Han pasado tantas cosas estos últimos años, tantas cosas se han ganado o perdido. Aún así, me siento como si mi vida estuviese empezando.
Y así fue, aunque antes ya había amado, no había conocido el amor de verdad hasta que conocí a Coop. Un hombre con el que tuve la niña especial que tenía prevista, pero que por miedo nunca tenía. Además de dos niñas especiales que no tenía previsto.
De repente me vi bendecida con tener mi propia familia. Y amigos de siempre con quien compartirla. Y aunque sigo trabajando y dando consejo a aquellos que me lo piden, estoy más interesada en ayudar a que todos encuentren el amor, desde que me he sentido amada.
Phoebe de algún modo se ha convertido una experta en el tema. En cuanto a mí, la vida sin demonios me abrió grandes horizontes. Henry siguió vigilando presos, aunque no quisieran que los vigilasen. Pero aún le queda tiempo para ayudarme con el pequeño Henry y las gemelas. Lo que por fin me permite ser una luz blanca, y ayudar a la siguiente generación de brujas a llevar su vida.
Y para que Paige pudiera enseñar todo lo que había aprendido, no solo a sus hijos,  también a los míos, a los de Phoebe, también a las futuras brujas y luces blancas que continuarán la lucha hasta que la generación de nuestros hijos los releve, dejándome a mi tiempo para poder volver a mis raíces y preparar algo que no fuesen pociones. Y abrir el restaurante que siempre soñé tener.
En cuanto a Leo, hablamos con la Escuela de Magia y ha vuelto a dar sus clases, cosa que siguió haciendo hasta que se jubiló. Y aunque, por supuesto tuvimos nuestros problemas… y ataques de corazón por los años, somos una familia de luchadores y siempre lo seremos, por eso nos han llamado con acierto: Las Embrujadas.

Episodio 1 - Piloto

Sientes tu primera premonición. Es breve, pero puedes ver como la Mansión Halliwell ha explotado. Aunque no reconoces quien había dentro, ni la razón por la que ha sucedido.

Kat estaba estirada en las tres sillas que había en su despacho, con una bata encima de su cabeza. Se sentía extenuada hasta el límite. Las últimas horas habían sido algo caóticas, como casi todas las noches que le tocaba ocuparse de las urgencias de la clínica veterinaria Vetcadoo. Las mañanas podían ser tranquilas y sin accidentes pero eso de ser de las pocas clínicas con urgencias las 24 horas hacían de las noches de guardia algo estresante y ajetreado. Perros enfermos, gatos histéricos, canarios desplumados,...; a veces era imposible saber si lo importante era la salud del animal o que no perturbara el horario de sueño de sus amos. Ella quería creer que era lo primero.

Esa noche había tenido un poco de todo, incluso una operación de urgencia a un caniche que se había tragado una pelotita con cascabel. Afortunadamente, todo había salido bien así que al menos se sentía satisfecha. Pero quería dormir y la falta de personal no se lo permitía, su jefe le había dicho que tendría que trabajar más ese día, aunque sólo como recepcionista, algo en lo que su falta de sueño no le permitiera equivocarse demasiado, o no de forma desastrosa.

El ruido de alguien llamando a la puerta por tercera vez la sacó bruscamente de su letargo, consiguiendo que se cayera de las sillas y se diera un buen golpe en el coxis. Se puso en pie entre maldiciones y quejidos. Le tocaba de nuevo ponerse en marcha. Suspiró.

- Ya voy - dijo alargando la "o" más de lo normal, denotando que no era necesaria tanta impaciencia.

Le encantaba su trabajo pero tenía que reconocer que había días muy duros.

Era el día libre de Henry y, para variar, se había levantado primero. Su compañero de piso no estaba en casa, así que aprovecho para poner la música alta al tiempo que se dedicaba a prepararse un buen desayuno. Se sentó en el sofá y, mientras tarareaba, iba comiendo.

Al terminar, se dio una buena ducha y después apagó la música. Cogió su guitarra, hoy se sentía inspirado. Tocó una de las cuerdas y se dio cuenta de que estaba desafinada, así que estuvo cerca de una hora toqueteando las clavijas hasta conseguir que la música sonara a gloria. Después llegó uno de los momentos que más le gustaba: Comprobar que su voz se ajustaba a la música. Carraspeó y, al tiempo que tocaba una cuerda, dijo

Mmmmm... Sonrió. Estaba perfectamente entonado.

Empezó a trabajar en una canción que tenía a medias, retocando notas y cambiando la melodía, cambiando palabras que no le decían nada por otras que transmitían grandes emociones, al menos desde su punto de vista. Así se podía pasar toda la mañana, sin darse cuenta de que pasaban las horas.

- ¿¿¡¡QUIERES HACER EL FAVOR DE BAJAR ESO!!??

