Partida Rol por web

Pese al temor a nuevas y desagradables sorpresas, aquella torre ruinosa parecía una magnífica opción en medio de aquella floresta salvaje.

—Creo que deberíamos probar a descansar ahí dentro, o mañana estaremos agotados. Podemos echar un vistazo antes, claro está, pero si finalmente no hay inquilinos indeseados, es mejor cerrar los ojos con algo de piedra protegiéndonos alrededor.

Miro significativamente a nuestra querida picaruela. También al elfo...supongo que en esta oscuridad no se verán mis gestos apremiantes. Yo en todo caso me sitúo cerca de nuestros luchadores, para que me protejan en caso de emboscada.

Sildar registró a fondo. Tras ver si había algún potencial peligro se acomodó.

Creo que podremos descansar aqui, pero deberíamos reforzar las guardias ¿La mitad duerme y la mitad despierta?

Tras dejar nuestros enseres en nuestro improvisado refugio recojo mi arco y me alejo un poco para tener controlada la zona, intentad descansar lo poco que queda de noche, yo vigilare por los alrededores...esperemos que no tengamos mas sorpresas.

Sin decir, ni mediar palabra, me ubico en una esquina de la estructura. Poniendo mi escudo y mi arma al lado por cualquier eventualidad, me siento, apoyo mi espalda contra la pared y trato de dormitar por unos momentos más. 

El grupo se dispone a descansar, no sin antes asegurar la zona, los que ya han descansado queda en guardia mientras que los más cansados buscan su hueco para descansar. El alba llega y con ella un día mucho más apacible que el anterior. Las nubes se han dispersados y un feliz resplandor rojizo asoma por el levante. Tras levantar el campamento y un reparador desayuno, el grupo recoge sus cosas para partir nuevamente. Esa parte del bosque no es tan frondoso pero los rayos se filtran con dificultad en la verde bóveda, oscureciendo todo lo que permanece al amparo de las sus ramas. Media jornada los lleva a una zona mucho más densa, no está lejos el objetivo y ahora tenían que extremar precaución, podría haber ojos vigilantes ocultos.

Los avatares nocturnos me han hecho mella. Bostezo sin disimulo mientras avanzo una vez más entre los árboles, que se cierran de nuevo sobre nosotros.

—Dadme una cama con dosel para dormir, por Nébula —me froto los cansados ojos—. Según el mapa deberíamos de estar cerca de nuestro objetivo ¿no es cierto?

No miro a nadie concreto, pero tengo dudas, la floresta me desorienta pese a mis intentos de situarme.

—Tal vez debamos cuidar especialmente nuestros próximos movimientos. Todo ha sido muy «tranquilo» hasta ahora.

Le guiño un ojo a cada uno de nuestros seguidores de Velex. Tenía que hacerlo.

Ante la marcha, me posiciono detrás del grupo nuevamente. Pero sin quitarle la vista de encima a la rubia nuca de Sildar. 

Ya habría tiempo de rendir cuentas a mis superiores sobre su actitud violenta. Alguien así no merece la bendición de un gran dios como Velex.

Así mismo no era momento para enemistades, si nos desuníamos vamos a terminar todos mal, será mejor empezar a limar rispideces, así que continúo por ahora con mi escudo y mi espada en mano por cualquier eventualidad. 

Sildar tomó su equipo con presteza, murmuraba en tono bajo las letanías sagradas que le habían sido inculcadas en el Santuario de Robleda. Había vivido en la ciudad más grande del este, formado por los mayores doctores de la teología y la fe verdadera. Sabía de la persecución contra los difamadores de la Orden del Libro, las cazas de herejes o la persecución del mal en cualquiera que fuese su forma. Velex no era un dios misericordioso, era cruel y severo, que pagaba a sus siervos según la grandeza de sus triunfos. Su Dios, el único y verdadero, era el Señor de la Guerra y guardian de la humanidad, destructor de la corrupción y azote de los impios o cobardes. Para Velex, solo había una justicia donde todo era o blanco o negro, cualquiera que quisiese pensar en el gris estaba radicalmente equivocado.

Meditó sus multiples deberes; establecer el culto de Velex en la fortaleza, purgar los elementos heréticos en el fuego purificador, encaminar a los soldados en el exterminio del mal corruptor caótico... una larga lista de deberes sagrados que inspirarían su sacrificada labor. No ha lugar para los débiles de corazón en la fé del Dios verdadero y único. Pensó en sus compañeros, le seguía desagradando el elfo y le aberraba la molesta ausencia de fe de la Paladín. Tenía sus dudas por el mago, pero se había mostrado recto y valeroso, quizás mereciese una alternativa. Marchaba totalmente centrado en sus asuntos, despreciando cualquier otra preocupación, anhelando llegar a donde los trasgos.

Tras el alba el viaje es rápido y tranquilo. Media hora después los árboles comenzaban a separarse más y la zona era menos frondosa. a medida que avanzaba el macizo donde se ubicaba la entrada de la cueva estaba más cerca. hacia el mediodía el grupo se detiene para probar bocado. Todo está demasiado calmo. entonces se puede escuchar algo en la maleza y un individuo de corto tamaño irrumpe en el lugar, parece salir de la nada.

