Partida Rol por web

Primavera.

Lunes 4.

7:00 AM.

Otra vez lunes. Otra vez la misma rutina.

El despertador ha sonado hace un minuto y si no lo apagas correctamente, volverá a sonar en ocho minutos más. Por un momento piensas quién demonios ha diseñado un despertador que una vez que suena, suene cada nueve minutos... ¿Por qué no cinco? ¿Por qué no diez?

Aunque rápidamente te quitas eso de la cabeza. No son cosas para pensar un lunes por la mañana, y mucho menos con el día que recién comienza. Mucho menos cuando los rayos del sol se cuelan por la ventana y calientan tu habitación.

- Estás escuchando el dial 66.7 de California FM, tu radio favorita. Soy Ric Hills y esto que acabas de escuchar es 'Learning to fly' de Pink Floyd. Hoy me he levantado optimista... tengo la sensación de que mi última ex-mujer ha sufrido alguna desgracia ¿no sería fabuloso? Nada me gustaría más... Suzie, querida, si me escuchas y estás bien sólo decirte: 'espero que estés bien jodida'... Y tras dejar los asuntos personales os diré que esta ciudad está jodidamente loca. ¿Habéis visto las noticias? No, claro... para eso me tenéis a mi: para que seleccione los delicatessen de las noticias... Pues esta misma mañana un pirado ha tirado su moto al mar desde el muelle de pesca de Venice. ¿Queréis creerlo? No ha tirado una motito de mierda de la que usan los repartidores de pizza... Una jodida Nevada Classic de 750... ¡Mataría por esa moto y ese gilipollas la ha tirado al mar! Mientras la poli se lo llevaba iba gritando que cambiaría de vida... ¡Jodido tarado! ¡Deberían matarlo por hacerle eso a esa joya! Ahora tenemos un tesoro submarino para disfrute de los peces del Venice... ¡Brindo por ello! Para celebrarlo pongamos algo tranquilo, que le guste hasta a los peces... vamos con una pieza llamada 'Secret World' de Peter Gabriel...

Con este panorama, ¿cómo no tener ganas de levantarte y afrontar tu día en completa paz interior y armonia?

Simplemente, por que es lunes.

...

Pero cuando abriste los ojos notaste algo extraño.

¿Es qué había sido todo un sueño?

¿Todo lo vivido? ¿La gente que has conocido? ¿Con la que has peleado por tu vida? ¿El pasado?

¿Todo había sido un simple sueño y una creación de tu imaginación?

Aún así, todo estaba tal y cual lo habías dejado la noche anterior... ¿o había sido hace treinta noches? La mañana amanecía normal y tranquila, se escuchaban ruidos en al calle y la gente comenzaba a despertarse para ir a trabajar o al colegio o a hacer sus cosas cotideanas...

¿Pero había sido todo un simple sueño?

Layla se incorpora en la cama y apaga el despertador, preguntándose quien habría sido el hijo de puta capaz de hacerle algo así a una moto como aquella. Eso lo primero. Ahora que ya había despotricado, al menos en su mente, podía centrarse en el resto de preguntas que se pasaban por su cabeza. Y todas tenían una solución la mar de práctica. Sólo tenía que mirar su móvil. Si en él aparecían los números de teléfono del viejales y compañía, es que no estaba tan ida de la olla como pensaba. Si esos números de teléfono no existían... sería mejor que no comentara a nadie qué es lo que había soñado.

Pero al ponerse en pie, por alguna razón, prefiere no averiguar la verdad sobre sus problemas mentales. Al menos no por ahora. Tenía que prepararse para ir al instituto. ¿De verdad tenía que ir?

Joder... es absurdo...

Se dice a si misma observando el uniforme que yace colgado en una percha tan pulcramente. Hacía tanto tiempo que no practicaba el papel de niña buena que sería difícil parecer la adolescente perfecta que su tío Robert creía que era. Así que más valía que se metiera en el papel enseguida.

Robert... Tenía ganas de verlo. Parecía que hacía una eternidad que no lo veía. Ni a él ni al grupo de pringados que estarían esperándola en el lugar de siempre. Y esa sensación...

