Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Soldados al Frente - Escena Dos.

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24/04/2013, 19:26
Padre Jürguen

- No se moleste. - Le interrumpe Jürguen. - Según la dejé en lugar seguro, vine hacia aquí. - Obvió el tiempo que había pasado vigilando la entrada del local. - Ahora, la convencí para hablar con usted del tema por ella. Me dió la impresión que a ella le daba miedo decírselo a usted, no por lo que le pudiera hacer a ella, nada de eso. Si no por lo que usted pudiera hacer a otros. -

Aquí el Padre hizo una pequeña pausa antes de continuar.

- Verá. Si usted se deja llevar por sus impulsos, eso podría tarde o temprano desembocar en un perjucio para su... amiga. - El tono del padre al decir esta palabra no dejó lugar a duda que conocía bien la relación que tenía con Irina. - Por eso quiero que escuche con calma, y se controle cuando oiga lo que tengo que decirle. Sé que su primera reacción será de ira. Pero la violencia, señor Jansen, no ayudaría a nadie en esta situación. Sólo provocaría más problemas... -

En ese momento, el Padre pareció intentar usar las palabras con sumo cuidado: - Por lo que me ha contado Irina, usted tiene un carácter algo explosivo. -

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24/04/2013, 23:50
Gretchen

Gretchen asentía junto a Alice, como si la vida dentro del Espejo, este País de las Pesadillas, tuviera algún sentido. Matar a Diéter. Vale. Ha contratado militares retirados, o Mercenarios. Vale. Piensa, Gretchen. Acumula datos. Los necesitarás.

- Tienes que decirme algo de Ambroos, algo que yo no sepa y tu sí. Para que me crea. Y de ese hombre, Arjen. Para que me crean-insistió-. Yo... yo sola no puedo hacer nada.

Camina entre la ciudad moribunda de  muertos vivientes asfixiados en sus propios despojos, observando cada individuo, el escenario que parece un sueño translúcido. Incluso Alice era extraña. Su protección de Viktor era... perturbadora. Gretchen lo sabía, sabía que era un monstruo que no debía ser protegido, porque conocía su mirada avariciosa. Pero Alice... Alice le quería. Quería estar con él. Quería que viviera. Quería conservarle. Quería que la amara, podía sentirlo. O tal vez lo imaginara. Gretchen se sintió estrangulada. Ella enloquecería y acabaría arrodillada a sus pies.

- Y tienes... -estaba hablando mucho, pero quizá, como era hablarse a sí misma, no era más que pensar. O tal vez es que Gretchen estaba dispuesta a dejarse arrancar el alma por Stille, y hablar más era un pequeño sacrificio-. Tienes que ayudarme a manejar a Viktor -pedía lo imposible, Gretchen-. En la medida de lo posible. A... controlarle. Qué le gusta. Qué le hace ser amable. Qué le enfuerece. Cómo es.

Odiaba pensar en él. Pero era una pieza importante para salvar a Stille. Tendría que tragar muchas cosas.

- ¿Esto es real? -preguntó mirando a su alrededor. No estaba segura. ¿Lo era? - ¿Podré llamarte si te necesito? ¡Tú sabes cosas! ¡Tú... tú no estás loca...

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25/04/2013, 14:08
Ambroos Janssen

- Más como el napalm.

Los ojos del proxeneta desafiaron a los del sacerdote. El consideraba que era necesario y que no mientras estuvieran en su burdel y en su despacho. Y un hijo de puta que viene con secretismos sobre la única mujer por la que pude sentir algo no se merecía la más mínima credibilidad.

- No. Gracias, Meike. Fue la única respuesta. Y podía considerarse mucho. Las gracias de Ambroos era muy escasas, a la altura de sus disculpa. Y es que el proxeneta no solía tener nada de lo que arrepentirse y pocas cosas que agradecer: el sueldo de sus chicas era su manera de demostrar que lo hacían bien. Ellas lo hacían por eso, trabajaban por un sueldo, no por darles las gracias.

Sería divertido ver cuanto duraban si cambiase el dinero por las palabras amables.

Y con ese pensamiento colgó. El comunicador tocó su lugar de origen, cortando la llamada y devolviendo a Janssen a la desagradable conversación con su antiguo torturador.

- Bien, Padre. No entiendo una mierda de lo que me ha dicho. dijo, apoyando una mano en la madera de la mesa, mostrando la tensión de sus dedos. Sin mucha imaginación se podía extrapolar el resto del cuerpo, y la forma que se atisbaba bajo la manga de la camisa no era precisamente halagadora. Soy sumamente imbécil, así que va a decirme claramente dónde está mi prostituta, por qué demonios está allí y que es lo que está pasando.

Ese capullo no se hacía a la idea de lo cerca que estaba de que Ambroos sacase el traje de gala...y Natasha era lo único que se lo impedía.

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25/04/2013, 21:33
Padre Jürguen

Desde luego, la chica no le había mentido al decirle que fuese cuidadoso con Ambroos. Por lo que veía, el tipo se estaba conteniendo, y mucho. Tampoco es que ese tal Ambroos fuera de muchas palabras. Diría que por cada palabra que el proxeneta había soltado, el Padre habia escupido diez. Estaba claro que no era un hombre muy charlatán.

