Partida Rol por web

Han pasado unas horas y tras vestiros para la ocasión, os dirigís hacia la explanada en las afueras de la ciudad.

El Torneo del Rey comienza con una ceremonia inaugural en el campo de justas. Con el rey Robert y toda su corte sentados en el pabellón real, los participantes, vestidos con librea, cabalgan a lo largo del campo, presentando sus armas ante el Rey y exhibiéndose ante la exaltada multitud.

Ante el rey desfilan todos los caballeros, Naton Lugus, el hermano de Orton, Bryan Telson, Ragar Silox, y un sinfín de casas de distintos puntos de los Siete Reinos; incluso veis disfilar al joven Adam Dannett, hijo y heredero de lord Alfrid Dannett.

Tras el desfile de caballeros de menor estatus y casas menores, les toca el turno a las grandes casas de poniente.

Desfilan con grandes corceles y armaduras brillantes y carísimas, caballeros de ilustres casas como la casa Arryn, la casa Tyrell, la casa Lanister, la casa Tully, e incluso la casa Baratheon. En representación del rey, desfila en ultimo lugar ser Barristan Selmy, muy a pesar del propio rey quien quería participar en las justas, aunque finalmente hizo caso a sus consejeros y derogó su derecho al bueno de Barristan.

Nymeria sacó uno de sus mejores vestidos para el banquete. La primera impresión solía ser la que contaba. Hasta ahora se habían visto envueltos en sangre y espadas. Era hora de los vestidos y las sonrisas, a veces tan letales como las armas.
Adornó sus rizos con una tiara dorada, a juego con sus aros y anillos. Un brazalete con forma de serpiente aparecía en su brazo derecho. Obviamente su daga y sus venenos se encontraban escondidos en bolsillos internos.
Al comenzar el desfile se olvidó de todo por un rato. Por unos minutos se sintió una chica mas, anhelando la mirada de algun caballero que la deseara. Uno a uno los fue viendo pasar en sus lujosas armaduras. Hasta que cerrando el desfile vio a Ser Barristan.

- Ser Barristan "El Bravo"... murmuró para sos adentros con los ojos encendidos. Sin lugar a dudas todas las azañas que hablaban de él eran dignas de su porte. Nymeria había fantaseado mil veces con encontrarse con aquel Caballero. No había tenido en cuenta los años. Pero igualmente se mantenía apuesto y vigoroso. Sin lugar a dudas dejaría que la cortejara si existiera aquella posibilidad...

- Cuántas historias me contaron de vos Selmy... cuantas azañas me relató el Maest... La imagen de Gilliant aparareció ante ella y le recordó todo lo demás. Su sueño de niña de esfumó de repente. Estaba allí con una misión, y debía cumplirla.

El banquete había sido un evento digno para anticipar lo que sería el día siguiente. Sin embargo el día siguiente era lo que tenía mi total atención.

Me levanté con una energía más allá de la cotidiana, y una sonrisa en mis labios. Me puse la armadura con rapidez, luego de pedir a Dickon que la bruñese, y el cinto de la espada con fuerza y elegancia.

El desfile fue majestuoso. Tantos otros caballeros. Había visto alguno en mi vida, de los otro había oído, y otros me eran totales extraños. Pero allí estábamos todos, con un mismo objetivo. !La gloria! !La victoria! !El honor!

Todas mis energías se enfocaban en llevar honor a la Casa que se había vuelto mi familia.

No los defraudaría...

Había disfrutado del banquete, aunque seguía preocupada por que la herida de sir Joris se curase correctamente, por lo que, aunque había infinidad de comida distinta, no probé demasiado bocado. 

Para el Torneo había decidido ponerme un vestido sencillo de tonos verde mar y blanco, y como única joyas unos pendientes que colgaban con piedras de aguamarina en forma de gotas. El pelo lo había recogido con una trenza a cada lado terminado en un moño bajo, y una greña marcando el rostro. 

