Partida Rol por web

A lo lejos, veis la ciudad de Koln, tras muchos rodeos para esquivar a batallones orcos.

Os han hablado de ella. Es una ciudad que permanece libre de los peores abusos de la ocupación. Un lugar para poder descansar sin temor a que los orcos lleguen y os asesinen mientras dormís.

Aún así, no es bueno acercarse y entrar en la ciudad sin más. Necesitáis saber si en ese pueblo hay algún orco vigilando, para asegurar vuestra supervivencia.

Tras un largo viaje, llegas a la ciudad de Koln. A pesar de que te han contado que es una ciudad que permanece libre de los peores abusos de la ocupación, no sientes que eso pueda ser del todo cierto, así que entras en la ciudad temeroso de encontrar algún orco que pida explicaciones.

Llegas a la plaza del pueblo, sin cruzarte con personas. Alrededor de la plaza, unas pocas casas viejas, algunas en ruinas e incluso destrozadas por haber sido devoradas por el fuego.

Poca gente está en la calle, y si lo hace es el tiempo justo para hacer lo necesario y volver a su hogar

Un tipo alto, de complexión fibrada, o más bien delgada debido a la falta de una buena alimentación, pero apesar de ello se le ve resitente, como la suela de una bota.

Es de pelo claro, un rubio pajizo, pero solo se aprecia claramente en la barba trenzada que porta pues el resto de su cabeza está rapada, para evitar piojos y demás.

Sus ropas son poco más que harapos de tonos marrones, desde el fangoso al castaño, todas ellas sucias y remendadas.

 Ha llegado al pueblo cargando un pila de leña, en su mayoría ramas muertas atadas con raices en pequeños haces. Con la intención de intercambiarlas por algo. A su lado también cuelga un conejo muerto. En estos momentos tiene la pila de leña en el suelo y se está secando el sudor de la frente mientras parece estar orientando entre las calles del pueblo. Enrolladas a su espalda hay unas cuantas pieles enrolladas.

En principio doy una vuelta por el pueblo buscando posibles rutas de salida en el caso de que algun orco le de por encontrar en mi algo de interes. Me siento asqueado por pensar que encontraría un pueblo libre y ver como es otra conquista mas de los orcos.

Observo con atención al resto de la gente que por allí pulula. No estoy en mi entorno y es importante fijarse en los detalles de cada uno si quiero sobrevivir. Entre ellos veo un tipo alto y rubio, otro calvo con la cara marcada y un jovencito macilento y menudo. Intento encontrar algún lugar en la plaza donde remojar el gaznate, no me gusta estar a la luz del día ocioso. Puede ser una fuente de problemas si algún orco me ve merodear.

- Tenemos que andarnos con cuidado, mis habilidades son muy peligrosas y en cuanto las conozcan es posible que quieran acabar con mi vida... Tengo que andarme con cuidado pero necesito llegar a esta ciudad, allí puede que aprenda muchas cosas interesantes y que me ayuden en un futuro... Y dime, Fendor, a qué vienes tú exactamente a esta ciudad que es un oasis en la maldad. También es peligroso que te vean a ti... pareces un elfo... ¿o me equivoco?

Un hombre que acaba de salir de una casa se os queda mirando con curiosidad. Tiene el pelo negro como el azabache y lleva unos pantalones sueltos, sin parte superior. Su cuerpo indica que es un hombre que trabaja en el campo, o lo que queda de él.

Frunce el ceño y notáis como se tensan sus músculos. Os mira de lejos y se acerca con cautela. Desde una distancia prudencial, os dice

¿Forasteros? No se ven mucho por aquí. No es mi intención juzgaros, pero tenéis que ir primero a la oficina del Sheriff a presentaros. 

Mira a su alrededor y ve a un chaval que está por la plaza

¡Chst! ¡Oye! ¡Ven aquí! Lleva a los forasteros con el Sheriff. Date prisa

He recorrido el camino desde las montañas del norte de Erethor, una largo camino recorrido no por gusto, sino por la necesidad. Este camino desde mi hogar ancestral hacía el pueblo de Koln ha sido duro, pues como elfo que soy, he debido esconderme gran parte del camino para evitar a las patrullas de orcos que me superaban en número como para atacarlos. La estrategia de mi pueblo siempre ha sido atacar en superioridad numérica y táctica, por lo que yo viajando solo no sirvo demasiado en la cacería.

A pesar de lo seguro que es muchas veces ir en soledad, esquivando los caminos, he encontrado en el camino a una pequeña amiga. Una gnomo que me ha acompañado amablemente y con quien he podido marchar sin miedo a que me denuncie, pues ha hablado de sus habilidades y no parece un legado. Eso la hace tan proscrita como a mí.

Sin embargo nuestros parecidos, nuestro viaje ha sido más bien silencioso, más atentos al camino que a nuestros acompañantes.

Koln se extiende ante nosotros y la Lunnaris habla primero acerca de lo que significa esta parada para ella y me pregunta acerca de mi asunto allí. Siempre soy discreto y estoy reticente a hablar mucho de mis asuntos, pero ella ha demostrado su amistad, por lo que no le niego del todo la respuesta:

 - "Sí, soy un elfo del norte y he venido aquí en una misión para mi gente. Debemos ser discretos para no llamar la atención más de lo necesario. Tu pareces ser una gnoma, por lo que no deberías tener mucho problema con el enemigo, por lo menos en primera instancia, pero yo debo tener cuidado. Espero que ambos logremos nuestros cometidos y puedes estar segura de que te ayudaré en caso de problemas, los cuales espero que no haya."

