Partida Rol por web

Al ver que las puertas del ascensor empiezan a cerrarse me lanzo a sujetarlas interponiendo mi cuerpo en su trayecto asegurandome de que Jans entra en el mismo.

- Jans permanece oculto ahí dentro y ni te muevas. Prepárate para que este ascensor baje en cuanto entren por la puerta.

- Daros prisa pandilla de nenazas. - les grito al resto del grupo. Mi abuela corre más que vosotros. - añado mientras diaparo hacia los Mutaliscos.

Estas escondido, no hace falta que tires.

M´Butu soltó a Jans al instante. Se encontraban ya en el ascensor y su enorme cuerpo quedó inmóvil, impidiendo que las puertas se cerraran. Fue todo lo que el Marine hizo antes de levantar el enorme lanzallamas y soltar una bocanada de fuego en dirección al mutalisco que no acertó, ya que éste desvió el fuego con el aire expelido por su fuerte aleteo.

Melanie se puso trabajosamente en pie, levantó la mirada y lanzó un grito. Más de sorpresa genuina que de miedo. Parecía que aquella mujer no le tuviera miedo a nada. Fuera lo que fuese la razón, se percataron de que llamaba la atención de las criaturas. Los restantes Mutaliscos entraron en masa en la habitación.

Breanne no esperó. Su rifle de asalto empezó a traquetear al instante y las pesadillas aladas retrocedieron en dirección a los escombros. Entonces se fijaron. Littlefield se arrastraba entre los mismos para atacar por el flanco trasero a los zerg. Seguía vivo, y estaba en posición de tiro. Mientras, dos de los mutaliscos se clavaron las alas en las agujas retorcidas de las antenas rotas y las estructuras de soporte. Chillaron y se convulsionaron y, enfurecidas por la indignidad de verse conginadas al suelo, se desgarraron las membranas contra el metal destrozado.

Pero Ardo y M´Butu no tenían tiempo para preocuparse por la lucha de Breanne y Littlefield. Una sombra coriácea se precipitó sobre ellos a una velocidad imposible.

- Venga pandilla de nenazas. Moveros. - grito. No creo que pueda contenerlos a todos por mucho tiempo.

- Además, las malditas puertas del ascensor quieren cerrarse y soy el único que las mantiene abiertas para vosotros así que ¡¡¡MOVEOS YA!!!

Tras estas palabras veo que Ardo tiene encima un Mutalisco y sin pensarmelo dos veces aprieto nuevamente el gatillo del Lanzallamas para freir a ese maldito engendro antes de que nos fría a nosotros.

Aprovechando mi posición apunto rápido mientras comienzo a correr hacia el ascensor. Es ahora o nunca. Pienso mierntras barro con mi rifle a los Zerg por la espalda, sabiendo que tengo otros en mis espaldas que podrían hacer lo propio conmigo, pero me la tengo que jugar todas juntas.

Ardo tenía que acabar con esta situación ya.

Cuando ya se retiraba hacia el ascensor, un mutalisco se lanzó a por él y ya no tuvo tiempo de nada más.

Levantó el arma y empezó a disparar.

El fuego de Ardo no afectó a la criatura, pero sí las llamas de M´Butu que salían de detrás del marine derribando y achicharrando lo que quedaba de las alas del mutalisco. La criatura, no obstante, se negó a detenerse y empezó a avanzar reptando por el suelo detrozado.

Mientras, Littlefield disparaba al mutalisco que se interponía entre él y el ascensor. Al estar ya dañado y saliendo de entre las sombras sin que este se preocupara, acabó con lo que quedaba de él que cayó al suelo haciendo un tremendo agujero con su sangre.  Pero esto dejó en desventaja a Littlefield que se vió rodeado por enemigos que empezaron a descargar sus ataques sobre él.

Breanne estuvo rápida y Smith-Punn también. Descargaron ambos sus armas sobre uno de los enemigos que estalló en mil pedazos de carne y ácido.

- ¡Malditos bichos! - rujo cuando veo que dos de los mutaliscos disparan a Jon. ¡Volved al Infierno del que habeis salido! - añado friendo a uno de ellos.

- ¡TENIENTE! - grito. ¡Littelfield ha caido!

- ¡Daros prisa o no conseguiremos salir de aquí con vida!

- ¡Jans, agarra a Littelfield y arrástralo hasta el ascensor! - ordeno al mecánico.

No pienso dejar aquí a Jon bajo ningún concepto.

Ardo sintió cómo el ácido del mutalisco le abrasa la armadura y la piel y reprimió un grito de dolor... Sin embargo, no tenía tiempo para lamentos y tenía que proteger a la compañía de ese maldito bicho, antes de que pudiesen marcharse, así que mientras seguía retrocediendo hacia el ascensor, lanzó una nueva bocanada de proyectiles.

Sin embargo, el terrible dolor que atenazaba su piel le impidió dar, y en ese momento si lanzó una maldición mientras llegaba a la puerta.

Jans asintió con miedo y salió a gatas del ascensor agarrando a Jon por la pechera y arrastrándolo hacia el ascensor. La carrera del marine le había acercado lo suficiente hasta ellos para que Jans no tuviera que ponerse mucho tiempo a tiro para recogerle.