Jürguen se movió en la silla, la cuál crujió. Como si se sintiera incómodo ante lo que estaba a punto de decir. Esperaba que Ambroos no se lo tomase demasiado mal. Cogió aire para decir:

- Está en una clínica clandestina.- Fué una breve pausa antes de continuar. - La chica está embarazada, pero quiero que sepa que Irina nos ha comunicado que desea interrumpir el proceso de embarazo. - Jürguen bajó la cabeza y los ojos al suelo para decir por lo bajo: - Personálmente no es la elección que hubiera recomendado, pero la comprendo, dadas las desagradables circunstancias de la fecundación. - El Padre hizo un amago de coger algo del bolsillo, pero pareció darse cuenta de lo que fuera que buscaba, no estaba ya allí.

Miró de nuevo a Ambroos con la cabeza gacha, bajo sus pobladas cejas. - Además supongo que habrá pesado en su elección la posibilidad de contagiar al niño, si lo tuviera. -

Había otras cuestiones, pero dejó tiempo a Ambroos para que sopesara lo que le acaba de decirle. Era mucha información de improviso.

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25/04/2013, 22:07
Ambroos Janssen

Natasha estaba embarazada. Del gilipollas del nazi, por supuesto.

Ambroos soltó un pequeño ruido a mitad de un carraspeo y un suspiro cargado. No le gustaba la idea. Más allá de abortos o partos, no le gustaba la idea de que Natasha tuviera que pasar por eso. Como hombre no podía saberlo, pero ya había visto a  otras mujeres pasar por ello y la mayoría de las veces era un boom homonal difícil de tragar, se escogiese la opción que se escogiese.

Y por chapado a la antigua que fuese para ciertas cosas, le parecía mejor eso que ir tirando luego los niños al río.

- Entiendo. Fue lo único que consiguió decir, meditando sobre el tema. Eso implicaba que aún no podría cargarse al sacerdote, no hasta que se hiciera cargo de la situación. Sería egoísta, si, pero era lo que más le jodía de todo aquello.  Estaría con Natasha durante el proceso si ella quería, y la haría un hueco con Gretchen en su zona de mujercitas sin sexo. No iba a dejarla sola, pero había algo que tenía clavado como una espinita, sin llegar a sangrar pero molestando con cada movimiento que daba al tema. Pero ¿por qué dijo que no quería decírmelo ella? Es un gaje del oficio relativamente frecuente y, sinceramente, hubiera preferido escucharlo de ella.

Más que nada, porque no implicaba recuerdos desagradables de un hombre que lo torturó y ahora lo trataba con falsa humanidad y condescendencia. Natasha sabía que podía enfadarse con ella. Sencillamente le resultaba imposible. Podía gritar, o enfurruñarse, pero la cosa no era real. No duraba. Sentía que había roto de alguna manera un pacto no escrito de confianza.

Allí había algo raro y tenía que hablar con ella. Y cuanto antes, mejor.

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25/04/2013, 22:48
Padre Jürguen

Jürguen se quedó estupefacto mirando a Jürguen. Quizás había malinterpretado las palabras de Irina, o esta no conocía a Ambroos también como creía... - Bueno.... - Comenzó a hablar... - Ella pensó que usted se pondría furioso y que cometería alguna locura, pagándolo con esos tipos que... -

Entonces se dió cuenta que Ambroos no debía tener muchos conocimientos médicos, y cambió de linea de comunicación:

- A ver. Creo que no me he explicado bien, y no le he trasmitido de forma adecuada la gravedad de la situación. Irina ya de por sí es un caso clínico muy complicado, debido a la presencia del VIH. -

- Y, cuando he dicho "clínica clandestina", he querido decir un simple apartamento al que se ha llevado lo poco que se ha podido. Como comprenderá, no se pueden sacar ciertos aparatos de un hospital sin que nadie se de cuenta. No hay muchos medios donde ella está, que digamos. Y ninguno de los médicos de esa "clínica" ha hecho jamás algo parecido. Han acudido a mí, porque sabían que yo podría ayudarles, pero como comprenderá,  yo no he hecho algo así desde hace años. -

- No quiero que se alarme, pero lo que quiero decir es que la chica tiene bastantes posibilidadse de no salir con vida de esa operación. No es algo tan fácil como usted piensa, amigo. -

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25/04/2013, 23:10
Ambroos Janssen

Janssen arqueó la ceja con algo de desprecio. No le gustaba nada el cariz repentino que había tomado el tema. Conocía levemente los inconvenientes del VIH: neumonías que se volvían letales y no poder compartir cuchillas con nadie. Poco más. Pero lo de una operación complicada cuando no sería la primera vez que alguien lo solucionaba con alambre y paciencia le resultaba demasiado enajenante. 

- ¿Me está diciendo que va a dedicarse a hurgar con una percha, Padre? ¿O quizás tirarle por las escaleras? Ambroos se levantó dando un manotazo en la mesa y acercó su cara a la del sacerdote, escupiendo las palabras con esfuerzo e ironía hirviendo.

Natasha no había sido muy sensata eligiendo a un mensajero: uno al que llevaba tantos años desando golpear que cualquier escusa era buena. Y teniendo una excusa que verdaderamente le daba ganas de golpear a alguien, Jurguen era tan apetecible como un filete a un perro desnutrido.

Tan cerca, tan viejo. Seguro que podría partirle el cuello sin demasiado esfuerzo. Como una rama seca. CRACK. Al basurero, con una notita. O mi puta vive o compartiréis piso. Pero no...eso no sería suficiente. Ambroos lo sabía: se lo decía su corazón frío y casi parado. Las grandes presas requieren una gran ceremonia...

