Partida Rol por web

No creo que sean peligrosos, aunque seguro que contarán que nos han visto. Tal vez deberíamos irnos de aquí. Os he conducido lejos de los problemas cuanto he podido, la muerte del caballero ha sido una lamentable tragedia; no puedo influir en el comportamiento de los animales, ni en el de aquellos que viven fuera de las aldeas.

-Sigamos. -Dijo escuetamente el caballero, se encontraba terriblemente incomodo permaneciendo más de lo necesario en el mismo punto desde la muerte de Ser Adam. Era más, se encontraba terriblemente incomodo ya desde que habían cruzado el desfiladero. Tal vez fuera por la experiencia cercana a la muerte que había tenido, o por la figura que había creído ver. Pero no estaba cómodo. Y cada vez se fiaba menos de aquel guía que llevaban.

Unos pocos metros después, el caballero aminoró la marcha de su caballo y dejó que Derk se adelantara mientras él acompasaba su ritmo al de la septa y cabalgaba junto a ella.

-¿Qué opináis vos de todo esto?- Le susurró en voz baja.

Que este hombre no es tan buen guía como dijo. Tampoco creo que nos haya traicionado. Lo haría si alguien le ofreciera oro; pero de momento sólo es un embaucador. Poco o nada ha estado en estas tierras.

-Igual nos ha sacado de la sartén para caer en las brasas. -Susurró el caballero.

Puede que la septa tuviera razón, tal vez nadie lo hubiera comprado para entregarlos a cambio de oro, o tal vez estuviera buscando un comprador. Lo que estaba claro es que les había llevado por un terreno que ahora parecía desconocer y Armen temía que se tratara del territorio de los clanes de las montañas. Habría que estar atento.

Los bosques dieron paso a los pastos de alta montaña, o lo serían de haber ganado. La vegetación crecía salvaje y los únicos animales eran los silvestres. El montaraz dio con huellas de jabalíes, y bromeó sobre la posibilidad de encontrarse con algo de cena. Una mirada a los acompañantes le bastó para borrar la sonrisa: algo se cocía en la mente de aquel grupo, y a Derk no le gustaba ignorarlo.

Ser Armen conducía a su caballo entre la vegetación salvaje y el terreno abrupto que sucedió a los bosques. Aquel terreno les hacía ir más lentos, ya que tenían que tener cuidado de donde pisaban sus caballos si no querían que se rompieran una pata y caer del caballo.

Derk intentó bromear con el grupo pero Ser Armen no estaba de humor para seguirle la gracia, después de la perdida de uno de los miembros del grupo y de las sospechas que tenía sobre su guía no se sentía demasiado cómodo con Derk, al menos mientras no llegasen a un lugar civilizado o hubiera indicios de ir por el buen camino.

-¿Cuánto decís que falta?- Le preguntó al guía visiblemente molesto. -Estoy harto de estos caminos de cabras, ¿Cuándo veremos pueblos o algún camino transitado?.

Antes de la noche -dijo el aludido señalando el cielo que se oscurecía por momentos-, deberíamos llegar a Vacaburra, aldea al servicio de Sir Gerald Garnet, abanderado de los Arryn.

El hombre sacó un odre de agua y se puso a beber, se le resbaló de las manos y cayó a tierra. El montaraz desmontó para recoger el agua, al hacerlo su cara se convirtió en pánico, Ser Armen siguió su mirada hasta un hombre que, con un hacha en la mano, estaba al borde del camino. pronto se vieron rodeados por otros cuatro, con lanzas, arcos, y caballos. Todos llevaban el mismo emblema, la misma cara de pocos amigos.

Ser Armen no entendía a que venía aquella reacción de Derk y hasta que no siguió su mirada y vio como les rodeaban no comprendió lo jodidos que estaban. Algo en su cabeza le decía que esto iba a ocurrir por lo que la sorpresa no fue tan grande. Sin embargo tenía la esperanza de que no llegara a pasar.

-Mierda. - Se llevó la mano al pomo de la espada y desenvainó de inmediato, tirando con la otra mano de las riendas de su caballo hacía atrás para frenarlo y girarlo para encarar al primer hombre que había visto.

-¿Quién sois? -Exigió saber de manera autoritaria. Si iba a morir que fuera con la espada en la mano y peleando, se llevaría a alguno de aquellos bandidos consigo. Lo que no iba a dejar es que le apresaran, no quería ser un preso, ni tampoco sufrir torturas o ahorcamiento, antes ensartado por 20 flechas pero con la espada en la mano como un caballero. Eso lo tuvo claro en el mismo momento en que vio a esos hombres rodeándolos.

¿Qué hacéis vosotros en estas tierras? -preguntó a su vez uno de los hombres a caballo- No desenvaines tu espada, no tienes ninguna posibilidad.

Los arcos apuntaron a Ser Armen, al ser el mejor armado representaba la mayor amenaza, el hombre del hacha, el primero que habían visto empezó a caminar muy despacio, rodeando al grupo por el frente.

