Partida Rol por web

Post retrotaído de la noche en la posada:

Durante aquella noche, que descansaste bien, y bien dispuesto que dormiste. Pero aún de mañana recordabas lo que el siervo del portugués, Aleixo, te había dicho. Se había arrimado a tí durante uno de los momentos para hablarte de nuevo:

¿Lo habéis pensado?  ¿Podéis devolverle lo que es mío, por favor? -te dijo el tipo metido entre unas mantas, ya tumbado, sin que el resto pudiera oirlo durante el momento más propicio para ello-.

Mientras daba cuenta de un buen trozo de bizcocho aún con alguna legaña colgando de sus párpados, el supuesto don Tiago, quien parecía menos despistado por momentos, se dio cuenta de Diego Vega salía disparado del pueblo. 

- ¿Era el conductor del obispo entonces? - les preguntó a sus compañeros -  ¿Me lo dijisteis anoche? - Gil se frotó la cabeza intentando recordar la conversación que tuvo con sus compañeros cuando volvieron de intentar levantar el carro. 

Maldito vino picado... 

¿Lo habéis pensado?  ¿Podéis devolverle lo que es mío, por favor?

Aquel colgante, tras mucho examinarlo, no tenia ningún valor para mi. Mas me parecía un trozo de hierro que, nadie me daría nada por él, aunque se me hacía raro devolver algo a alguien sin obtener nada a cambio. Para el portugués este objeto tenía algún valor sentimental, claramente, y me dijo la chica que podría ser incluso un objeto poderoso. No se como un trozo de metal podría servir para algo mas que para abrirle la cabeza a alguien si era arrojado con precisión.

Finalmente me decidí a contestarle - No debisteis haberlo dejado allí olvidado si tan importante era para vos. Por supuesto que os lo devuelvo, casi había olvidado este punto. Os pido que me perdonéis por el descuido. Mas, siento curiosidad por este objeto y mas aun por el interés que vos tenéis en él. Os lo devuelvo con una condición. Me gustaría saber que sois capaz de hacer con él. El fuego en la carreta aún sigue intrigándome y mas pareciome cosa de hechicería que fuego natural. Curioso me pareció en aquel momento encontrar allí colgado este colgante pero más me ha parecido que lo quisierais vos recuperar con tanto ahínco. No paro de pensar que todo ello esta relacionado. Solo os pido que me ilustréis al respecto, pues me interesaría saber mas a cerca de esos prodigios. Tomad, pues si aceptais-

Huéleme muy mal, et que me da muy mala espina, la precipitada huida del tal Vega en el suyo carruaje... busco, pues, en los alrededores, alguna montura que coger prestada para poder seguirlo prestamente e saber qué emergencia pudiese motivar ese repentino traslado...

Bien desayunados, vemos partir a toda prisa la carroza que anoche estaba inmovilizada por culpa de la rueda.

¡Se marcha! ¡Ese tipo es el de ayer! ¿Quién era? -os preguntó don Tiago-. ¿Supísteis si era el obispo...? ¡Se ha ido! 

-Nada comento aquel hombre de ningún obispo, ni la madre que lo parió- digo con bastante poca educación - pero ahora que veo a este hombre partir tan aprisa, acuerdome de que en la casa justo al lado de donde estaba el carromato parado, escuche una conversación que me llamó la atencion, aunque no sabria decir porque, pués ningun significado tenia para mi. Comentaban algo sobre el alcaide y el concejo de esta villa. Nombraron a un tal Lope el cual no accedía a cumplir las ordenes del que allí hablaba. Nombraron tambien a Su Majestad y a la Reina que esta ahora en Trujillo. Al tal Lope lo iban a traer hoy aqui. No se si el repentino movimiento del carruaje tiene alguna relacion con ello. Sabeis vos, Don Tiago o Aleixo, a que personas hacia referencia esa conversación?. Para mi nada significa- 

Durante la noche, cuando estuvimos tranquilos en la habitación eché un poco más de bálsamo en la herida de Fuco. Cicatrizaba lentamente, pero ya se la veía mejor. Había dormido medianamente bien, porque había estado carcomiendome entre la vagueza de unos y el timo del otro, esperaba que aqueste día fuese distinto et lo que ahora era malhumor se tornase en admiración por los mios compañeros.

