspire molesto en vez de saludarles, aquellos errores nos daba mala fama a los demás. Aunque realmente no podía culparles pues en su familia no habían tenido un ambiente mágico. Aquello también me pareció aburrido, por suerte Scott vino a salvar la noche y mientras cada uno hacia lo que le venía en gana, yo estaba entretenido con él, aunque no conseguí nada tampoco, no sé si me explico.

Pero ¿Qué fue lo horrible de la noche si tuvimos escenas divertidas, escenas de acción, escenas de calma con los amigos? Pues lo malo de la noche fue que cuando a la mañana siguiente me levanté, mi cama estaba vacía a excepción de mi persona.

***

Pase la mano suavemente por las sabanas tras sentarme, aquella noche había sido algo aburrida para mí a pesar de su ajetreo. No había podido escaquearme con nocturnidad por la ventana ni invitar a Sam, demasiadas cosas sobrenaturales a mi alrededor. Seguro que Eric estaba encantado de mi falta de golferio, a pesar del ataque a su protegida.

La mañana comenzó de manera distinta a las demás y eso me dejo mal cuerpo. No pude darle un abrazo matutino a Eric, ni intentar robarle el café, ni quitarle cinco pavos para comprarme uno de camino a clase, en el Starbuks. Tampoco pude contarle mi estrambótico sueño sobre psíquicas buenorras, caballeros pussys con palos y tonterías de esas. Eric no estaba y ese ambiente familiar del que siempre intentaba escapar, se había ido con él.

Con todo ello cuando vi a los tres, los gemelos y Alessa, desayunando, no me encontré con fuerzas ni ganas de aguantar alguna tediosa conversación, o animada, tanto me daba. Cogí una tostada y me marche al salón a ver la tele, apartándome de los demás. Cuando llego la hora de marcharme lo hice. 

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15/10/2013, 17:37
Ethan Hunt

La profesora Highweather era una mujer tan reseca en comportamiento y carácter que levantaba envidias entre las momias de la meseta de Guiza, de donde seguro se había escapado. En el instituto corría el rumor de que tenias una maquina rejuvenecedora con la cual nos robaba las energías a los jóvenes para mantenerse eterna, de ahí a que el sopor de sus clases fuera insoportable. Otros menos divertidos decían que se conservaba en formol y que sus clases eran simplemente aburridas. No es que supiera quien había iniciado esos rumores, claro…

- ¿Sabes la nueva? – Me dijo Sam, nuestras cabezas estaban tan pegadas que los cuchicheos solo los escuchábamos nosotros. – Dicen que le daba clase a Tutankamón y que ya era vieja…

- ¡Qué coño! – Espete pero en el mismo tono intimo. – Le daba clases a Dios… - Deje una solemne pausa. - … y ya era vieja

Las risas con las que comenzaron la clase terminaron en cuanto termino de montar el proyector y las sombras de la, todavía, noche se intensificaron al bajar las persianas. Momento en el que Sam y yo caímos dormidos, yo apoyando mi frente en el brazo derecho, él en su izquierdo, cabeza con cabeza, piojos con piojos, totalmente espejados y seguros de que Clarisse estaba tomando nota como una descosida.

***

Terminada la clase de historia, la luz se hizo y nos despertamos ambos. Clarisse se había marchado, seguramente al excusado como hacían siempre las chicas… que molesta.

Nos sentamos en nuestras mesas y seguimos con la conversación y los planes de cómo extender ese nuevo rumor de la profesora Highweather, que por supuesto, “nosotros no habíamos inventado”. Comencé a sacar mis apuntes de lengua cuando Clari, manera de llamarla que ella odiaba, entro, y no se nos acerco, casi se nos tiro encima, un atropello en toda regla, deberían de apuntar la matricula.

- La sustituta de matemáticas es un bombón. – Dijo.

- ¿Ahora eres tortillera? – Dije con sonrisa sardónica, obviamente exagerada, ella solo negó.

- ¿Sabéis lo que quiere decir eso? – Concluyo Sam.

Los tres nos miramos y al unísono saltamos sobre nuestras sillas y comenzamos a hacer los trabajos de lengua. Habíamos pensado usar la hora libre, pero ahora que no la teníamos, debíamos hacerlos en los descansos o pagar las consecuencias.

Pude terminar mi parte, a pesar de los distintos focos que me producían despiste. La gente ablando y lo que era peor aún, los besuqueos en el armario de detrás mía. Algo que provocaba que moviera mi pierna izquierda de una forma demasiado suave para ser un tic nervioso. Dando por hecho que se rozaba con la derecha de Sam, aquello era algo más que una declaración de intenciones.

Levanté la vista y la vi, la mujer más despampanante que había visto nunca, bueno, eso tal vez es exagerar, pero una de las más potentes sin duda. Su andar nervioso me indicaba que sería la próxima victima de la piscina de tiburones que componíamos la clase.

