Partida Rol por web

Drusilda prepara una flecha. Tensa el arco en silencio. Sabe que el dragón está ciego y el silbido de la flecha a 60 pies será dificil de distinguir entre el murmullo y el fragor del combate. Sincroniza su respiración y la suelta.

¡Kirk!

Cegado por las lágrimas, el pequeño trasgo dispara flechas tan rápido como puede. Se le están acabando, pero en todo lo que puede pensar es en su hermano muriendo a dos pasos de él.

La flecha de Drusilda pareció bien dirigida, pero rebotó inútilmente contra las escamas del dragón. Ya estaba claro que las saetas hacían poco o nada a la bestia. Tan solo el arco druidico parecía tener algún efecto.

De hecho, una de las dos flechas que disparó Pikard se clavó en el cuello del dragón rojo y claramente le hizo daño. El enorme reptil rugía furioso; las heridas le empezaban a pasar factura pero estaba demasiado enfadado como para razonar y era demasiado orgulloso como para contemplar la derrota frente a seres tan inferiores.

El viejo picaro dudo si continuar utilizando su espada o volver a intentarlo con la magia. El primer pergamino que había utilizado había dado resultado, por lo que se decidió por esta ultima opción

Manteniendo su arma empuñada, introdujo su otra mano en su morral mágico y, como era costumbre, sus dedos tomaron el objeto que tenía en mente sin siquiera mirar dentro de la bolsa

Por un momento se olvidó del dragón y se concentró en los simbolos arcanos del pergamino. Sin embargo, repentinamente un leve mareo interrumpió su concentración. Estaba claro que la magia que estaba intentando usar era demasiado compleja para sus conocimientos. Fueron decimas de segundo, pero cuando consiguió fijar sus ojos, nuevamente, en el pergamino, el mismo se evaporó en un suave "plop" sin que la lanza helada que estimnaba conjurar apareciera como el quería

- Supongo que lo mejor es seguir con la espada - se lo escuchó murmurar malhumorado

Casi invulnerable a los esfuerzos de los mercenarios, el dragón cegado continúa en su ataque contra el portador del arco druídico, y esta vez tiene éxito. Pikard es atrapado entre los dientes del dragón y un mordisco acaba con toda resistencia por parte del trasgo. Más furioso que hambriento, el monstruo lanza el cuerpo inconsciente y agonizante de Pikard diez pies hacia el sur, como si fuera un muñeco.

Los fieles compañeros animales han visto morir a sus dueños, y la rabia parece hacerles superar el miedo. Los dos lobos se abalanzan contra el gran reptil, haciendo lo que pueden por morder unas patas cuya piel no pueden atravesar.

Drusilda vuelve a tensar el arco. Saca la lengua y la muerde mientras sigue silenciosamente escuchando sus propios latidos. Joputa - piensa para si misma. La flecha sale a toda velocidad y se clava en el cuello del dragón.

Aunque la flecha de Drusilda queda clavada, sujeta entre dos escamas, no parece tener más efecto que una brizna de hierba colgando del pelaje de un oso. El ruido alrededor continúa. A juzgar por los gritos humanos, el bosque está llevando las de ganar en su duradera lucha contra los invasores rojos.

Dork harto de fallar cada vez está más furioso, sus ataques son potentes pero imprecisos 

Malhumorado por el conjuro fallado, Abrojos vuelve a aferrar la espada mágica e intenta clavarla en el enorme reptil - No nos podemos rendir - aclara - Un par de golpes más y es nuestro - insiste dejando claro su innato optimismo

Su arma no es capaz de atravesar las escamas del dragón, pero su pensamiento fluye hasta su serpiente reflejando una clara sensación de peligro. SiSSY, alertada por el miedo del viejo mercenario, desciende entre sus ropas y se acerca al dragón intentando defender a su amo. Sin embargo, su debil mordisco es incapaz de traspasar afectar a la enorme bestia roja

El hacha de Dork consiguió hacer sangre entre las escamas del dragón. El monstruo, sintiéndose rodeado y harto de las amenazas, se da la vuelta y se abalanza hacia Abrojos.

