Partida Rol por web

En tu ficha tienes esto:

Lo único que lo hace parecer humano son su miedo y sus recuerdos. Todos ellos felices, salvo aquél fatídico día.

- Una tarde soleada en un parque.

- Jugando con su padre y su madre, haciéndose cosquillas.

- Sus cumpleaños.

- El primer beso con una niña.

- La sonrisa de su madre y la de su padre.

Son recuerdos que hice redactar al primer Littlefield cuando empezamos. Necesitaría que me desarrollaras un breve (cuatro cinco lineas) esbozo de ese "fatídico día". Despues yo le pongo un par de detalles y así entramos un poco en Littlefield. Como me gusta que sea el más duro, puedes despues rolearlo como quieras. Ella no tiene porqué convencerte si no quieres.

Redactame cinco o seis lineas de la historia de Meredith ^^

Si pudieras redactarme 5 o 6 lineas de tu primer encuentro con Michael, sería bestial. Sino, luego haces tu doble curro :P

El día era primaveral y cálido. Asi empezaba el reportaje que habían realizado sobre la matanza Zerg en el hogar de Littlefield. La sirena empezó a sonar, la sirena de Alarma. Enormes volutas de humo volaban tras unas bolas de fuego que se dirigían directamente hacia el lugar donde se estaba filmando. Eran los Zerg. Aunque realmente no se veía ningún Zerg por ningún lado, Jon estaba seguro de que eran ellos.

El camara comenzó a correr. Se veía el muro defensivo de la ciudad. Y entonces, entonces estaba en la plaza junto a los demás. A Jon le pareció ver a sus padres allí. Traqueteo de fuego automático, dos explosiones. Una cortina de llamas tras los muros. ¡Un caos! Loz Zerg estaban atacando. No se veían porque estaban al otro lado de los muros. Pero el miedo decía que allí estaban. Todos los gritos y aullidos se volvieron una cacofonía.

¡Son confederados! Las palabras se mezclaban en su cabeza. ¿Confederados? - Jon se concentró - No, eso no fue lo que dijeron. Dijeron ¿Dónde están las fuerzas de la Confederación? ¡Seguro! ¡Malditos Zerg! - pensó Littlefield - ¡Acabaré con hasta el último de ellos!

- ¿De qué estás hablando? - gruño a Melaine. ¿Acaso estás insinuando algo?

- Habla claro mujer. - digo señalándola con la mano izquierda mientras golpeo la pared con el puño derecho.

Mi mente vuela a ese recuerdo, el día que me inscribí, éramos un montón y la adrenalina fluía por nosotros, por todos y cada uno. - ¡YO MATARÉ MILES! - Gritaba un hombre más grande que M´Butu, fue el primero en morir al descender en nuestra primera misión. Todos queríamos ese día matar cuanto Zerg hubiera delante, solo algunos quedamos, pero el sentimiento sigue siendo el mismo. Que ardan todos juntos... y reiré mientras gritan de dolor. Cuando me doy cuenta la taza que tenía en la mano estaba partida, por culpa de los guantes no me di cuenta de que la había hecho pedazos y el café me había mojado.

Me levanto rápidamente y miro a todos con una cara que no refleja simpatía. Me quedo observando a Melanie un momento y sin diplomacia le suelto un. - Metete en tus malditos asuntos. - Para alejarme un poco e irme a limpiar, buscando algo pero no encontrándolo con que secarme, sin darme cuenta paso por el pasillo donde están los tanques y ahí me detengo. Mi mente da vueltas en los recuerdos de aquel día, de ese fatídico día. - No, no por favor, no otra vez... - Una lágrima brota de uno de mis ojos. - ¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!! - Un grito desgarrador sale de mi garganta, mi cabeza da vueltas, todo da vueltas, todos dan vueltas. - ¡¡¡MALDITOS ZERG, LOS MATARÉ A TODOS, MELANIE, TU PERRA!!! ¡¿QUÉ ME HAS HECHO?! - Y caigo.