- No me hable de clínicas si lo que piensa hacer es improvisar un método abortivo peligroso- casi jerga del oficio- en el salón de vuestra puta casa cuando yo mismo puedo hincharla a analgésico y arreglarlo a puñetazos. Era un formalismo...hasta cierto punto. Janssen apreciaba a Natasha, pero si esa era la mejor manera de solucionar las cosas la haría sin apenas pestañear. Quizás estaría apático cierto tiempo, pero sin remordimiento de conciencia. En el fondo, sería bastante menos doloroso que tener que cerrar la tapa de su ataúd.

- Si tiran el crío o el feto o el embrión o como pollas lo llamen ahora en una bolsa del plástico o lo usan para hacerse una sopa me tiran enormemente de los huevos. Pero como tenga que enterrar a Irina porque "esos tipos" se han puesto a investigar como solucionar los próximos abortos que les llegan a la mesa, me lo cobraré investigando la viabilidad del alambre de espino como plug-in anal con ellos.

- ¿Entiende lo que le he dicho, o tiene alguna pregunta que hacerme? concluyó, repitiendo lleno de sarcasmo la frase que el sacerdote había usado con él anteriormente. Por que yo aún quiero preguntarle quienes son esos tipos a los que debería agitar el puño desde la tranquilidad de mi escritorio según usted. Se sentó de nuevo, aniquilando al sacerdote con la mirada, buscando las respuestas en sus viejos ojos. Por que seguro que se fía de ellos y que de aquí a tres meses nos estaremos riendo todos de mi tendencia natural a ser un gilipollas energúmeno. Alzó los brazos con teatralidad y una sonrisa carnívora en la cara, para luego dejarlos caer sobre la mesa con contundencia, haciendo un ruido notable. Y entonces me gustaría invitarles a un puro y a un café.

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26/04/2013, 01:09
Padre Jürguen

Hubo un tenso silencio. El padre no sabía muy bien qué contestar a aquello. Así que esto era de lo que hablaba Irina.

Jürguen miró a los lados. Allí estaban los gatos, y todos aquellos malditos papeles amontonados. Allí faltaba alguna pieza.

- Pues sí que tengo una pregunta, señor Jansen... ¿Usaba usted profilactico al tener relaciones con ella? -

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27/04/2013, 09:31
Neo Gretchen

Gretchen miró a la versión menor de si misma y calló. La miró, evaluando mientras se apretaba las tuercas del cerebro. Finalmente, tras unos eternos y tensos segundos de reflexión, habló.

- Temo que decirte mucho sea contraproducente. Si la información cae en malas manos, temo que el futuro podría llegar a ser incluso peor que este- dijo con voz sincera, temiéndose lo peor si Gretchen no era capaz de llevar a término su cometido-. Liria es hija de Ambroos. Ambos lo saben. Dyrk Wolfzahn, hijo de Arjen, está con los nazis en tu tiempo. También lo sabe.

Y tras ello, comenzó a andar camino de vuelta. Su marcha rígida y militar, con las manos a la espalda, iba acompasada de un rictus serio y adoctrinado. Quizás no fuese una auténtica neonazi, convencida de que el Superhombre ario debía de imponerse en detrimento de la existencia de los betas, pero desde luego estaba versada en cultura nacionalsocialista, y debía de ser ducha en el desempeño de su trabajo, fuese cual fuese.

Y por supuesto, gran parte de la culpa residía en Viktor. Aquel que movía montañas con sus palabras y convertía a una víctima de pederastia y maltrato en un modelo a seguir de valores en un mundo donde la supremacía del más fuerte se alzaba frente a la igualdad y los derechos humanos.

- Temo que Viktor es incontrolable- se atrevió responder con un tono cargado de respeto-. Se gobierna a si mismo, aunque en realidad, dudo de si en realidad es esclavo de si mismo. Le gusta tener razón. Le gusta tu cuerpo y tu inocencia. Le gusta tener el control. Y le gusta su trabajo.

Siguió acompañándose a si misma hasta el punto de partida, volviendo lentamente al universo conocido y real. O en realidad, devolviendo a la pequeña, pues ella estaba atrapada. Ignoró esta vez dar explicaciones sobre su mundo, asumiendo que el mismo hablaba por si solo, con el cielo nuclear en las alturas y el azul celeste brillando por su ausencia.

- Yo soy tú, así que estoy loca- no se molestó en negar la evidencia-. Pero si te sirve de consuelo, casi todos estamos algo locos. No se nos preparó para algo así. Viktor siempre dice que somos un experimento de Dios- cogió la mano de la pequeña visión de si misma, tirando de ella hacia el jardín inconexo-. Viktor no se suele enfadar. Casi siempre es amable. Supongo que es autoritario en lugar de furioso cuando necesita imponerse. Está acostumbrado a ganar, porque sabe que no puede perder- miró a Gretchen, rectificando rápido antes de que perdiese la esperanza-. O cree que no puede, vaya.

La plantó frente al espejo, y tomó entre sus manos la fotografía de la boda.

- No pasaría al otro lado- explicó justificando su acto-. Nada de aquí lo haría, pues sólo es real para ti. No estaré siempre en los espejos- declaró acariciando el marco del mismo-. Suelo mirarte, pero a menudo pienso sola, intentando averiguar qué es esto y cómo he acabado aquí, o simplemente descansando. Me siento sola, y agotada. Vete.

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27/04/2013, 14:28
Arjen Wolfzahn

"Ha estado bien".