Joder.

Exclama dándose cuenta de lo que significaba esa sensación. Todo había sido verdad. Un puto conejo la había secuestrado y había hecho puré a unos pirados de una secta. Y ese maldito jodido puto conejo había hecho que volviera a su vida anterior como si no hubiera pasado nada. Una carcajada se escapa desde lo más profundo de su garganta mientras decide que es hora de ponerse el ridículo uniforme de su instituto.

Lentamente, te pusiste el uniforme del instituto.

Es una lástima que no te dieras cuenta, pero lo que para ti había sido lentamente, para una persona que te mirara en ese momento habría transcurrido en un abrir y cerrar de ojos.

Así de simple.

Pero tú, como si nada. Para ti, todo era normal. No te percataste en los hematomas que antes no tenáis en los brazos ni en la espalda... o tal vez si, pero los achacaste a alguna pelea con los de tu banda.

Bajaste a desayunar y por lo que podías recordar, todo estaba como lo habías dejado hace... ¿días? ¿Semanas? ¿Cuanto tiempo has pasado en el desierto y dando tumbos por allí con el conejo?

La verdad es que no tenías mucha idea, pero de una cosa estabas segura, si hubiese sido un sueño ya tendrías que haberlo olvidado.

Aún así, querías volver a tu antigua vida, dejar atrás todo lo que haya sido eso y por eso, saliste tranquilamente por la puerta de tu casa hacia el instituto.

Era el momento para empezar otra vez de cero.

Aunque esta vez, nada de carpetas, nada de citas en estadios por la noche y a solas.

Y por supuesto, nada de seres que aparecen y desaparecen...

Los hematomas habrían confirmado que lo que había vivido, no había sido un sueño. Que había sido real por completo. Sin embargo, Layla no quería hacerse ilusiones todavía. Si todo lo que había pasado los últimos... ¿días? Había sido real, ahora tenía mucho más poder del que habría podido imaginar. El problema era encontrar cómo usarlo. Pero lo primero es lo primero... Tenía que encontrarse con alguien para resolver un par de dudas. La primera, qué había pasado en su ausencia.

Como acto reflejo, Layla había llegado hasta el garaje, donde su preciosa joya la estaba esperando.

No puede evitar sonreír al sentarse a orcajadas sobre ella. La había echado tanto de menos... Tras encender el motor, un suave giro de muñeca hace rugir a la máquina como si de una bestia se tratara... Una bestia que saludaba a su dueña.

Yo también me alegro de verte...

Después de ponerse el casco y asegurarse de que su mochila está bien sujeta, Layla y su "bestia" se ponen en marcha hacia el instituto, dejando tras de sí una estela de humo, el reflejo del cabello negro de la joven que ondea a su espalda y el sonido atronador que poco a poco va desapareciendo.

En el instituto todo parece estar igual.

No hay nada extraño, la gente entra por la puerta, los alumnos van llegando, algunos con sus padres, otros con el autobús.

Pero todo está igual que lo has dejado hace... ¿unos días? ¿semanas? ¿meses?

¿Cuanto tiempo has estado fuera de esta realidad?

Apoyado contra una de las columnas de la entrada, te parece ver a alguien conocido.

Esta hojeando un libro o un cuaderno de muchas hojas, no puedes distinguirlo bien a la distancia, pero ese corte de pelo y su camisa blanca con los primeros botones abiertos te hace recordar que, hace algún tiempo, habías tenido algunas palabras con ese chico.

Observas como levanta la mirada de su libro, y esboza una media sonrisa cuando tu mirada se cruza con la de él. Sin embargo, si en ese momento te asaltaron las ganas de ir a decirle tres o cuatro cosas, esas ganas se disipan cuando Mike aparece de repente en tu campo de visión, con una sonrisa en los labios, intentando descubrir por que en ese momento parecías más perdida que nunca...

- ¿Jefa? ¿Te encuentras bien? - Te dice el chico de los pircings.