Dorado. Era la única forma de definir el tiempo que pasaba con ella.

Las palabras de Melanie iban sumiendo a Ardo en los recuerdos que no quería pisar, y su cabeza empezaba a dar vueltas de nuevo mientras él, incapaz de detenerlo, comenzaba a girar en un remolino de sensaciones que eran placenteras a la par que dolorosas.

La primera vez que vio su pelo dorado estaba atardeciendo y el colegio católico cerraba sus puertas. Su profesor había dado una charla sobre como manejar fusiles en el campo de batalla. Por otro lado, él se había acercado a ella, había sentido el aire tratando de entrar a sus pulmones. Pero él no podía respirar, estaba temeroso de que no le respondiese, de que se despertase y ese sueño en el que ella aparecía no fuese real. Sin embargo, todo funcionó y empezaron a conocerse...

Los recuerdos de los años siguientes se le mezclaban con el adiestramiento militar en la base Terran de su planeta... Que él sabía, se jactaba de no estar a favor de ningún tipo de arma letal. Sin embargo, ella seguía apareciendo en esos recuerdos. La veía de pie en el agua chapoteando, reír de una broma que él le había hecho, suspirar y darle un cachete cuando bromeaba sobre las relaciones matrimoniales,... y por supuesto el día que le anunció que quería hacerla su esposa.El mismo día que los zergs acabaron con ella. El mismo día que él decidió  alistarse a los marines para vengarla...

¿O no había sido así? Recordaba el mutalisco que había volado con ella entre sus garras... Sin embargo, no había nada de sangre. En sus recuerdos mucha gente moría. Pero no había nadie que debiese de estarlo.

Ardo trató de recordar.

El cielo se tiñó de un oscuro color ocre. Después se tornó rojizo.

Entonces, enormes bolas de fuego surcaron los aires, cayendo a través de la atmósfera hacia la superficie del planeta donde él y Meredith se encontraban. Son los Zerg, atravesando la atmósfera, se dijo a sí mismo. Pero no los veía por ningún lado. De pronto, un brazo mecánico surgió de entre las nubes. ¿Mecánico? Tras de él una enorme nave científica de la confederación. Agarraba a Meredith. Él trataba de enfrentarse a ello pero... La imagen se tornó borrosa- Ardo se llevó las manos a la cabeza - El brazo mecánico era de pronto una garra, pero no había Zergs. ¿O sí? ¿Qué era aquello?

- ¡Son los Confederados! - gritaba alguien. Pero no, Ardo se dijo que estaban preguntando por ellos. ¿Dónde estaban los Confedereados ahora que les atacaban los Zerg? - El dolor punzante en su cabeza se hizo más fuerte.

Con un gesto de dolor, Ardo se apartó de la mesa donde se encontraba apoyado en ese momento.

De nuevo los dolores, pero esta vez, acompañados de más dudas y de más locura de la que su mente pudiese soportar.

Con un grito de angustia, se llevó las manos a la frente y trató de respirar, lo que le costaba bastante mientras su cabeza luchaba por tratar de entender lo que se paseaba por su interior.

Trataba de abrir los ojos, pero no podía, y las lágrimas empañaban la poca visión que podía alcanzar a conseguir.

Una cosa era segura, algo de todo aquello estaba mal, pero no sabía que era. No podía diferenciar la realidad de lo que no lo era.

Era curioso. Ahora que lo pensaba con detenimiento, los Zerg no iban en naves.

No se veia a ninguna de aquellas criaturas por ningun lado. Y sin embargo, les estaban atacando. Se veían las explosiones por todos lados. Pero ¿explosiones? Los Zerg no usaban armas de fuego... ¡Estarían defendiendose de ello y por eso explotaban cosas! Eran bombas para detener el avance Zerg, ¡seguro!

¡Nos atacan los confederados! - giraba alguien desde la orilla. Pero no, no podia ser. Seguro que dijo: ¡Nos están atacando! ¡Los confederados nos salvaran!

- Nos atacan los Confederados. - oigo en mi interior. Nos atacan los Confederados.

