Partida Rol por web

18 de abril de 2000

Los lobeznos fueron convocados ante el consejo de Ancianos una noche de luna completamente llena. El cielo despejado y sin nubes permitía que todo fuese iluminado por Selene, y en el Clan las hogueras habían sido reducidas al mínimo para aprovechar el regalo lunar en señal de reverencia.

Había pasado más de una semana desde que encontraran al cachorro herido. Era hijo de Lágrima de Piedra, de los Sanadores. Una partida de caza dio pronto con el cazador humano que había colocado los cepos. El resto no se había dicho, pero estaba muy claro. No habían vuelto a aparecer cepos ni animales heridos. Se había devuelto la paz al boun... o eso parecía.

Los Ancianos los aguardaban junto a una hoguera con únicamente brasas. Cada uno estaba en su forma de raza, y exhibían pinturas rituales en la cara y el cuerpo. Lysandra, como Ahroun, fue la portavoz.

-Acercaos cachorros, y sentaos. Tenemos algo que deciros, algo muy importante.

Una vez tomaron asiento frente a ellos, la Garou juntó las manos.

-Sois ya más que lobeznos. Habéis aprendido a defenderos y a adoptar el lugar que os corresponde. Tenéis a vuestra disposición las armas que Selene nos otorga, y estáis preparados para enfrentaros con lo que el Wyrm envíe contra vosotros. Por eso es momento de que realicéis vuestro Rito de Iniciación.

 Hécate se removió inquieta en su sitio, incomoda al sentir la atención de tanta gente centrada sobre ellos. Sabía que llegaría este momento pero una cosa es saberlo y otra muy distinta vivirlo.

Miró a sus compañeros, inquieta, ya que este sería el momento que definiría también quien sería el líder de la manada... y esa cuestión estaba muy lejos de haber quedado zanjada.

Era luna llena, y la sangre de Donny estaba revuelta. Llevaba meses entrenándose para pelear; era casi lo único que había hecho, y todavía no había podido ponerlo en práctica. Los Hijos de Gaia eran unos blandos y unos lloricas y las Furias Negras se le hubieran tirado al cuello si hubiera intentado imponerse físicamente a alguna tía, estaba seguro. Su paciencia y sus ganas de controlarse habían ido disminuyendo en los últimos días, y esa noche estaba convencido de que le reventaba aquel sitio. Era posible que aquella noche Donny estuviese enfadado con el mundo.

Estaba sentado entre Edgar y Kate, escuchando aquello sobre las armas de Selene y el Wyrm, al que todavía no habían visto el pelo. Sí, claro, cada vez que lo oía mencionar se le daba la vuelta al estómago, pero nada más. Casi no salían del clan. Vivían como putos mormones. O peor. Céntrate, Donny, se reprendió. Rito de Iniciación.

-¿Qué tenemos que hacer? -preguntó, apenas conteniendo la Rabia que resonaba en su voz.

-Sabéis que por encima de todo el deber de los Garou es defender a Gaia frente al Wyrm. Cazar a sus seguidores, acabar con sus perversas creaciones y defender a los inocentes. En ocasiones tendréis que tomar decisiones duras, o quizás hasta dar vuestras vidas por el bien mayor. El inicio de vuestra vida como Garou adultos comenzará hoy. Y la misión que os hemos encomendado no es otra que la busca, captura y eliminación de uno de los agentes del Wyrm.

La Ahroun enseñó los dientes en señal de Rabia.

-¡Hoy comienza la Luna Llena! Aprovechad el regalo de Selene para entregaros a fondo en esta tarea. Nosotros, los Garou del Viento Ululante, nos debemos a Naperville. Nuestros cachorros corren por las reservas circundantes y nuestros hijos humanos residen en los barrios residenciales que cuidamos para ellos. Hay que ocuparse de la vigilancia y control para asegurarse de que nadie los hará daño. Y la amenaza que ha aparecido recientemente debe ser eliminada.

Sabemos que hay vampiros en los alrededores de Naperville. No sabemos cuántos son, pero han aparecido varias víctimas con marcas de mordiscos y pérdida de sangre. Han muerto dos niños por su culpa. ¿Cuánto tardará en atacar a uno de vuestros hermanos? Id, utilizad vuestros Dones y vuestra inteligencia y acabad con las amenazas no muertas que se esconden en la ciudad, y no volváis hasta que las calles estén seguras de nuevo.