El Torneo había comenzado, y no podía evitar sentirme bastante entusiasmada viendo la exposición de los caballeros, algunos me sonaban por el nombre, otros de cara, otros de ambas, y el resto ni lo uno ni lo otro... Aplaudía con delicadeza para no parecer una campesina, pero mis ojos brillaban con cada caballero que pasaba. Aunque el joven Dannett no escapa de mi atención, parecía uno de los más jóvenes de los participantes. 

Nymeria observó a su prima y sonrió...- Estas hermosa con ese vestido. Espero que los caballeros en sus ansias de combate no dejen pasar por alto tu belleza...

Namir, tras su señora y su prima intervino, acercándo sus labios a ambas, para que solo ellas escuchasen su tenue voz. - Mis señoras, hasta un ciego sería capaz de apreciar sus encantos. No se preocupen por ese fer, que todos se percatarán de su hermosura y su delicadeza. No era idea ser zalameros, sino cortes y aumentar la confianza que ellas mismas tendrán, ya amplia de por si.

Él, como hombre de armas, ni si quiera caballero, no debía destacar demasiado, pero ha de ir bien vestido, así que con ese estilo caminaba, cual escolta, tras las mujeres de la familia, a la que como anexo, pertenecía. Miraba al resto de mujeres, de solayo, para no perder contacto con la realidad y saber todo lo que les rodeaba. De todas maneras tenía que aparentar su lugar, y este no era diferente de acompañante de las hermosuras que le precedían.

El escudero se mantuvo en un discreto segundo puesto. Contemplo con orgullo como desfilaba su casa, la que nunca le pertenecería. Siempre seria el segundón no le correspondía nada por derecho, y si quería algo tendría que ganárselo con el sudor de su frente. Puede que su única opción fuera viajar al norte, al muro; o convertirse en un caballero errante que recorriera el reino en busca de torneos donde conseguir un poco de dinero con el que malvivir.

Pero ahora se tenía que afanar en su trabajo y es lo que hizo, aunque los imponentes vestidos de las mujeres le distrajeran de vez en cuando de sus obligaciones.

Durante la presentación de armas, os dais cuenta de que hay unos pocos en la multitud abucheando a ser Ragar y
a su escudo o estandarte.

Está claro que los rumores que se han extendido a lo largo del Camino Real han llegado a Desembarco del Rey. Los campesinos que insultan a la Casa de Bredford se mezclan rápidamente con la multitud; no son lo suficientemente valientes como para tener una trifulca con un caballero armado.

Los otros participantes en la representación fingen educadamente que no se dan cuenta de cualquier insulto dirigido contra vuestra Casa.

Adham Dannett permanece impertérrito, mostrando su disfrute sólo cuando cabalga por el campo y escucha los ánimos de la multitud, a los que responde saludando. Sin embargo, la sonrisa se desvanece rápidamente de su cara cuando descubre a lady Nymeria, hacia quien se muestra educado pero frío.

Termina la presentacion y los invitados empiezan a llegar temprano para el banquete, muchos de ellos se congregan en el salón antes de que se sirva la comida. El rey aún no ha llegado para inaugurar el banquete y el torneo.

Namir, crispado, y con la mano en el pomo se acerca más a sus señoras, presto y dispuesto a saltar y hacer justicia con el filo de su arma.

Ya ha sufrido demasiado tiempo vejaciones, insultos y desprestigio. Como algún campesino quede al alcance de su espada, pagará con sangre los improperios que espeta y a quienes se acerquen a socorrelo, lo pagarán con la vida. Namir estaba demasiado nervioso e impaciente como para tener cualquier tipo de escrúpulos o paciencia. No tardaría en usar los más viles trucos para ahorrarle a quien se lo merezca el esfuerzo de respirar, por un momento y por el resto de la eternidad. Su sangre hervía y sentía la necesidad de hacerla correr, la suya con sudor, y la de otros por el suelo ... y por el filo de su arma.