Cuando ví al de Rocaflorense salir tras el carro dije haciéndole el símbolo de los cuernos-Gaizki tximistak zati zaitzan, y después escuché a Fuco lo que descía-Lo mesmo escuché yo et non comprendí nada. Dije mientras desmigaba un poco de pan y lo metía en el zurrón para dárselo al cuervo.

Post retrotraído de la noche pasada:

Os doy las gracias -dijo extendiendo la mano mientras se lo entregabas con cautela y discreción-. Entiendo que vos queráis preguntarme. Mas, si vos lo digo, me repudiaríais por completo, seguramente. Pero aquesta razón no es sino por ayudar a mi buen amo, don Tiago, y por hacer que un día recuerda quien fué y como fué... mejor dicho, cómo es.

El caso es que se giró sobre su camastro, pero volvío el rostro y lo único que te dijo, antes de callar y dormir fue:

Aquel fuego, el de la carreta, no lo fragüé yo, pero sí lo hice bailar para huir de allí.

Aleixo negó con la cabeza, al igual que su amo. No tenían ni la más remota idea de lo que Fuco estaba hablando: habían estado con Gil charlando mientras el resto, vosotros, habíais estado ayudando a Diego. Fue entonces que Roger avistó un caballo cerca de las cuadras (que no eran los dos vuestros), pero que decidió ir a montarlo. Y así fue, el tipo, sin dar cuenta de quién podría ser la bestia, que la montó y cabalgó a todo trapo con una maestría inigualable. No le importó que allí quedaran sus compañeros (e incluso Katixa y Fuco, quizás, pensaran que lo más propicio es que no volviera jamás). No obstante, tras cruzar el portón de la muralla, cabalgó durante unos minutos, pero la carreta fue más rápida*. Y viendo Roger que se alejaba, que decidió volver cuanto antes a la villa de Jaraicejo con los suyos.

Una vez que entró en ella, que un soldado con una lanza agarró al caballo e instó al de Rocaflorensa a que se bajara de inmediato. Y a su vez llegaron cuatro tipos de similares características, y no eran todos ellos sino la milicia local. Y que Roger, so pena de enfrentarse a cinco tipos a riesgo de ser ensartado, que no hizo sino bajar la cabeza y callar.

Acto seguido, tras el numerito del almogávar, otro tipo con aspecto de campesino se reunió delante de la iglesia en el centro de la población, al cual se arremolinaba un grupo de vecinos y la propia milicia.

¡Cierren las puertas de la villa, sin que entre o salga de nuevo hombre o bestia! -ordenaba-. Vosotros -a los milicianos-: doblad la vigilancia en las torres y el castillo.

Fue entonces cuando los vecinos corrieron hacia las puertas, las empujaron y las clausuraron. La milicia, entonces, húbose de poner en sus puestos y parte de ella comenzó a vigilar las puertas y las murallas, sin dejar entrar o salir persona o fardo alguno.

Un instante después, uno de los aldeanos de la villa que cerró las puertas se percató de vosotros (allí plantados en medio de la población y observando todo) y luego se os acercó.

¡Eh! ¡Vosotros! -os llamaba la atencion el mismo, andando hacia vuestra posición-. ¿Quiénes sois? ¿Y a qué os dedicáis, si es menester decirlo? -miró con extrañeza a la chica y sobre todo, a su cuervo, que ahora graznaba en su morral al costado-.

Et que tras pretender, inútilmente, alcanzar al evadido, e más importante, al oro que con éste se traslada, vuelvo al pueblo en el que soy duramente reprendido et que, justo en entrar y estar dentro, algo pasa que ordenan clausurarlo a cal y canto, que no en salga nadie de aqueste y que esté todo el mundo bien quieto...

¿Quiénes sois? ¿Y a qué os dedicáis, si es menester decirlo?

Somos caminantes que andamos de viaje - informo cabreado -. Et que nos gustaría seguir con el nuestro itinerario! Así que abrid, por cierto, e dejadnos marchar que non sé qué en debe pasar para que nos hayáis apresado de tan gruesas maneras!!! 

Francisco de paredes oyó las razones de Roger de Rocaflorensa, instando de nuevo a abrir las puertas (mientras el tipo de la carreta se marchaba a la carrera, y la debiera de estar lejos de la villa de Jaraicejo).

Lopeeee, acérquese -dijo entonces el tal Francisco voceando al tipo que había ordenado a la milicia y los aldeanos la clausura de la población-.