-Solo estamos de paso. -Respondió el caballero. -Llevamos a nuestro amigo para oficiar un sepelio en su pueblo natal, en Vacaburra. Mirad, tenemos septa y todo para ello. -Explicó Ser Armen señalando a la septa para que se creyeran mejor su coartada, ¿qué clase de grupo llevaría una septa consigo si no?. Esperaba que eso fuera suficiente para apaciguar sus ánimos si aquellos eran gentes más o menos honradas que los habían tomado por asaltantes de sus tierras. Si por el contrario eran bandidos esperaba que al menos fueran de esos que respetaban el sacro manto de una septa.

-Envainaré la espada cuando vosotros bajéis las armas. No soy yo quien os ha cortado el paso con un hacha en la mano.

Aquellos hombres sopesaron lo dicho, aunque no les gustara nada las amenazas del caballero errante. Ellos eran más, más espadas y más hachas.

Ser Armen se mantuvo en silencio observando los rostros de los hombres que lo rodeaban. Su actitud era clara, si alguno de ellos se atrevía a ponerles la mano encima a uno solo de ellos, el caballero haría bailar su espada para defenderse. No tendría muchas posibilidades de salir con vida de aquella encerrona, pero su determinante mirada decía que por los Siete que se llevaría a alguno a la tumba con él.

Su mirada iba pasando de uno a otro, con la espada todavía en la mano. Estudiaba la situación, por si las cosas se torcían, trataba de analizar cual de ellos era el más fuerte o el más peligroso, en que parte del terreno tendría mayor ventaja táctica... en definitiva, como podría salir de allí con vida si aquel encuentro terminaba convirtiéndose en una pelea.

Puedo interponer el paso a quien quiera, soy el dueño de estas tierras. Mis tierras. No podéis estar en ellas sin que yo os lo consienta. Si me decís qué hacéis aquí nada malo os sucederá.

Mi señor tiene razón-dijo con voz chillona el hombre más cercano a Ser Armen.

-Mas os vale consentirnos el paso si no queréis perder el brazo tan autoritario que tenéis. -Amenazó el caballero desde su posición. El grupo llevaba varios tipos de armas aunque parecían más una partida de caza que un grupo de soldados o de mercenarios. Tal vez pudieran despistarlos entre el follaje y atreverse a cabalgar campo a través para dejarlos atrás, pero corría el riesgo de que alguno de sus acompañantes lastimara al caballo o que alguien resultara alcanzado por alguna flecha.

¡Ya os he dicho que hacemos aquí!. Estamos de paso, solo queremos enterrar a ese hombre en paz y seguir nuestro camino. Decidselo vos, septa. -Armen se giró interpelando a la septa Gala para que ella tomara el peso de la conversación ya que tenía comprobado que a ella se le daba mejor hablar y tenía más don con la palabra, a parte de ser más culta, en cambio él había dejado las clases con el maestre siendo muy joven para centrarse en la espada.

¿Sois caballero? -preguntó la septa- Si sois caballero hicisteis un juramento ante los Siete; proteger a los débiles. ¿quién más débil que esta pobre criatura? -añadió mostrando al bebé.

Cierto, hice un juramento; pero no me habéis dicho quiénes sois y estáis en mis tierras. Por lo que puedo apresaros a todos.

Es el señor, es su derecho -dijo el guardia de voz chillona.

Ser Armen apoyó de inmediato a la septa Gala. Ella quería apiadarse del lado humano de aquellos hombres y al caballero no le pareció mala idea.

-¿También habrá grilletes para el bebé?. ¿Acaso tenéis por costumbre en esta tierra apresar a todos los viajeros que transitan sus caminos?. - Entonces el caballero recordó algo que había dicho Derk hacía un rato. -¿Sois el señor de estas tierras, decís?. ¿Ser Gerald... Garnett?. -No recodaba exactamente el apellido. -Yo también soy caballero. Mi nombre es Ser Armen Hawker. -Dijo con la esperanza de que así bajaran las armas de una vez y se terminara aquella situación incomoda. Si realmente era el señor de esa tierra, y no se trataba de un grupo de forajidos, entonces podían estar tranquilos.

Nuestro escolta exagera, pero tiene toda la razón. Somos un grupo de viajeros nada peligroso. Una piadosa septa, una matrona comprometida, un honrado explorador y el más valiente de los caballeros. ¿Qué mal podemos cometer en vuestras tierras?

El hombre se quedó desconcertado.

Ser Gerald era mi padre, murió el mes pasado, ahora yo gobierno estas tierras. Soy Ser Robert Garnett. Vuestro caballero puede ser muy valiente, pero debería controlar esa lengua. Decidme qué queréis y tal vez pueda ayudaros.

-Lamento si he sido brusco Ser Robert, pero con semejante recibimiento pensábamos que erais bandidos que querían robarnos. No ha sido un viaje fácil. -El caballero decidió envainar la espada como muestra de buena fe. -También lamento vuestra perdida. Solo queremos pasar por estos caminos y continuar con nuestro viaje. No os daremos problemas. Os doy mi palabra. -Aseguró el caballero.