El grito de Penny se escuchó en toda la casa pero los resultados fueron nulos, como siempre. Era lo que pasaba cada vez que Candice y ella salían de fiesta: copas y desfase hasta poner las calles, y luego ha seguir la fiesta en casa. Pero cuando ella no participaba en la juerga extrema y debía levantarse "pronto" al día siguiente (nunca ocurría antes de mediodía), las cosas perdían su gracia.

Desesperada, se llevó las manos a la cara frotándose los ojos con energía. Habría dormido un par de horas - a lo sumo - y, aunque aún podía rascar algo de sueño, sabía que intentarlo iba a ser en vano. Por ello, decidió despertarse.

Tras una buena ducha y medio kilo de maquillaje, se sintió bastante preparada como para comenzar el día. Una vez en la cocina y tras comprobar que la comida de la nevera brillaba por su ausencia, comenzó por los armarios. Por supuesto, sin éxito. Lo único que podía llevarse a la boca esos momentos era alguna apestosa lata de conserva. Fin. Molesta, volvió a su cuarto y se dejó caer en la cama. - Si no empiezas a espabilar, Penny, te pondrás enferma - pensó.

Hacía un tiempo que se planteaba un cambio de vida, pero era demasiado perezosa como para hacerlo realidad. Pensativa, se puso a zarandear uno de los peluches que siempre le acompañaban, fuese a donde fuese. Había pertenecido a su hermana Patty (quien lo había heredado de su hermana Melinda y que, antaño, había sido de alguna de las embrujadas). Le gustaba mucho ese peluche, pues le recordaba que, fuese como fuese, pertencía a algún lugar.

Sin previo aviso, todo se tornó oscuro. Asustada, Penny se incorporó de golpe, para descubrir que se encontraba fuera de su apartamento. Estaba en la acera de enfrente de la casa Halliwell. Intentó incorporarse pero le pesaba demasaido el cuerpo. Y, justo en el momento en el que lo consigue, la mansión explota en mil pedazos.

Con el corazón en un puño Penny volvió a incorporarse, esta vez en su dormitorio. Asustada, buscó con rapidez las llaves, la cartera y el resto de objetos necesarios. Necesitaba ir cuanto antes a la casa familiar y comprobar que la gente está bien. Estaba tan acelerada que salió de su piso sin ni siquiera pararse a pensar en que acaba de experimentar su primera premonición.

Como siempre, Melinda se levanta temprano y silenciosa como un felino va hacia la cocina para hacer café para ella y sus dos hermanos, que seguirán durmiendo porque ambos trasnochan más que ella desde luego. Con un prolongado bostezo, la mujer se estira mientras observa como el café se va haciendo poco a poco, llenando la casa con su inconfundible aroma amargo. 

Con total tranquilidad, la bruja extiende la mano hacia la nevera sin llegar a abrirla y concentra su energía en hacer aparecer la leche en su mano, consiguiendo que el cartón se materializase en su mano sin ningún tipo de problema. A Melinda le encantaba hacer magia y la empleaba siempre que podía, por las mañanas ayudaba a que se despejara un poco, era como una especie de calentamiento matutino. Sonríe para sus adentros y lo deja en la encimera mientras aparta el café recién hecho del fuego y se lo sirve en una taza para añadirle leche después, junto con dos cucharaditas de azúcar. 

Comienza a bebérselos a sorbitos cortos porque aún está caliente mientras disfruta de su sabor y de la reconfortante sensación de saber que un día como ese no tienes porqué hacer nada salvo lo que a ti te apetezca, ya que es su día libre en la biblioteca. Mañana tendría que volver a repetir todo este proceso, pero de forma mucho más rápida para luego vestirse y salir corriendo hacia la biblioteca. Pero no, hoy no tiene que hacer absolutamente nada... por lo que seguramente se dedique a leer junto a la ventana mientras entran los cálidos rayos de sol por el cristal. 

Una vez termina esa taza de café, se come dos piezas de fruta que ve en el frutero. Con eso ya tenía suficiente como para aguantar durante toda la mañana, pues Melinda no era una persona que necesitase comer demasiado. Después de desayunar, va a darse una ducha y a vestirse con ropa cómoda. Cuando realiza todo ésto, coge el libro de lectura que está leyendo en ese momento y se sienta en su sillón colocado junto a la ventana. 

Melinda comienza a leer, compaginando su lectura con su atención a las habitaciones de sus hermanos, por si alguno despertaba. 

Tras una larga noche de trabajo, Chris seguía durmiendo. Sabía que sus hermanos se habían levantado ya, o al menos lo intuía ya que su hermana siempre era muy madrugadora, pero la noche en el P3 había sido más larga y ajetreada de lo normal, así que Chris había decidido dormir y descansar hasta que alguien lo necesitase y esperaba que ese momento no llegase en el día de hoy.

Tamara disfrutaba ya de su independencia en su nuevo ático. Era un apartamento bastante pequeño pero muy acogedor. Tenía que ir pronto a trabajar, así que madrugó bastante para ducharse y desayunar tranquilamente, adoraba el momento del desayuno. Un buen café, un bollito, cereales, fruta... Siempre decía que el desayuno era lo más importante del día, estaba segura de que según le dedicaras a tu desayuno, así sería tu día. Así que se fue a su pequeña terraza, se puso su completo desayuno en una bandeja y lo disfrutó mientras recibía los primeros rayos del Sol. Allí entre sus plantas y sus adornos, era muy feliz.