Miro con una expresión más bien sombría la zona, pues a pesar de las buenas referencias de aquel pueblo, sigue siendo un lugar de humanos dominado por la mano de Izrador, lo que le transforma en un caldero de males que pueden caer sobre nosotros en cualquier momento.

Dejo mi apero de labranza y seco mi frente con mi roída camisa de rayas. -Yo... yo me encargo de guiarles. - Dije mirando a la siniestra compañía. Demasiado flacos para ser legados, demasiado llamativos para ser rebeldes. - Salté la zanja que dividía el camino y añadí- Seguidme, Koln es muy pequeño, no hay forma de perderse. -Los miré de arriba a abajo y caminé silencioso. Lo último que debería hacer sería plantear demasiadas preguntas.

 El hombre de la perilla trenzada se cargó de nuevo el gran haz de leña y siguió los pasos del chaval.

 - Sí, será lo mejor. Siempre me dijeron que lo mejor era presentarse en los sitios.

 A pesar del gran volimen del haz de leña parecía que no pesara mucho, o no mucho para ese hombre, pues a pesar del peso se movía a paso ráudo, con amplias zancadas.

- No quiero problemas, será mejor hacer lo que me indica el hombre.

Asiento con la cabeza a modo de saludo ante el joven de la camisa raída y sigo sus pasos hacia la oficina del sheriff. Me bajo la capucha aún más para no llamar la atención en medio del pueblo. Aprovecho el camino para ir situándome en las calles del pueblo y palpar el ambiente que aquí se respira. Observo a vecinos y casas con los ojos casi cubiertos por la capucha.

Miro al muchacho de la camisa raida, que se ha dirigido a mi y a otros dos individuos que parece que llegaron al mismo tiempo que yo a la población.

Un...sheriff, malditos siervos de los Legados.

- Vale muchacho llevame ante tu sherifff

Tras un corto paseo, llegáis a una casa un poco más grande y algo más señorial que las demás, así que suponéis que debe ser la casa del Sheriff. Él se encuentra en la puerta, observándoos.

El Sheriff está a punto de daros la bienvenida cuando un gran estruendo de cascos se escucha en la entrada del pueblo. Cabalgando directamente hacia vosotros, sobre un gigantesco caballo ligero de guerra del color de la noche, se encuentra un ereño de ropas negras seguido por un grupo de una docena de orcos fuertemente armados. El grupo no os dirige ni una mirada conforme pasa a vuestro lado, deteniéndose finalmente ante una gran casa en la colina situada en el centro del pueblo. Cuando desmonta, un hombre vestido con sucios ropajes de cuero sale de la casa, seguido por un sirviente que lleva un cubo de agua. El humano y un gran orco se dirigen hacia el hombre, mientras que el resto de los orcos se vuelven hacia el pueblo y contemplan la pequeña multitud que se está formando

Cuando estáis mirando al pueblo, escucháis un gran estruendo de cascos. Rápidamente os escondéis para evitar ser descubiertos

Cabalgando directamente al pueblo, sobre un gigantesco caballo ligero de guerra del color de la noche, se encuentra un ereño de ropas negras seguido por un grupo de una docena de orcos fuertemente armados. El grupo se deteniene finalmente ante una gran casa en la colina situada en el centro del pueblo. Cuando desmonta, un hombre vestido con sucios ropajes de cuero sale de la casa, seguido por un sirviente que lleva un cubo de agua. El humano y un gran orco se dirigen hacia el hombre, mientras que el resto de los orcos se vuelven hacia el pueblo y contemplan la pequeña multitud que se está formando

 El hombre de la barba trenzada desvía su atención hacia el sheriff, procurando no levantar suspicacias entre los orcos que se han parado a mirar al pueblo. En lugar de meterse donde no le llaman se fija en el hombre que ostenta el título de sheriff, esperando ver como reacciona este.

Al escuchar los cascos, me oculto rápidamente, llevando conmigo a la pequeña Lunnaris para que tampoco sea vista. Una vez la comitiva pasa de largo hasta el pueblo, me acerco de forma silenciosa e intentando mezclarme entre la multitud para no ser notado:

"¿Que podrá buscar aquí un pelotón de guerra orco como este? ¿Acaso hay algo más de lo que parece en este pueblo? Debo averiguarlo, cualquier cosa que haga en contra de la Sombra ayuda a mi gente a sobrevivir un día más. Es la obligación de todo elfo."

Me acerco oculto entre las personas hasta una distancia prudente, en la que pueda escuchar y ver, pero en la que no destaque ante los ojos de los orcos.

Me muestro tranquilo y participo de la multitud que se está congregando sin perder de vista al sheriff. No dirijo ninguna mirada directa hacia los orcos ni al hombre que cabalgaba en cabeza. Observo lo que hace el resto del grupo que iba a casa del sheriff y estoy presto a huir si veo que la situación se complica.