Partida Rol por web

Tras la suculenta cena, la cual no deja indiferente a nadie, marcháis a vuestras respectivas habitaciones para pasar la noche. Ya en la cama, mientras algunos duermen plácidamente esperando con ansias comenzar la investigación de su primer caso, otros lo ven como una buena oportunidad para llevar a cabo sus propios propósitos.

El caso es que Christina Wells vuelve el lunes, por lo que hay dos días para investigar. A tener en cuenta que es fin de semana, y los domingos suelen cerrar los comercios y los edificios públicos.

Arkham Sanitarium
Sábado 23 de Septiembre, 9:31 horas
Por la mañana partís hacia el Arkham Sanitarium después de consultar el mapa de la oficina. El sanatorio se encuentra en el Barrio Centro, al Norte de Arkham, situado en la calle Derby 255 E. La calle Derby es un solar de campo y su paisaje se ve únicamente interrumpido por la imponente institución mental, por lo que se encuentra relativamente alejado del núcleo urbano.

La finca está rodeada por una verja y en su interior hay un amplio jardín cuyo camino abaldosado lleva directamente al edificio principal. El hall es espacioso y está decorado al estilo victoriano, lo que le da un aire de confortabilidad. Una enfermera se halla tras un antiguo y ancho escritorio con varios montones de papeles agrupados.

- Buenos días señores, ¿puedo ayudarles en algo? - pregunta cortésmente. De pronto deja de hacer cualquier cosa que estuviera haciendo, centrándose en vosotros.

 Me dedico a observar la zona de alrededor mientras mis compañeros hacen de interlocutores. Enfermeras, camillas, bancos... todo lo que rodea a esta institución.

-Buenos días, señorita.- digo avanzando un paso hasta acercarme al escritorio donde está la enfermera-recepcionista -Mi nombre es Maximilian Arturo y hemos venido para saber qué trámites son necesarios para ver a Michael Wells o a su esposa.-

—En teoría la hermana del señor Wells iba a telefonear aquí para anunciar nuestra visita —añado a lo dicho por el profesor.

- ¿Michaels Wells y su esposa? - la enfermera parece muy expresiva, y su rostro se tuerce en una clara mueca de confusión hasta que Richard Simmons amplía la información convenientemente - ¡Oh! Ya entiendo. Tengan la bondad de esperar aquí un momento mientras aviso al doctor Hardstrom.

La enfermera, algo bajita y regordeta, sale del hall por el pasillo y desaparece de vuestra vista tras doblar una esquina. Todo queda en silencio, no escucháis nada más que vuestras propias voces y el tic-tac de un pequeño reloj de pared mientras esperáis en el decoroso y confortable hall. Tampoco vísteis jardineros o guardias de seguridad en el jardín, por lo que no parece que haya mucho personal trabajando en el sanatorio durante el fin de semana.

Observando el reloj de pared, del que proviene un regular tic-tac, comprobáis que han pasado cerca de diez minutos desde que la enfermera partió. El sonido de unas pisadas procedentes del pasillo os advierten de su regreso, esta vez acompañada por un hombre de edad avanzada y rostro enjuto y marcado. El hombre se acerca a vosotros mientras la enfermera vuelve a sus quehaceres en el escritorio de recepción.

- Buenos días caballeros. Soy el doctor Eric Hardstrom, director del sanatorio. Encantado de conocerles.

El doctor expande su brazo y os estrecha la mano firmemente mientras os presentáis. Da la impresión de ser un hombre extremadamente serio al que no parece gustarle que le hagan perder el tiempo, aunque por el momento se muestra disimuladamente cortés.

- Son los investigadores de Arcana Agency, ¿verdad? La hermana del señor Wells me avisó de su posible llegada, aunque debo reconocer que no sé hasta qué punto podré ayudarles en su tarea.

El doctor Hardstrom permanece en posición erguida, con ambas manos entrelazadas a su espalda y el rostro impasible.

 El molesto reloj de pared me martillea sin piedad la cabeza con cada segundo de espera. Por mucho que intento despistarme observando la anticuada decoración del hall —el ancho escritorio me recuerda al de mi abuelo— no consigo escapar del tic-tac, pues con el silencio reinante en el lugar el sonido del reloj parecía adquirir el volumen de un cañón. Un maldito cañón que disparaba con cada maldito segundo. La próxima vez me lo pensaré dos veces antes de emborracharme solo en mi habitación la noche antes de empezar con un trabajo. 

Al oír el sonido de pasos que llega desde el pasillo suelto un suspiro de alivio. Un minuto más y seguramente hubieran tenido que encerrarme con Wells. 

—Richard Simmons, encantado —estrecho la mano del doctor—. Espero que nuestra visita no le importune demasiado en sus tareas. 

Era evidente por sus palabras y semblante que el doctor era uno de esos tipos a los que les incomoda malgastar cualquier fracción de tiempo, por pequeña que sea. Casi podría decirse que es una característica ligada a esa profesión. Yo lo sabía bien, de joven era así. 

