Partida Rol por web

-Mejor soportar el mal olor de los caballos durante una noche que la espada de unos bandidos en la garganta si ven los caballos desde fuera. -Replicó Ser Armen, que tras el susto del paso ya volvía por sus viejos fueros. - Algo no me gusta de este lugar y prefiero que pasemos desapercibidos.

No hay bandidos por aquí, no hay ningún camino, por lo que no hay viajeros que asaltar. Las tribus de las colinas sólo viven del pillaje y donde no hay botín, no viven.

Ser Armen sabía lo que había visto pese a que el explorador se empecinara en negarlo.

-Nunca está de más prevenir. - Le dijo con gesto adusto.

No quiso saber más del tema, prefería tener los caballos ahí dentro aunque tuviera que soportar su peste. Debían recordar que no estaban de vacaciones precisamente.

El caballero se quitó la pesada armadura y la dejó a un lado como solía hacer para descansar, colocó su petate cerca a modo de almohada y se tumbó allí. Su espada no estaba muy lejos como de costumbre. Por mucho que dijera Derk él no se fiaba.

Ser Adam estaba de guardia.

Los gritos de Ser Adam en plena noche despertaron a todos, sobre la figura del caballero había una figura felina, de gran tamaño atacando sin piedad al caballero. El grito de las dos mujeres y el llanto del bebé terminó por llenar la noche.

¡Un gatosombra! -exclamó el montaraz mientras corría hacia su arco.

Del pecho y los brazos de Ser Adam surgió abundante sangre, que empezó a empapar el suelo.

Volvía a soñar con la chica rubia. Era un sueño bastante recurrente que le asaltaba más de vez en cuando de lo que él hubiera deseado. Oía sus suplicas y sus gritos mientras la arrastraban hacía el lugar donde la iban a degollar, y él estaba atenazado, no podía mover ni un musculo de su cuerpo, lo intentaba desesperadamente pero no lograba moverse. Vio como el cuchillo de su padre se clavaba en la delicada y blanca carne del cuello de la joven y dibujaba en él una sonrisa mortal mientras la sangre comenzaba a fluir a borbotones ante la impotencia de Ser Armen.

Pero ella seguía gritando. Le habían desgarrado la garganta y las cuerdas vocales pero ella seguía gritando.

-Por favor ayúdame.

Seguía gritando. Cada vez gritaba más alto y más fuerte. Ser Armen veía su preciosa cara con el pelo rubio y rizado cayéndole entre los ojos. Unos ojos que tenían una mirada desgarradora y desesperanzada, una mirada de auxilio terrible. Pero Ser Armen no podía moverse. Los gritos aumentaron, durante un segundo Ser Armen comprendió que estaba soñando con ella, pero ahora creía que se había despertado y sin embargo seguía escuchando los gritos, aunque esta vez los notó más cercanos y más reales.

Entonces reaccionó, algo pasaba. Aquellos tiempos habían quedado atrás, la pesadilla le perseguía por siempre pero hacía mucho de ello, ya no era aquel niño sin barba y desgarbado ahora era un hombre desharrapado y sin esperanzas, y que viajaba con un grupo de gente en similares condiciones, entonces abrió los ojos y vio la estampa. Ser Adam luchando con el gatosombra, o más bien el gatosombra tratando de devorar al pobre caballero.

El grito de Derk le hizo ponerse en pie de un salto, afortunadamente tenía la espada al lado y tomo el escudo junto a ella para lanzarse a la ayuda de su compañero. Ser Armen lanzó un golpe en vertical con su espada desde arriba para aterrizar en el lomo del gatosombra.

No supo porqué pero en esos momentos le pasaron por la cabeza los putos caballos. De haberlos dejado fuera para que no le molestara el olor a la septa ya estarían muertos.

Mientras Ser Adam seguía gritando de dolor Ser Armen cargó contra la criatura, apartándola de un empujón. No llevaba armadura, pero sí espada y atacando con ella logró herir a la criatura, cuando una flecha del montaraz salió disparada el gatosombra saltó, con unos reflejos asombrosos, y del mismo salto se lanzó sobre Ser Armen, lanzando violentos zarpazos a sus piernas.

