Partida Rol por web

A la mañana siguiente, los rumores del asesinato de Regthar Kendrik ya se habían extendido por toda la fortaleza.

El maestre Ricard apenas dormía... "ventajas de ser anciano" decía siempre, cierto o no la verdad es que Ricard siempre madrugaba casi tanto como fumaba.

Entró al salón el primero, apenas un par de mozos del servicio se encontraban allí preparando la mesa para el desayuno, el maestre tomó asiento en el mismo lugar que la noche anterior y encendió su pipa a la espera de alguna cara conocida o al menos un suculento desayuno.

Kevan bajó con un traje elegante totalmente distinto del de la noche anterior, con su espada colgada en el cinto, con unas ojeras pronunciadas, de hecho siempre las tenía, porque no era muy aficionado a dormir, era una pérdida de tiempo.

A todo esto, bajó acompañado de Petyr, su fiel catador, y vió que el salón común se encontraba vacío, un par de mozos haciendo sus tareas, hasta que reparó en el Maestre Ricard, al que se le acercó y posando una mano sobre su huesudo hombro, le dijo:

-¿Que tal os encontrais esta mañana Maestre?-preocupándose por él.

- Viejo y sabio para no variar mi señor... - una pausa para su pipa antes de continuar - ... ¿es cierto lo que escuché de camino al salón? Un joven mozo de cuadras hablaba sobre el fallecimiento de Regthar Kendrik...

-Eso parece, Maestre. Una muerte desafortunada y desagradable.¿Me pregunto quién habrá sido el que le impujó?En este castillo ya ha habido dos muertes, podríamos hablar de mal fario.

- No hay mejor o peor fario... sólo más o menos ambición en el corazón de los hombres... bueno en breve podremos desayunar y con suerte empezará a venir gente al salón -

-Totalmente de acuerdo Maestre, pero tengo la creencia que hay algo que mueve este mundo, y uno de esos factores es el mal fario o mala suerte. Pero bueno, no hablemos de esto, es desagradable, esperemos a que empieze a bajar la gente-dijo dándole una palmadita en el hombro y yendose a su sitio, jugueteando con su anillo mientras esperaba a algún invitado.

Casden había acompañado a su señor como buen guardaespaldas, silencioso como siempre. Cuando entraron en el salón, pidió permiso a su señor para sentarse con una reverencia y se acomodó al lado del maestre, como la noche anterior, mientras esperaba el desayuno.

Sigrir entra en el salón a paso rápido, su cara denota algo de peocupación. Aún de luto, lleva un vestido negro de mangas anchas y un escote que deja ver sus hombros, ribeteado de un verde brillante. Al ver que unos cuantos invitados ya están en la sala, da un par de órdenes a unos criados, que se marchan rápidamente de las cocinas y vuelven trayendo el desayuno. Se acerca sonriendo a los invitados ya presentes en la sala.

- Disculpad, mis señores, la descortesía de haberos hecho esperar con el estómago vacío - sonríe - No pense que fuérais tan madrugadores

- Mi señora Howlingwolf no os preocupéis el más mínimo ápice, mi costumbre de madrugar es un hecho que viene de lejos para bien y para mal, por tanto cualquier problema generado en los horarios del castillo será mi responsabilidad y descortesía... - paró un segundo para dar una pipada y analizó a Sigrir con atención clínica antes de reflexionar en voz alta entre dientes, absorto totalmente con su idea - Ciertamente son recios los norteños, transitar por pasillos fríos apenas abrigados sin erizar ni un pelo... bueno a todo se acostumbra el cuerpo mas pese a todo poco trabajo tendría aquí donde apenas sufren enfermedades estas fuertes gentes... - pareció sentir su divagar y mirando a Sigrir continuó con naturalidad - ... ¿también tenéis la costumbre de madrugar lady o algo os impedía conciliar el sueño?

Descendió las escaleras hacia el comedor donde les servirían el desayuno aunque la verdad es que Danae tenía el estomago revuelto, no había logrado pegar ojo e intentaba disimular las pequeñas ojeras que asomaban. Pensaba en lo que había ocurrido, en su mente surgía la imagen de Regthar Kendrik a pesar que tan solo lo vió por una milesima de segundos, y también sentía el haberse marchado así sin poder haber dado el pésame a su hijo Bryant Kendrik, lo haría en canto tuviese ocasión.

Cuando bajó vio reparó que no era la única. 

- Buenos días Señores - Dijo no muy sincera,  casi en un murmullo a la vez que se disponía a sentarse en la mesa, justo donde la noche anterior había estado al lado de Uther.

- Buenos días Lady Ravenwood... tenéis mala cara... ¿os encontráis bien? - sin dejar de lado la conversación en la que se encontraba la llegada de Danae interrumpió su atención

-Buenos días señoras-dijo Kevan con un limitado gesto con la cabeza, serio como mucho antes no lo había estado, mientras Petyr, por orden suya, estaba catando el desayuno. Despues, se dispuso a empezar a comer algo, hasta que llegara el grueso de la gente, apoyado sobre su puño ensimismado, mirando a la nada.

El hombre empezó a toser al probar el tercer plato, se apartó de la mesa con una copa de vino y bebió de ella... quizá queriendo aliviar el atragantamiento o quizá buscando aliviar el ardor de algún brebaje dispuesto a sesgar la vida de algunos de los señores que se sentarían a la mesa minutos después. 

Kevan se levantó inmediatamente dejando en el plato el trozo de comida que se iba a llevar a la boca, viendo como Petyr luchaba por su vida, observó con tosía y como se sucedían los acontecimientos.

El maestre Ricard no tardó en levantarse en dirección a Petyr...

- Veamos joven ¿qué ocurre? - llegando a su altura

- Si señor, tan solo una mala noche- Respondió Danae con una leve sonrisa a Ricard cuando el catador de uno de los señores comenzó a toser de manera apresurada, sus ojos igual que la de los demas se dirigieron a él. Ella ya se había levantado para ver que le ocurría, se puso al lado de Ricard que se había adelantado.

Danae observó con detenimiento al ver que el anciano lo estaba inspeccionando. Pensaba en un principio que podría haberse atragantado, en su mente no cabía la posibilidad de envenenamiento.

- Arde.... arde.... - se quejaba 

Volvió a toser, interpuso su mano pero cuando la retiró se dejaron ver restos de sangre

- Me muero, me muero... - alterado

Volvia a toser una vez más y habia arrojado la copa de vino con rabia al fondo de la sala. Los guardias dieron aviso para que se llamara al maestre, que no al Lord. 

Casden se levantó y, como un acto reflejo llevó su mano hacia la empuñadura de la espada, pero en esta situación no era apropiado. Se puso al lado de su señor y cuidó que nadie se acercara a él. Su cara seria ahora se había tornado más sinisestra si cabía esperar.