Arjen se sonrió. No iba a lograr un cumplido mayor que ése saliendo de labios de Liria. Sabía que la joven era fría y distante en el trato con todos sus clientes. Oh, sabía actuar convincentemente para el que pagaba, pero su comportamiento no era más que fingimiento, la coraza tras la que se protegía la puta. ¿De qué? Arjen suponía que de todo lo que existía, pero sobre todo de acabar mezclando trabajo con placer y también con debilidad. Y no obstante había dejado que Arjen penetrara dentro de su fortaleza, un poco al menos, mientras la poseía. No había sido sólo trabajo, y eso enardecía el ego del hombre.

Pero él había venido a por otra cosa, a por información, información sobre un hijo al que hasta hace unas horas creía muerto, un hijo al que no comprendía pero que seguía siendo carne de su carne. Necesitaba a Liria no por la parte principal de su ocupación, sino por los extras.

Hizo crujir los nudillos y extendió la mano hacia la mesilla. Buscó en el cajón que la joven había indicado y, de entre los objetos que contenía -condones de diversa índole y sabor, pañuelos de seda, un antifaz...-, sacó un paquete de cigarrillos rubios y un mechero que lucía la paradójica imagen de la fachada de la Oude Kerk. Arjen no solía fumar, pero ésta era una ocasión especial. Extrajo uno de esos pequeños cilindros de placer y muerte, se lo llevó a los labios y lo encendió. Dio una bocanada y le pasó el pitillo encendido a Liria.

-Me has llevado por donde has querido, Liria -dijo, sonriendo ferozmente y todavía tumbado en la cama. Alargó el brazo hasta tocar la tela del albornoz La apartó con lentitud para dejar el muslo de la puta al descubierto, desnudo, y así poder pasear suavemente sus uñas por la piel en una parodia de desgarramiento-. Me has hecho perder el control manteniendo todo el rato las riendas de la situación, preciosa. Has hecho que hiciera lo que deseabas que te hiciera... y eso no le suele suceder a un viejo lobo como yo. Felicidades.

Suspiró. La joven estaba receptiva. Le había halagado el cuerpo y la mente. Arjen no era un maestro de la manipulación, desde luego, pero sí sabía que las mujeres se mostraban más cooperativas cuando estaban saciadas. Bueno, igual que los hombres. El ser humano estaba muy mal construido, pero es que la naturaleza no entendía de finalidades. Acarició el muslo de Liria, recreando un eco de las sensaciones vividas minutos antes. Arjen, que no se había duchado, seguía cubierto de una fina película de sudor en algunas zonas. Desprendía un olor animal que ni todos los desodorantes del mundo podrían ocultar por completo. Llevó sus ojos hasta los de la puta y la miró con seriedad.

-Necesito un favor -dijo. No fue una petición, sino la declaración de un hecho-. Cuando entré te dije que necesitaba una chica que supiese lo que se hacía y lo que se cocía aquí. Tú. No venía a que me descontrolaras, nena, y me hicieses hacerte de todo. Pero es que eres una maestra y mi carne nada más que arcilla en tus manos -le reconoció, y una sombra de sonrisa apareció en sus labios, aunque no duró mucho.

Se incorporó hasta sentarse en la misma posición que ella, una posición de igualdad.

-Las chicas oís cosas, os cuentan cosas... Los hombres se sueltan una vez descargan, y lo hacen por justificación o por demostración de superioridad. Y a ti las demás te dicen lo que han oído -declaró con rotundidad-. Conviene llevarse bien con la líder de la manada, y ésa eres tú.

Sus ojos se endurecieron, su boca se crispó. Ahogó un gruñido al recordar la grabación, al recordar lo sucedido años atrás y al recordar lo que pudo ser y no fue.

-Busco a alguien, un capitoste de los nazis -dijo, serio y grave-. Alguien con una posición elevada en esta ciudad y que ha de guardar las apariencias con la cúpula de Berlín. Un hombre casado con una tal Miranda, o que tiene una amante con ese nombre. Un übercapullo relacionado con alguien que se llama Dana -acercó su rostro inconscientemente unos centímetros hacia el de Liria. Hizo crujir sus nudillos-. Tiene a mi hijo, Liria.

Dejó la demoledora última frase ahí, ella sola, con el peso específico de una losa planeando a punto de caer sobre ellos.

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27/04/2013, 18:27
Ambroos Janssen

- Yo he preguntado primero, Padre. Los dedos del proxeneta tamborilearon en la mesa. Pero como soy un hombre educado y poco dado a subterfugios, le contestaré. Sí. Clavó los ojos en el hombre, consciente de las implicaciones y haciendo consciente también al alemán. Si, el niño no es mio. Si, por ahí hay un capullo con SIDA. Y como tu vieja e hinchada lengua se escape, será la última vez que la sientas en tu boca.

- Llevo tantos años en el negocio porque me tomo en serio la higiene y seguridad laboral. La frase producía una extraña sensación de cinismo ausente del tono de voz, quizás debido al hecho de regular tanto una profesión como la que se ejercía en ese negocio. Pero no hay que olvidar que allí, en Amsterdam, era uno más...No tiene que preocuparse de tenerme en su mesa de operaciones.

Antes muerto que volver a pasar por las manos de ese hijo de puta. Janssen lo tenía claro. Prefería colgarse con su propio intestino de la ventana de su despacho que permitir que Jurgen lo oscultase.  Y no pensaba dejarle ir hasta que tuviese todos los datos de lo que iba a pasar con Natasha.

Por mucho que aún no hubiese conseguido asimilar aquello como verdad. Ambroos seguía inconscientemente con la idea de que allí había algo oculto, una mentira para intentar sacar algún partido de él. El verdadero mazazo vendría cuando la propia Natasha, su pequeña matriuska, le confirmase que de verdad llevaba otra muñequita dentro y había acudido al mismo viejo médico alemán que había jugado a joderle.

