Partida Rol por web

Por encima de los chirridos, la incofundible voz de Breanne llenó el canal de comunicaciones.

- ¡Abran fuego! ¡ Abran fuego y mátenlos a todos!

- Maldita sea Jans. Mira lo que has hecho. - vocifero mientras me pongo en pie y preparo el lanzallamas mientras me pongo por delante del maldito ingeniero preparado para achicharrarlo.

Ardo ya se esperaba que algo así pudiese pasar, y por suerte, tenía ya el rifle preparado.

Por otro lado, sería el primero en llamar la atención de esos asquerosos bichos. Pero le daba igual. Tenían que acabar con ellos.

- ¡Maldita sea, disparad! ¡Vamos, vamos, vamos!

Una ráfaga de proyectiles salió disparada hacia el mutalisco más cercano.

Tres mutaliscos atravesaron el marco de las destrozadas ventanas. Sus alas purpúreas se desgarraron contra los fragmentos que no habían caído pero las criaturas no parecieron sentir el daño que se estaban haciendo. Había locura en sus ojos monótonos y pardos: una locura inconsciente, implacable y mortal. Sus ensordecedores chillidos brotaron de sus grandes bocas mientras se lanzaban a la carga.

- ¡Disparad! ¡Disparad! - Breanne gritaba por el canal de comunicaciones mientras disparaba con su pistola gauss. El Alférez obedeció, descargando una gran ráfaga que acertó de lleno en su enemigo. Lo mismo hizo Ardo, cuyo rifle se unió a la lluvia de muerte que emergía desde la isleta.

Alas membranosas, cartílago, piel, músuclo, todo era arrancado en grandes fragmentos de los cuerpos de las bestias mientras avanzaban presa del frenesí. Los pedazos sanguinolientos caían sobre los paneles, suelo y techo, estallaban en medio de nubes de humo acre. Pronto, toda la cámara se había llenado de una arremolinada y densa peste que ni siquiera los ventanales ahora destrozados podían disipar.

Ardo vió como el mutalisco más cercano abría la boca, vio como se tensaban los músculos de sus fauces. Por un segundo pudo ver las protuberancias semejantes a colmillos que brotaban a ambos lados de las enormes mandíbulas. En el siguiente segundo, un chorro de abominaciones con alas de muciélago brotó de las fauces de la criatura en dirección a la base de la isleta de mando, donde estaba Ardo.

Por suerte este pudo cobijarse. Las ciegas criaturas chocaron con el metal y estallaron. Las planchas del suelo se fundieron en un chillido agudo.

Las bestias Zerg entran en el resinto, no les importa más que acabarnos y eso es para lo que sirvo, Uno de ellos ataca a Ardo y yo no pierdo tiempo, levanto mi arma y le apunto al grupo que entró rápidamente. Casi triturando el gatillo lanzo una ráfaga de pleno a los Zerg. - Tomen esto basura. - No diálogos, no preguntas, solo acción.

Amy lanzó un grito al mas puro estilo colegiala, por suerte la ráfaga de disparos silenciaron tal despropósito. Por desgracia el tiro no salió demasiado bien, pues Amy no estaba acostumbrada al frenesí de la batalla, aunque se había preparado para ello nunca encontraba el momento de empezar a disparar.

La médico miró a Ardo para comprobar si estaba herido.

El situarme delante del ingeniero provoca que la llamarada que sale del lanzallamas no sea tan precisa como debiera fallando miserablemente.

- Permanece detrás de mí. - le digo a Jans.

Ardo vio cómo un poco de aquel asqueroso líquido le había rozado y lanzó un gemido de dolor.

Si un poquito podía hacer tanto, no se imaginaba que podría pasar si una de esas te daba de lleno.

Rodando hacia un lado y con el arma preparada, el soldado salió de su posición para poder lanzar otra ráfaga de disparos.

De nuevo volvió a impactar, aunque esta vez le dio un poco menos de lleno.

- ¡Venga chicos!¡Machacadlos!