Atravesó la puerta y pude apreciar el resto de su belleza, y su atractivo andar. Puede que no se esforzara pero era una mujer extremadamente seductora. Si Ángel la hubiera podido captar seria un pervertido feliz.  

¡Ja! – exclamo Sam en mi oído para que solo yo le escuchara. - Apuesta lo que quieras a que más de uno se la casca en su honor en cuanto llegue a casa.

 

- Yo, por ejemplo. – Reconocí. - ¿Te vienes a “hacer los deberes” esta tarde a mi casa? Eric no está… - Ese comentario con ese tono componían la segunda declaración de intenciones.

El resto de la situación avanzó rápido, ella comenzó a caminar muerta del a vergüenza, tropezó, supongo que consigo misma, perdió un tacón y se cayó. Buena parte de la clase comenzó a reírse, Clarisse se tapo la boca horrorizada, Sam, algo mas cortes se mordió la lengua para no reír y yo simplemente tome el pesado libro de lengua y se lo lance a Gordon, directamente a la cabeza, pero antes de darle, escuche un chasquido de dedos.  

 

 

 

Levante la vista de mis apuntes de lengua y vi a la nueva profesora de matemáticas entrar por la puerta como un vendaval que a poco no se lleva la puerta. No se presento, esta vez. ¿Esta vez? Fuera como fuere era una despampanante mujer que despertaba mis fantasías y la de mas de uno. 

¡Ja! - exclamo Sam en mi oído para que solo yo le escuchara. - Apuesta lo que quieras a que más de uno se la casca en su honor en cuanto llegue a casa.

 

 

- Esto me va a producir dolor de cabeza.

- ¿El qué? – Replico mi amigo.

- No importa, esta tarde en mi casa, no tienes excusa. – Resumí lo que sabía que había dicho antes.

Todo comenzó a ir de manera distinta a como la recordaba, era todo confuso y ya comenzaba a olerme lo que pasaba. Gordon se comporto como un gilipollas, nuevamente y ella respondió de manera agresiva. Entonces lo vi claramente, chasqueo los dedos y todo pareció retroceder. Era sobrenatural sin duda ¿Pero qué tipo?

Al final Gordon se gano la expulsión y un castigo… cruel. ¿Esperaba que un adolescente le hiciera una tesis doctoral? Bueno, puede que se lo mereciera, si, la verdad es que el señor “Freeman” se lo merecía.

La clase se alargo hasta el infinito, confirmando mis sospechas de que aquello me daría dolor de cabeza y solo cuando estuvo a punto de concluir fui llamado a la pizarra a hacer un ejercicio.

Me levanté y comencé a caminar despacio por el pasillo, con las manos en los bolsillos, de manera indiferente, con un carácter de chico rebelde que tanto atraía a las masas en general, en uno u otro aspecto. Si, lo estaba haciendo a propósito para captar la atención de todos, queriendo que Sam aceptara el plan propuesto anteriormente, queriendo deslumbrar a las féminas y ganarme la lujuria de ese bombón de profesora que tenía que ser mía. Utilice todas las dotes de seducción que aprendí en mis años con Ángel, sin abandonar mi juvenil masculinidad. Sin duda creo que algo conseguí, ¿Pero fue suficiente?

Tome la tiza y comencé a escribir, resolviendo poco a poco el ejercicio de manera satisfactoria, pero de vez en cuando me paraba.

- Hay, esto no está bien. – Chascaba los dedos, borraba con el puño y reescribía. – Creo que esto tampoco. – Dije un poco más adelante, repitiendo la escena.

Senti los nervios de la profesora, puede que por mi actuación al caminar, o puede que por sentirse descubierta, la cuestión es que cuando la mire y le guiñe un ojo con complicidad ella chasco los dedos y todo volvió al principio del ejercicio.

- Esto es realmente molesto.

Mi tono solo podía ser escuchado por ella, que fue testigo del tedio que me provocaba tener que empezar el ejercicio de nuevo, esta vez sin meterme con sus chasquidos, aunque ya no era necesario, mis comentarios debían ser prueba suficiente para que supiera que no me veía afectado por ellos.

- Terminado. – La mire con una sonrisa de medio lado, dejando la tiza en su lugar. – ¿En el cambio de clase me explicarías este ejercicio?

Con mi índice señale el ejercicio siguiente del libro, pero no sin antes ponerme de cuclillas al lado de la mesa, apoyando los dos brazos y dejando ver solo la cabeza. Un gesto típico en muchos adolescentes, pero que en ese momento y tratándose de mí, pretendía ser un juego de seducción y miradas. 