Iba a partirle la cara. Bueno, quizá la cara no... no podía asegurar que su mandíbula sobreviviera a los golpes y tenía muchas cosas que explicar. Pero un par de costillas sí iba a partir. Y quizá un par de huesos más del brazo... O de la pierna, que joden más, para que no pueda volver a desaparecer delante de sus ojos como hizo la última vez. Ni siquiera se da cuenta de que quizá, todo el mundo pueda adivinar por su mirada lo que estaba pensando. Tampoco le importa.

Un imbécil se había puesto en medio cuando iba decidida a hacer realidad aquellas imágenes que habían rondado su cabeza, pero cuando está a punto de pegarle un empujón, se da cuenta de que es Mike.

¿Mike? ¡¡Mike!! -No puede evitar pegar un grito sorprendida de verlo. Si no hubiera tenido una reputación que mantener, se habría lanzado a sus brazos y le habría deshecho la cresta. Pero no podía hacer eso. Ella era Layla- Am... ¡Hola! Sí, sí... claro que me encuentro bien... es sólo que... ¿Qué tal todo?

Vale, si quería aparentar ser la Layla de siempre, lo había hecho como el puto culo. Pero ei... Tenía que averiguar qué había pasado en su ausencia... aunque viendo la reacción de su compañero de banda, parece que aquí no hayan pasado ni un solo día sin ella.

Mike inclinó la cabeza a un lado como cuando un cachorrito no entiende lo que sucede. Por un momento, te das cuenta que intenta como lanzarse hacia atrás, como para evitar algún tipo de abrazo o golpe o algo de tu parte hacia él.

- ¿Em..., seguro que estas bien? - Volvió a preguntar al ver tu contestación. - Todo está como siempre... er... normal... ¿has bebido algo? Estabas como ida... -

Mike, volvió a ser el mismo al momento, y se colocó a tu lado para poder charlar más tranquilamente.

Cuando salió de tu campo de visión, levantaste rápido la mirada para buscar al chico que te había sonreío pero allí ya no había nadie.

Lo buscaste rápidamente con la mirada y creiste verle dentro del colegio, entre la marabunta de gente que entraba a clase...

La mirada de Layla se clava en el chico que intenta escabullirse entre los demás estudiantes del instituto. Sin apartar la mirada de él, y con un brusco empujón a Mike para apartarlo de su camino, echa a correr.

Ese cabrón... ¡Luego te veo!

Se despide de su secuaz con aquellas palabras mientras empieza a empujar a la gente para que se aparte de su camino... aunque la mayoría de feces no era necesario, pues su reputación era bien conocida por todos.

Intenta no perder de vista al chico moreno a quien debe, como mínimo, una paliza. No por el beso... sino por todo lo demás. Ya le cantaría las cuarenta cuando por fin lo pillara, ya...

Sin embargo, en un segundo plano, su mente se da cuenta de que no parece haber pasado ni un día desde que los tios de la furgoneta se la llevaron. Lo cual era un alivio, teniendo en cuenta que no deberá explicaciones a nadie.

Vas empujando a la gente que se te cruza en el camino, y ninguno de los que empujas tienen las narices suficientes de decirte algo al verte pasar. Esquivas a algunos, pero normalmente, vas apartando a todos que se quedan a cuadros al verte correr por los pasillos.

La cabecita morena del chico se iba escapando por delante y en un giro en una esquina, cuando empujas al último alumno y piensas que ya lo tienes...

No está.

¿Ha desaparecido?

¿Se ha metido en un aula?

La cuestión es que allí no está. Su cabeza, su pelo y su mochila han desaparecido.

No era de sorprender, ya lo había hecho otra vez...

Sin embargo, ¿es la misma persona que te había besado hace tiempo?

¿Todo había cambiado o eso sigue igual?

Será hijo de puta...

Murmura después de superar la frustración. Esa misma frustración que la lleva a dar un puñetazo a la pared más cercana sin ni siquiera mirarla.

Estaba segura de que era él. Y también de que tenía que hablar con él para aclarar un par de cosas. Preguntas como "¿Porqué?", "¿Porqué yo?" y "¿Quién es el puto conejo?". También quería saber cómo estaban las chicas de pelo rosa... Pero ya tenía sus números de teléfono. Llamaría más tarde.

