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Mapa de Marienburgo

WINKELMARKT

Winkelmarkt es uno de las circunscripciones más grandes de Marienburgo y es el hogar de la clase media baja de la ciudad. Gran parte de su negocio implica el comercio de la construcción de barcos, pero también hay un próspero comercio alimenticio -el distrito es conocido por sus deliciosas salchichas. Atrapado entre la terrible miseria del Doodkanaal al sur y los decadentes puertos del Suiddock, Winkelmarkt se desliza inexorablemente hacia la pobreza mientras la circunscripción se desintegra y los tipos de más éxito huyen a los confines del norte de la ciudad. Los lugareños hacen todo lo posible por mantener sus hogares pero los signos de decadencia están en todas partes -madera podrida, guijarros que faltan y los crecientes montones de basura llenando los callejones. Para empeorar las cosas, Winkelmarkt asumió gran parte de la carga de albergar a la gente del Imperio, creando tensiones entre los arraigados Marienburgueses y los asustados y devastados refugiados sin dinero.

Normalmente Winkelmarkt está más concurrido que cualquier otro lugar en Marienburgo. Fuera de las principales vías, las calles suelen ser tan estrechas que ni siquiera las diligencias pueden conducirse. A menudo los edificios comparten paredes laterales, y muchos están construidos en lo alto de edificios más antiguos, de manera que la mayoría de estructuras tienen un aspecto casi ruinoso, combándose unos contra otros y apoyándose en incómodos ángulos.

Durante la incursión del Caos y los meses posteriores, Winkelmarkt se ha abarrotado de gente. Cada albergue, casa de huéspedes y posada se llenó hasta reventar con gente desesperada por encontrar aquí una nueva vida. Solo vinieron para encontrar, mientras su dinero se le iba de las manos, la acogida del Doodkanaal y los inadaptados e indigentes que vivían aquí. La circunscripción se hundió y cayó en la desesperación mientras los caseros echaban a los que no podían pagar el precio del alojamiento. Aumentaron las tensiones y los disturbios se hicieron comunes. Entonces llegó Karl y se formó la Cruzada.

Cuando el Sumo Sacerdote de Sigmar reconoció al chico y con la bendición de Esmer, la Cruzada reunió a los desposeídos y desesperados. Unidos salieron de la miseria de su hogar adoptivo, dejando atrás sus esperanzas frustradas y devolviendo las abarrotadas calles a los Marienburgueses que nunca les quisieron allí desde el principio.

Encargados de investigar la Cruzada y el enigma de Karl, Wilhelm Schmidt os aconsejó comenzar en el barrio empobrecido de Winkelmarkt. Es aquí donde se originó el movimiento.

Mientras os despedís del diplomático, observáis las extrañamente vacías calles. Están casi desérticas, aunque podéis ver a unos pocos ciudadanos reparando las edificios que han sido dañados recientemente. A lo largo de la calle se pueden ver casas abandonadas y prácticamente vacías. 

Comenzáis a caminar y no tardáis en avistar un grupo de hombres, vestidos de forma harapienta llevándose el inmobiliario de uno de estos edificios semi en ruinas. Sin prestaros mucha atención, siguen con su trabajo.

Tenéis toda una ciudad sumida en una paz algo extraña y muchas preguntas que hacer. ¿Pero, por donde empezar?

-Bueno amigos, que os parece si empezamos por echar un buen trago para celebrar nuestra libertad y así podemos hablar sobre cómo llevar acabo esta investigación.

Vaya, me has leido el pensamiento amigo. Creo que tú y yo nos vamos a llevar bien. Contestó Félix a Heldrich mostrando una casi imperceptible sonrisa en su cara.

Ese hombre parece haber compartido un pasado similar al mio, una vida dura y delictiva en los ambientes más sórdidos de su ciudad natal. Creo que nos entenderemos bastante bien, aunque tiempo al tiempo, es mejor no precipitarse.

La voz atronadora de un enano perturbaría sin lugar a dudas la tranquilidad forzada que reina en la calle, pero Ragnar no era el típico bruto que corría con una cota de malla, una cresta y un martillo enorme; se consideraba un tio inteligente, que creía en la ciencia y no en la suerte. Un enano fuera del estereotipo, pero ... no dejaba de ser un enamo.

- Mi pichel hacé tiempo que se secó. Aclaremos la garganta mientras nos organizamos.

-Teneis razón compadres. Vayamos a por unas buenas jarras de cerveza. 