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15/10/2013, 20:36
Diana

La chica se despertó con un arranque de tos que la obligó a incorporarse, en cuanto la luz dejó de caer sobre su cuerpo. Jennifer dio un pequeño salto hacia atrás, sorprendida, pero se apresuró a ir a la cocina a por un vaso de agua que la chica aceptó casi sin mirarle.

La joven luz blanca se bebió medio vaso de un tirón, y entonces empezó a mirar alrededor, intentando averiguar dónde estaba y con quién. Debió de percibir algo en Eric, pues se relajó tras mirarle unos instantes, sabía que era un compañero luz blanca, que le había sanado la herida.

- Gracias.

Inclinó la cabeza también, reforzando su sentimiento de agradecimiento. Esto le hizo sentirse mareada, nauseabunda, y se dejó caer de espaldas en el sofá, recuperando poco a poco el sentido del equilibrio. En cuanto Jennifer vio esto, se acordó del paño y el agua que se suponía debería haber traído, y se puso manos a la obra.

- Supongo que no sabes dónde está Josh. - medio sonrió, con los ojos cerrados y el antebrazo en la frente - Veníamos de otro... plano. Otro mundo, si quieres. Él es importante y veníamos aquí para estar protegidos. Se suponía que cuando llegáramos tendría que ponerme en contacto con algún luz blanca de vuestro mundo, y buscarle asilo. Pero era una trampa - se golpeó en una pierna, enfadada - Se suponía que un trío de ancianos estaba en este lado haciendo el ritual que nos trajo, pero en su lugar habían warlocks. Fui herida antes de que pudiéramos hacer nada. Aaron y Josh continuaron la huida sin mí, era lo sensato, Josh es el que importa.

Llegó Jennifer con el paño y el agua, y le hizo señas a la chica para que se tumbara y empezar a aplicarle el mismo.

- No pude verlos muy bien, la cosa fue demasiado rápido, no esperábamos encontrar peligro a este lado. Sólo pude ver un poco a una de ellos, una chica asiática, pequeña, pero con mirada mordaz. Espero que Aaron y Josh estén bien. El chico tiene un poder, el poder de hacerse indetectable, imperceptible, a sí mismo y a los demás. Si todo ha ido bien estarán protegiéndose gracias a eso, pero no puedo saberlo, no puedo comprobar si están bien y no sé si es porque están protegidos, o muertos. Espero que lo primero. Pero nos encontraron en el parque, a pesar de que Josh nos cubría. Así que no lo se... Vamos a necesitar la ayuda de vuestros Ancianos. Oh, mi nombre es Diana.

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16/10/2013, 00:39
Miranda Lawson

Cuando Ethan se puso en pie, el simple arrastrar de la silla hacia atrás atrajo la atención de la clase. Su paseo hasta la pizarra no pasó desapercibido por ningún par de ojos. Fue una batalla encarnizada entre la sensualidad innata, automática y pasiva de Miranda, y la sexualidad practicada, elaborada e intencionada de Ethan. Una batalla entre colosos, Godzilla contra Gamera, el público del aula interpretando a las multitudes de Tokio; Superman contra Bizarro, ambos con un poder tan elevado y parejo que su batalla podría durar edades completas; King Kong contra un T-Rex, un espectáculo del que no se puede despegar la mirada. Una lucha por la atención de los presentes, por incrementar el riego sanguíneo a sus partes genitales.

Pero la batalla acabó en empate técnico. Las multitudes estaban todas ya exaltadas, por el uno o por el otro, y era muy difícil decir quién encandilaba a quien. En condiciones normales la clase hubiera estallado en aclamaciones y silbidos, pero dadas las circunstancias, solo pudo sumirse en el más palpable silencio.

 

En cuanto a la misma Miranda, no se vio afectada por las proezas de Ethan. Demasiado tenía la mujer con aguantar la compostura, como para reaccionar a la actitud de uno de ellos. Podría habérselo tomado como un ataque más, como el del propio Gordon. Pero estaba demasiado cohibida y nerviosa. De todas formas la exhibición no iba encaminada a hacerle sentir "acosada", no era como las puyas de la "primera" vez. Así que lo dejó estar.

Pero Ethan no se detuvo ahí. Empezó a mimetizar a la propia Miranda, chasqueando los dedos de forma que sólo ella entendiera el mensaje: "Sé lo que haces, lo recuerdo".

Así que Miranda se volvió a dejar llevar, y chasqueó los dedos. El ejercicio estaba otra vez en blanco, y esta vez Ethan lo hizo sin dar una escena. Pero luego se acercó a ella, impávido, atrevido.

- Sin problema. - le miró, confusa, aterrorizada, furiosa. Pero no reaccionó expulsándole, no volvió a chasquear los dedos, y decididamente no rehuyó su cercanía. Algo, por poco que fuera, tendría que haberle calado la actuación de Ethan - La clase ha acabado. Traed para el próximo día completados el resto de ejercicios de la página 147.