Ser Armen tenía que darse prisa si querían atender a Ser Adam, seguía escuchando sus horribles gritos de angustia. Aquel hombre debía estar sufriendo bastante, desde allí Armen no alcanzaba a ver sus heridas pero a juzgar por su dolor debían ser terribles.

El caballero antepuso su escudo para detener los zarpazos del gatosombra que parecía querer deborarles a todos juntos y después respondió lanzando su espada de nuevo hacía el costado del animal.

Esta vez la espada dio en carne, y una línea de sangre empezó a brotar del animal. Éste siguió atacando a Ser armen, forzando al caballero a defenderse con la espada, mientras una nueva flecha de Derk se perdía en la oscuridad exterior de la cueva.

Ser Armen trataba de resistir y colocar su escudo frente a los zarpazos que daba aquel felino, pero se trataba de un animal ágil y potente, con una capacidad de lucha increíble. Era terrible enfrentarse a aquellas criaturas, y lo peor de todo es que podían atacarte antes de que tu te percataras, encontrarlas estando solo era fatal.

Volvió a lanzar su espada contra la criatura con fuerza y colocación en un tajo diagonal que realizó adelantando el pie derecho al tiempo que balanceaba el cuerpo hacía la izquierda para imprimir más fuerza al ataque.

Ser Armen, con un último mandoble de espada cortó el cuello del animal, a punto estuvo de cercenarle la cabeza, que quedó colgando unida por una fina tira de músculos. Su cuerpo se convulsionó y pronto al cueva se llenó de sangre.

¡Ayudadle! ¡Que alguien le ayude!

Ser Adam sangraba por el pecho, la boca y el cuello, el gatosombra había destrozado el cuerpo del caballero errante. Las garras habían destrozado las anillas de su cota con asombrosa y letal facilidad.

Ser Armen notó como su espada atravesaba la carne del cuello del gatosombra con gran fuerza, parecía que estaba cortando mantequilla. Suspiró aliviado y miró pensativo las marcas que las zarpas de aquel felino habían dejado en su escudo, si le hubiera dado a él lo hubiera dejado como a Ser Adam.

Reaccionó con las palabras de Alice. -Déjame ver.- Se agachó junto a Ser Adam y le miró las heridas, tenía muy mala pinta. Se forzó a componer una sonrisa en los labios. -Ser Adam sois un quejica, apenas os ha rozado. - Trataba de mantener la calma por el caballero, si actuaba alarmado él también se alarmaría. Tenía que mantenerse calmado por Ser Adam. ¿Por Ser Adam o por él mismo?.

-Septa, ¿sabéis algo de sanación?.- Miró a Derk también indicándole que aquella pregunta también iba por él. -Seguro que Meribald sabía algo...

A Ser Adam no le hizo ninguna gracia, la vida se le iba a cada bocanada de aire.

¿Yo? ¡No! No sé qué hacer, tal vez unas vendas para que no pierda sangre y...y...algo más, ¿no?

Nadie sabía como reaccionar, era lógico. Ser Armen sospechaba que aquella mujer jamás había visto un hombre herido hasta entonces, y si lo había visto había sido de lejos y no se habría preocupado en curarlo.

-¿Derk?.- Inquirió al montaraz, quien había guardado silencio.

Era un montaraz algo tenía que saber sobre curación. Aunque tal vez supiera lo mismo que él, que apenas era unos conocimientos básicos sobre tratamiento de heridas leves, rasguños y demás, lo que había aprendido con la experiencia fruto de las heridas que se llevaba en los combates.

No perdió más tiempo, arrancó una de las mangas de su camisa y la usó a modo de compresa en las heridas del caballero, era algo muy rudimentario pero tal vez serviría. Después de limpiar la herida utilizó la manga a modo de venda provisional. Sobre las heridas grandes no se atrevió a tocar nada. Después se levantó y miró a los demás esperando a que reaccionaran.

-Tal vez debamos calentar vino para desinfectar las heridas, o agua a una mala. - Armen miraba apurado al resto y se agitaba nervioso de un lado a otro de la cueva. -Derk, ¿a cuánto está el pueblo más cercano?, podríamos pedirles ayuda.

