Partida Rol por web

Farong se detiene ya al final de la pendiente. Escucha el grito de Sortien y mira a Faldoras, esperando una respuesta.

Agradezco que nos ponga sobre aviso, señor. Pero nuestra hogar se encuentra aquí, y ahora que los bigotudos abandonan esta región no nos dejaremos amilanar por sus amenazas. Nos esconderemos durante un tiempo y ocultaremos lo que aquí sucedió. Que tengan un buen viaje

¿Cómo? ¿De qué grupo de exaltados está hablando? Ankor se dirije a Sortien en voz baja. Werter, ¿qué grupo? ¿tu sabías algo? Pero si hace un rato nos ha dicho que estaba todo tranquilo. Ankor otea el horizonte en todas las direcciones en busca de algo que se salga de lo común.

Esos caballos parecen estar entrenados para el combate. Seguramente serán caballos peligrosos, que no se dejarán tomar con facilidad. Si los granjeros no se han hecho con ellos, será por eso. Quizás Werter no debería acercarse tan a la ligera hacia ellos...

Esos caballos parecen peligrosos, están entrenados para la guerra y han perdido a sus amos, no se van a dejar montar así como así. Te hará falta mucha persuasión y trato con los animales para hacerte con uno de ellos.

No te ves capaz de acercarte a los caballos, Ankor. Cuando lo haces, éstos piafan y relinchan con fuerza, enfurecidos. Uno de ellos incluso cocea con fuerza y luego se aleja diez o veinte pasos. Necesitarías más tiempo con ellos y quizás algo más que simples palabras.

Te ves incapaz de ganarte la confianza de tan fieros caballos. Te consideras con bastante empatía animal y estos animales necesitan más tiempo y atenciones del que disponéis si es que esos Exaltados os están persiguiendo.

El abundante pasto que rodea la granja de Farong sin duda debe tener los estómagos de estos caballos llenos. No tenéis nada a mano lo suficientemente goloso para intentar granjearos su amistad. Pensáis que lo mejor que podéis hacer es seguir adelante.

Kanlil, mientras ves el esperpéntico acercamiento de Ankor y tu Maestro a los caballos, no te das cuenta de cómo el salvaje Forad se aleja a la carrera de vosotros. Faldoras, tú sí que ves, desde más allá de tus irrefrenables jaquecas, al conjurador correr huyendo hacia uno de los abedules que hay un poco más adelante del camino y ocultarse detrás de él, cuerpo a tierra. Desde allí os vigila asomando la cabeza de cuando en cuando.

Todos os reagrupáis en el camino, en torno a Faldoras y no muy lejos de donde terminan las tierras de la granja de Farong. Sortien y Ankor, os percatáis de que el salvaje ha desaparecido. Kanlil, Faldoras hace un gesto vago hacia un abedul con la mano y se da la vuelta, cogiendo con una mano las riendas de su caballo y con la otra sujetándose la sien. De vez en cuando has visto al caballero sufrir de dolorosas jaquecas, parece que de nuevo se encuentra bajo sus influjos.
Sin mediar una palabra, Faldoras azuza a su montura y se aleja rumbo al norte, hacia donde os dirigíais antes de deteneros. Por un tiempo, no responde a las preguntas que le hacéis, fruñe el entrecejo con fuerza y de cuando en cuando se frota la sien.
Subís una nueva loma y dejáis atrás la olla donde se encuentra la granja de Farong. Deseáis suerte en silencio a los granjeros, que tienen para vosotros toda la simpatía que genera quien defiende su casa ante un agresor. Aunque reflexionáis que si los Exaltados que os persiguen se enteraran de lo que han hecho, se entretendrían lo suficiente castigándolos como para permitiros una huida segura.
El cielo sigue gradualmente encapotándose. Confiáis en el buen tino de Faldoras para llevaros al Paso de Gunjen.
Ankor, tras subir la loma, miras hacia atrás con la esperanza de no ver a vuestros perseguidores. Lo que sí logras vislumbrar es una escuálida figura envuelta en pieles que camina valiéndose de una lanza ocultándose de árbol en árbol o en arbusto; el conjurador salvaje os sigue a una distancia de unos cien o doscientos pasos.