El silencio se rompió, un ruido atronador emergió del aula al combinarse las gargantas de una treintena de alumnos con el arrastrar de una treintena de sillas, y al que se unió el timbre del instituto. Todos empezaron a irse, comentando sin duda las gracias y desgracias de la nueva profesora. Sam y Clarisse marearon un rato por allí, haciendo tiempo, pero pronto vieron que Ethan no tenía intención de irse y tampoco la profesora Lawson. Así que se fueron, sólo ellos dos permanecieron. Entonces habló la profesora.

Sella el eco en esta estancia

Cierra el paso al indeseado

Ofusca y no dejes constancia

Pues solo la verdad ha hablado

Aquel bajo tu vigilancia

Una especie de cubo se formó entre la profesora y el alumno, transparente e inmaterial. Y este creció a pasos agigantados hasta encajar con los confines del aula.

- ¿Y bien? - la mirada de la señorita Lawson era, para sorpresa de Ethan, inescrutable.

Determinación + Magia o Voluntad - 3 para poder mentir de ahora en adelante. Un éxito te permite mentir pero el otro sabe que has mentido, 2 es un 50% de posibilidades, 3 o más: no sabe que mentiste.

Determinación + Magia o Voluntad -1 para abandonar la sala. Un simple éxito te lograría la salida. (Esta hecho para que no entren, no que no salgan)

Notas de juego

Pendiente de que Klaymore me diga si las tiradas o elección de características son feasibles y razonables.

Klay Dixit: Lo son. Puedes dejar Voluntad sola, sin Determinación, o no, pero lo son.

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16/10/2013, 03:07
Ethan Hunt

¿Por qué lo hice? Ahora mismo era el tío mas estúpido del universo, mágico, superando incluso a los gemelos. Me había dejado encerrar en un… lo que fuera y lo mejor es que no estaba intentando escapar o defenderme, aunque si estaba alerta, como paran o estarlo.

Me senté en la mesa, mirándola, cara a cara y sonriéndole con la gracia acostumbrada y con seguridad en mi mirada. Utilice dos dedos para “caminar” por el libro, hasta pararme en el ejercicio que le había preguntado, dando un par de golpecitos sobre él.

- Lo cierto es que quiero que me expliques el ejercicio, en serio. – Dije con falsa sinceridad, no pretendía disimular mi mentira, es más, la exageraba. – Bueno, vale, tal vez piense que eres la mujer más atractiva que conozco actualmente y quiera pasar tiempo a solas contigo. – Apoye mis palmas sobre la mesa, mi juego corporal seguía en la línea que había tomado al caminar por el pasillo de mesas de camino a la pizarra. – Se que eres un poquito más mayor que yo, aunque ese poco no puede ser mucho, pero de verdad eres muy interesante.

Trate el tema con cortesía, a diferencia de Gordon, no quería que se me interpretara como un acosador sexual o algo por el estilo. Le di la verdad, me atraía físicamente y se lo dije sin tapujos, pero sin groserías.

- Vaaaale. – Arrastre la voz y reconocí en última instancia. – El tema de los lapsus temporales y de los constantes chasquidos también me escama un poco, comprende que la hora de clase se ha convertido en cuanto ¿Hora y media? Por no hablar del ejercicio que he tenido que completar dos veces. – Hice un movimiento rotatorio con la cabeza para volver a mirarla con intensidad y con esa expresión de gamberro listillo que tanto me caracterizaba. – Bueno, eso y el no saber si tu intención es dañina o no, pues si no has pisado la delgada línea que separa el bien del mal, has estado cerca, y créeme, de eso entiendo, hago equilibrismo con frecuencia.

Cambie ligeramente mi postura sobre la mesa, pero aquello realmente solo era una excusa para llamar su atención sobre mi cuerpo. Un roce de ropa que produjera sonido, o el mero movimiento captado a través del rabillo del ojo, mas juegos de seducción. No solo las mujeres sabían jugar.

- En resumen y en orden de intereses, primero quiero saber si te intereso tanto como tú a mí, ya me entiendes o por el contrario si no tengo ninguna posibilidad. Y en segundo lugar, saber si vas a ser dañina para mí o mi gente, o nada más que tendré que seguir aguantando clases más largas de lo estrictamente necesario. 

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16/10/2013, 21:21
Alessa Hill
Sólo para el director

- Gracias.

 

Fue lo único que Alessa concibió a decir tras quedar sorprendida ante la imprevista charla que el anciano comenzó a tener. Jamás había sido expuesta de aquél modo, pues siempre trataba de ser discreta en cuanto a su naturaleza, es lo que sus poderes le permitían al menos, ya que en caso de no preveerlo, siempre podía ganar unos minutos de fría lógica para pensar qué haría o diría en según qué circunstancias. Y ganas no le faltaron de hacerlo en verdad, de tratar de paralizar al viejo con un gesto disimulado bajo el mostrador y saber si se trataba de un colega brujo o una posible amenaza. Pero el hecho de que la chica asiática se encontrara en la trastienda frenó sus impulsos, pues en caso de que saliera, podría verse en una situación aún peor.