No estoy muy seguro, tapar la herida sí, pero con esa profundidad. Necesita un maestre. Normalmente trato heridas de animales, poca cosa. Haré lo que pueda por él. No debe moverse, eso seguro.

Derk ayudó a Ser Armen con el vendaje de la herida del brazo, la más leve de todas. Eran las dos severas heridas del epcho las que amenazaban la vida del caballero, éste temblaba y tenía convulsiones. Aún estaba consciente, sufriendo por el dolor.

Hay una hierba por esta zona, Septimia, le calmará el dolor. Tenemos tres días hasta la Puerta de Sangre, más si tenemos que llevarle. No creo que lo logre.

Armen tampoco lo creía, pero no se atrevía a decirlo en voz alta. Miró a Derk sin decir nada con preocupación y luego su mirada fue hasta Ser Adam. Era la viva imagen de la agonía.

-Iré a buscarla, cuidalos. -Al menos la planta serviría para aliviarle.

El caballero recogió sus cosas, se puso la armadura por si algún otro puto gato de aquellos tenía la mala idea de saltar sobre él. Envainó la espada y se colgó el escudo a la espalda. Le pidió a Derk que le describiera la planta y los lugares más propicios para su crecimiento mientras se preparaba y sin perder un solo segundo fue en su búsqueda.

No logró encontrar las plantas, por mucho que lo intentó, de noche y a la luz de una tintineante antorcha improvisada no hubo manera de hallar las plantas necesarias. Allí había muchas plantas, distintas unas de otras si uno se fijaba bien, pero ninguna que se pareciera ni por asomo a lo que Ser Adam necesitaba. Tendrían que confiar en sus propios cuidados, engorrosa tarea, de gran responsabilidad que sólo parecía retrasar lo inevitable.

Ser Armen regresó como se había ido, sosteniendo la antorcha con el escudo a la espalda, la armadura puesta y la espada envainada, su gesto estaba cargado de cansancio y le dolían los hombros y la espalda de haber estado agachado todo el rato buscando la puñetera planta que no había logrado encontrar.

-No he visto ni una mierda de planta de esas. -Dijo malhumorado. - ¿Qué tal está?. -Una parte de él casi deseaba que hubiera muerto para ahorrarle el calvario al pobre caballero, no lograrían salvarlo, cada vez estaba más convencido y su muerte sería larga y agónica.

Aguanta, es un hombre fuerte. Pero no sobrevivirá si no encontramos ayuda; y hasta la Puerta de Sangre los únicos que nos encontraremos serán bandidos.

Derk observaba el valle que se extendía varios kilómetros, y después al herido.

Amanecerá en un par de horas. Con el nuevol sol veremos qué sucede.

Ser Armen sabía que moriría. No albergaba ninguna esperanza para su compañero. O al menos no albergaba casi ninguna ya que no sacó la espada y le puso fin a esa agonía, que era lo que se debería hacer. De ser un caballo, o un perro lo hubiera hecho, pero aquellos ojos de Ser Adam trataban de agarrarse con desesperación a la vida. No podría matar a un hombre para darle paz si sabía que podría existir una posibilidad, por ínfima que fuera, de que continuara con vida.

-Bien, no perdamos el tiempo. Preparemos algo para transportarle lo mejor posible. No podemos llevarlo como si fuera un saco de patatas sobre su caballo, acabaría desangrándose. He visto por allí algún arbusto que otro, tal vez podamos construir algo.

Pero primero había que tratar de sanar sus heridas, o al menos vendarlas. Armen se hizo con otro trozo de tela para proceder. Aquello tenía muy mala pinta, la herida era muy profunda y estaba muy abierta. No tenía buena pinta.

Fue fuerte, fuerte hasta el final. Mantuvo la consciencia, sin poder hablar o decir anda. Gimiendo de dolor, luchando contra la muerte. Recibió cuidados de sus compañeros de aventura, todos los que pudieron darle unas personas que apenas sabían de curar. Tras la partida tardó dos horas en morir, al pasar bajo una roca dejó de gemir, y de respirar, con el cálido sol de la mañana.

Está muerto -susurró Alice.