—Seguro que puede ayudarnos, doctor Hardstrom —contesto rápidamente—. Lo único que necesitamos, por el bien de nuestra investigación, es información sobre lo sucedido al señor Wells y su esposa. Tengo entendido que el primero ya lleva ingresado aquí dos semanas.

 Tras observar la hábil jugada de Simmons al no dar tiempo al doctor a expresar su más que evidente malestar, mi atención se centra de nuevo en el sanatorio. La seguridad es demasiado relajada y sin embargo el ambiente es algo tenso. Son dos cosas que me extrañan.

Me coloco detrás de Simmons, esperando la respuesta del doctor, y su más que previsible charla.

Aún en esta investigación, mi mente no se aleja de Nueva York y sus peligros...

Milton Jacques, mucho gusto. Me presento con el doctor mientras le estrecho la mano con firmeza.

Cualquier tipo de información que nos pueda puede sernos de utilidad. Agrego a lo dicho por Simmons mientras saco un lápiz y una pequeña libreta de mi bolsillo. Por cierto ¿Le importa si tomo nota?

-Maximilian Arturo, mucho gusto.- digo  de manera parca y extendiendo la mano al notar que al hombre no le interesa perder el tiempo, y agrego - Se nos ha encargado averiguar ai ha habido alguna causa externa que haya podido infñluír en los desequilibrios de los Wells, así que cualquier dato que nos pueda facilitar sería de suma utilidad.-

- No se preocupe señor Simmons, atenderles forma parte de mis tareas como director del centro. Además me complace ofrecer mi ayuda a la señorita Wells, ayer parecía extremadamente afectada por todo lo sucedido, y la verdad, no la culpo. Estos hechos han debido de golpear severamente sus emociones, y la mente humana necesita que cierta información sea receptada poco a poco...

El doctor Hardstrom os invita a acompañarle a través del pasillo por el que escasos minutos antes apareció junto a la enfermera.

- En absoluto señor Jacques. Como psicólogo estoy acostumbrado a escribir notas de mis sesiones, y entiendo que sea una parte fundamental de su trabajo como investigador.

El pasillo que atravesáis está igualmente decorado al estilo victoriano, muy iluminado aunque desprovisto de ventanas. Al fondo hay unas enormes escaleras en forma de U que llevan al piso superior. Mientras las subís, el doctor no deja de parlotear.

- Entiendo. - responde al comentario de Arturo acerca de implicaciones externas como causa del desagravio mental - Las causas de la enfermedad del señor Wells aún no se ha esclarecido. Llevamos tan solo dos semanas con él y aún estamos, unos colegas y yo, estudiando su extraño caso. Tal vez su repentina locura se deba a años de presión, una presión que acabó por explotar hace dos semanas, quien sabe. En cuanto a Gabriela... no da la impresión de estar tan afectada, de hecho hay grandes esperanzas de que pueda ser rehabilitada en los próximos meses.

Debéis haber subido hasta el tercer piso del edificio, en cuyas plantas tan solo habéis visto largos pasillos con puertas cerradas.

- No ocurre así con su marido, con quien resulta imposible tratar de mantener algún tipo de conversación. Lo tenemos apartado en esta planta, reservado para los pacientes más... extremos.

Por fin, Hardstrom os conduce hasta una puerta de hierro algo oxidada y cerrada con varias cerraduras de tamaño considerable. En la parte central de la puerta, a la altura de la cabeza, hay unas rejillas desde las cuales podéis observar el interior de la celda. Los sonidos dementes que escucháis son los balbuceos de los pacientes a los que el doctor Hardstrom calificó de "extremos".

- ¿Entienden ahora a qué me refiero? -

 Al oir esos gritos, salgo de mis pensamientos, golpeándome con la terrible realidad. ¿Qué males afectan a estas personas? Es terrible.

-Disculpe Doctor Handstrom, no me he presentado. Mi nombre es Aaron Bloen, perdone mis modales, es sólo que... no me gustan este tipo de lugares. Ruego disculpe mi falta de cortesía.

Intento evitar mirar a los enfermos, mientras mi mano baja al bolsillo derecho, buscando un trozo de papel con el que disimular el estrés.

"Vaya, vaya.... poco vamos a sacar de este." pienso mientras miro el cuadro con aire apesadumbrado, sin embargo me esfuerzo por no parecer afectado y digo mirando a Hardstrom -Y dígame, Doctor ¿El señor Wells está estable desde su llegada?¿Ha presentado alguna mejoría?¿O ha emperodado en su estancia aquí?-

- No profesor. Como le he dicho el señor Michael Wells está internado en esta planta precisamente porque su estado es deplorable, y aún no tenemos los datos suficientes como para plantear alguna mejoría en su estado.

Michael Wells es visible desde donde estáis, y lo véis en un estado lamentable, tal y como os cuenta le doctor. No deja de murmurar entre dientes y pasa todo el tiempo encogido.Sin duda el doctor tiene razón y sería imposible mantener conversación alguna con él.