Tras un segundo de eterna decisión, dibujó una suave sonrisa acompañando a sus palabras mientras asentía levemente esperando que terminaran de hacer su pedido. Apartó entonces su mirada y observó algunos de los artículos que siempre se ponen cerca de la caja para atraer la última atención del cliente. Nada interesante, pero una perfecta vía de escape.

Pensó entonces, mientras veía todos los paquetitos de papel que envolvían las plantas, acerca de las pociones que realizaron la noche anterior. Cierto es que el Libro de las Sombras decía que ningún hechizo desvanecedor afectaría a los Hálitos de Hielo, pero entonces cayó en cuenta de la poción de Simulación de la luz del día. Si la poción podía hacer aquello, un conjuro bien podría hacer lo mismo, simular la luz del día, o un amanecer en petit comité donde fuera convocado, y los efectos de tal convocación podrían afectar a los propios Hálitos de Hielo sin tener que convocar ningún hechizo de destierro. Y si todo lo demás fallara, siempre podrían paralizarlos, bien por su poder, bien por la poción que elaboraron, y que Eric los orbitara a Japón, donde con seguridad, el Sol brillaría con ganas. Tenía que compartir con sus compañeros todo aquello.

Y la mirada fija del anciano seguía sobre ella mientras le tendía la bolsa y le decía el precio. La pobre Alessa se quedó en Babia pensando posibles estrategias. Así que volvió a sonreír y dió las gracias con toda su educación británica saliendo de aquél lugar cuanto antes. Ignoraba si tendría que tachar por siempre aquél herbolario, o remarcarlo en el mapa para tenerlo como lugar de confianza. ¡Eso también tendría que comentárselo al grupo! Tomó el 56 y se encaminó para casa, dispuesta a buscar en el Libro de las Sombras algún encantamiento para simular la luz del sol o un amanecer, terminar la poción de explosión y quizás hacer la comida para cuando los chicos volvieran. Al final parecía más un ama de casa que una chica de 21 años, pero la verdad que le encantaba.

Entonces el anciano viejo volvió a venírsele a la cabeza, y la chica de la trastienda, quien tan molesta parecía por haber tenido que salir de la trastienda. 

Estaba sola en casa, así que.... ¿por qué no?

Tomó entonces un bowl grande de ensalada y lo llenó de agua. Buscó un poco de lavanda seca y artemisa, la cual olió y echó sobre el agua donde miraría en su interior. Siempre se dijo que la Artemisa era la planta de la videncia, y la lavanda relajaba con su agradable olor. Quizás ello le ayudara a relajarse y entrar en trance.

Se sentó en el taburete en la mesa de la cocina y con sus manos sujetó la ensaladera. Fijó su mirada en el reflejo del agua, usando su videncia para observar qué estaría haciendo aquella chica en la trastienda en aquél momento. ¿Sería una bruja? ¿una warlock planificando su próximo asesinato de alguna inocente? La imaginación de Alessa ya comenzaba a volar y el deseo de asegurarse de que aquella tienda no fuera una amenaza ya se había apoderado de ella.

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17/10/2013, 20:38
Scott Flanagan

Si Scott no conociese un poco las peculiaridades del mundo mágico, su día le habría parecido aún más raro y surrealista de lo que ya era. Porque encontrarse desconocidos que te empujan fuera de su tren y que alguien intente entrar en tu casa en el mismo día era ya de récord. No podía evitar pensar que si no le hubiesen pillado fuera del tren habría pillado a ese tipo estando ya en casa. Encima Paul estaba con sus cascos sin enterarse de nada, como si cada vez que se pusiese a programar todo el mundo se detuviese. Al menos no había estado jugando hasta las tantas, que lo conocía bien. Muchas veces había vuelto Scott de fiesta para encontrar a Paul a las seis de la madrugada jugando a ese juego infernal que tanto le vicia. Scott lo había probado algunas veces, y le había pillado el gustillo. Pero vamos, que no era como para viciarse de esa manera.

Sea como fuere, hizo su trabajo, lo que le tocaba vamos. Ordenó discos, hizo lo que le ordenaban, traía cafés... Se podría decir que odiaba a su jefe de forma moderada, pero que el hecho de tener una vida normal más allá de sus movidas mágicas era demasiado alentador como para dejarlo ir. Se concentró en no estampar a su jefe contra la pared, y escuchó su programa como hacía siempre.

