Partida Rol por web

El silencio del bosque se ve quebrado por el sonido de los caballos. Un carruaje recorre a gran velocidad el camino atravesado de árboles oscuros, cuyas ramas amenazan con atrapar a los viajeros. Mientras tanto, el cochero hace volar su látigo azuzando a sus animales.

Los pasajeros del carruaje sienten un escalofrió cuando oyen en la lejanía el aullido de un lobo. El carruaje ha ido adquiriendo velocidad a medida que el sol finaliza su recorrido por el cielo, en un intento de atravesar el bosque y llegar al pueblo de Mirgorod antes de que caiga la noche.

De repente un golpe seco acompañado de una sacudida, y tras unos instantes el carruaje se detiene. En su afán por abandonar el lugar lo antes posible, el cochero ha estrellado una de las ruedas del carruaje contra una piedra. El carruaje se detiene tras una fuerte sacudida.

- ¡Maldita sea mi suerte!

Tras detener el carruaje baje para comprobar el estado de la rueda. Estaba dañada, pero por fortuna no se había roto del todo, quizá pudiese hacer algún apaño que nos permitiese llegar a Mirgorod, y allí podría cambiarla.

Abrí la portezuela del carruaje, y vi a mis cuatro pasajeros, no parecían estar heridos, por fortuna.

- Señores, lo lamento, pero no podemos continuar, de momento. Hemos sufrido un pequeño accidente, como ya habrán notado, y tengo que reparar la rueda. Si son tan amables de bajar haré las reparaciones para que podamos continuar. Pueden estirar las piernas si lo desean, aunque les recomiendo que no se alejen demasiado. Este bosque es antiguo.

Bajáis del carruaje para encontraros en medio de un bosque pobremente iluminado por los últimos rayos del sol. El cochero esta bajando el equipaje del vehiculo, probablemente para disminuir el peso. Es un hombre fuerte y no parece necesitar ni desear ayuda.

La temperatura ha bajado, pero no como para requerir de más abrigo que el que os dan las prendas que lleváis.

Un sonido llama vuestra atencion, algo que parece un lamento distante, cuyo origen parece estar en algún punto fuera de vuestro alcance visual.

Mis miembros entumecidos agradecen la parada, pero no deja de ser un fastidioso retraso. Espero que las reparaciones no lleven mucho rato. Justo cuando voy a preguntarle al cochero si tardará mucho, oigo una especie de lamento en el bosque.

-¿Han oído eso? -pregunto a mis compañeros.

Sin esperar respuesta, me acerco al equipaje y cojo mi maletín de médico.

-Parecía alguien lamentándose. El sonido venía de aquella dirección -señalo hacia donde creo haber localizado el origen del sonido-. Creo que deberíamos comprobarlo, podría tratarse de alguien herido o en apuros. ¿Quiere acompañarme alguien?

No eran buenas noticias, pero quizás hasta podíamos haber tenido suerte. Después de la tremenda sacudida del carruaje, me temí lo peor, sin embargo Hans afirma que podrá arreglar la rueda, lo cual me tranquiliza.

Una vez bajo del vehículo, respiro profundamente y echo un vistazo relajado a mi alrededor. Entonces, llega a mis oídos una especie de lamento que proviene de algún lugar del bosque. Instintivamente lanzo una mirada a mis compañeros de viaje, y no tardo en averiguar que no soy el único que ha escuchado aquel sonido.

El doctor Heideck es el más decidido, y se apresura en buscar algo en su equipaje y proponernos encontrar la fuente del sonido. Se nota su vocación.

- Sí, yo también lo he escuchado. Ciertamente, podría ser alguien necesitado de ayuda. Le acompaño doctor.

No dejaba de pensar en las palabras de Hans, advirtiéndonos que no nos alejáramos demasiado, sin embargo yo había pasado mi infancia en zonas rurales con bosques cercanos, por lo que confiaba en tener la habilidad suficiente para no perderme.

