Partida Rol por web

El humano tenía rasgos cuadrados, muy marcados y su cuerpo era musculoso bajo la túnica roja grabada con runas en oro que señalaban a un hechicero.

Nada más salir, su mirada se posó en la gema azul. Inmediatamente, dio un rápido vistazo alrededor acabando en el escondite de los mercenarios.

Ese arbusto no te va a proteger si lo convierto en cenizas. Qué es esto, ¿otro druida semiorco? Dime a quién has matado y sal, no seas tímido.

Era evidente que burlar la vista de un dragón era casi imposible. El hombre corpulento no podía ser otro que el rojo. Además, Abrojos sabe que el olfato de esas criaturas es mejor que el de un sabueso. Muy probablemente esté oliendo a humano, orco y muy probablemente los cadáveres. Lo bueno es que, al parecer, no sabe cuántos están detrás del arbusto y eso es una ventaja.

Drusilda sabe que no puede salir con esa armadura puesta y le hace gestos a Lupín para que sea él el que salga.

Al ver la reacción de su compañera, Abrojos respira profundamente y sale a la luz con su mejor sonrisa de vendedor de humo y un pergamino en la mano - Yo... este... no quisimos molestaros, pero lo cierto es la situación nos está superando -

Con su habitual sangre fría, el viejo mercenario se lanza a relatar una versión alterada de los hechos mostrando en su rostro la expresión compungida que, espera, sirva para que el que supone es el dragón polimorfado crea sus palabras - Solo queríamos entregaros esa gema azul. Vuestros... eh... supongo que debería llamarlos sirvientes nos solicitaron que la obtuviesemos de la muralla y nosotros cumplimos nuestro trabajo - comienza con confianza

Sabiendo que los muertos no podrán negar sus palabras continúa con su relato - Ellos, vuestros sirvientes, nos hablaron de vuestra magnificencia y de la inmensa recompensa que nos daríais por conseguir esta gema - meneando la cabeza altera la realidad tratando de justificar la situación presente - Sin embargo, cuando volvimos al poblado y les solicitamos lo que nos ganamos en buena ley... de hecho dos de nuestros compañeros murieron mientras buscabamos el tesoro azul, nos dijeron que vos nos la entregarías en persona. Fue una vil mentira, en cuanto nos alejamos del poblado nos atacaron a traición. Por lo que entendimos, querían presentaros la piedra como si ellos solos la hubieran obtenido... como si hubieran tenido alguna posibilidad de conseguirlo. Eran unos inútiles! De hecho, su ataque a traición no tuvo ningun a posibilidad. Nos defendimos como sabemos hacerlo y acabamos con ellos y luego... que decir. Vuestra presencia es pavorosa! No supimos que hacer! Por eso os dejamos la piedra azul en la puerta de vuestra tienda y esperamos que tuvierais a bien otorgarnos la recompensa que estimeis valga la piedra. Dado lo que pasó no se si las miles de monedas que nos prometieron existieron an algun lugar que no fuera la imaginación de esos traidores -

El viejo mercenario se mantiene erguido mientras observa la cara del dragón - Mis compañeros se alejaron porque temieron vuestra presencia - intenta explicar el motivo por el cual es el unico que da la cara - y en mi caso... reconozco que también tengo ganas de salir huyendo. Es dificil permanencer firme ante el poderío de un autentico lord - intenta engatusarlo - Solo tomad vuestro tesoro y compensadnos como vos estimeis oportuno... excepto que esa piedra no os importe. Si es así será toda nuestra recompensa por el sufrimiento que padecimos en la muralla. Y realmente no creo que lo valga - completa con su mejor cara de sufrimiento

El dragón en forma humana, pues hay poca duda de lo que es, sonríe como un gato mirando un ratón. Evidentemente, no le es difícil de creer que el viejo esté asustado de él. Probablemente Abrojos haya leído que los dragones, especialmente los rojos, son susceptibles al halago. Este no es una excepción.

Vaya, vaya, pequeños ladrones en mi puerta. ¿Con un regalo?

El dragón sabe que algo no encaja en la historia y cree tener la ventaja. Interiormente se ríe de ese pobre humano que cree que puede engañar a alguien como él. Afortunadamente, se ha tragado más de la historia de lo que cree.

Y dime mientras pienso qué... recompensa darte mientras decía esto, el corpulento hombre se agachó hacia la piedra ¿quién más está en esos arbustos contigo?

En ese momento los dedos tocaron la gema azul y la magia-trampa se activó.

La energía se liberó con un resplandor azulado y una brisa helada. El humano gritó y mientras se retorcía de dolor volvió a su auténtica forma. Un dragón rojo enorme de ojos negros como carbón que extendía a sus lados dos alas membranosas hechas jirones.

Abrojos apenas llegaba a la grupa del reptil, pero lanzó el conjuro de su pergamino antes de que la bestia se terminara de transformar. Una lanza hecha de hielo se formó muy rápidamente en dirección al dragón.

La visión del monstruo era sobrecogedora, pero los mercenarios todavía podían hacer algo antes de que el miedo les paralizara.

