Partida Rol por web

Avancé junto a Ioseph inspeccionando el terreno para evitar sustos innecesarios. Cuando dejamos atrás la gran sala con la araña, Coriander y Kevveon señalan la mochila que se encuentra suspendida a unos siete metros del suelo.

Un segundo... Eso nos puede ser útil. Dije mientras sacaba pitones y una cuerda de la mochila. Ascendí con rapidez y sin esfuerzo, como si fuera la cosa más sencilla del mundo y cogí la mochila antes de emprender el descenso recuperando los pitones en el proceso. Veamos que escondes...

Abrí la mochila de forma apresurada para inspeccionarla y ver lo que había conseguido, estaba ansioso por descubrirlo.

Se trataba de una mochila de gran calidad, con todo tipo de anillas y correas para sujetar linternas, ganchos y cuerdas y proporcionar una sujección superior, además de ser ligeramente más grande que las suyas. Dentro había diez raciones de viaje, un puñado de abrojos, pedernal y acero, dos pintas de aceite, un carcaj con doce flechas y dos viales de pociones con formas y colores distintos.

-¡Cuidadito, gato, que tienes las zarpas muy largas! Todo eso puede sernos de utilidad en estas cuevas, así que nada de apropiártelo.

-¿Puedo quedarme las flechas? No tengo muchas en el carcaj y no me atrevo a gastarlas por si acaso las necesitamos. Con ellas, podría seros útil como arquera.

-Si me dejáis probar y olfatear las pociones, podría identificarlas para vosotros.

Coriander se mantuvo a la espera, mirando a un lado y a otro, recorriendo la estancia buscando cualquier señal de vida. Tenía la escama en las manos y la acariciaba con los pulgares distraidamente. Quizás le diera suerte.

-No creo que podamos subir por ahí, lo mejor será seguir adelante o probar el otro camino.

Sin pensárselo mucho metió la mano en la mochila y sacó el carcaj para dárselo a Anevia. También quería darle los abrojos, pero no se atrevía a andar hurgando en la mochila para agarrar cosas puntiagudas. Cogió la mano del elfo y le puso los viales en la palma, esperando a que los agarrara antes de soltarle.

-Aquí tenéis. Gracias... Cage, ¿verdad? ¿Había algo más arriba? ¿Has visto si había más camino?

Aravashnial abrió uno de los viales con cuidado, lo probó y olfateó.

-Ésta es de curar heridas leves, sin duda. Anevia, deberías tomártela para intentar hacer algo con esa pierna -La levantó entre dos dedos esperando a que alguien se la quitase de la mano antes de abrir la siguiente-. Ésta es, diría... restauración menor. Sí, eso es. Sería mejor guardarla hasta que la necesitemos.

No estaba nada mal, pero lo mejor de todo aquello era la mochila, sin lugar a dudas. Cambié todo el contenido de la mochila vieja en mi nueva mochila. Hice caso omiso a las palabras de Horgus y asentí a Anevia. Sin embargo, Ioseph se me adelantó y fue él el que les dio los objetos, quedando de esta forma bien y quitándome a mi todo el mérito.

Buen movimiento, amigo. Luego el ladrón soy yo. Ya me habría gustado verte escalando, grandullón.

Carraspeé antes de levantarme del suelo con mi nueva mochila y me quedé mirando la vieja. Decidí que con la nueva tenía suficiente, así que no la iba a necesitar. Además, podría estorbarme en aquel lugar. Si alguien necesita una mochila, supongo que puede quedarse con la mía.

Por último me dirigí al semidemonio. No, por arriba no había ningún camino, hay que continuar hacia adelante. Si haces los honores... Dije al paladín haciendo otra reverencia claramente exagerada para que fuera primero.

Anevia, tras consultarlo con Ioseph, tomó la poción de manos del elfo y dio un trago rápido. El efecto fue instantáneo y todos lo vieron. La herida expuesta por la caída de la roca que le había partido la pierna sanó, pero el hueso no se restañó. Aquella fractura necesitaría de curación natural o de embrujos más fuertes.

Continuaron hasta una sala que se abría hacia ambos lados. Las paredes tenían un aspecto muy poco estable y había rocas y guijarros rotos por todas partes. En el centro, enrollada sobre sí misma, una serpiente de varios metros de largo se preparaba para atacar siseando y sacando la lengua entre los colmillos venenosos. Parecía algo golpeada, lo que la había enfadado considerablemente.