- Disculpa caballeros - dice el extraño jadeando y respirando profundamente ¿Pue-den a-yu-da-rme? - le falta el aliento.

El extraño es un halfing y viste harapos y parece tener sangre seca en sus rasgadas vestiduras. Los brazos desnudos, pues las mangas parecen haber sido arrancadas muestran heridas de garras

Sildar se aproximó al mediano examinandolo con cuidado. Le echó su manta por encima y le ofreció agua.

Dime hijo mio ¿Qué te ha ocurrido?

Me pongo en guardia, sobre todo teniendo en cuenta en dónde estamos. Echo un rápido vistazo a los alrededores y me quedo en dónde estoy, ya que Sildar se ha acercado a atender al sospechoso pequeñajo.

Antes de hacer nada, dejaré que se explique. Si no es un engaño, entonces ha sido atacado con preocupante brutalidad y eso merece el prestarle oídos. A saber que criaturas salvajes rondan por los alrededores.

- Iba con mi hermano... - parecía descompuesto y jadeaba por el esfuerzo - Agua...por favor

Con paso rápido me acerco y le acerco mi odre de agua, sacia primero tu sed y después dinos que le ha sucedido a tu hermano..., mientras termina de beber no dejo de escrutar el bosque ante cualquier movimiento.

Tomó nota, miró al elfo, maldisimulando su desprecio por la raza élfica

No le presiones luego miró al mago con una interrogación Thynerus ¿Sabes de algún conjuro para saber si hay algo alrededor nuestra?

Condujo al mediano para sentarlo junto al fuego.

Escucho a Sildar con atención.

—Sin duda hay tal conjuro, pero de momento ese nivel de adivinación está fuera de mi alcance, me temo —encojo los hombros con modestia, me acerco al clérigo y bajo la voz para que el halfling no me oiga—. Aunque sí que tengo uno que puede lograr que este pequeño se sienta obligado a ser amable conmigo, incluso quizá a decirme lo que nos interese saber, por ejemplo, si acaso se muestra poco cooperador o percibimos que miente. Lo utilizaré si fuese necesario, de momento esperaré.

Me quedo a su lado por si quiere responderme. Mientras, observo interesado las reacciones de los demás compañeros. Tanto el clérigo como el elfo se han mostrado hospitalarios. Yo no confiaré aun en el recién llegado y no le voy a ofrecer de momento ni un mísero pedazo de pan.

- Nos asaltaron - parece alterado y preocupado - Se lo llevaron esas criaturas hacia allá - Señala el interior del bosque - Por favor ayúdenme a rescatar a mi hermano.

Hizo un gesto de agradecimiento al mago, aunque le indicó que esperase con la mano. Se arrodilló, quedando frente al mediano.

¿Que criaturas? preguntó con evidente interés Tendrás que contarnos más, con eso no podemos hacer mucho... ¿A donde ibais y porque rondabais solos por este bosque?

Acto seguido se acercó al mago y llamó al elfo para que se acercasen, confiando al resto del silente y apático grupo la vigilancia del invitado.

Thynerus ¿Puedes saber si es una ilusión o un disfraz mágico?... dos medianos, solos en este bosque... suena raro luego miró al Elfo Elessar, todo el mundo habla de que tu pueblo es hábil en los bosques... ¿Podrías rastrear la zona? Mirar si tenemos a alguien cerca espiando o si ha pasado algo aquí.

BRAN había pasado una pésima noche. Y los rastros del cansancio volvían a hacerse presente en sus macilentas facciones. Era evidente que aquel descanso en la Fortaleza no había sido del todo suficiente, y que se había apresurado a regresar a los caminos. Sin embargo, tampoco había tenido demasiadas opciones.

Para peor, luego de un día de marcha agotadora, aquellos bichos inmundos habían interrumpido su sueño a poco de haberse tumbado. Y aunque el resto de la noche había resultado tranquilo, y ya no habían requerido de él durante los siguientes turnos de guardia, lo cierto era que le había costado volver a pegar un ojo, y solo había dormitado de a ratos.

De modo que, mientras el resto de sus camaradas habían aprovechado la detención para dar cuenta de sus magros almuerzos, el fornido guerrero había preferido echarse una cabezadita. Por otra parte, tampoco es que tuviera una despensa demasiado provista.

Sin embargo, antes de que pudiera conciliar el sueño, unas voces alteradas volvieron a sobresaltarlo. Aunque, esta vez, el enemigo parecía bastante menos amenazante que el de la noche anterior. Por ello, al principio intentó ignorar la discusión, pero pronto comprendió que resultaría imposible mantenerse al margen.

- Yo no perdería más tiempo. - comentó mientras se acercaba al grupo que habían conformado sus deliberantes camaradas - Si es cierto lo que dice, cada instante es vital. Puede que perdamos el rastro. O puede que sus captores decidan hacer un alto para almorzarse su presa. Como sea, yo me pondría en marcha de inmediato.

- Si fuera una trampa... - miró con aire descreído al mediano - ¿Para qué tomarse tantas molestias?