Chasqueando la lengua y maldiciendo, Layla da media vuelta para dirigirse a clase. Tenía la sensación de que ese tío iba a volver a aparecer delante de sus narices... de que se estaba divirtiendo a su costa. Y nadie se divierte a costa de Layla Stevens y sale impune.

Te giraste enfadada, o cabreada con el chico, o vete tú a saber y te metiste en la clase que te correspondía.

Menuda fue la sorpresa cuando te diste cuenta que el chico, ese chico que te ha hecho correr y empujar, estaba sentado en la primera fila, sacando sus carpetas de la mochila y acomodándose para comenzar la clase del día de hoy.

¿Estaba él en tu clase antes?

¿Se ha cambiado?

¿O simplemente ir y volver en el tiempo ha hecho que las cosas cambien un poquito?

La verdad es que no sabes muy bien que pensar, sin embargo, ya lo tienes a tiro.

A pocos metros de ti.

Pero no parece haberse dado cuenta que tú estás allí o simplemente, pasa de tu cara.

Layla lo tenía claro. No iba a dejar pasar la oportunidad de darle a ese tío su merecido.

Con paso firme se acerca hasta su pupitre y con un ruido seco, estampa su mano sobre su pupitre, llamando su atención para que la mire a la cara.

Cuanto tiempo, ¿no? ¿Lo has pasado bien?

Aunque sus palabras suenen amables, la agresividad de su voz y de su mirada no auguran nada bueno. Esperaría a ver cómo reaccionaba el morenito sin apartar la mano del pupitre, inclinada sobre él de forma amenazante. Esperaba que lo recordara todo. Aunque suponía que, al haber huído de ella de aquel modo, al menos sabía quien era.

- ¿Perdón? - Dijo el chico completamente descolocado. - ¿Me hablas a mí? -

El chico giró su cabeza un par de veces hacia atrás, intentando saber si era a él al que le estabas hablando.

Y no era una reacción extraña.

Nunca habías hablado con él, por lo menos antes del incidente, así que si habías regresado en el tiempo y nada de lo de los poderes había sucedido...

¿O simplemente se estaba haciendo el idiota para que no suceda nada delante de toda la clase? Clase que, por cierto, ya se había levantado de sus bancos y miraban en tu dirección a ver si le ibas a dar una paliza al francesito o si simplemente querías intimidarle por empollón.

- Er... ah... sí, es a mí. - Dijo cuando reparó en tus ojos. - Si, lo he pasado... bueno... en casa de mi padre, en Francia... ¿por qué lo dices? -

La mirada de Layla podría haberlo aniquilado. Sus ojos azul claro podían haberse vuelto claramente negros, y quien la conociera, sabía que aquello no iba a marchar bien. Estaba segura de que el tío se estaba quedando con ella. Sin embargo, no quería que la expulsaran del colegio y darle un problema a su tío, que seguía pensando que era la alumna perfecta... Así que cierra el puño de la mano que tiene estampada en la mesa, con fuerza, hasta que sus nudillos están todavía más blancos que su piel, y se inclina todavía más hacia él, hasta que sus narices casi se rozan.

Tú y yo vamos a "hablar" seriamente en el descanso, pringado. Y... -Ahora se inclina un poco más, ladeando su cabeza para que sus labios apenas rocen su oreja- ...más vale que no te escapes esta vez...

Acto seguido, la morena se separa tan rápidamente que parece que se haya teletransportado a su posición actual, herguida y mirando desde arriba al moreno. Desde ese ángulo incluso puede dar más miedo...

¡¿Qué estáis mirando?! -Eso iba dirigido claramente al resto de la clase, mientras con movimientos felinos, derrochando cierto peligro, se acerca a su pupitre y se sienta de forma despreocupada.

El chico parece encogerse de hombros mientras le dices lo que le dices y toda la clase se encoge de miedo cuando les gritas. Todos retroceden y vuelven a sus asientos, mientras la clase da comienzo y todo transcurre con normalidad.