-Imagino que probablemente serán incoherencias y frases sin sentido pero... ¿Alguien ha apuntado las cosas que murmura?- pregunto realmente intrigado. Esta es la primera vez que me enfrento a un problema que depende de personas y no de leyes establecidas y eso, sumado a mi habitual predispocisión ante un misterio (aunque generalmente en ciencias) me causa una excitación casi palpable.

Este tipo esta acabado. Es completamente imposible que alguien en este estado tan repugnante pueda recuperar la cordura, ni siquiera con toda una vida de terapia y tratamientos. Se pudrirá tras esta puerta de hierro oxidada, sin duda, y lo cierto es que me reconforta saberlo. Solo de pensar que alguno de estos locos pudiera estar suelto por la ciudad… se me ponen los pelos de punta. 

—Tiene razón, doctor —digo apartándome de la rejilla—. Sería inútil tratar de hablar con eso. 

Tardo unos segundos en recuperarme de la imagen. Aunque había oído numerosos relatos sobre todo tipo de enfermos mentales esta es la primera vez que piso el suelo de un manicomio y lo veo con mis propios ojos. Ni siquiera llego a escuchar lo que Maximilian dice debido a mi momentánea conmoción. 

— ¿Podríamos pasar a  ver ahora a su esposa, doctor Hardstrom? —el tono de mi voz suena casi como una suplica.  

 Me sorprendo ante las palabras de mi compañero. Es una persona, por Dios. Pero en el fondo de mi ser, pienso exactamente lo mismo que él. Sólo que yo tengo que mantener la imagen. Esta escena es deprimente. Habrá que hacer de tripas corazón, aunque auguro un mes de pesadillas con este centro.

-Mi colega el señor Arturo tiene razón. Tal vez puedan sernos de ayuda las frases que dice. Algo que vio, algo que escuchó, algo que le hicieron... - algo me despista, pero es tan solo el sordo lamento de otro pobre infeliz - Cualquier cosa sería de ayuda.

Mis ojos intentan apartarse de la visión horrenda y enfermiza de esta pobre gente, pero mi fuerza de voluntad no es tan grande. Si sigo aquí, me echaré a llorar cómo un niño. Todo sea por la pasta.

Por el puto dinero...

El doctor parece acostumbrado a la presencia de tal escena pero pronto se percata de la incomodidad que supone para cualquier visitante. Así que, respondiendo a la cuestión de Simmons, os hace un ademán con la mano en dirección a las escaleras, de vuelta a las plantas inferiores.

Se respira un aire de cordialidad, tan solo apedreado por los cada vez más lejanos y excéntricos murmullos de los desafortunados pacientes que ocupan la tercera planta del Arkham Sanitarium.

- Bien, entiendo que sea importante para su investigación saber qué es lo que murmura el paciente, pero lo cierto es que, para todo aquel que lo escuche, resultan incongruencias sin sentido. Sin embargo, si les sirve de algo, les diré que parece obsesionado con su vivienda. Sin duda este será nuestro punto de partida a la hora de programar la terapia del señor Charles Wells.

Tras bajar las escaleras os lleva a través de un cruce de pasillos de la segunda planta en la que encontráis algún que otro enfermero de prominentes características físicas custodiando entradas rejadas que llevan a ciertas áreas de seguridad del sanatorio. En un momento dado llegáis hasta una sala inmensa provista de mesas, sillas, y unas ventanas que permiten el paso de la luz natural del exterior.

- Gabriella Wells. - dice señalando con al cabeza hacia el fondo de la sala. Ahí hay una mujer abstraída y alejada del resto de pacientes. - Pueden hablar con ella, pero les advierto que su estado de aparente tranquilidad se encuentra pendiendo de un fino hilo de seda, por lo que les pido cautela en sus preguntas. De todas formas no me alejaré, no podemos permitir que Gabriella Wells sufra más episodios innecesarios, episodios que pueden ser alimentados por sus cuestiones.

Tras lo cual veis como se aleja hasta la puerta de la sala, provista de una garita para el enfermero de guardia. Cuando os acercáis a la señora Wells, esta no parece percatarse de vuestra presencia. Está aparentemente tranquila, con la mirada perdida y abstraída en sí misma.

 Salimos del infierno para acabar en el purgatorio. Que el Señor me libre de volver algún día a este sitio. Haciendo acopio de todo mi valor, intentando ser útil al grupo, me adelanto y entono con voz queda.

-Hola, señora Wells. Venimos de parte de la señorita Hartwell. Mi nombre es Aaron Bloen. - sonrío a la desdichada mujer - Permítale que le presente a mis compañeros. El señor Simmons, el señor Arturo y el señor Jacques.

Dicho esto, y rogando al cielo para que alguien continúe la conversación, miro a la señora Wells con una vacua sonrisa en el rostro.

Gabriella Wells no parece hacer caso a las palabras del contable, pero tampoco parece responder a vuestra llegada en masa a su pequeña esquina reservada y solitaria, alejada del resto de pacientes.