Kate se removía, inquieta. Con Donny a un lado, destilando rabia, y Hécate al otro, nerviosa, la theurge se sentía de algún modo sola. La solemnidad con la que los habían convocado, y la presencia intimidante de la propia Lysandra no contribuían a calmar su inquietud.
El Rito de Iniciación. Todavía no habían pasado cinco meses desde que Kate había cambiado por primera vez, pero aquel trascendental momento del que tanto había oído hablar y del que tanto le habían hablado ya estaba aquí.

¿Estaría realmente preparada para algo así? ¿Y si no lo estaba? Si fracasaba, moriría, era consciente de ello. Quería pensar que eso no debía ocurrir, que no podía morir tan joven. Quería pensar que debía proteger a su madre, que no no podía dejarla sola, pero ese pensamiento le agriaba el humor. ¿Acaso no hacía ese mismo tiempo que no veía la veía? Nada cambiaría entre ellas si ella moría. Quizá, incluso, su madre se alegrara de no tener que pensar más en que su hija era un monstruo.

¿Y si realmente estaba preparada? ¿Y si salía airosa de la prueba y se convertía en un garou de pleno derecho? ¿Entonces qué? 
Entonces sólo estaría un paso más lejos de la única persona a la que amaba más que a nada en el mundo. Así de simple.

La joven chasqueó la lengua, asintió con la cabeza y se levantó. Esperó a que el resto de sus compañeros la imitaran antes de moverse, mientras cavilaba en su propia situación. No importaba si vivía o moría, no importaba si tenía éxito o fracasaba, no para ella. Hiciera lo que hiciera, pasara lo que pasara, de algún modo perdía. Miró a sus compañeros mientras estos reaccionaban, y miró finalmente a Lysandra, sin que realmente tuviera un motivo. Esa era precisamente la cuestión: no se traba de ella, ni de lo que ella quería. Era su deber, era su obligación, para con los que la habían salvado primero y acogido después. Era una deuda... y tendría que saldarla. Al menos, mientras no tuviera otro motivo por el que luchar.

Cuando todos estuvieron de pie y dispuestos para marcharse, sólo entonces, Kate habló.

- Así se hará. - Dijo, con solemnidad. Se dió media vuelta y echó a andar.

 Hécate empezó a gruñir al escuchar a Lysandra. ¿Vampiros? ¿Tan cerca de su hogar? ¡Inconcebible! Definitivamente tenían que hacer algo y, aunque no se acababa de ver preparada como para enfrentarse a ese desafio, sabía que, entre todos, podrían hacer algo al respecto. Al menos ahora ya sabían como trabajar en equipo y, aparentemente, las soluciones poco convencionales que daban a los problemas con que se encontraban gustaban a los ancianos. O, como poco, no les disgustaban.

No se dio cuenta de que el gruñido había subido de volumen hasta que oyó hablar a Kate y asintió con fuerza sus palabras. Así lo harían. Encontrarían a esas sanguijuelas y las harían pagar por hacer daño a los cachorros humanos...

 Viviane permanecía con la mandíbula en tensión, mordiendo las ganas de comenzar de una vez con el Rito de Iniciación. Había escuchado tantas veces hablar de él, de la importancia de todo aquello que no sabía muy bien a que atenerse. Después de aquello, si sobrevivían, pasarían a ser Garous de pleno derecho y la perspectiva le inquietaba. Si las cosas eran hasta cierto punto complicadas de por sí, sólo iban a ir a peor en el sentido de que, como decía Lysandra, estarían dispuestos a dar la vida por aquello que defendían.

La Luna Llena hacía batir la Rabia en su interior, aunque ni de lejos de la forma tan salvaje como en los Ahroun. Aun así, ella también lo notaba en el fetiche que pendía de su cuello, el medallón de Selene legado de su difunta tatarabuela. Era un honor poder llevarlo y aquella, más que ninguna otra, era la oportunidad de demostrar que lo merecía. Eso o morir en el intento.

La mención de los vampiros hizo que arrugase la nariz del mismo modo que si hubiese olido algo nauseabundo. Todos estaban al tanto de la existencia de ese tipo de criaturas, seguidores del Wyrm, pero el hecho de ir a combatirlas era muy diferente. Debían llevar mucho cuidado y concentrar todos sus esfuerzos en aquella tarea vital para el Clan y para la parentela, que eran los que más riesgo corrían. La Ragabash asintió casi al mismo tiempo que Kate hablaba, miró directamente a los ojos a su madre, y después se volvió siguiendo los pasos del resto.