TURNO 1:

Drusilda sale de su escondite a toda velocidad y corre 60 pies hasta situarse al sur del dragón frente a la puerta flanqueandolo. Conforme avanza el ruido de su armadura de madera sorprende a su portadora acostumbrada al metal. La katana sale de su vaina y brilla bajo el sol.

TURNO 2:

Sigue corriendo hasta situarse (mirando el tablero a la izquierda del Dragón, quedandose este entre sus compañeros y ella) y le ataca con fiereza (entiendo que por retaguardia)

Dork sale corriendo de detrás de los arbustos y lanza su ataque contra el dragón que está recibiendo en ese momento el de drusilda. El grito de Dork resuena y hace que vibre el pecho de los presentes.

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Los ataques de Dork son demasiado impulsivos como para dañar al dragón, cuyas escamas funcionan como la mejor armadura, pero Drusilda golpea con suficiente precisión y con la fuerza de su carga entre dos placas, derramando algo de sangre negra e hirviente.

El viejo mercenario terminó de leer el pergamino y, aunque se le nublaron los ojos con un momento, consiguió que una enorme lanza helada surgida de la nada, buscara el cuerpo del dragón - Ahora no hay que hablar más - comentó más para si mismo que para sus compañeros mientras empuñaba su arco y buscaba una flecha de su aljaba

- Solo matar dragones - completó mientras soltaba el disparo de su arma y se preparaba para acercarse al combate cuerpo a cuerpo - Rodeenló! - aconsejó a sus compañeros - Ya lo tenemos dominado! - añadió en una clara muestra de optimismo

Los dos trasgos aparecieron al galope sobre sus lobos.

¡A él, hermano! Dispara sin acercarte mucho.

Con el antiguo arco druídico en sus manos, Pikard soltó una flecha detrás de otra que, desgraciadamente, rebotaron contra la armadura natural de la sierpe roja.

Kirk soltó dos flechas rápidamente que corrieron el mismo destino. El monstruo parecía inmune a los proyectiles de pequeño tamaño que su arco lanzaba, así que mientras su lobo se acercaba buscando la mejor posición de flanqueo, el trasgo cambió su arco por la lanza. Ahora solo tendría que reunir valor para cargar contra un dragón del tamaño de un granero.
 

El dragón apenas notaba las flechas, pero la espada de la elfa había llegado hacerle daño y el conjuro de hielo se había clavado en su pata recordándole un dolor que no sentía desde hacía dos vidas de hombre.

La forma en la que sierpe se movía era extraña, errática, como si todavía se doliera del conjuro trampa, a pesar de que solo parecía haberle hecho unas pequeñas heridas en las zarpas. Pronto entendieron lo que pasaba: ¡estaba ciego!

Incluso sin sentido de la vista, un dragón tenía varias otras formas de percibir su entorno. Sabía a cuántos oponentes se enfrentaba y de qué tipo: podía oler dos humanos, un semiorco y dos trasgos con lobos. Además, tenía una idea muy exacta de su posición y sabía que le habían rodeado conservando la distancia entre ellos. El dragón los hubiera preferido a todos juntos para abrasarlos de una vez, pero aun así recurrió a su arma favorita contra los que le habían hecho daño.

El cono de fuego que salió de la boca del dragón rodeó a Drusilda y Abrojos sin que pudieran hacer nada por evitarlo. Durante un momento fueron invisibles, envueltos en llamas muy densas, sin embargo cuando el fuego se disipó estaban ilesos. La magia les había protegido. El arbusto donde se habían escondido ahora es solo un esqueleto de madera carbonizado.

La mera visión del gran dragón escupiendo su fuego hubiera acabado con alguien débil. A los cinco mercenarios les provocó escalofríos y un miedo primario difícil de controlar.

Viendo el inmenso poder del dragón Dork se da más prisa en matarlo, tira sus golpes con furia uno tras otro aunque su cuerpo no termina de responderle después saber que esta tan cerca de algo que genere esas llamaradas.

Drusilda vuelve a atacar directamenrte al Dragón pero haber estado bajo el cono de fuego le hace fallar en su determinación y la katana roza levemente las escamas sin causar ningún daño. Se desliza ligermante a la izquierda del dragón para cambiar dentro de lo posible su posición.

El viejo mercenario sintió como el conjuro le permitía sobrevir a la enorme ola de fuego y supo que la situación era mucho más complicada que lo que el mismo había podido suponer. Sin embargo no había tiempo para correr, aunque el pánico lo embargaba

- Por la espalda, por la espalda - le gritó al semiorco, mientras rogaba que el dragon no pudiera volver a escupir fuego como lo había hecho unos segundos antes

Lupin se acercó al dragón moviendo su cuerpo con soltura, preocupado porque el dragón, incluso ciego, fuera capaz de golpearlo mientras lo hacía. Una vez junto a su cuerpo clavó el arma mágica que le habían dado los druidas con fuerza, sintiendo que la masma traspasaba una escama de la enorme bestia... y poco más

Kirk nota a su lobo ser presa del pánico y decide no forzarle. Desmonta con un movimiento ágil, dejando que Tak se aleje y avanza con pasos temblorosos hacia el dragón. No cree que pueda hacerle daño con su pequeño estoque no mágico, pero al menos intentará distraerle