Partida Rol por web

¿Hablas el idioma enano? ¿Un enano de la fortaleza te avala para instalarte allí? ¿No? Pues no puedes vivir en la Fortaleza de Skalf. Es así de simple. Si quieres vivir en la ciudadela enana tienes que ganártelo.

Melissa estaba decepcionada, se había interesado por casas a buen precio en la ciudadela. El Refugio, el Barrio del Oro y el Barrio del Templo eran sólo para enanos, así que sólo le quedó el Barrio Foráneo, el peor barrio de la Fortaleza de Skalf. después de mucho preguntar, amenazar y comparar había encontrado dos casas de su agrado, así que fue a ver al propietario de la primera. Un stirlandés con aspecto de profesor de universidad.

Compréndeme, yo te vendería encantado la casa, pero si no obtienes el permiso del Pequeño Consejo no podrás vivir, y tendrás una casa en la que no podrás vivir. Tendrás que quedarte en Puerta Muerta.

- ¡¿El Pozo de Sangre de nuevo?! Hmmm, ese infeliz vive en aquél lugar por lo que veo... - Dijo Ambrosio entre maldiciones mientras deshacía sus pasos y se perfilaba ya para partir hacia la arena de gladiadores en Puerta Muerta. Al menos dejarìa atrás aquella miseria de lugar, que tan nefasto le había parecido desde el comienzo.

- ¿La Calle de Los Herreros? ¿Qué demonios forjan aquí estos mendigos? Plagas y pestilencia, y dudo que algo más...

Deshizo sus pasos, temiendo por la salud del que esperaba contratar como compañero en las ruinas. Un fiero aliado, sin duda, una muerte menos incierta que la de los fosos y promesas de oro. Sí, aceptaría.

¿Te apetece un poco de compañía?

No la vio venir. Era un prostituta de la calle que le...¡QUÉ DEMONIOS! Notó una mano en su espalda, más que una mano un puño entero y se giró para ver cómo un niño había intentado sustraerle la bolsa, con mucha torpeza había que añadir.

Me cago en todos los enanos en su cabezonería lejendaria. Llevaba mal todo el periplo, y al fin encuentro un lugar donde puedo vivir y me dice que necesito otro papel, me apuesto lo que sea que habrá impuestos de por medio.. como si lo viera.

-Yo te comprendo- me froto el puente de la nariz malhumorada- vamos a ver... ¿el problema es vivir? pues te la compro, no para vivir, sino como almacen para guardar cosas y un posible negocio que ya trataré con el consejin o como se llame.

El hombre se rasco la oreja y miró al suelo mientras lo pensaba. En la calle había un hombre subido a un tonel lanzando barbaridades sobre los impuestos de los enanos. El interlocutor de Melissa habló.

No sé yo si...si no vive aquí nadie...supongo que no habrá quejas de...no sé yo...¿Qué clase de negocio es?

Miro al hombre del tonel y calculo si ese tonel soportaría a dos personas, cuando vuelve a hablar el propietario.

- Un negocio honrado y de alta reputación-le cuchicheo- nada menos que un respetado cirujano de Nuln, va a poner aquí su consulta- le informo- tendrá como arrendatario una persona que en un futuro podría devolverle el favor- enarco las cejas-.

- ¡Buitres! - Exclamó enfurecido al enterarse de la jugarreta que esos dos planeaban tenderle. Inmediatamente apartó al muchacho de un golpe con su mano abierta y sujetó fuertemente a la mujer de sus ropas, a la par que sacaba una daga de su cinto y la encimaba sobre el rostro de la artera fulana.

- ¿Dime una cosa, preciosa, por qué la cara de espanto? - Preguntó con un semblante claramente perturbado y un tono de voz escalofriantemente suave, punzando levemente a la mujer con su acero al entonar la última palabra.

-¡Pero por que te lo piensas tanto!- Le grito ya completamente harta de todo esto- acepta el dinero y dejate de dudar, que no tengo todo el día, no me hagas sacar el ojo del muerto y apuntarte con él.

Rebusco en mis bolsillos amenazadoramente.

¿Por qué se lo pensaba tanto?

Pues porque seguramente es ilegal-respondió- No, no quiero meterme en problemas, me costó seis años lograr entrar en la fortaleza, no quiero problemas con la ley y que me expulsen...No, no. Gracias por la oferta pero no. Y nada de conjuros conmigo, sé muchas cosas sobre las brujas y conozco a los que ejecutan brujas y herejes, así que largo de aquí.

Suspiro resignada y voy hacia la última casa que puedo comprar... a ver si se me da mejor.... tengo que cambiar de tactica... Quizas si fuera mejor vestida...

El agitador seguía a lo suyo sobre su barril.

¿Por qué debemos pagar impuestos a los enanos? Ellos dicen que debemos hacerlo porque es la ley. Pero, ¿no es igualmente cierto que cuando ellos se reúnen cambian las leyes a conveniencia? El año pasado aprobaron un impuesto sobre las pipas de fumar y como la gente ahora fuma en papel han decidido ampliar el impuesto a la hierba de fumar. ¿O aquel vergonzoso impuesto sobre las naranjas de más de dos onzas de peso? ¿O el impuesto sobre la seguridad urbana? ¿Qué seguridad urbana hay en Puerta Muerta? ¡Ninguna! Y los pobres que viven allí siguen pagando ese impuesto.

¡Son unos ladrones! -gritó alguien

¡Exacto! ¡Unos ladrones! Pero estos ladrones no irán ajuicio porque les ampara una ley que ellos mismos han creado, una ley que les permite confiscar a cualquiera que mire mal a un legislador...legislador...¡ja! ¿Qué clase de hombre de leyes lleva una gran hacha en la espalda y va cubierto de acero?

Cambio de opinión, claro que conozco a un enano que podría avalarme, el herrero que antes vimos, hago memoria del nombre y lo busco.

Tanto la mujer, con cara de espanto, como el pilluelo hicieron amago de huir, pero la actitud del médico les hizo acobadarse y permanecer quietos.

No nos haga daño por favor, mi señor. Por favor.

- Torpe intento, par de ratas de alcantarilla. - Dijo el cirujano suspirando cínicamente con resignación mientras avanzaba hacia la pareja con su cuchillo en mano. - Escuchen atentamente, si vuelvo a verlos cara a cara de nuevo les aseguro que les hendiré el rostro a ambos de tal manera que ni siquiera un balde podrá disimular mi trabajo. ¿Entendido? - Interrogó con severidad el hombre de Nuln, agitándo su arma frente a los maleantes para dar enfasis a sus amenazas- ¡Ahora largo de aquí, bestias miserables!

Mierda, vuelvo a cambiar de opinion, ni vestido, ni enano, ni nada, me voy tal cual roja y enfurecida para tratar de alquilar la ultima vivineda que me queda.