Muchas veces se sorprendía de lo poco que le gustaba ese tipo fuera del micro, pero el carisma natural de su jefe en el micrófono le hacía olvidar a veces la tirria que le tenía. Se concentró en lo bueno, osea el programa, y reparó en los extraños sucesos que relató su jefe. Aquello le sonaba a magia, vamos. Definitivamente. 

Sus compañeros se enfadarían si no hacía algo por investigarlo, y él era decididamente impulsivo así que... Aprovechó el momento de debilidad de intestino de su jefe para ir hacia su ordenador y tratar de extraer la información que necesitaba. Si conseguía esos números de teléfono podría hacer alguna llamada, hacerse pasar por un periodista de la radio, y sacar algo de información. 

Joder tío, como en las películas.

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17/10/2013, 22:47
Adam Harris
Sólo para el director

La noche había sido muy interesante. Junto a su hermano, habían hecho un conjuro contra el cansancio. Los exámenes estaban a la vuelta de la esquina, así que había que estudiar. Pero no sólo era eso. Las muchachas salían a tomar algo por la noche para despejarse. ¡Y no podían quedarse en casa con esa oportunidad!

Todo funcionaba bien. La tarde fue de estudio intensivo y por la noche... ¡Fiesta! Adam no se sentía cansado, sólo tenía ganas de pasarlo bien. Las cosas se empezaron a poner extrañas cuando todo el mundo se iba a su casa y ellos no tenían sueño. Sin entender muy bien lo que pasaba, se fueron a casa e intentaron dormir.

Pero no lo consiguieron. Llegó la mañana y tocaba la hora del instituto. Adam pensó que se quedarían dormidos, pero su cerebro no descansaba y su cuerpo tampoco tenía esa intención. A la hora del almuerzo, los gemelos se reunieron y hablaron de lo que estaba ocurriendo.

Será un efecto del conjuro... ¿Qué nos contó Alessa de que no hay que usar los conjuros en beneficio propio? Mmm... soltó Adam mientras se acariciaba el mentón. Le encantaba aprender sobre magia, pero a veces su mente desconectaba y pensaba sobre alguna mujer con la que había estado.

Pasó el tiempo y el cansancio no acudía, por lo que su carácter empezó a agravarse y cada vez estaban más nerviosos. El único camino que les quedaba era ir a la casa para que les ayudaran.

***

Y la mañana llegó. Esa noche entre todos habían conseguido deshacer el conjuro y los gemelos habían caído redondos. Aún tenían sueño que recuperar, pero ambos sintieron lo agradable que era tener el cuerpo y la mente medianamente descansados.

El buen humor volvió a Adam, que decidió soltar algún que otro comentario sobre lo provechoso que había sido ese conjuro, aunque hubiera tenido sus consecuencias. Tras un par de miradas de odio de sus compañeros, terminó su café y empezó a empujar a Arnold para que salieran. El instituto estaba bastante lejos y llegarían tarde.

Notas de juego

No se si hay que postear para todos o no, así que lo dejo sólo para el director :)

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18/10/2013, 19:57
Eric Thomas Hunt

 

Cuando la chica se incorporó tosiendo, Eric se apresuró a agarrarla y darle unas palmaditas en la espalda, gesto paternal cuando alguien se atraganta... aquello hizo que la chica diera un respingo hacia atrás, hasta que lo sintió. Ambos eran iguales, ambos eran Luces Blancas... ángeles de la guarda.

- De nada, solo hago mi trabajo.- Una amistosa sonrisa surgió en sus labios, y correspondió a la inclinación de cabeza de la joven, con otra de la misma categoría. Eric hizo un gesto a Jen que le recordó algo que había pedido que hiciera, y ésta los dejó a solas.

- Y ahora dime... ¿Que te ha pasado? .- Preguntó mientras la ayudaba a tenderse en el sofá con delicadeza... el veneno de Luz Negra había estado a punto de matarla, y de cosas así uno tarda en recuperarse.

- Supongo que no sabes dónde está Josh. - medio sonrió, aquello debía de dolerle horrores - Veníamos de otro... plano. Otro mundo, si quieres. Él es importante y veníamos aquí para estar protegidos. Se suponía que cuando llegáramos tendría que ponerme en contacto con algún luz blanca de vuestro mundo, y buscarle asilo. Pero era una trampa - En aquel punto se mostró su frustración - Se suponía que un trío de ancianos estaba en este lado haciendo el ritual que nos trajo, pero en su lugar habían warlocks. Fui herida antes de que pudiéramos hacer nada. Aaron y Josh continuaron la huida sin mí, era lo sensato, Josh es el que importa.

- La verdad es que no tengo idea de quién es Josh... ¿Debería?.- Comenzó a contestar por partes, dándole tiempo a descansar entre frase y frase -. Es extraño... Nadie nos avisó de tal ritual, o por lo menos, no a mí. Podríamos haber intentado proteger la llegada del chico. Y vaya... ¿Warlocks dices? Cada día tienen más recursos. ¿Cómo se supone que se enteraron de que ibais a venir? No tiene sentido.