Entonces si que iba a estar jodido...

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27/04/2013, 22:19
Padre Jürguen

Jürguen cerró los ojos y se llevó la mano a la frente, como si intentara recordar: - Mmmmm... Ahora mismo no sabría muy bien decirle qué es lo que preguntó usted, me he perdido un poco. -

El Padre estuvo así un buen rato, aparentemente fué en balde, porque abrió los ojos de nuevo para dirigise a Ambroos en otros términos: - Pero vamos a tratarla bien. Ella ha tomado su decisión. Y llevarla al hospital, por desgracia, no es una opción. Nosotros somos profesionales, no carniceros. Vamos a hacer todo lo posible por ella... - Entonces alargó la mano sobre la mesa, intentando poner su mano sobre la palma de Janssen, en un gesto paternal.... - Y el resto, está en manos de Dios.  -

  - Hijo mio, si he venido aquí es para intentar convencerle a usted de que no tomara represalias contra la persona que la ha dejado encinta. Ella mostró mucha preocupación al respecto, pero me parece que se preocupaba en vano. -

- Sobre los problemas de comunicación entre usted e Irina... Bueno, yo apenas he cruzado un par de palabras con ella. No la conozco. Si usted que la conoce mucho mejor no sabe por qué habló con la doctora Margaret antes que con usted, está preguntando a la persona equivocada. -

Mostró un gesto de duda antes de preguntarle. - Bueno, ¿He respondido ya a todas sus preguntas? - Hizo un gesto de levantarse de la silla, como si toda aquella conversación hubiera acabado para él.

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27/04/2013, 17:11
Sawako Yamagawa

Tras un viajillo más largo de lo que esperaba, se baja del coche a la vez que Stilles y mira el descampado desolado de alrededor. Eso si que es un buen lugar para montar una fiesta ilegal a la que se unirían los nazis esos si tuviesen dos dedos de frente... seguro que le lo pasan bien dejando de lado todas esas ideas de la 3ª Guerra Mundial, el dominio del mundo y esas cosas.

Se estira un poco observando el ruinoso descampado intentando encontrar donde está la fiesta, esperando que no se haya acabado tan pronto porque ella tiene ganas de juerga que para eso ha venido, no para hacer el tonto en un descampado vacío.

-Bueno, espero que esta gente esté por aquí y me hayan guardado algo de alcohol porque si no me cargaré a una chica rara e hiperactiva.

Se aleja un poco del coche llevándose las manos al bolsillo. No le interesa mucho la historia de como han conseguido el coche y tampoco le incumbe quienes sean esos dos... simplemente son dos personas a las que ha encontrado por el camino y que les han ofrecido un transporte más rápido que ir a pie y exponerse más a las patrullas. Se gira hacia ellos.

-Gracias por traernos, pero creo que la juerga nos espera... o se lo beberán todo antes de que les encontremos.

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28/04/2013, 16:36
Gretchen

Gretchen asintió, sin comprender, sin comprender en absoluto. Alice era, o no, un producto de su mente. Alice era, o no, real. Alice era, o no, inevitable. Alice era, o no, ella misma. 

Las revelaciones de Alice la sorprendieron, pero no dijo nada. No eran más asombrosas, más sorpresivas o más terribles que este mundo, no eran peores que las buenas noches de Diéter.  Gretchen no tenía criterio para el Bien y el Mal, para lo Correcto o lo Incorrecto. Las cosas ocurrían. Punto.

Se inclinó hacia sí misma y se abrazó. Ella se conocía, si era sí misma se conocía, y el calor de un abrazo -el único que se los daba auténticos era Stille- era un bálsamo para su corazón enloquecido y su mente quebrada. Besó su propia mejilla y tocó su propia mano, enlazando sus dedos de niña con los de adulta.

- Lo haré lo mejor que pueda -se prometió-. Pero tienes que ayudarme, Alice. Lo haré lo mejor que pueda. Y si no consigo cambiar las cosas, me suicidaré -le prometió con honestidad-. No estarás aquí, Alice.  Cuídame y yo cuidaré de ti. Tienes... tienes que investigar cosas, aprender cosas, descubrir cosas. Cosas que yo pueda utilizar.  Para salvar a Stille, y a ti. Y te prometo que no me esconderé. Te prometo que seré valiente.

No es una promesa vana, puesto que la actitud básica, primaria, de Gretchen, era la huída. No es una nadería. Ofrece los restos de su cordura y su corazón a sí misma, a una sí misma que es otra persona. Pero comparte con ella vida, alma y locura. Alice le ha dicho pocas cosas, pero muy útiles. Algo para empezar. Para matar a Diéter, para proteger a su ángel de la guarda. 

Tienes que salvar a Stille, Gretchen, se advierte a si misma. No le preocupa las miserias de la vida futura, el ecosistema destrozado o ser el juguete de Viktor. Su ansiedad es Stille.

Se aparta de sí misma. Las cosas pueden cambiarse. Alice no puede salir del Espejo, pero Gretchen puede entrar en el país de las maravillas. Se gira una vez más hacia Alice.

- Suerte -se desea, en vano. 

Y sonríe. Porque está loca, porque nadie la comprende, porque llora y sufre... pero ahora, al menos, no está sola. En el Boulevard, El Verdugo que la atará a Viktor de por vida sigue hablando con Ambroos Janssen. No está el otro hombre, Arjen. Son importantes, son herramientas importantes para salvar a Stille.