Forad sigue al grupo de hombres armados a una distancia prudencial. No es excesivamente cauto. Muchas veces los sigue por el camino. Pero en cuanto nota que alguno se gira se tira tras el primer arbusto, pedrusco o árbol que ve, sacando la cabeza de vez en cuando para ver si prosiguen la marcha.

- Van hacia el norte. Donde yo. Me conviene ir con ellos en mi viaje por estos caminos solitarios. - Poco a poco la rabia va corriendo por sus venas. - El Maestro Jorel la fiastidió bien fastidiada. Destruyó el prestigio de la escuela en un suspiro...

Faldoras ya no soporta el Ansia, así que coje la bota de vino y le echa un trago Solo uno piensa

No alcanzas a recordar las hierbas que se usaban para tal mejunge.

Seguís los pasos de Ankor. Tras coronar la loma, el camino serpentea por una suave pendiente que se encamina hacia el vergel que crece en el cauce de Rioajo. Dos nuevas granjas a izquierda y derecha cultivan la tierra que se extiende entre la loma y el cauce del río. La vegetación, compuesta tanto por árboles como por alta maleza, helechos y zarzas, tiene una hendidura por donde se introduce el camino para, suponéis, llegar al puente de piedra que cruza el río, el cual escucháis ya como un caudaloso torrente entre la vegetación.

A paso rápido llegáis hasta el cauce del río. Casi teniendo que apartar la maleza que crece fuerte sobre el camino, halláis el puente, de apenas 30 pies de largo y que con un arco cruza sobre la impetuosa tromba de agua.

Llegáis al otro lado y seguís ahora un camino antaño pavimentado, que surge de entre la maleza hacia Esquina de Gunjen, cuya posición aventuráis en la zona llana que se extiende ante vosotros a unas millas hacia el norte. Más y más granjas se extienden en todas las direcciones, y al oeste veis descender majestuoso los restos de un antiguo acueducto.

Faldoras parece tener ahora una mejor disposición y algo más de color en el rostro. Detrás del grupo principal, Forad sale de entre el vergel que cubre el río y comprueba que en esta llanura de campos cultivados apenas hay donde refugiarse de miradas aviesas.

Kanlil, Faldoras, Sortien, Ankor
Guiados por Kanlil, rápidamente volvéis sobre vuestros pasos y os escondéis tras la maleza que rodea el cauce del río, a unos cincuenta pasos del camino y tras unas zarzas donde la capa de Ankor queda algo descosida.

Forad
Aparte de ver lo que hace el grupo que te precede, escuchas resonar los cascos de un caballo que trota sobre la tierra apelmazada del camino. Está a tu espalda y debe estar a punto de cruzar el puente. Dispones de poco tiempo para hacer cualquier cosa. Tu actual escondrijo no parece gran cosa.

Te introduces entre la vegetación que crece junto al cauce del río. Estás pisando fangos y barros que ensucian tus botas de dura piel. Entre unos juncos y el tronco de un árbol muerto te ocultas. Por desgracia, desde tu posición apenas se ve el camino.

Un minuto más tarde, escuchar pasar a gran velocidad un caballo por el puente. Sus cascos resuenan duros contra la piedra. Tan oculto estás que el jinete no logra verte, al igual que tú tampoco a él.

El jinete sale raudo de entre los árboles. Ankor, reconoces en su cota de malla, su yelmo cónico y su espada ancha a un Exaltado. El jinete azuza a la montura y se tumba sobre su grupa, como queriendo conseguir más velocidad al ofrecer menos resistencia al viento. El caballo resopla, relincha y pasa a un elegante galope mientras cruza a unos cincuenta pasos de vosotros. El jinete no ha reparado en vosotros, siempre mantiene la vista al frente.

Avanzas apartando juncos hasta saltar una zanja de fango negruzco y llegar a tierra firme. Desde allí, rodeas unos helechos hasta que encuentras unas zarzas. Tras ellas escuchas la familiar voz de aquel al que confudiste con tu padre, y la del viejo que te odiaba sin razón aparente.

Escuchas la voz cascada y el rápido hablar del viejo manco, aunque no entiendes lo que dice. Quizás si te acercaras un poco más podrías oir lo que dicen sin problemas.