En aquel momento llegó Jennifer, que se quería ocupar de colocarle los paños a Diana... no sería Eric quien se lo impidiera, por fin hacía algo que no fuera meterse en problemas.

Tras aquel breve inciso la Luz Blanca continuó su relato... se la veía muy afligida.

- No pude verlos muy bien, la cosa fue demasiado rápido, no esperábamos encontrar peligro a este lado. Sólo pude ver un poco a una de ellos, una chica asiática, pequeña, pero con mirada mordaz. Espero que Aaron y Josh estén bien. El chico tiene un poder, el poder de hacerse indetectable, imperceptible, a sí mismo y a los demás. Si todo ha ido bien estarán protegiéndose gracias a eso, pero no puedo saberlo, no puedo comprobar si están bien y no sé si es porque están protegidos, o muertos. Espero que lo primero. Pero nos encontraron en el parque, a pesar de que Josh nos cubría. Así que no lo se... Vamos a necesitar la ayuda de vuestros Ancianos. Oh, mi nombre es Diana.

Al escuchar su nombre, el Australiano se sonrojó.- Perdón, que falta de educación por mi parte... Eric, y ésta es Jennifer, mi protegida, fue ella quien me ayudó a sacar el virote, estuvo cerca.- Una mueca de preocupación se dibujó en su cara, para poco después dar paso a una amplia sonrisa-. Pero estás bien, eso es lo que importa...

Paró un segundo y volvió a humedecer el paño.

-Parece ser una historia complicada... ese chico tiene que ser muy importante para tu mundo cuando os arriesgáis a algo así.- Afirmó el joven a sabiendas que aquellas cosas no eran comunes -. El problema es ese... que si el chico es capaz de hacerse indetectable costará un mundo encontrarlo. Pero sí, necesitamos de los ancianos, te llevaré arriba en cuanto estés lista...

-Jen, ten mucho cuidado... no se cuando podré volver. Pero si me necesitas, ya sabes .- Guiñó un ojo a su protegida -. Solo silba .- Sonrió tiernamente.

Al Luz Blanca esperó con paciencia a que Diana estuviera lista, para dirigirse a donde se encontraba su mentor... el Anciano con el que guardaba una mayor confianza, y aquel que le había permitido salvar la vida de Diana.

 

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19/10/2013, 17:35
Miranda Lawson

Miranda se apartó un poco cuando Ethan se le acercó de aquella manera, aunque su cara se mantuvo impasible. Tardó unos segundos en responder al chico, sopesando las palabras, se podía suponer. Pero entonces fue ella misma quien se inclinó hacia el chico, hacia su rostro. Por un instante pareciera que se dirigía hacia sus labios, su azul mirada capturando la del chaval, dejándolo atado en aquella postura sin el uso de ninguna otra magia que no fuera la de las feromonas, la lívido, y el atractivo exquisito. Pero no, no le besó, en el último momento desvió su rostro hasta llevar sus hermosos labios al oído de  Ethan.

"Yes hreshtak"

Esas palabras sonaron como la miel deslizándose por el lado del tarro que la debía contener, lentas, deliberadas, adherentes. Hermosas. ¿Qué significaban? No era ningún idioma que Ethan conociera, ni siquiera que pudiera identificar.

Miranda se echó hacia atrás poco a poco, alejando su olor almizcleño de las fosas nasales de su "víctima", que no podía sino identificarlo con lo más hermoso que hubiera olido en su vida, fuera lo que fuera eso. Pronto sus ojos volvieron a enfrentarse, y Ethan no vio en ellos el azul oscuro de antes, sino un azul perfecto, dos pedazos del cielo recortados  y puestos allí frente a él. No, el color del cielo palidecía en comparación.

- Soy...

Murmuró ella, y su voz llenó la estancia con lentitud y firmeza. Otra vez la comparación con la miel era lo más adecuado, lo mas semejante a aquel sonido abstrayente y ultraterrenal. Sonaba apetecible, agradable. Irresistible. Pero no solo en un sentido físico y sexual, sino que esa voz bien podría calmar a las bestias, dormir a ejércitos enteros, robarle el corazón a un mundo entero, hacer llorar de emoción al más rudo de los hombres. Era perfecta.

- Un...