Edgar no dijo nada durante el tiempo en que estuvieron en presencia de los Ancianos. Estaba de mal humor, y sabía que era consecuencia de la luna llena, pero no le gustaba. Prefería ser capaz de controlarse en todo momento, pero ahora mismo su sangre le pedía correr por el bosque en forma de Crinos, aullar a Selene y cantar una canción de batalla. Pero ya habría tiempo, pues las palabras de Lysandra revelaron algo más urgente: había vampiros cerca de Naperville. Se le hizo raro oír eso, a pesar de que durante ese tiempo en el clan había aprendido que los vampiros eran reales y además eran engendros corruptos del Wyrm, porque en su mente seguía asociando esa palabra a los cuentos que había devorado en su infancia y adolescencia. Se contuvo de citar la obra de Bram Stoker; por algún motivo, supuso que una mención a los textos del escritor irlandés no sería apreciada. Y probablemente, citar a Anne Rice sería aún peor idea.

Descubrió que le era muy fácil centrarse en la tarea entre manos si imaginaba el peligro que esos seres suponían para su familia, especialmente para Dana. La furia le hizo apretar los puños. Era incuestionable: una amenaza así no podía dejarse a sus anchas. Tras levantarse y escuchar a Kate, decidió respaldar las palabras de su compañera con las suyas propias.

- Cuando nos veáis volver, Ancianos, será porque no queda ni uno de esos parásitos amenazando a nuestra parentela.

Ashley enseñó los dientes involuntariamente, sin darse cuenta. Vampiros. Nunca los había visto, apenas podía creer que existieran y dudaba enormemente de su competencia, pero la idea de involucrarse en un combate le había avivado la sangre. Lo echaba de menos. La última vez que había combatido en serio había sido en el Clan de su padre, contra él. Había recibido una peligrosa herida que casi la había matado, pero había ganado. Y eso había sido mejor que cualquier otra cosa que hubiese sentido. El temor a la muerte y la victoria sobre ella. Cualquier excusa para combatir le habría bastado, pero la perspectiva le sabía a gloria. Masticar carne no muerta, poder matar impunemente. Porque matar vampiros no estaba mal. No era como cuando deseaba hacer daño a otra persona. Los vampiros eran una de las peores cosas que existían sobre la faz de la Tierra. La Camada hablaba mucho de eso.

-Me encargaré de que así sea -respondió, orgullosa, y abandonó su posición tan pronto como le fue posible. Le recorrían escalofríos placenteros, la piel se le erizaba. Quería cambiar de forma de inmediato y correr hasta Naperville para separarles la cabeza del cuerpo, como debía ser.

Le habían hablado un poco de los vampiros y había asentido con la cabeza no sin cierto escepticismo. Tampoco había visto a ningún otro de los matones del Wyrm y no dudaba de su existencia, pero llevaba muchos años acostumbrado a creer que los vampiros no existían. Lo mismo, por otra parte, se aplicaba a los hombres lobo.

De cualquier manera iba a matarlos. Se levantó y se despidió de los Ancianos con más prisa que respeto. Todavía estaba cerca de la hoguera de los Ancianos cuando empezó a crecerle pelo por todo el cuerpo. Cayó hacia delante, a cuatro patas, y dio un latigazo con la cola.

-Vamos -les dijo a los otros, seco. Podían hablar por el camino si querían. Sabía que a algunos les gustaba hablar, pero temía que si se quedaban a discutir el plan parecerían débiles. Y no quería parecer débil. No lo era.

Quizá por primera vez en su vida, Kate se sentía de acuerdo con Donny. Quizá fuera la luna, o haber estado sentada a su lado, o que en el fondo ella también sentía aquella llamada por si misma, pero al igual que el resto sentía como su sangre hervía de precipitación y de ansiedad.

Cambió de forma junto a Dony, con una naturalidad que meses antes no poseía, sintiendo hasta con placer como el pelo (negro azabache, con irisaciones rojizas) iba tomando posesión de toda su piel, como su cuerpo se contraía hasta aquella forma animal. Cuando sintió el suelo bajo las cuatro patas, su cola batiendo el aire y la fragancia de la noche llenó sus lobunos pulmones, un aullído profundo y agudo salió de su garganta sin que pudiera contenerlo.