La criatura que se enfrentaba a Ardo seguía avanzando hacia él, implacable, aparentemente ajena al castigo a que estaba siendo sometida. Ardo falló de nuevo su disparo, fruto del miedo de aquella enorme criatura acercándose. En ese momento, de improviso, el mutalisco se contrajo y dio un salto. M´Butu lo estaba esperando. Su lanzallamas golpeó al monstruo en el hueso del pecho. Éste salió despedido hacia atrás en pleno salto, envuelto en llamas, y se precipitó por el agujero que su hermano había abierto en el suelo un momento atrás.

Batió las alas, pero no quedaba en ellas casi nada que pudiera prenderlo en el aire. Gritó de furia mientras caía por el agujero.

Breanne y Smith-Punn seguían disparando a los suyos. Su fuego combinado estaba destrozando rápidamente a los monstruos. Atrapados en la estructura metálica de las antenas, el ácido de su sangre estaba operando en su contra. Cada herida devoraba un poco más el metal que las rodeaba y de este modo las antenas se cernían un poco más sobre ellos y los mantenían inmovilizados.

- ¡Corre! ¡Melanie, corre! ¡Ahora! - Era Smith-Punn. El sargento disparaba a una de los mutaliscos, pero la criatura estaba peligrosamente cerca. Desde su posición, pudieron ver como el ácido que chorreaba de la criatura estaba acabando ya con la armadura del Alférez. Los disparos de éste estaban destrozando a la bestia y rociando los escombros con humeante icor.

Melanie empezó a correr pero el mutalisco se movió hacia ella. Smith-Punn se interpuso entre los dos, sin dejar de disparar. La bestia reptó hacia ellos.

- Maldita sea. - rujo. Ardo, sujeta la puerta. Mantenla abierta cueste lo que cueste.

En cuanto Ardo ocupa mi lugar me acerco hacia la Teniente y el Alférez.

- ¡Teniente! ¡Alférez! - grito avanzando hacia ellos dejando atrás a Melanie. ¡Corran! ¡Les cubro!

Dicho esto aprieto el Gatillo del Lanzallamas dirigiéndolo contra el Mutalisco que está junto al Alférez.

Ardo sabía lo que tenía que hacer. Puede que aquellos marines siguiesen atados a lo que fuese que creían que significaba la confederación. Pero él sólo quería salir de allí, y tenía que hacerlo. Jans estaba ya en el ascensor con Jon, y Melanie estaba llegando. Sujetó la puerta, pero se dijo que pondría un límite de tiempo. Eran marines, y estaban dispuestos a sacrificar su vida por aquello en lo que creían, fuese como fuese, y sabía por propia experiencia que nada les haría cambiar de opinión.

- ¡Melanie! ¡Adentro, ya!

Mientras decía esto, una nueva ráfaga salió despedida hacia el monstruo que se acercaba al sargento.

M´Butu estaba demasiado lejos para atacar al Mutalisco. Sus llamas surgieron hacia el enemigo que acorralaba a Smith-Punn, pero no afectaron en absoluto a nada. En cambio, el crepitar del rilfe gauss de Ardo tenía mucho mayor alzance.

- ¡Nooo! - gritó Melanie. Pero ya era tarde. Las balas del rifle salieron despedidas hacia el mutalisco. Al empezar a perforar el cuerpo del mutalisco, chorretones de ácido empezaron a caer sobre el Alférez. El sargento miró un minuto a Ardo y sonrió. Su armadura se estaba esaciendo, y entonces, saltó directamente hacia el Mutalisco. Tras enterrar el arma en el vientre de la criatura, alargó la otra mano y la cogió por el cuello. Enfurecido, el Mutalisco enrroscó su afilada cola alrededor del Marine.

- ¡NO! - rugió Breanne.

- ¡Corred! - gritó Smith-Punn con la voz teñida de agonía - ¡Corre, Melanie!

Los disparos de Ardo y los del propio Alférez estaban destrozando al Mutalisco. El ácido que chorreaba por su cuerpo ya había fundido casi los dos cuerpos en uno solo de una forma horripilante.

Melanie con la cara completamente pálida terminó de rodear corriendo los escombros que ocupaban el centro de la sala, y se reunió con Ardo y con M´Butu en el otro lado. Jans terminó de internar a Littlefield en el ascensor, donde Amy se puso inmediatamente a intentar reanimar al marine inconsciente.

Tras acabar con el último de los Mutaliscos de la sala, Breane se acercó a Smith-Punn gritando y aullando.

- ¡Apartate, Smith-Punn! ¡Suéltalo y apártate! - El arma del Alférez seguía disparando. A estas alturas su mano debía de haberse disuelto por completo. Puede que fuera el blindaje fundido de la armadura lo que mantuviera el gatillo apretado. El Mutalisco dejó de sacudirse mientras hacía un charco de ácido bajo él. Las planchas del suelo volvieron a gemir y el Alférez desapareció de su vista junto con su derrotado adversario.

