Partida Rol por web

Renacer

Capítulo 2: El Mensajero

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04/12/2009, 19:37
Kate Davis

En ese momento la que se quedó seria fui yo. - ¿ Por qué no me puede salir nada bien? - Suspiré para comenzar a andar aún más rápido, sin querer, presa del nerviosismo y volviendo a sentir ese estado de " medio depresión " en el que estaba sumida antes de descubrir que podía correr como nadie.

- Claro, vamos a ver.. - Dije en alto tratando de aclarar mis propias ideas, a pesar de que veía que la mujer y el joven estaban la mar de tranquilos, sin saber cómo lo conseguían. - Si vuelvo a mis cosas normales, ahora, los que quieran que nos estén siguiendo me van a encontrar porque ya me han visto y lo único que voy a hacer es poner en peligro ami compañera de piso ¿ verdad? - Nunca he sido la más inteligente del mundo, pero para eso me llega.. - Así que tampoco tengo muchas más opciones. Siempre puedo desaparecer, salir corriendo y llegar a Alaska o a Canadá si fuera necesario, pero supongo que si hay gente que vuelva, también habrá gente que pueda localizarnos en cualquier punto del planeta.

Mis palabras, al igual que mis pasos, sonaban totalmente aceleradas. No había terminado de decir una cuando ya estaba diciendo la siguiente.

- Esto no me puede estar pasando..

Continué dándole vueltas a la cabeza durante unos instantes, pero sólo valió para tener más dudas y más, y me parecía que se me iban a seguir amontonando como una losa si seguía así..

Me paré en el sitio y miré tanto a la mujer como a Fred y hice un gesto de negación con la cabeza.

- Que sepais que todo esto es una mierda, pero contad conmigo.

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09/12/2009, 15:29
Frederick Gündell

-Pongamonos manos a la obra entonces. Señora Dawson... diganos que debemos hacer... Con su ayuda atraparemos a ese mentalista. -en mi voz se nota el entusiasmo y valentia propia de un joven con ganas de vivir la aventura de su vida, ignorando por completo las consecuencias-

 

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09/12/2009, 20:22
Señora Dawson

Mi rostro adquiere una triste sonrisa. Pese a haber obtenido un extraordinario don, su vida ha quedado mermada. Porque pese a lo maravilloso de estas habilidades, cambian la vida completamente. Llevaba años comprobándolo…

-Bueno, chicos. Agradezco de veras vuestra predisposición. Pero quiero que sepáis que esto es algo muy grande, y que va a ser peligroso.- Respiro hondo. Por primera vez en mucho tiempo tengo dificultad para mantenerme serena.

-Lo primero de todo es ir a un lugar seguro. Creo que mi casa no es precisamente el mejor escondite. Necesitamos un buen lugar, y creo que sé dónde encontrarlo.

Recojo las tazas de té y las llevo a la cocina. Sólo tardo unos cuantos segundos en volver al salón. –Acompañadme.- les digo mientras recojo mi abrigo y las llaves del coche. Les abro la puerta principal, invitándoles a salir. Los llevo hasta mi coche, un pequeño automóvil de 4 plazas. –Entrad, vamos a tardar una media hora en coche.

Pocos minutos después ya estamos en marcha. Ya es noche cerrada, y las farolas iluminan intermitentemente el interior de mi coche. –Vamos hacia un lugar que hace varios años que está abandonado. Un antiguo edificio de la organización científica. Aún debe quedar algo de equipo. Lo vamos a necesitar si tenemos que encontrar a ese mentalista.

Media hora más tarde llegamos al lugar. El edificio parece un pequeño bloque de pisos, hecho de hormigón. Tiene pocas ventanas en la parte frontal, y la puerta está bloqueada con cadena y candado. Aparco justo frente al edificio y, asegurándome de que Frederick y Kate me siguen, bajo del coche y me acerco a la entrada. –Dadme unos segundos.- les digo mientras me acerco al candado, dispuesta a forzarlo.

Cuando ya estamos en el interior la apariencia del edificio no difiere demasiado de la de un bloque de pisos normal y corriente. Todo está a oscuras, ni siquiera una luz de emergencia situada sobre la puerta de salida tiene energía para iluminarnos. Pese a la carencia de electricidad, un poco de luz del exterior consigue adentrarse por los vidrios de las ventanas. Los guío hasta una puerta, que no opone resistencia cuando la intento abrir. Tras ella se vuelve visible una gran sala. En el centro de esta hay lo que podría decirse un “superordenador”.

-Bueno, esto sigue a oscuras. Vamos a tener que hacer unos cuantos arreglillos…

...

 

CONTINUARÁ...

FIN DEL CAPÍTULO 2

 

Hace 15 años…

El despacho estaba apenas iluminado por unos leves haces de luz que se colaban por la ventana. Era noche cerrada, pero las farolas iluminaban la calle y parte del interior de la sala. El hombre yacía sentado sobre una butaca, con un vaso de whisky en la mano. Su mirada estaba perdida, enfocada en algún punto del vacío. Se sentía frustrado, su mayor esfuerzo por evitar lo peor había sido en vano.

-Ya no hay nada que hacer, Amelia. Lo hemos perdido completamente. He tratado de ayudarlo, pero no he conseguido más que aumentar el sufrimiento, y contagiárselo a un inocente. He pagado un precio muy alto para solucionar mi más reciente error. No me queda demasiado tiempo de vida, no podremos celebrar nuestras bodas de oro como te prometí. Lo siento…

Había una mujer, sentada frente al hombre. Su mirada no se veía perdida, estaba posada sobre los ojos de su amado. Ella también sabía que el final era inminente. Su marido había pagado un alto precio por salvar al chico. Incluso ella podía percibir como la muerte se extendía lentamente por el cuerpo de su amado, marchitándolo poco a poco. Una maldad tan pura no podía ser contrarrestada con nada. El intercambio había sido la única vía de escape posible. Al menos un inocente no tendría que pagar por sus errores.

Ella no pudo evitar derramar amargas lágrimas. Él la miró, apenado. Su mujer no tenía palabras para aquello, y a él se le habían acabado. Así que solo la abrazó, con fuerza, como si fuera la última vez.