Y Alice ha dicho que ella es Especial. Como Viktor. Hay cosas, Cosas Normales y Cosas Especiales. Igual no estás tan loca, Gretchen. Sólo un poquito. Ten cuidado. Camina con cuidado, sé sutil, como cuando Diéter viene a casa. Camina con cuidado y todo irá bien.

Coloca las manos sobre el cristal, cierra los ojos, respira hondo... y da un paso adelante.

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28/04/2013, 20:10
Liria

Liria aspiró nicotina antes de responder, evaluando a Arjen con una mirada voraz, no tanto por lo sexual, sino por lo juiciosa. Se separó el cigarrillo entre dos dedos, y sin soltarlo, tras dejar fugarse el humo por las rendijas de los labios, habló.

- Así que tienes un hijo- replicó con un deje de escepticismo, como si aún le costase encajarlo-. Yo pensaba que eras virgen- ensanchó una sonrisa, divertida, como si con aquella broma lo hubiese dicho todo.

Se levantó de un salto y abandonó la cama, tendiendo el cigarillo a Arjen. Se quitó el albornoz y lo dejó, doblado, sobre la cama. Como Dios la trajo al mundo la mujer abrió las puertas del armario, a sabiendas de que su amante debía de estar taladrándola con la mirada. Buscó algunas prendas de ropa, combinadas pero aparentemente poco ensayadas, y comenzó a ponérselas. Había acabado su trabajo, así que ya podía ir vistiéndose.

- No conozco a nadie cuya esposa o amante se llame Miranda, y tampoco he oído hablar- dijo con sinceridad y calma, dando una negativa a las ilusiones de Arjen-. Tanto más de lo mismo con Dana. Sin embargo, sin duda ese alguien irá a las cenas de gala que tienen lugar en la mansión de El Gobernador- miró a Arjen, evaluando su reacción.

El Gobernador. Su nombre lo decía todo. Hasta donde se decía, un importante cargo alemán, que no pertenecía a las Schutzstaffel, sino a bloques del poder más públicos y aptos para la diplomacia internacional. Se asumía que vivía en algún lugar de las afueras, en una mansión de tamaño irrisorio con una defensa todavía más apabullante, escondido en aquel bastión vigilado día y noche por un ejército de águilas con esvásticas.

Y sin embargo, había quien decía que estaba cerca de bosques, otros que en mitad de un padro, y algunos que en un coto de caza. Por decir, se decía que estaba al borde de la carretera o incluso cerca de una urbanización de alto copete. Nadie lo terminaba de saber, pues para llegar hasta ese lugar había que salir de la ciudad, y quien lo hacía generalmente no solía volver. Una vez fuera, lo mejor era seguir acercándose a las fronteras y llegar a Francia. Si tenías suerte.

Entre los ecoterroristas se decía que allí llegaban camiones blindados llenos de armas, o incluso de drogas, y que algunas matrículas tenían origen en Italia. Esto último eran conjeturas de los Anarquistas, que bien podían inventárselo por conveniencia o hablar con información falsa.

Estaba claro que había quien decía que El Gobernador formaba parte de las Waffen-SS, pero la mayoría acostumbraban a decir que no, que siendo de esa división no podría poder intentar establecer lazos internacionales con impunidad. Lo que no tanta gente desmentía era una perversa afición a la craneometría y el poligenismo, aunque eso se debía a que ciertamente le pegaba.

Salía a la calle y paseaba por Ámsterdam, indistintamente fuese noche o día, creyéndose inmortal con su guardia personal, a sabiendas de que si alguien le tosía podía darse por cadáver. Algún mercenario intentó cobrar su cabeza, y todos acabaron devueltos diente a diente y parte a parte.

- Tengo entendido que las gemelas Suxx están allí ahora mismo, haciendo de acompañantes para algún cliente de este burdel- continuó la joven, explicándole a Arjen la situación-. Se ve que hacen allí reuniones sociales periódicas, para estrechar lazos y zanjar asuntos. Bailes de máscaras. El problema es que, lógicamente, para ello hay que salir de la ciudad, eludiendo las patrullas y los cierres de carretera- le miró con gravedad, dejando los ojos ciegos mientras se ponía una camisa sobre el sujetador-. Es peligroso, pero eso ya lo sabes, y si mi hijo estuviese allí, me cepillaría a todos los invitados a la fiesta si fuese necesario para saber dónde y cómo está.

Y desde luego, Arjen no tenía pinta de ser la cortesana figurante de ningún sargento sin carisma.

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28/04/2013, 20:39
Meike

Gretchen agradeció el abrazo de Gretchen. Casi pareció necesitarlo, a juzgar por cómo respondió con la misma intensidad. Abrazarse a una misma era algo muy triste y deprimente, pero insufló en aquello un gesto maternal de lo más extraño. Aquella mujer tenía la cabeza llena de cuervos, siendo el vivo reflejo de un ángel de la muerte, de una esposa devota, y de una niña rota. Aseguró que haría lo que podía, pero que tenía que pensar. Mucho. Sobre qué podía decir y qué no, con el fin de que el futuro no se convirtiese en una hegemonía de algo peor a lo ya programado.

Y entonces, el espejo. Gretchen cruzó al otro lado, dejando a Alice, la versión adulta de si misma como la había estado llamando, al otro lado. Una vez en El Boulevard, el sonido de fondo compuesto por risas, música de fondo y vasos tintineando llenó los oídos de Gretchen. El viento dejó de soplar y el frío de aquel mundo dejó de azotarla. La mujer al otro lado se despidió con la mano, sumiéndose en una neblina hasta que, simplemente, desapareció, revelando como reflejo lo que debiera de verse. A una niña vestida de camarera en un burdel de Ámsterdam.