 - No puede ser. Los Confederados no arrasarían un Archipiélago sin más. No, no puede ser. Sin embargo las explosiones, las naves, los disparos. Todo va encajando en su sitio. Maldita sea. He estado engañado todo este tiempo.

Me giro hacia Melanie.

- Cuéntame más cosas. - le digo con determinación renovada y fuego en la mirada. Alguien tiene que pagar por tanta mentira.

- ¡Tratad de recordar! - replicó Melanie - ¡Recordad! ¡Pensad! La resocialización neuronal no puede remplazar los recuerdos: solo puede taparlos con otros nuevos. - después se giró hacia M´Butu. Parecía que después de todo, podría salvar a unos cuantos. - Queriais la verdad. Os mereciais la verdad. Con vuestra ayuda, he abierto esas puertas en vuestro interior. La fea, horrible verdad y ya nunca regresará a esa caja. Nunca más.

Littlefield salió corriendo. Pero más que apartarse de la mujer, estaba intentando apartarse de la bestia que habitaba en su interior. Y eso era francamente imposible.

Poco a poco, el mundo a vuestro alrededor volvió a iluminarse. A todos os dolía la cabeza en gran medida. Melanie estaba sujetando a Littlefield, cuidando de él mientras le acariciaba una cara llena de lágrimas.

- Pobres soldaditos. Por lo que sabemos pasa lo mismo en todos los mundos coloniales. La Confederación necesita formar un ejército rápidamente. Llevan más de un año secuestrando gente, jóvenes, y usando sus técnicas de resocialización neural para implantarles tantos recuerdos falsos como sean necesarios. Para que sus soldados crean lo que la Confederación quiera que crean. Vayan a donde se les dice. Mueran cuando se les dice.

- No te compadezcas de nosotros sino de los que nos han hecho esto. - gruño. Lo pagarán caro. Me encargaré personalmente de ello.

Luego me acerco a Jon y agarrándolo por el brazo lo incorporo como si fuera un muñeco sin aparente esfuerzo.

- Levanta y deja de llorar. Llorando no conseguirás nada.

Un fuerte sacudón me incorpora, cuando mi ojos pueden centrarse, veo que es M´Butu el que me sacó del piso. Lo suelto más por reflejo que por otro motivo y me sacudo la cabeza tratando de sacarme el mareo. Veo que todos seguimos allí y Melanie está en el piso arrodillada donde más o menos estaba yo o eso creo. Desconcertado por la confusión de recuerdos, las imágenes se chocan entre si. ¿Qué me pasa? Perdido y desorientado busco algo de que asirme, alguna verdad. ¿Quién me ha estado enseñando todo lo que se, quien me ha dado un motivo para luchar, quien me ha dado como luchar? La Confederación. Esta perra nos está engañando, malditos juegos mentales de esta desquiciada.

Todavía un poco mareado me paro firme delante de ella. - Tu. - Y la señalo. - Tu nos has hecho esto, tu estás cambiando todo. Los Zerg nos atacaron, ellos acabaron con todos los que pudieron y la Confederación no está dando la posibilidad de vengarnos. ¿Quién los rescató cuando los Zerg nos estaban aplastando? ¿Un Protto? No, fueron los Confederados. ¿Quién les dio la posibilidad de poder vengarse? Los Confederados. ¿Quién los trajo aquí y encima ahora tiene en su poder un arma que podría acabar con todos ellos juntos de un solo golpe? Los Confederados. - Miro a todos en búsqueda de su aprobación. - No se dejen engañar por esta desconocida, es parte de esos traidores a la causa, ella y el resto de ellos van a buscar debilitarnos, ahora podemos ponerle fin a todo y es nuestro deber hacerlo. ¿O me van a decir que le creen más a ella que a ustedes mismos? Sáquence los recuerdos falsos que les trata de meter, de las confuciones y engaños que está orquestando, saben la verdad. Somos Confederados y así lo seremos hasta que logremos la misión o alguien más capáz lo haga. -