Tryndamere mira a sus compañeros y asiente, una buena cerveza siempre es bienvenida, además tiene la garganta seca

- ¿Estará tan vacía la posada a la que vayamos como las calles? - pregunto, expresando más un pensamiento en voz alta que intentando comunicarme con mis nuevos compañeros de infortunios. - Que extraño se me hace ver ésto así. -

Después, tras adelantarme unos pocos pasos, me giro hacia el grupo que me acompaña, y les digo:

- ¿Por qué creéis que nos ha escogido nuestro patrón?. Me refiero, ¿por qué a nosotros y no a otros presos?. -
 

La pequeña halfling levanta la cabeza para responder a su compañero pescador; Oh, seguro que se trata de nuestras grandes aptitudes y potencial secreto.- una leve sonrisa responde al ceño fruncido de Hyeronimus.

Un enano es pragmatico por naturaleza, y este más, que era estudiante de ingeniería: - Pues yo creo que es porque como no somos ni nadie para él, nos ha elegido al no tener pega que que alguno muera o interfiera en su vida personal, y además al no tener relación alguna, si metemos la pata en algo, no le salpicará. Al menos, directamente.

Girais en una de las esquinas de la calle cerca del canal y os encontrais frente a una pequeña taberna destartalada. " La Pezuña Hendida" anuncia el pequeño letrero de la entrada. Se trata de un establecimiento empotrado entre dos edificios ruinosos. La fachada de madera esta algo mohosa y las pequeñas ventanas de cristal enegrecido vomitan un humo cargado del interior.

Al entrar los pocos feligreses que se encuentran en las mesas y la barra os miran de reojo. El posadero, un hombre menudo y de gran barriga os observa concienzudamente mientras limpia una jarra.

- Y bien, ¿Que se os ha perdido por aqui, forasteros?.- El tono de animadversión es claro.

- ¿Forastero?. ¿Es qué no reconocéis a un Mariemburgues de nacimiento cuando lo veis, posadero?. - respondo, en forma de preguntas, exagerando mi enojo.

Con su voz musical y una sonrisa Leopold empezó a hablar:

-De echo, no eres el único, yo también nací en esta ciudad. Así que no somos tantos forasteros. Cambiando la expresión de su rostro, pero no su voz ya que era la que tenia continuo: -Ahora posadero sírvanos una jarra de cerveza a cada uno y sera mejor que cambie el tono o perderá a sus clientes.

- Y que la jarra sea grande - Le inquirí al posadero, al tiempo que le daba a entender con la mirada que no era sensato tratar a un desconocido de manera descortés, pués uno nunca sabe con quien puede toparse...

Sin esconder la sonrisa por las respuestas del resto del grupo:

-Bien, ¡Sentémonos pues! Dijo Heldrich, más que una propuesta a los nuevos camaradas se lo decía al posadero que tendría que hacerse a la idea de que no nos echaría así como así y se dirige hacia una mesa.

El posadero tarda unos segundos en reaccionar pero os señala una mesa ante la atenta mirada del resto de la posada. Os sirve las cervezas aguadas y vuelve detra de la barra.

- Posadero!. - Exclamo, mirando mi jarra mientras espero que el hombre se acerce a la mesa. - ¡Esta cerveza está más aguada que una meada de skaven!.- Le reproché al tiempo que dejaba de un golpe la jarra sobre la mesa, que más bien era una tabla sobre dos burras. - Os contaré algo posadero, hemos venido a tu taberna pués se dice que aunque la cerveza es mala, la conversación es buena y los rumores vienen y van como el viento y la marea. - Mis fríos ojos se clavaban en aquel hombre mientras le hablaba. - Decidme que rumores habeis oido sobre ese niño llamado Karl y su curiosa cruzada, y beberemos algunas rondas más y os dejaremos buena propina. - Sonreí mostrandole una sonrisa que realmente era una amenaza velada.
 

Tryndamere se sienta, y bebe su cerveza a sorbos, realmente es mala, pero prefiere dejar que hablen por el momento sus compañeros, su apariencia de bárbaro norteño no ayudara mucho y si encima escuchan su fuerte acento del norte, no le ayudara nada, así que prefiere dejar que hablen los demás

Laida observa al posadero y dice con su sonrisa permanente: - Señor, yo no soy de aquí, pero se que con una buena comida el estomago no distingue de propios o extraños. si tenéis los ingredientes, el menaje y me permitís hacer una comida para los aquí presentes, estaría bien que esas jarras de cerveza fueran gratis, al igual que la comida, el resto para los demas comensales, podríais cobrarla como mejor os plazca. Se que saldréis ganando.