El abucheo a Ragar Sílox fue una muestra de que las cosas se pondrían feas si no lograban frenar los rumores. Debían recurrir ala Justicia del Rey... ¿Debian hacerlo? Ahora cargaban tambien con la muerte del supuesto "Caballero Zorro". El día siguiente tendrían que tomar una decisión.

Myneria no sacó los ojos del desfile, pero notó la inquietud de Namir.

- Tranquilo. Mantén ese acero enfundado o nuestras cabezas terminarán decorando las paredes... No me pasé dos horas poníendome bonita solo para que me separen de mi cuerpo...

Los nervios crispados eran levemente calmados mientras la voz de su señora intentaba amansarlo. En el momento de las palabras algo de remanso llegó a su espíritu, pero no lo suficiente como para terminar de recobrar la compostura. Seguiría alerta de todas todas.

- Si mi señora.

El escudero trato de fijarse en quienes le abuchea. Campesinos ignoraste no merecen nuestra atención. Pero puede que entre ello hubiera alguna cara conocida, alguien que hubiera propagado el rumor e iniciado el tumulto. Puede que incluso hubieran pagado a un par de ellos para que iniciaran el tumulto, si encontraba a alguno de ellos solo por la calle podría preguntarle un par de cosillas.

Mientras esperáis conversando con el resto de los invitados*, Alan Flanders aparece y os hace unas señas.

Al llegar a su posición os habla en voz baja;

Lamento comunicaros que el mercenario herido ha muerto hace una hora. He considerado que deberías saberlo, puesto que si pensáis denunciar su ataque, ese pobre desgraciado no podrá decir nada.

Me había ruborizado por los halagos de quienes me rodeaban. A lo mejor lo decían por cumplir, pero fuese por lo que fuese me sentía bien, contenta y tranquila, disfrutando más del torneo con una alegre sonrisa. 

Aunque la sonrisa no tardó en deshacerse cuando apareció Alan con la noticia de que el mercenario finalmente había muerto. Una sombra de aceptación y tristeza pasó por mi rostro durante un momento. Era más tristeza por comprobar que no era tan buena como creía, y porque probablemente por mi culpa había alargado la muerte de un pobre hombre. 

-Lo siento...- fue todo lo que dije antes de volver la mirada hacia adelante. Notaba que los ojos me ardían, brillantes por las lágrimas que no derramaría, por lo menos no hoy, no durante el Torneo. 

Tragando saliva con algo de dificultad me giro hacia una mujer portadora de un bonito vestido de terciopelo verde oscuro, a la cual había visto durante el banquete, aunque no había cruzado más que un saludo cordial con ella. Tenía que enfocar mis pensamientos hacia otra cosa que no fuese el mercenario...

-Nunca antes había visto un torneo como este. ¿Usted sí?- comienzo a entablar conversación con una inocente sonrisa -pero es extraño. Pese a que el joven de la familia Dannett se ha presentado en lugar de su padre, no he visto ni a Lord Alfric ni a su hija mayor...- dejo la pregunta sin realizar en el aire mientras comienzo a otear a las personas que habían allí reunidas, guardando la compostura y con sutileza. 

La mujer te responde

- Lord Alfrid está por algun lado, pero sí que ha venido al torneo, aunque está muy gordo como para participar, te susurra bajito.

Y su hija mayor, creo que lo desconoces, pero hace algunos años que huyó de su marido, ese Ruben Piper creo que se llama. Tanto su marido como su padre llevan tiempo intentado buscarla sin conseguirlo. Sinceramente, si yo fuese ella tambien hubiera huido de ese hombre tan feo.

Dicen que odia a su padre por casarla con ese viejo decrépito.
 

Las conversaciones le traen sin cuidado. Permanecía alerta, con la intención de desorejar a algún impertinente si se lo ponían fácil y además, con las manos preparadas y el alma presta para el combate. No se sabe cuando a algún desgraciado va a irrumpir con las palabras venganza y honor entre sus pocas entendederas.