Se alejó un poco más, pero puso un dedo en la barbilla de Ethan y tiró de él hacia ella. Entonces el chico se dio cuenta de que la piel de ella relucía con una luz que se resistía a escapar de sus inmediaciones, lenta y dorada, perezosa, fluyendo a su alrededor. Como la miel. Otra vez. Pero solo pudo verlo durante un instante. Le costó un par de segundos darse cuenta de que sólo veía la luz entrecerrando un poco los ojos, concentrándose en no verla, mirando justo un centímetro más allá de donde debería estar, y ahí aparecía. Pero no solo era aquella luz, sino que percibió algo mas, un movimiento blanco, un latir en el viento, una brisa en su rostro. Pues de la espalda de ella, mientras mantenía aquella mirada intensa pero desinteresada que le permitía ver más de lo que debiera, brotaban dos majestuosas alas blancas.

- ¡ANGEL!

Ella gritó, y su grito fue desgarrador, el rostro de ella mostró una expresión feroz. Hermoso, sí, pero sonaba ofendida, contrariada, disgustada, decepcionada. Ethan cayó de culo al suelo, aun absorto en la visión que tenía ante él, y sabiendo que aquella negatividad en el interior de tanta hermosura, estaba creada por él y dirigida hacia él.

- No sé cómo lo haces para retroceder en el bucle conmigo, pero no es relevante. De ahora en adelante refrenarás tus impulsos de flirtear conmigo. No estoy acostumbrada a los humanos, y parece que he ido a dar con  el grupo de edad perfecto para sacarme de mis casillas. - miró a Ethan, ya menos enojada, cada vez era más difícil seguir manteniendo aquella visión, la luz, los ojos azules, las alas, todo era mucho más complicado de ver - Si te preocupa saber si he mentido, así se siente uno cuando otro miente dentro de mi conjuro: Soy una alienígena en forma de hámster gigante del espacio en miniatura que conduce una máquina en forma de mujer que es con la que interactúas ahora mismo.

Durante la última frase, Ethan no pudo menos que sentir náuseas. Esa especie de negatividad le atizó en el estómago, y sabía a ciencia cierta que estaba relacionado con lo que ella decía. Así eran las mentiras en su zona, pues.

Ella le ofreció una mano, para ayudarle a levantarse.

Debes lanzar una Tirada de Conciencia (-2 Dados). Si Fallas, las emociones te consumen (-1 de Humanidad).

Las Virtudes se doblan. Osea, que si tienes Conciencia 4, tienes una Reserva de Dados de 8. Sin embargo, la Reserva de Dados en las Virtudes no puede ser mayor que tu Humanidad, por lo que tendrías 6 dados, menos 2 por la dificultad de no sentirse compungido ante su presencia. Puedes gastar Voluntad para las Virtudes, sumando tres dados a la reserva, aunque solo contarían los 2 que te quedan hasta llegar al seis. Es tu elección.

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19/10/2013, 20:42
- Narrador H -

Adam y Arnold tomaron el camino hacia el instituto con prisa, pero contentos. La noche de descanso les había venido que ni pintada, les venía haciendo falta desde que lanzaran el conjuro, pero simplemente no habían sabido cuanto hasta que desapareció el mismo. Así que aunque aún sentían que tenían algo de sueño "atrasado", su felicidad solo podía ir en aumento.

La conversación de la mañana había llevado algo de luz a los hechos que sucedieran el día anterior en la casa de Eric cuando ellos cayeron redondos. Por lo visto la protegida del mismo estaba en peligro, y habían estado buscando en el libro y trasteando en la cocina, haciendo pociones para protegerla. Pero todo estaría bien, el monstruo solo podía atacar de noche y estaría protegida. Así que lo único de lo que tenían que preocuparse era del día que empezaba.

Llegaron a la estación de autobús con tiempo de sobra, gracias a las prisas que se dieron, y esperaron un rato, viendo pasar a la gente, hasta que su autobús llegó y se subieron. Llegaron más o menos a la mitad del vehículo y se sentaron allí. En el último instante, un hombre entró escurriéndose entre las puertas hidráulicas, que se cerraban sin esperarle. Éste pasó por delante del chófer sin que este se dignara siquiera a mirarle, y sin pagar nada.

Entonces empezó a andar hacia la parte trasera del autobús. Eso no era extraño, la mayoría de la gente no se sentaba en el primer asiento que encontraba. Lo extraño era que, a cada paso que daba, lanzaba una de sus manos al rostro de la gente, pasándoles a meros centímetros de los ojos. Ninguno de ellos pareció siquiera percatarse de la presencia del hombre. No hubo reacción alguna, ni siquiera intentaron apartarle, o se asustaron. Ni pestañear. Nada.

Al final les llegó el turno a ellos, y no hubo manera de reprimirlo, lo habían visto hacer unas quince veces ya, pero cuando la mano del hombre voló hacia sus rostros, se echaron un poco para atrás. El hombre se paró a mirarles, y ellos le miraron a él. Reconociendo la existencia los unos de los otros. El hombre volvió a levantar la mano en su dirección, más lentamente, y pareció sonreír satisfecho cuando los ojos de los gemelos siguieron el movimiento, por poco que fuera.