Hoy tendría pocas clases en el colegio, pero eso no era motivo de poco trabajo, iba a explicar la fotosíntesis a sus pequeños alumnos y estaba deseando verles la carita de alucine cuando explicaba todo aquello, además harían después sencillos experimentos.

Por un momento echó de menos a su gemela, ¿qué estaría haciendo ahora? Normalmente le preparaba el desayuno, ya que Kat no era de las que se preocupan por eso y terminaba comiendo cualquier cosa que pillara.

Un nuevo sorbo de café y un bocado del delicioso bollo de chocolate. Ummmm... Hoy será un día estupendo, se dijo a sí misma.

Otro día más en el Despacho.

Podría ser un día cualquiera del último año pero no es así. Hoy se iba a realizar una de las mayores redadas contra el Narcotráfico y tenía multitud de papeles encima de la mesa. Coordinar todo es un trabajo de locos. Menos mal que Elizabeth siempre la echa un cable con los preparativos y esta vez no fué distinto. Tenía todo organizado y listo para el Gran Evento.

- Capitán, ¿están preparados? - digo por la emisora.

- Todo preparado. - responde.

- Adelante. - digo. Que comience la Operación.

- Adelante, adelante. - oigo por la radio antes de que esta se apague.

Como suele decirse ya está todo el pescado vendido. Ahora sólo queda esperar. Meses de preparación para que todo quede resuelto en apenas media hora.

- La Operación ha sido un éxito. - oigo por la radio. Ningún Herido. 20 detenidos y varios kilos de cocaina incautados.

- Los de Narcóticos se pondrán hechos una fiera. - comenta una voz a la que identifico fácilmente. Es Elizabeth.

- Buen trabajo. - digo por la Radio. Buen trabajo.

- Todo ha salido bien. - pienso.

No hay que lamentar bajas ni heridos entre los policías. Sólo eso ya era casi para celebrarlo pero si sumamos las detenciones y el alijo incautado la celebración será grandiosa.

Absorta estaba en mis pensamientos cuando empieza a sonar mi móvil.

- ¿Quién será?

El día empezó como uno más desde hace cuatro meses, se despertó al amanecer, sola en la cama, y su mano se movió a la derecha reposando un momento en el colchón, su mente perdida en recuerdos, luego de un suspiro se levantó y se preparó para un día más de trabajo. Almorzó bien, tenía que aguantar seis horas seguidas de pie y vigilante, y cogiendo la cartera con sus cosas fué hasta el garaje, ahí estaba el coche de Christian debería vender uno de los dos vehículos pensó mientras se dirigía a su moto.

Aparcó quince minutos después en el parking para empleados del Laguna, fué hasta su taquilla, se puso el uniforme y dejó las cosas que no necesitaba en el armario. Saludó a los compañeros con los que se cruzó y fué a ocupar su puesto en el área de psiquiatría, le dió el relevo a Thomas, un hispano de metro ochenta y bíceps como el torso de ella, para el turno de noche ponían a los más imponentes ya que eran menos, él la saludó y se fué, su turno había acabado.

Las horas pasaron rápido, durante la mañana había mucho ajetreo, las visitas solían venir por la tarde y se aprovechaba este turno para la limpieza tanto de las habitaciones como de los enfermos que no podían hacerlo solos, por lo que no paraba de pasar gente tanto del personal como pacientes. Ella se paseó por toda la zona exterior asegurándose de que no era necesaria su presencia, y cuando Smeethy llegó hasta ella para ocupar su lugar se despidió de él y se fué a los vestuarios a cambiarse.

La vibración de tu teléfono móvil hace que des un respingo por un segundo. Una llamada de tu madre aparecía en la pantalla de tu SmartPhone, parecía que algo malo iba a pasar, pues no estabas acostumbrado a que ella llamase tan temprano. Normalmente las llamadas de tu madre se daban en fines de semana y por la tarde. ¿Por qué iba a llamarte tan temprano?

¿P.J? Soy mamá. Como si aquel comentario no fuese algo más que evidente. Mira, algo malo ha pasado. Estoy tratando de localizar a tus hermanas y tus tías están llamando al resto de tus primos. Algo malo ha pasado, es Wyatt... dice y su voz se quiebra por un momento. Sin duda algo malo había pasado, no podían ser buenas noticias. Realmente, aquella llamada no pintaba nada bien.

Es mejor que lo hablemos en el P3. Allí estaremos a salvo de momento, el resto de tu familia estará allí. Deja lo que estés haciendo y ven lo más pronto que puedas.

¡Creo que todo el linaje de las Halliwell está en peligro y Wyatt no va a poder protegernos esta vez!

¡Date prisa!