En ese momento, en el exterior se alzó un sonido diferente, más familiar y agudo. Melanie levantó la mirada al oírlo y gritó:

- ¡Mirad!

La Nave de Descenso. La Zorra Valquiria flotaba a diez metros de distancia, emitiendo un sonido agudo que a todos les pareció hermosísimo. Littlefield se incorporó, aturdido pero con los brazos abiertos. Jans le ayudó a levantarse e incorporarse.

Breanne, acercándose a la ventana, resolló y dijo: - Nos vamos. - Se veía a Marz al otro lado, sonriendo.

Melanie, de pie al lado de M´Butu, parecía inquieta.

- Cabo M´Butu, ¿cuantos de esos monstruos voladores avistaron los centinelas cuando todo esto empezó?

Todavía tratando de saber donde estoy me levanto ayudado por alguien que no logro distinguir todavía, la vista perdida y el cuerpo que parece pesar tonelada, cada movimiento me cuesta una enormidad. Pero un sonido familiar me trae buenos recuerdos, el que la ayuda llegaría pronto y así es, pero sigo todavía muy mareado para poder hacer pie y andar solo.

- Ocho si mi memoria no me falla mi Teniente. - respondo. Ocho malditos Mutaliscos.

- Acaban de caer cuatro y por lo menos otros dos o tres anteriormente. - añado. Por lo que sólo quedará uno o a lo sumo dos de esos engendros.

Ardo maldijo por dentro por la suerte del Alférez, pero se dijo que no era el momento de culparse por ello.

- Si se me permite, teniente. No deberíamos de dejar ese instrumento del mal en la sala.

Todos siguieron con la mirada su dedo extendido para ver la caja que había empezado todo esto.

Podían acabar con la Confederación y con los Hijos de Khoral de un plumazo con esa prueba. Pero lo más importante, podía recuperar sus recuerdos si se libraba de la mierda que le habían metido en la cabeza una vez hundidos en la mierda.

Melanie prosiguió.

- Bueno, ¿han informado los centinelas de algún derribo? O sea, no creo que...

Breanne miraba lo que señalaba Ardo, pero al escuchar a Melanie lo ojos se le abrieron como platos. Se volvió hacia la Nave de Descenso y empezó a hacer gestos. Gritó:

- ¡Fuera! ¡Da la vuelta!

El piloto sonrió y le devolvió el saludo.

- ¡No! ¡Maldita sea! ¡Vete! - gritó Breanne, gesticulando con más fuerza - ¿Qué demonios le pasa al canal táctico? No consigo...

- Oh, no - dijo Meredith con la voz entrecortada.

Los tres Mutaliscos restantes pasaron en vuelo rasante sobre el centro de mando. Marz estaba demasiado concentrado tratando de dar con su hermano como para darse cuenta. Para cuando se percató de lo que estaba pasando, los Mutaliscos estaban ya descargando sus engendros sobre los reactores y el cristal de la cabina.

Breanne alzó el arma y empezó a disparar. Ardo, Littlefield y M´Butu se unieron a ella, pero eran demasiado pocos y habían actuado demasiado tarde. Deseperado, Marz aceleró los motores y los desprevenidos Mutaliscos fueron succionados hacia el interior. El ácido se desparramó sobre los motores y separó las aspas de las turbinas de los tubos de alta velocidad. En cuestión de instantes, la Nave de Descenso empezó a deshacerse.

Marzo logró llevarse su Zorra unos cien metros hacia el oeste antes de que explotara, provocando una lluvia de fragmentos que cayó sobre todo el pueblo de Pintoresco. Se estrelló contra el barranco que se extendía al oeste de la base y, cuando los tanques hipergólicos cedieron, empezó a arder furiosamente.

Más allá de la densa columna de humo, más transportes de la Confederación se elevaban describiendo un grácil arco hacia los cielos. Sus estelas despedían un resplandor color salmón contra el horizonte escarlata del sol poniente. Ya no eran ni de lejos tan numerosos como lo habían sido antes.

Los ojos de Breanne miraban fijamente la mole que ardía al otro lado de los muros del perímetro, como si estuvieran viendo a través de ella. Estaba conmocionada. Su mente parecía incapaz de comprender lo que acababa de ocurrir.

Con el arma todavía en lo alto, apuntando al cielo donde hasta hace instantes estaban los mutaliscos que atacaban la nave, la que iría a ser nuestra salvación pero que ahora solo es un amasijo de fierros retorcidos. Mi primer pensamiento es bronca, la bronca de saber que moriríamos sin poder hacer algo para evitarlo. El destino se selló con la pérdida de Marz, pobre Marz... Pobre Jans. Evito mirarlo dado que ahora su dolor debe ser más grande que el nuestro.

En vez de eso miro a la Teniente que ahora parece distante, como perdida en el fuego que crepita a la distancia. - Teniente, señor. ¿Órdenes? - Se que no dirá mucho, solo busco que reaccione y vuelva a la realidad, o quizás ya esté en ella y solo nos quede mirar el fuego mientras los Zergs nos consumen.

Breanne parpadeó. No podía - o no quería - mirar en la dirección de Littlefield.

- Debemos... no... lo... sé. Yo...