La clase termina tras una hora, y todos comienzan a salir al patio hacia el recreo.

Todos, menos Jean, que parece quedarse a recoger sus útiles y se acerca a la pizarra para comenzar a borrarla.

No te mira, hasta parece que no se haya enterado que estás allí.

Simplemente, coge un borrador y comienza a darle al plástico blanco, quitándo la tinta.

Todos los demás se han ido, en el aula sólo quedáis él y tú.

Desde que había sonado el timbre, Layla no había recogido nada. Había estado cruzada de brazos y con la espalda en el respaldo de la silla, observando al moreno, siguiendo sus movimientos con sus pupilas, que se mueven de un lado a otro a la vez que él.

Después de un rato, finalmente, alza la voz.

- ¿Porqué yo?

Una pregunta totalmente fuera de contexto que esperaba que aquel tio pillara. Porque sino... si resultaba que no recordaba nada... No se haría responsable de lo que su ira podía llegar a hacer.

- ¿Por qué tú qué? - Dijo una voz a tu espalda, al mismo tiempo que el chico que borraba la pizarra comenzó a moverse más y más lento hasta quedarse detenido, paralizado en el tiempo.

Miraste por la ventana y las hojas de los árboles también estaban quietas.

Dos golondrinas que surcaban el cielo, estaban detenidas sobre el azul del firmamento.

Pero tú no.

Tú podías moverte.

Te giraste lentamente, o deprisa, que más daba, nadie más que tú podía moverse en ese momento y allí lo viste, apoyado contra una de las paredes, al mismo moreno que te había otorgado sus poderes, pero ahora, parecía un poco mayor... o algo más maduro.

Mientras tanto, el que parecía ser su doble continuaba borrando la pizzarra.

- Veo que has superado todo con creces. Es un honor para mi haber confiado los poderes de nuestros antepasados a ti. Pero aún tienes mucho que aprender... -

Layla gira la cabeza lentamente hacia la voz a su espalda. Parpadea un par de veces y vuelve a mirar hacia delante.

- ¿Pero qué coño...?

Se pregunta a sí misma, ofuscada, volviendo a mirar hacia atrás. No se lo piensa demasiado y se pone en pie, acercándose al chico e inclinándose hacia él, intentando intimidarle. Probablemente, si fuera un chico normal, lo habría hecho. Pero Layla tampoco se había parado a pensar qué pasaría si no lo intimidaba... De hecho, ahora mismo, se negaba a pensar en nada. Sólo quiere partirle la cara.

- ¡Tú!

Grita, cogiéndolo del cuello de la camisa y apretando su garganta con el puño.

- ¿Un honor? Lo que ha sido es una putada, cerdo cabrón. ¿Cómo te atreves a tomar las riendas de mi vida sin siquiera consultarme? ¿Quién te crees que eres? -Su mirada clama venganza. Está realmente enfadada. Pero sus labios se curvan en una sonrisa entre cruel y divertida- Sería gracioso que usara esos "poderes" de esos "antepasados" tuyos para matarte aquí y ahora. ¿Qué te parece la idea?

- La idea me parece cojonuda, la verdad. - Dice una voz a tu espalda, clavadita a la que habías escuchado antes.

Por un momento entrecierras los ojos, no comprendes nada, simplemente, el cuello que tenías atrapado lentamente va desapareciendo, muy despacio, hasta que tu mano se cierra sobre el aire dónde allí ya no hay nada de nada.

- La verdad es que eres rápida, el problema es que yo también lo soy, y por supuesto, tengo un par de trucos más en la manga, trucos que por lo visto, tu no has aprendido todavía. Pero si lo deseas, puedes seguir intentándolo o simplemente, olvidarte de todo lo sucedido, continuar con tu vida y perderte una oportunidad única para descubrir de qué estás hecha. -

Jean sonrió.

- Por qué no me digas que seguirás toda tu vida siendo la macarra de una banda de pandilleros cuando podrías directamente salvar el mundo, no sé, a mi me llama más la atención eso mismo. -