Era una llamada, era un desafío. Era una despedida y un declaración de principios. Era una advertencia. "Los jovenes nos vamos a romper cabezas".

Y echó a correr, siguiendo a Donny, consciente de que el resto de sus compañeros les seguían. Poco a poco, dejando que aquel cuerpo hiciera lo que mejor sabía hacer por su cuenta, su mente empezó a centrarse en el problema, a pensar en él de una forma racional. Se sorprendió al ser realmente consciente de qué pretendían hacer, y de no haber sido por el instinto de correr que impulsaba a su cuerpo en aquel momento, sin duda se hubiera detenido.

Una parte de ella no quería pensar en nada, como si correr fuera la única razón de estar viva, de hacer lo que hacían. Pero su parte más racional sabía que no era cierto, y que se estaban precipitando hacia una misión en la que ni siquiera habían pensando como iban a abordar. Manteniendo el paso y mirando al frente, se obligó a sacar el tema.

- ¿Alguna idea de cómo vamos a hacerlo? - Preguntó. - Quizá deberíamos ir a ver a la Manada Urbana. Posiblemente ellos tengan información más concreta sobre qué está pasando y por dónde podemos empezar a buscar a esas sanguijuelas.

La manada se desplazó en forma lupina hasta la ciudad. La luna llena invitaba a aullar y a correr, y eso fue lo que hicieron, henchidos de Rabia y de espíritu de guerra. Permanecieron con el perfil bajo en las cercanías de la ciudad, cambiando a Homínido para poder pasar desapercibidos. Era ya medianoche y apenas pasaba nadie por la calle. Siendo martes por la noche, era algo normal. Debían mantenerse a salvo de las patrullas de policía si no querían que los detuviesen en busca de adolescentes fugados.

Hécate percibió el agrio y apestoso olor del Wyrm tan pronto llegó a la ciudad. El rastro era muy claro: bajaba calle abajo en dirección al centro, a la zona de pubs. A pesar de tratarse de un día entre semana, solían cerrar un poco tarde para satisfacer a las aves nocturnas y a los alcohólicos profesionales. Quizás el vampiro estuviese de caza.

A la señal de Héctae, Viviane se puso en guardia y comenzó a seguir el rastro con precaución, contemplando el panorama que les ofrecía la ciudad. No tenían un plan, o al menos a ella no se le había ocurrido. Se le hizo un poco raro estar allí de noche entre gente poco recomendable y con la sangre hirviendo a causa de la luna y la misión que les habían otorgado. En otras circunstancias habría intentado conseguir una botella de cerveza para disfrutar el rato, pero ya no era así. O quería creer que no.
-Vale, y cuándo demos con el vampiro, ¿qué? Supongo que él también advertirá nuestra presencia, y no podemos montar una escena en medio de todo. Causaría mucho escándalo y si hay más se alertarían.

-En el Clan de mi padre -dijo Ashley con las manos metidas en los bolsillos y un aire marcial aún en calma-, se decía de los vampiros que tienen algo parecido al Velo. Es un pacto para ocultarse de los humanos. No creo que quieran enzarzarse en una pelea con nosotros en mitad de la zona de bares.

Ashley no iba a permitir que rompiesen la Letanía. Le habían inculcado un profundo amor por ella y antes acababa a mordiscos con su manada que permitirles joder el Velo... sobre todo porque a la primera a la que los Ancianos se comerían con patatas sería a ella.

-De todos modos, no van a estar allí para siempre. El sol les afecta. Si hace falta, los acechamos... y cuando se vayan a su refugio, acabamos con ellos. En el Clan decían que si los matan se convierten en cenizas. No es como si fuesemos a dejar un rastro de cadáveres...

Kate asintió, pensativa, mientras echaba una ojeada al rededor.

- Ese puede ser un buen plan, sería la forma más discreta de acabar con él si logramos seguirle el rastro. - Comentó. Frunció el ceño, pensativa. - ¿Creéis que tendremos problemas para movernos por la zona? Somos menores de edad, no creo que nos dejen olisquear por ahí sin más y sin llamar la atención... ¿no?

Lo cierto era que Kate no había salido jamás de fiesta, por lo que no tenía ni idea de si realmente podían estar allí o no según las leyes. Y si no podían... dificilmente podían localizar al vampiro mientras estuviera en aquella zona.

