Partida Rol por web

Toc toc

Un leve sonido va abriéndose camino en tu conciencia.

Toc toc

El ocaso está llegando a su fin, y abres los ojos. La oscuridad te envuelve, ningún resquicio de luz se aprecia, ni con tus setnidos agudizados. Instintivamente, el poder de tu sangre te hace consciente de un pájaro aleteando al otro lado de la ventana, pero también aprecias como un trueno los golpes de nudillos en la puerta de la habitación.

Y el latir de un corazón.

Tras este escaso segundo tomas conciencia de que te encuentras en el baúl de la habitación que te dejó  François. El hombre que te dio cobijo la noche anterior. Cuando se marchó, apagaste la vela y te encerraste en el bául. Por suerte, éste estaba casi vacío, con apenas algunas ropas. No te podias estirar y no era todo lo confortable que pudieras desear, pero al menos estabas segura.

Toc toc toc toc

¿Mademoisselle?

François insiste en llamar a la puerta, y oyes que comienza a girar el picaporte...

Mucho trabajo me costó despertarme, aunque con lo incómodo de aquel lugar, quizás había sido lo mejor. Levanté la tapa del baúl sin esfuerzo y salí de éste pero antes dije:

-Un minuto, por favor...

Desacomodé las sábanas, tal como si hubiera estado durmiendo en la cama y me tendí sobre ella.

-Adelante...

Aquello me iba a costar demasiado.

Cuando das permiso, se abre la puerta y aparece la figura recortada a la luz de las velas del apuesto François. Se ve algo diferente al día anterior, quizá más radiante, más risueño. Su ancha y blanca sonrisa contrasta con las sombras de la titilante llama, y ofrece una visión de los hoyuelos más atractiva si cabe.

Te fijas y te das cuenta de que viste unas botas de montar de caña alta, pantalones de algodón marrones y ajustados, y una blusa azul oscura. Aunque parecen buenos ropajes, no combinan demasiado, la verdad...

François entra y descorre las cortinas. La noche ha caído, pero si tu corazón latiera, se hubiera desbocado en esta situación. Te notas expuesta, con la guardia baja...

Buenas noches, mademoiselle... ¿Habéis dormido bien?

François se acerca al candelabro de la mesita que se encuentra a tu lado, e instintivamente te apartas cuando su vela pasa tan cerca de tu cara. Aunque ya llevas muchos años con la maldición de tu estirpe, no logras acostumbrarte a la presencia de un enemigo tan voraz como el fuego. Después, se acerca a un par de faroles que se encuentran en la pared, de forma que ahora sí, se ilumina toda la estancia.

Debéis daros prisa. Tendréis apetito y la manteca es horrible comerla fría, y el bacon también. Además hay queso, algo de pan y compota de manzana. Y si queréis puedo pedir que os asen algo de carne. Vamos arriba, ya tengo preparada la sorpresa que os prometí...

¿Apetito? No, no quería tener que pasar por eso con él pero no quería levantar sospechas, así que pretendería comer algo y a ver qué era esa sorpresa que me tenía.

-En realidad no muero de hambre, pero con tal de ver esa sorpresa, ya mismo estoy listo. Gracias por dejarme descansar tan bien, yo diría que muy bien...

Aparté las sábanas de mi cuerpo y me puse en pie, luego me eché encima un abrigo, aunque realmente no tenía frío.

-No quiero cambiar vuestras costumbres, si necesitáis hacer algo, hacedlo que no me quiero sentir culpable de acaparar vuestras actividades.

Lo miré de arriba abajo, era realmente apuesto. Me gustaba.

-Estoy lista...-tendí mi mano para que la cogiera y acompañarlo a arriba.

François te coge la mano y suavemente la lleva alrededor de su brazo. Cuando pasáis por la cocina, redoge una cesta grande de la que sale un olor a comida que a cualquier humano le haría salivar, aunque ese efecto ya te lo está causando a ti la yugular del guapo humano que te acompaña.

Salis al frío de la noche parisina. A pesar de que había llovido los días anteriores, esta noche es clara, permitiendo a la luna llena irradirar con su plateada luminiscencia cada paso que dáis. Pronto dejáis atrás la calle secundaria donde reside François para penetrar en un calle sorprendentemente algo más ajetreada pese a las horas que son.