- ¡Gretchen!- dijo la voz de Meike, tras la barra, sirviendo alcohol en vaso de tubo a un cliente modelo espagueti.

Pelirroja, bella. Y la enemiga acérrima de las Suxx, pues ella era la mejor antes de que llegasen. Una fiera hostil que se disputaba el puesto de mejor trabajadora del mes con uñas y dientes. Ojos azules. Baja. Pálida. De curvas generosas, cual esposa de caderas anchas.

- ¿Dónde estabas?- preguntó interesada, aceptando el dinero del flacucho con barba desaliñada y dándole el cambio. Por su aspecto bien podría ser un vagabundo que se había duchado, exfoliado y cortado las puntas abiertas-. Llevas un buen rato desaparecida. Ambroos se ha metido en el despacho con un Calvinista- añadió cuando el cliente se hubo marchado y la pequeña se hubo acercado-. Cada vez los de la iglesia tienen gustos más raros.

Hubiese sido más lógico que le gustases tú.

Pero no lo dijo, por decoro. Ya bastante introvertida era de por si la pequeña.

- ¿Me echas un cable con esto?- le pidió señalando la barra con la mano, abarcándola mientras cogía un trapo. Rutina. Noche tras noche-. Puedes irte a descansar, si quieres. Es tarde, y el jefe no está delante.

Y eso era todo. De vuelta al mundo real, sólido y tangible, que había seguido su marcha sin Gretchen. Literalmente. El tiempo no se había congelado. Se dividió a la mitad, como si en aquella distorsión de la realidad el tiempo funcionase a un ritmo incrementado. Gretchen sentía una opresión el pecho. Esa sensación de vacío espiritual que subía por el cuello y oprimía el cerebro. Esa que hacía faltar el aire, arrancaba las fuerzas del músculo y producía cefalea. Esa. La de después de las competiciones y algunos entrenamientos. La de después de que Diéter no la viese en el armario, escondida. La de después de concentrarse en ser esencial, en forzar los músculos. La sensación después de ser especial.

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29/04/2013, 00:05
Gretchen

El tiempo no se había detenido. Luego la dimensión de Alice era real. Al menos real de aquella manera.

Ambroos ha entrado con el Verdugo, pensó Gretchen. Quería hablar con el proxeneta, pero no dejar que el Verdugo la viera. Deslizó la mirada errática por el local, temerosa de ver a Viktor. El Especial. Como ella misma. El Experimento de Dios.

Meike había sido amable, así que asintió con la cabeza y la ayudó con la barra, a recoger, limpiar, traer... el Boulevard tenía un teléfono, y en cuanto tuvo una pausa, llamó al teléfono de Stille. Necesitaba saber que estaba bien.

Después de eso, tenía planes: hablar con Arjen o con Ambroos. Juntos o separados. Pero no con el Verdugo.

No con el Verdugo.

Pensó en Viktor. ¿Cómo era posible que sólo ella se diera cuenta de la Maldad en sus ojos? ¿Cómo podían desearle las gemelas? Estúpidas, estúpidas. 

Ser Especial... ser un Experimento de Dios. ¿Porqué? ¿Cómo? ¿Quienes?

Pensamientos erráticos volaban dentro de su cabeza, algo menos funestos. Tenía a Stille y tenía a Alice. Ambos se preocupaban por ella. Debía salvar a uno y dejar morir a la otra. Lo haría.

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29/04/2013, 16:45
Ambroos Janssen

Janssen soltó una pequeña risa, suficientemente cargada de cinismo como para envenenar una fuente. Tenía que reirse, porque la otra opción era sacar la pistola de Stille y pegarle un tiro en la pierna antes de bajarle al sótano. ¿Que no era un carnicero? Maldito hijo de puta, esa mentira le funcionaría con otro, no con él. 

El capullo que la ha dejado encinta se morirá de una puta inmunodeficiencia y no podrá luchar por traspasar sus purísimos y adorados genes arios a la primera zorra rubia que se ponga por delante. Creo que es suficiente.

- En realidad no, pero creo que la conversación ha acabado igualmente. Ambroos se levantó de la silla del despacho y comenzó a caminar hacía la puerta mientras Jurgen hacía lo propio. Le agradecería que me tuviese al tanto de sean cuales sean los avances que hacen en su centro de investigaciones. Añadió con sorna mientras mantenía la puerta abierta al sacerdote. Pregunte abajo por mi número.

Una pena que  Fiedrich estuviese de turno, porque después de eso necesitaba arrearle un par de buenas hostias a alguien.

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29/04/2013, 18:40
Padre Jürguen

Jürguen puso una mueca de extrañeza ante la expresión centro de investigación de Ambroos, pero no pareció darle más importancia.

- Claro, tiene usted toda la razón. Esta es también mi dirección y mi número... - Jürguen sacó del bolsillo de la camisa una estilográfica y una libreta, y anotando la información en una de sus hojas, la arrancó para extendersela a Ambroos. Todo en él, desde sus maneras a sus utensilios, tenia un aire a antiguo. - Disculpe, carezco de móvil... Esos aparatos modernos no me van mucho... - Mostró una sonrisa como de disculpa antes de añadir: - Como puede usted comprobar, la dirección está cerca. Si no me encuentro allí, pregunte a mi vecina, la señorita Taglioni, aunque ...bueno. En tal caso seguramente estaré trabajando, en la Oude Kerk1 , en este mismo barrio. Supongo que usted ya sabe donde se encuentra. -

- Espero verle pronto. - El sacerdote extendió de nuevo la mano hacia Jueguen, en gesto de despedida.