Las criaturas expulsadas por el primer mutalisco habían disuelto las planchas como agua cuando habían tocado el suelo. La armadura de Ardo tenía graves daños igualmente. Un humo amargo llenaba la sala y les impedía respirar con el visor levantado.

De pronto, el horrible ataque del primer mutalisco cesó. La cabeza del Zerg explotó bajo un chorro conjunto de Smith-Punn, Littlefield y el propio Ardo. Sus pedazos llovieron por toda la sala. Varios trozos grasientos chocaron con los marines y el ácido comenzó a disolver el metal de las mismas. Los afectados se limpiaron la corrosiva sustancia con las manos. La armadura quedó cubierta de ampollas, pero no parecía que tuviera ninguna brecha.

El mutalisco cayó pesadamente al suelo y el impacto disolvió casi al instante las planchas de metal donde se estrelló. Un agujero humeante e irregular fue todo lo que quedó del lugar después de que la criatura se precipitara hacia los pisos inferiores. A juzgar por el sonido que subía por las fisuras, debía estar abriéndose camino por varias cubiertas del centro de Mando.

El humo cubría todo, mezcla de los gases expulsados por el mutalisco y los que salían de los metales derretidos. Sin embargo podiais oir con claridad las voces del canal de comunicación táctica:

-... Repito, Zorra, regrese a base ahora mismo. ¡Es una orden!
- Jans ¡Aguanta! ¡Tegis va para allá! ¡Voy a buscarte, chico!

Marz debía de haber recibido el mensaje y se dirigía hacia allí. Lo único que tenían que hacer era... Lo único que tenían que hacer era seguir vivos.

Las luces rotatorias de emergencias parpadeaban entre el denso y arremolinado humo. Aún quedaban dos Mutaliscos en alguna parte. Puede que estuvieran muertos, pero lo más probable era que estuvieran allí, acechando.

- Base Pintoresco, aquí la Zorra, a diez kilómetros de la señal. ¡Jans, responde, por favor! ¡Jans! ¡Responde, por favor...!

Jon había cesado de disparar. No veía a nadie entre el humo y tampoco oía disparos en la isleta. Todo parecía en calma y eso le ponía aún más nervioso. Avanzó con cautela, consciente de que en cualquier momento podía encontrarse con uno de aquellos alienígenas.

Al menos habían derribado a uno.

Entonces, de entre la niebla, escuchó el aleteo. Uno de los mutaliscos apareció delante de él descargando aquella extraña nube de abominaciones con alas de murciélago hacia él. Inmediatamente respondió con fuego de proyectiles.

Amy había cesado de disparar. No veía a nadie entre el humo y tampoco oía disparos en la isleta. Todo parecía en calma y eso le ponía aún más nervioso. Avanzó con cautela, consciente de que en cualquier momento podía encontrarse con uno de aquellos alienígenas.

Al menos habían derribado a uno.

Ardo había cesado de disparar. No veía a nadie entre el humo y tampoco oía disparos en la isleta. Todo parecía en calma y eso le ponía aún más nervioso. Avanzó con cautela, consciente de que en cualquier momento podía encontrarse con uno de aquellos alienígenas.

Al menos habían derribado a uno.

M´Butu había cesado de disparar. No veía a nadie entre el humo y tampoco oía disparos en la isleta. Todo parecía en calma y eso le ponía aún más nervioso. Avanzó con cautela, consciente de que en cualquier momento podía encontrarse con uno de aquellos alienígenas.

Al menos habían derribado a uno.

Al levantarse la humareda cojo a Jans e indicándole que guarde silencio le señalo la mesa debajo de las telecomunicaciones para que se esconda. También le dejo claro por señas que si abre la boca será lo último que haga.

- Maldita sea. ¿Donde están esos malditos bastardos? - pienso mientras voy avanzando hacia donde se supone que deberían estar los malditos mutaliscos.

Sin disparar y tratando de no hacer ruido para no llamar la atención sobre su persona, el marine trató de buscar un lugar sobre el que ocultarse y que le permitiese tener amplitud de movimientos para poder moverse y disparar en cuanto alguno de esos bichos diese una señal de estar vivo.