Entonces el tipo se acercó hasta vosotros.

El tipo se dió cuenta al ser llamado, y se acercó hasta vuestra posición. Luego fue informado de quiénes érais y de vuestros requerimientos (que no eran ni más ni menos que poder marcharos de allí).

Mi nombre es Lope, Lope Pizarro, y soy el alcaide d'esta villa, y miembro del suyo concejo... -dijo presentándose-. Me temo que eso que pedís es imposible -su tono era amable, pero obligado-. Ahora que estáis aquí, no estáis exentos de colaborar en la justa causa en la que estamos metidos los habitantes de Jaraicejo.

¿De qué habláis, señor? -interrumpió inesperadamente Tiago de Águila con su acento portugués-. Mi nombres es Tiago, noble de la casa de los Águilas de Ciudad Rodrigo. Disponed ya lo que tengáis que decir, ¡y presto! -por primera vez don Tiago parecía imponerse por su talle y cuna, y al menos lo hacía en situación propicia, pues aunque sin memoria, a él tampoco le hacía gracia estar allí encerrado, sin haber encontrado aún al motivo de su viaje: el obispo de Plasencia-.

Señores, clámense -el alcaide Lope hizo gestos con la mano de arriba y abajo para que os tranquilizárais-. Siento esta situación, pero es de obligado cumplimiento para quienes quedan en dentro de las murallas. Ahora que están aquí, habrán de ayudar a aquesta villa. Cojan todo lo que tengan y vengan conmigo. Habrá que encerrarse en el castillo.

El tipo pues, se dió la vuelta, sin decir mucho más, y se dirigió hacia el castillo. Vísteis también que muchos aldeanos habían salido de sus casas y hacían lo mismo. Por la rampa de la pequeña fortaleza situada en el centro de la villa (junto a la iglesia), subían ya una treintena de hombres y mujeres, todos vecinos. Algunos de ellos estaban armados a modo de soldados y otros simplemente con aperos de labranza o simples cuchillos.

En dentro vos contaremos todo -decía Lope alejándose también hacia la rampa-. Y allí quedásteis, como "pasmados" sin saber aún qué diantres pasaba. Ni las razones de un noble habían amedrentado al tal Lope Pizarro miembro del concejo y alcaide d'aqueste lugar.

Quedeme de piedra cuando nos dieron el alto, por una vez el genio del de Rocaflorensa parescía que venía bien y nos dejaban en paz. Yo había optado por colocarme detrás de Don Tiago e intentado que no reparasen mucho en mí. Estas situaciones siempre acababan mal para la bruja et era mejor evitarlas. Pero lo que vino después si que me dejó helada ¿qué estaba pasando? Salían todos de sus casas y los guiaban los soldados ¿un ataque tal vez? Apreté el paso e intenté no llamar la atención demasiado y segui al tal Lope Pizarro a las inmediaciones del castillo.

Seguí junto con mis compañeros a la poblacion de Jaraicejo. Esto me olia mal. Que podia ser si non un ataque del exterior. En mala hora hemos llegado a esta villa que nos reclaman dar la vida por algo que non aprecio. Non les dire que no, claro esta, pues si me opusiera seria el primero al que quebrarian, mas que non piensen que me dejaré la piel por ellos. En cuanto pueda desaparezco, vaya que si

- Pero pero pero - es todo lo que acertó a decir Gil. Cada vez estaba más confundido. ¿Hay relación alguna entre la estampida del cochero y el encierro de la villa de Jaraicejo?-  era lo que se preguntaba mientras seguía a sus compañeros al lado de Aleixo. 

Se acercó discretamente hacia uno de los vecinos que caminaba con ellos y entre tanto miraba hacia el castillo y hacia las puertas alternativamente. Cuando estuvo cerca de un vecino en voz baja preguntó.

- ¿Qué ocurre? ¿Qué nos reclaman? 

Sin duda alguna, la precipitada huida del carruaje tenía que tener que ver con el ataque que se presumía que iba a acontecer en la villa... Algo tramaba el tal Vega para huirse tan rapidamente!!!

Sin opción, pero resuelto a abandonar Jaraicejo a la más mínima oportunidad que se me presentase, sigo a los míos acompañantes al castillo: Farto n'estoy de misiones altruístas, de alludar a nobles sin dinero y a Villas que nada me dan a cambio!!! Reflexiono rezumando rencor y mala uva.