Es una calle que discurre por la margen del río Sena. Os dirigis calle abajo, hacia el puente que une la isla central donde se encuentra el castillo real y la catedral de Notre Damme aún en construcción.

La vista es bellísima, y teniendo en cuenta que llevas tan poco tiempo aquí, te impacta bastante. Cuando te quieres dar cuenta, estabas tan abstraída por la bella de la catedral que no te percatas de que te encuentras en la hierba de la suave pendiente que da al río, cuando la hierba y el frío rocío que va dejando la noche en ella toca tus pies.

¿Os gusta? La verdad es que se ha quedado una noche genial. Quizá es un poco más fría que las últimas, pero la ciudad está más bonita así. Aunque debo decir que no hubiera podido disfrutarla como es debido sin vos, pues una velada como ésta nunca puede ser la misma en solitario...

Con mucha delicadeza y suavidad, retira tu mano de su brazo y coloca la cesta en el césped. La abre y saca un mantel de lino con bordados en los extremos, el cual extiende en la hierba para que podáis sentaros.

Ciertamente el lugar era hermoso, una delicia a los sentidos y cuando él volvió a llamar mi atención, lo miré y me senté en la manta que él había dispuesto para ello. Realmente me había dado una sorpresa llevándome a allí. Miré la comida pero poco me interesaba, bajo aquella luz lo más apetecible era él.

-Gracias, mi lord pero me parece que exageráis un poco... Además, estoy segura de que habéis visto esta imagen un montón de veces con mujeres muy distintas entre si.

Rocé su mano nuevamente, su tibieza y su olor empezaban a hacerme desearlo cada vez más, claro, eso y el hambre que empezaba a hacerse presente en mí. Mientras lo tocaba no lo miré, miraba la hermosa vista de enfrente e intentaba imaginar lo que sería el momento de clavarle mis colmillos y deleitarme con el sabor de su sangre, era casi una imagen exótica para mí.

-Shhh, no me digáis nada, no me interesa a quién hayáis traído antes aquí...

Entonces lo miré con cierta lujuria y una sonrisa, quería que se acercara un poco más y tener la excusa de no resistirme, además, yo era su invitada.

François se ruboriza, como si fuera un niño pequeño... Seguramente no estará acostumbrado a que las mujeres tomen la iniciativa, al menos no las mujeres guapas... En los tiempos que corren es indecoroso y de mujer ordinaria tomar la iniciativa en el cortejo, al menos públicamente...

Traga saliva y mueve nerviosamente los ojos, de tus ojos a tus labios, de nuevo a tus ojos, de nuevo a tus labios... está calculando las posibilidades de que aquello saliera mal... Nunca le había fallado, pero claro, nunca había sido él el que tuviera que atacar o defenderse, las damas solían caer a sus pies...

De repente, como en un divino esfuerzo de voluntad, aparte la cara y carraspea para aclarar la garganta.

Mi señora, no me malinterpretéis, pero creo que os confundis... Nunca he traído a una mujer aquí, ni siquiera a una mujercita, por muy buen plan pareciese para mis intereses... Pero hasta ahora ninguna se lo había merecido...

Como para estar ocupado y así evitar el contacto de tu mirada (ya que aún estaba ruborizado), se pelea con la cesta mientras intenta extraer unas copas y una botella de champagne. Puedes apreciar que dentro hay algunos alimentos con buena pinta.

Me ha costado mucho conseguir esta botella, pues está muy cotizado en París. Ademas, últimamente escasea un poco... algo de una mala cosecha. He pensado que como no sois de aquí, sabríais apreciar aún más la exquisitez de este jugo...

Su actitud me dejó ver que no era precisamente lo que estaba esperando y aunque noté también cierta dificultad para mantenerse estoico ante mi avance, también noté que no sería fácil, que era uno de esos hombres que se agarran fuerte a sus convicciones y que les gusta tener el poder en las manos, así que desistí de intentar nada más por allí.

-Entiendo...