Edgar, ya en forma homínida, olfateó el aire un par de veces. Deseó ser capaz de detectar la podredumbre del Wyrm tan fácilmente como lo hacía la metis, pero esa no entraba en sus capacidades. Sin embargo, escuchar y aprender todo tipo de leyendas, cuentos y canciones le daba un cierto abanico de conocimientos que a veces podían ser útiles.

- No sólo el sol les afecta. Los cuentos de los Hijos de Gaia mencionan a veces como probar la sangre de los garou altera sobremanera a los vampiros, los enfurece, los irrita y les hace perder el control. A más cantidad, mayor el efecto. Si alguien nos parece sospechoso, siempre podemos hacernos un corte y dejar caer discretamente una gota de sangre en su bebida... o en la nuestra, y ofrecerle un trago. Si su comportamiento cambia, se muestra más desagradable y hostil, lo sacamos fuera del bar y le enseñamos qué pasa cuando cazas entre los protegidos de los garou...

Pasó su mirada por los demás hasta detenerse en Kate.

- Y no te preocupes por lo de ser menores de edad. Eso sólo lo sabrán si les enseñamos alguna identificación. Quizá no nos la piden, y si lo hacen, seguro que podemos usar nuestros dones para convencerles de que no hace falta, que somos mayores de edad, que esos no son los androides que buscan y que podemos pasar.

Luego se echó un vistazo a si mismo. Había logrado que Patricia, de los Sanadores, una de sus tutores en las funciones de su auspicio, le comprase (o robase, no sabía los detalles) ropa más o menos de su talla en una de sus visitas a la ciudad, y luego Ash se la había dedicado. Vestía pues unos pantalones vaqueros, una camiseta azul oscura y una camisa de cuadros que le iba algo grande encima, sin abrochar. Además, calzaba unas botas de montaña. El hecho de no haberse afeitado en el tiempo que llevaba en el clan le daba un aspecto distinto y hacía poco probable que alguien le reconociese, especialmente siendo de noche.

- ¿Vamos? - preguntó al grupo en general.

Viviane escuchó a Ash y asintió al plan. Era lo más viable, aunque con su pregunta no se había referido a montar un escándalo allí, más bien evitarlo. No obstante, el plan de Edgar no era tan acertado. No bajo su criterio.
-Seguro que nos las podemos apañar para estar en un bar a pesar de que damos el pego, pero no creo que vaya a funcionar todo lo demás.- No quería ser demasiado crítica, pero es que no le veía más que huecos-. No sé vosotros pero yo no llevo pasta encima, así que veo complicado invitar a nadie a una copa. Cortarte la mano para que en un despiste le eches sangre a alguien en un vaso… Bueno, tiene un pase si está muy borracho, pero esos bichos en principio ni beben ni comen, ¿no? Y si lo hacen, no tienes en cuenta que si te pasas con la cantidad y se le va la pinza volvemos al punto del principio: caos y destrucción. No quiero cargarme la Letanía en el primer intento, gracias.
La Ragabash frunció los labios y miró al resto esperando aprobación. Quizás estuviese siendo demasiado pesimista en cuanto a la situación, o que prefería tomar el camino seguro antes que meter la pata. Se metió las manos en los bolsillos y suspiró dándole vueltas a la cabeza por si se le ocurría algún plan.
-¿Y un señuelo? Quizás si ve a uno de nosotros solo, viendo que todavía somos cachorros, le parezca divertido atacar si se le presenta la oportunidad de no romper el Velo. Es más arriesgado, pero nos evita estar toda la noche en danza.

 Hécate escuchó a sus compañeros ladeando la cabeza.

- Tal vez... tal vez haya dos opciones. Una de ellas sería lo que ha dicho Viviane, un señuelo. Otra... sería vigilar a una presa en potencia. Es decir, sabemos que tipo de persona atacan, ¿no? Podemos vigilar a sus presas. Es lo que hacen los cazadores: vigilan las fuentes de agua y las presas de lo que quieren cazar para obtener su pieza.

No sabía si su idea funcionaría o no, pero le parecía algo menos "explosiva" que el arriesgarse a tener problemas con la policía o una pelea en un bar...

- ¿Y si hacemos ambas cosas? - Intevino Kate, que aunque no lo pareciera cada vez estaba más nerviosa. - Podríamos dividirnos en dos: un grupo buscaría al vampiro en sí y lo vigilaría disimuladamente. El otro vigilaría a las posibles presas. El único problema sería cómo mantener la comunicación entre los dos grupos...