Dios... que sobresalto. Pienso mientras bajo del carruaje, inspecciono que estoy bien y me reúno con el resto de mis acompañantes. Recojo mi cartera donde llevo los papeles del testamento y mi abrigo mientras oigo las disculpas de Hans el cochero. Esa rueda no pinta nada bien, pero si él dice que en un rato estará lista, por mi deacuerdo. Y como se las puede arreglar solo, me limitaré a tomar el aire húmedo y frío de este bosque...

- ¿ están todos bien, caballeros... ? intento decir en el momento en el que se oye ese ruido quejoso

Veo que el doctor se interesa por el sonido y propone hacer una investigación sobre su procedencia.

A mi no me parece recomendable alejarnos del carruaje (y más teniendo en cuenta el aviso del cochero) por lo que digo en un intento de calmar las expectativas exploradoras del doctor y el marchante:

- Caballeros, podría ser cualquier cosa; un lobo, un pajaro, o un jabalí. No es conveniente que nos alejemos del coche, ya que además está oscureciendo...

Sin duda que este era un inesperado contratiempo, pero algo digno de expresar en una obra de arte ha surgido de él. Tome mi bloc de papel blanco para bocetos, un trozo de carbonilla para trazar la imagen que se había formulado en su mente…

Sisi, ese rostro… el rostro del cochero, tranquilo pero enrabiado, tenuemente iluminado – Si es perfecto – debo agregarle el difuso paisaje del bosqueje fondo para resaltar las expresiones… esto en tenues colores, tal ves un… ¿Qué ha sido ese grito?

De un salto, deje el carruaje atrás, con el bloc de bocetos sobre el asiento que momentos antes había ocupado. El doctor parecía aprestarse junto con Holzer hacia el interior del bosque, una idea poco prudente.

-Señores, comprendo su preocupación y en gran parte la comparto, pero no parece aconsejable adentrarse en un bosque tan antiguo sin siquiera una lámpara de aceite que nos permita ver hacia donde vamos. ¿Están seguros de que ha sido un grito humano y no de un animal como bien señala el señor Abberline?

Pese a las palabras del Sr. Abberline y el Sr. Arrabbiati, el doctor se muestra decidido a explorar el origen de ese sonido, y junto con Holzer se dirige hacia el lugar de donde cree que proviene el sonido, que sigue oyendose a intervalos.

Sin embargo ante las palabras del artista, se deciden a coger una lampara de aceite del carruaje.

Las figuras de los dos hombres se alejan y poco a poco comienzan a desaparecer entre los árboles según se van internando en el bosque.

El cochero no parece prestar atencion a la marcha de dos de sus pasajeros, pero tenéis la sensación de que trabaja ahora más deprisa, mientras escucháis como susurra para si mismo:

- Mala idea, mala idea. En este bosque hay fantasmas, espíritus, y cosas peores. Pero se lo advertí ¿verdad? Se lo advertí y se fueron igualmente.

Avanzáis lentamente hacia el sonido, perdiendo de vista el carruaje, y un par de minutos mas tarde llegáis hasta lo que parecen las ruinas de una pequeña capilla. La vegetación h cubierto las piedras, lo que os da la idea de que debe hacer mucho tiempo que esta así.

Exploráis el lugar buscando el origen del sonido, y descubrís entre las ruinas los restos del órgano de la pequeña iglesia. Aunque la mayor parte del instrumento esta roto y se ha venido a bajo, varios de sus tubos siguen aun sujetos a la destartalada estructura. El viento se cuela por entre los orificios de dichos tubos produciendo el sonido que vosotros confundisteis con un lamento, y que aun puede oírse, aunque ahora que conocéis su origen ya no os lleva a ninguna confusión.

Sin embargo algo mas llama vuestra atencion. A pocos metros del órgano, rodeado de ruinas, hay una pequeña estructura que aun se mantiene parcialmente en pie. Se trata de una pequeña entrada, en su interior se ven los peldaños de una escalera que desciende a lo que debe ser algún tipo de habitación subterránea.