El viejo pícaro no es tan tonto como para intentar resistir la embestida de un dragón. Se aparta, aprovechando para golpear con su espada que, una vez más, choca contra la armadura natural. El pico de Dork, sin embargo, aprovechó la bajada de defensas para clavarse y hacer una herida más. Abrojos mira hacia su serpiente, preocupado, pero la criatura es suficientemente pequeña y discreta como para que el dragón pasara sobre ella sin pisarla.

Si parecía que el dragón estaba huyendo, no era verdad. Cuando llega a los arbustos, la bestia se da la vuelta e hincha su pecho. El cuello brilla con el fuego que empieza a formarse según la sierpe reúne su poderoso aliento.

Drusilda observa decepcionada el escaso éxito de sus ataques. Se cuelga el arco y avanza hacia el dragón desenvainando su katana. Corre ligeramente al principio y abrumada por ver como este ha atacado a Lupín carga con rabia a dos manos. Las heridas no le ayudan y la carga es insuficiente para dañar a la bestia.

Dork sintiendo el peligro agarra bien sus armas, mira a a su derecha y salta agachándose tras una gran piedra. Una vez ahí aprieta los dientes con rabia y espera el momento.

- Separensé, separensé - mientras grita, Abrojos se mueve, buscando protegerse del feroz aliento del Dragón. Sus ojos buscan donde esconderse mientras recorre el campo, alejándose de sus compañeros

Todos los mercenarios se prepararon para lo peor. Los lobos, en cambio, cargaron contra el dragón furiosos.

La sierpe, rabiosa al ver que las presas fáciles se dispersaban, siguió a uno de los mercenarios con la mirada ciega. El orco que acababa de herirle de gravedad. Sin vista, el dragón no podía saber que Dork se cubrió tras una piedra. Desgraciadamente, el lobo de Pikard y Drusilda también estaban en esa dirección cuando las llamas salieron de la boca del monstruo.

Un infierno rodeó la roca tras la que se cubría el semiorco. La piedra se calentó tanto que crujió y aparecieron grietas en ella. El fuego envolvió a Drusilda, que se agachó para evitar lo peor del daño.

Cuando el aliento flamígero desapareció Dork estaba ileso y, por suerte y magia protectora, Drusilda solo tenía las cejas algo chamuscadas. El lobo llamado Bro, sin embargo, tuvo menos suerte y ahora era un cadáver ennegrecido.

Drusilda vuelve a fracasar en su intento de herir al Dragón

- Antes de que lo intente de nuevo - gritó el mercenario mientras cargaba contra el dragón, con su espada corta por delante, dispuesto a clavarla con profundidaden la coriacea piel del dragón

Abrojos, para sus adentros lamentó la muerte de uno de los lobos que tanto los habían ayudado, pero no era el momento de lamentaciones... aunque la forma que que su arma rebotó en las escamas del rojo le dió un nuevo motivo para hacerlo

Su fiel compañera, aún con la imagen de peligro y necesidad que el mercenario había proyectado en su cabeza hizo lo mismo que el picaro. Sin embargo, pese a que parecía que había conseguido morder la punta de uno de los dedos de la bestia mágica, no consiguió hincar sus dientes para intentar envenenarlo

Al darse cuenta de la situación, Abrojos proyecto en su mente una sensación de peligro mientras le indicaba - Tu sal de aquí, no puedes herirlo -

Cuando Dork notó que había terminado el ataque del Dragón salió corriendo de detrás de la piedra con largas zancadas en dirección a su enemigo, los músculos de sus piernas se tensaban a cada paso que daba, frente a él se encontraba aquella mole roja. Dork levantó su pico mientras atravesaba el aire aún caliente y lo descargó sobre la piel del Dragón.

Enloquecido por las múltiples heridas, el dragón se revuelve atacando con todas sus armas. La rabia y la ceguera hacen que falle más que acierte, pero una garra atraviesa la armadura de Abrojos dejándole cuatro heridas diagonales a lo largo de todo el pecho. No ha perforado ningún órgano, pero la pérdida de tanta sangre y el dolor dejan al pícaro maltrecho.