Reaccionó rápidamente al ver a la serpiente, conjuró unas palabras y con un movimiento fugaz lanzó un puñado de polvo de colores, los cuales se transformaron repentinamente en un cono de luces de todos los colores posibles rodeando al ser escamoso y aturdiéndole. El cuervo se sumó a los cánticos de su amo, batiendo sus alas, como imitando sus gestos.

-Si esto le afecta estará aturdida y tendremos unos segundos para que os acerquéis, ¡daos prisa!

La serpiente quedó inconsciente.

Las luces de colores, que resultaban dolorosamente brillantes en contraste con la oscuridad, le provocaron un momento de confusión. Cuando se dio cuenta de que era un conjuro de uno de sus aliados se aproximó a la serpiente sin ninguna ceremonia y le hundió la hoja de su arma en el cráneo.

-Está hecho. Una amenaza menos.

Desde donde estaban observaron que los dos corredores que cuyo inicio habían visto en la sala inicial llegaban hasta aquí. ¡Tanta discusión para nada! Un ligero viento venía del pasillo que quedaba detrás de la serpiente. Podían volver sobre sus pasos e investigar el corredor que se habían dejado (los que veían en la oscuridad distinguieron una pila de basura cercana a un campamento improvisado por alguien que ya no estaba allí) o continuar hacia delante sin pensar en el pasado.

-No parece haber nada extraño -les dijo Coriander al asomarse al pasadizo-. Pero hay restos de... un campamento. No somos los únicos supervivientes.

Sus ojos se iluminaron.

-¿Anay? -probó suerte antes de internarse.

Seguí a la aasimarde cerca. Sospechaba que iba a querer inspeccionar toda la cueva, lo cual nos podía llevar mucho tiempo. Tiempo que igual los de la superficie no tenían.

La avanzadilla de Coriander y Cage seguidos de Ioseph y Kevveon desde cierta distancia, se topó con un par de montañas de basura, tierra, roca, restos orgánicos, huesos y demás contenido asqueroso. Del montón surgieron dos cucarachas tan grandes como perros moviendo las pinzas de la boca con aire hostil.

La primera de las cucarachas correteó hasta la pierna de Coriander y le lanzó un mordisco a la pierna. Las agudísimas pinzas de la boca se clavaron en su pantorrilla y a punto estuvieron de cortarle el tendón de la corva, lo que le habría dado un grave problema. La hemorragia parecía de importante.

La segunda cucaracha revoloteó hasta Cage y trató de hacer lo mismo que su congénere, pero con mucha menos suerte. El pícaro dio un salto hacia un lado en el momento justo para evitarla.

El mago reaccionó tarde al ataque de las cucarachas gigantes, intentó avanzar rápidamente con la ballesta preparada, rodeando a una de ellas, preparado para disparar.

Ioseph corrió hacia Cage y Coriander y se preparó para defender a sus compañeros y aplastar más bichos repugnantes. Evitó que la cucaracha volviese a morder a Coriander cortándola por la mitad con tres poderosos golpes de la guja.

Di un rápido paso atrás antes de cargar una flecha en mi arco y disparar a la cucaracha que tenía más cerca. Aquello bichos habían demostrado ser peligrosos y había que acabar con ellos cuanto antes. Había que acabar con ellos para poder atender las heridas de la Coriander.

Coriander aulló de dolor y retrocedió tambaleándose. El ataque le había pillado por sorpresa y por un momento temió no ser capaz de hallar las palabras que necesitaba decir y mucho menos pronunciarlas. Por suerte aún llevaba la escama en las manos y su contacto le proporcionó la compostura suficiente.

-¡ஸுஎஞொ! -exclamó alzando una mano hacia el insecto.

La cucaracha que plantaba cara (y pinzas) a Coriander se desplomó inconsciente. Kevveon sólo tuvo que apuntar de cerca y disparar la ballesta para acabar con ella tal y como habían destrozado el paladín y el pícaro la suya.

Junto al montón de basura donde las cucarachas anidaban, un saco de dormir junto a los restos de un fuego ya apagado y frío indicaba que allí abajo había más habitantes que insectos gigantes. Junto al saco había tres velas a medio consumir, un anzuelo doblado, diez pies de cuerda malamente trenzada y, bajo la doblez del saco, un broche de cobre que representaba un murciélago posado sobre una enorme seta. Los ojos del murciélago eran dos diminutas amatistas. Aparte de esto, poco más de valor encontraron. Al fondo del corredor, el elfo y los dos humanos aguardaban a que regresaran con ellos.

100 px cada uno por acabar con la serpiente
100 px cada uno por acabar con las cucarachas