Di por finalizado aquel tema y en el momento era lo mejor que podía hacer. Observé la comida y el champagne por el cual él estaba muy emocionado y yo no tanto pero bueno, debía darle crédito, además, tenía que agradecer que me hubiere llevado a ese lugar especial, mintiera o no, acerca de que era la primera que lo merecía, el lugar era espectacular.

-Seguramente será una delicia, especialmente si os ha costado conseguirlo... Aunque no sé si tenga el paladar acostumbrado a tanta exquisitez.

François descorcha la botella, intentando no derramar nada, pues es muy valioso. Una ligera espuma sobresale de la boca de la botella, llevándoos sus aromas afrutados a las fosas nasales. Después, François coge dos copas y las llena del dulce líquido.

Pues creo que debéis probarlo y acostumbraros a él. Espero que os guste, pues tengo intención de que bebáis más dentro de poco. Pero bueno, no adelantemos acontecimientos, disfutemos de esta velada, que aunque fría, está siendo de lo más agradable.

François te ofrece una de las copas mientras acerca la suya a sus labios.

 Miré la copa detenidamente, no podía beber pero la acerqué a mis labios y pretendí beber sólo mojando mis labios con aquel preciado líquido para François.

-Tenéis razón, es delicioso...

Bajé la copa, debía encontrar la manera de distraerlo y poder derramar la bebida en el pasto.

Durante unos minutos (quizá una hora) apenas habláis. Disfrutáis de la velada y poco a poco la botella de champagne se va vaciando, y tu vas disimulando que bebes.

Al rato percibes algo en la quietud de la noche, al abrigo de la oscuridad presente bajo uno de los puentes del rio Sena, bastante lejos rio abajo de donde os encontráis. Estás segura de que François no puede percibirlo, pues si no tuvieras el don de la sangre tampoco tú podrías habelro hecho. Cuando concentras tu vision alli, ves como una señorita ligera de ropa aunque abrigada por el pertrecho de un hombre, y acompañada por un hombre que a todas luces pasa frío, pues no lleva el abrigo que ha prestado a la chica. Al poco te das cuenta de que no parece notar nada, y te das cuenta porque: la excitación embriaga sus sentidos. La chica comienza besarle y a tocarle la entrepiernas, mientras con el otro brazo le rodea el cuello. Poco a poco va besándole por el cuello, la oreja... y de pronto... notas cómo el hombre se convulsiona mientras la chica le muerde sin piedad. Cuando el hombre deja de moverse incontroladamente, cae al suelo y la mujer continúa bebiendo su vitae, extasiada.

Esta escena te recuerda a las que alguna vez has llevado a cabo tu misma...

Al rato François comienza a recoger el mantel y la esta, pues la noche se vuelve mucho más fría.

Mademoiselle, sería conveniente regresar a casa. nunca se sabe qué malechor puede acechar en las sombras, y no me gustaría que os pasase nada. Además, mañana debo realizar algunas tareas que tengo pendientes y visitar a un amigo, y no quisiera estar hecho un adefesio. Ya sé que vos preferis dormir por el día, pero el deber me obliga a levantarme.

Regresáis a casa sin novedad, y François por supuesto te acompaña a tus aposentos.

Buenas noches. Espero que durmáis bien.

Como la noche anterior, duermes en el baúl después de asegurarte de que todo está bien cerrado. Cuando te despiertas, el sol ya se ha escondido, y de su presencia solo queda un leve rastro rojizo en las nubes del lejano horizonte. No oyes ruido en la casa, por lo que sales y te dirijes a la cocina. Hay una nota en la mesa, sujeta con un jarrón con flores frescas.

Cita:

 Me quedé parada frente a la ventana un largo rato, él no volvería aquella noche y era un peligro quedarme con él porque si seguíamos viviendo como vivíamos, seguramente terminaría descubriéndome o yo haciéndole daño. Me vestí rápidamente, necesitaba despejarme un poco y claro, conocer la zona porque lo necesitaría en algún momento, conocer cómo y dónde cazar.  Abrí la puerta, su olor estaba por todos lados y estaba bien porque tenía que recordar que Francoise no se tocaba, al menos por el momento.