Tras estrecharse las manos (o no) Jürguen descendió a la parte inferior del local para pedir el teléfono. Luego se dirigió directamente a la salida, con intención de irse a casa. Una vez allí llamaría a Maggie, para ver cómo iban a organizar todo el asunto de la chica.


1* Oude Kerk (La Iglesia Vieja). Catedral y uno de los edificios más antiguos de Ámsterdam, situado en pleno Barrio Rojo.

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29/04/2013, 22:50
Administrador

Ambroos no le dio la mano, por supuesto. Demasiado desconfiado y desagradable con el Padre como para ello. El buen sacerdote bajó las escaleras del despacho, tras que Ambroos cerrase las puertas tras de si, encerrándose en su torre de marfil. Tras el crujir de la madera y bajar abajo, estaban allí nuevamente la amalgama de clientes y prostitutas. Un sinfín de piezas que danzaban sobre un tablero y un sistema de comercio basado en monedas, alcohol y cuerpos.

Allí abajo la camarera le dio el número del proxeneta al hombre del alzacuellos, tendiéndoselo en una nota escrita con bolígrafo a mano. Se puso la tapa entre los dientes al escribir, luciendo una sonrisa divertida y un escote generoso. Provocando al hombre con sorna. Pelirroja, bella. Una fiera hostil que se disputaba el puesto de mejor trabajadora del mes con uñas y dientes. Ojos azules. Baja. Pálida. De curvas generosas, cual esposa de caderas anchas. Bien vestida, enseñando hueso, piel y carne bajo las luces del local, con los labios a rojo fuego sin resultar grotesco o recargado, a juego con el pelo y el reflejo de las bombillas. Su letra era fina, y junto al número de Ambroos estaba el de una tal Meike, que debía ser ella, con un corazón dibujado pero sólo tiene dígitos. Se guardó la risa, burlona, y regaló aquello al hombre.

A su lado, al lado de aquella camarera, secretaria, o lo que fuere. La niña. Otra vez. La que había entrado con Ambroos Janssen al local. Una mujercita pequeña y andrógina que no podía ser mayor de edad, vestida como una trabajadora más aunque sin duda no podía ejercer, y no debía de estar haciéndolo. Si lo hacía, bien lo sabían los nazis. Y quizás incluso pagasen por ella, según los retorcidos gustos. En sus ojos se leía el miedo, acentuado cuando vio a el Calvinista pasar ante sus ojos. Ella estaba a un lado de la barra, pegada al teléfono, llamando a alguien. No dormía pese a la alta hora de la noche, aunque ciertamente, con esa cara, era lógico que no pudiese conciliar el sueño.

La noche abrazó con sus gélidos dedos al médico cuando pisó el pavimento, ya fuera del local, saliendo de aquel club de alto copete para llegar a los brazos de una frenética actividad pese a la noche. Vivos y gente que creía estarlo, danzando al son de la única zona de la ciudad que podía vivir por la noche, rugiendo a nivel económico y alimentando las arcas del imperio alemán.

Minutos después, el buen Calvinista estaba subiendo las escaleras de su modesto piso barato. Todo estaba como lo dejó. Con los apuntes aún sobre la mesa de la cocina, con los restos de la cena en la pila de los platos, junto con los restos del tabaco que había fumado en pipa. Una que debía tener en algún cajón. Sobre la nevera, una nota.

"Te he cogido los huevos. Erika. Mañana te los devuelvo. Gracias. Cuídate. He cerrado el gas"

La metáfora, el símil, era divertido. Quizá no. Quizá fuese solo algo burdo, zafio, sencillo y vulgar, pero era a lo que Erika podía aspirar aquellos días. Se sentía mal, y lo demostraba con sus últimas seis palabras escritas, sobretodo las cuatro últimas. Se arrepentía, quizás. El tener Jürguen a su lado la animaba, pues se mostró comprensivo y tolerante con ella. Le estaba tamañamente agradecida.

El teléfono, tras un par de tonos, fue cogido al otro lado de la línea. Una llamada a Maggie.

- Soy Rembrandt- dijo la voz de, efectivamente, el conductor de la ambulancia, y aquel que había llamado a Jürguen esa misma tarde-. ¿Es usted el Padre Jürguen, cierto?- preguntó con franqueza, seriedad y humildad, sin ser demasiado frío ni cálido, educado-. Maggie le tiene registrado así en el teléfono. Se lo ha dejado en mi casa, así que si quiere dejar algún recado para ella, se lo daré encantado- fue a esperar la respuesta de Jürguen, pero añadió una última cosa-. Por cierto, una amiga mía necesita confesarse, de verdad- esas dos últimas palabras, para indicar que no era nada médico y clandestino, sino una verdadera confesión-. No es nada serio, pero en estos tiempos de crisis espiritual, creo que le vendría bien alguien de relativa confianza. Si no le parece mal, claro.

También había que ver qué opinaba Martín D`Courvisier de todo aquello. Quizás no le gustase tener a infieles en su casa. O no. Dependiendo de cuan nazi fuese. Seguramente el propio Jürguen lo sabría mejor que nadie. Al parecer, había gente que comenzaba a pedir audiencia con el hombre, fuese para una u otra cosa. El tema era cómo acabaría todo aquello, según cómo lo gestionase.

El mundo era demasiado grande pese a tener toda la eternidad por delante. Salvo que alguien le metiese los pies en cemento y le tirase al fondo del mar.