-Hmmm... Tienen ustedes razón, podría ser un animal o cualquier cosa.

Las advertencias de mis compañeros me hacen dudar unos instantes. Pensativo, miro al cielo intentando calcular cuánto tiempo falta para la puesta de sol. La distancia del "lamento" no parece muy lejana. Quizá si voy rápido...

Tomo una determinación y cojo una de las lámparas de aceite del carruaje.

-Pero también podría ser un sonido humano, emitido por alguien que necesita ayuda. Creo que iré a ver de todas formas. No iré muy lejos, y si hay algún peligro daré un grito y volveré al carro lo más deprisa que me permitan las piernas. Holzer, no hace falta que me acompañe usted. Si lo prefiere, puede quedarse aquí.

Me interno en el bosque, pertrechado con mi maletín y la lámpara, sin girarme para ver si alguien me sigue.

- Es difícil saber lo lejos que puede estar la fuente del sonido, pero tienen toda la razón en que si se encuentra a cierta distancia, nos pueda alcanzar la noche antes de haber vuelto.

Seguramente mis compañeros tienen más sentido común que yo. No les falta razón en afirmar que adentrarse en un bosque desconocido, casi al anochecer, y siguiendo un sonido que podría ser cualquier cosa, es una locura. No sé qué es lo que me impulsa a ello. Puede que los ánimos del doctor me hayan contagiado, y despertado en mí las emocionantes incursiones por los bosques en mi infancia. En cualquier caso, estoy decidido a acompañarle, pues además siempre es mejor ir dos que uno solo, ante cualquier contratiempo que pudiese surgir.

- Le acompaño doctor... - casi no han salido mis palabras de la boca cuando ya le veo iniciando el camino. Desde luego es un hombre decidido.

Me apresuro a alcanzarle, y me ofrezco a llevar la lámpara o el maletín.

Observo detenidamente la arquitectura de la capilla. Hay relieves que me maravillan, pese a su deficiente estado, y casi parezco olvidar la razón por la que estamos aquí. Entonces me percato de los tubos del órgano, y de cómo el viento produce en ellos el mismo sonido que escuchamos antes. Lanzo una mirada cómplice al doctor, con una mueca de sonrisa, y echo un último vistazo a las ruinas. Mi sonrisa se detiene en seco.

- ¿Qué es eso? Parecen unos escalones que descienden... - le susurro al doctor mientras señalo la entrada a pocos metros del órgano.

Llegamos a unas ruinas que sin duda podrían inspirar alguna obra a Arrabbiati, si no estuviéramos aquí sólo de paso. Me dispongo a comentárselo a Holzer, cuando éste llama mi atención sobre el órgano, el causante de nuestro "lamento". Me lanza una sonrisa de complicidad que le devuelvo mientras comento:

-Apuesto a que este trasto mantiene alejados a los lugareños supersticiosos.

Entonces Holzer señala los escalones que descienden. Tranquilizado al comprobar que no hay nadie en apuros, el temor deja paso a la curiosidad.

-Esa estructura parece haber aguantado bien el paso del tiempo. Dígame, señor Holzer, ¿se siente con ánimos de explorar? Bajaremos con cuidado y echaremos un vistazo rápido. Por suerte, hemos traído la lámpara.

Tardo unos segundos en contestar al doctor Heideck. Ciertamente, siento curiosidad, pero la visión de esos escalones descenciendo hacia la oscuridad me inquieta.

- Bien... podríamos echar un vistazo.

Así, me preparo para seguir los pasos del doctor hacia la entrada. Iré con cuidado, ya que no confío demasiado en la solidez de esta construcción.

Ante la respuesta de Holzer, enciendo la lámpara y, sosteniéndola en alto, me acerco a la entrada e ilumino la escalera, fijándome bien en su estado antes de empezar a bajar. La curiosidad no debe conducir a tomar riesgos innecesarios. Entornando la vista, intento escudriñar lo que hay más allá de la luz de la lámpara.