Abrí la puerta de la calle, era un buen momento para salir y no andar muy lejos, pero de pronto se me ocurrió que quería saber qué clase de favores hacía él mientras yo lo esperaba en casa, quería divertirme un rato pues buena falta me hacía.

Sales al frío de la noche. Pese a que la no-vida te provee protección frente al frío y que no lo sientes como antes, un pequeño escalofrío te recorre el cuerpo cuando sales, pues la temperatura ha bajado aún más que la noche anterior. Entras de nuevo en la casa y coges algo de ropa más abrigada para también disimular un poco más tu condición.

Recorres las calles secundarias y entras en una más ancha y con menos barro, sin duda más importante ya que allí es donde se encuentran los principales gremios de la ciudad. Sigues avanzando y recorres varias calles bastante solitarias, excepto por algun ronquido y el relincho de algunos caballos de posadas respetables que ya se encuentran cerradas.

Al final acabas llegando a una encrucijada donde la ancha calle que sigues se cruza con otra más pequeña, pero que ves al fondo que bulle de más actividad. Se oye algún portazo en la ramificación que se abre a la derecha, pues dicha calle se abre en dos formando una Y, y ves una luz que surge de una posada bulliciosa y a reventar cuando un hombre fornido abre la puerta y saca a patadas a un borrado de allí. Te fijas bien y a partir de esa posada, la calle comienza a verse frecuentada por insinuantes mujeres y hombres ávidos de divertimento. Un buen lugar para cazar, sin duda. Y para divertirse, llegado el caso. Una sonrisa cruza por tu faz: muchos recuerdos, la mayoría buenos, recorren tu mente.

No apremiaba el tiempo, no apremiaba el hambre así que tranquilamente podía dar un paseo y ver lo que había en aquellas calles para futuras necesidades, además, conocer el lugar donde uno residía, siempre ayudaba a la hora de escapar o de buscar un nuevo escondite. Comencé a mirarme en los ojos mientras caminaba lentamente observando cuerpos, cuellos, ojos, bocas deseosas, miradas lujuriosas, era un festín de pecados que estaba disfrutando como un pequeño niño en una feria.

-Parece que este es un buen lugar para alimentarse llegado el momento...

Pero mientras caminaba, con la mirada buscaba a algún vampiro, no quería sorpresas y dado el lugar que era, bien que podría encontrarlo. Necesitaba estar segura de que no había más y si los había, conocerlos también iba a ayudarme, así que continué por la calle y si se terminaba, la cruzaría y volvería por la otra acera. Una delicia aquel paseo.

Cuando vas acercándote a la interesacción en Y de la calle, la puerta de la taberna vuelve a abrirse de nuevo de otro portazo, y 5 hombres salen con jarras de madera en la mano y empujándose unos a otros, riendo a carcajadas. Cuando uno te ve, pega un empujón a uno y pega un codazo a otro. Enseguida se calla el alboroto, y sus ojos solo te miran a ti. Están prendidos de ti, y casi tan embriagados de ti como de alcohol.

Uno se acerca a ti, claramente borracho.

¡Eh, tú moza! Estás muy guapa esta nocheee... aunque sé donde tienes tu dulzura...

Intenta cogerte de la falda y levantártela, pero tropieza y cae de morros a tus pies, salpicándote de cerveza aguada. Los demás compañeros se rien a mandíbula suelta de su ridículo.

Otro se te acerca, aunque es evidente que menos borracho. Su mirada lasciva acompañada de su relamer de los labios no indica nada bueno sobre sus intenciones. Intenta atraparte, pero está un poco lento y le esquivas fácilmente. cuando ya va a echarsete encima, y tu reacción ya sería más violeta, aparece una sombra que le parte la nariz de un puñetazo y el tipo cae al suelo, inconsciente. El fornido hombre, pues eso era la sombra, se gira y les gruñe a los demás, que con cara de asustados se marchan corriendo, aunque más bien trastabilleando.

Señorita, ¿estáis bien? Debo pediros mil perdones por el comportamiento de mis hombres. Los días que reciben la paga no controlan sus palabras ni su comportamiento. Me llamo Jean Paul, capitán de un pequeño navío que recorre el Sena portando todo aquello por lo que me paguen. Vos sois...