Partida Rol por web

Kanlil se incorpora a duras penas en la cama, con la ayuda de Ooray. Mira algo confundido a su alrededor, y entonces se percata del hombre muerto y el niño herido.
Cuando Ooray le ofrece la infusión, Kanlil mira la copa con recelo, y aparta levemente la cara.
No, gracias, me encuentro mucho mejor, además no tengo sed. Vete tu a saber que es esa bebida…Seguro que es algún tipo de veneno, o algo parecido…aunque si hubiese querido matarme ya lo habría hecho…de todos modos prefiero no tener que beberlo…

Kanlil vuelve a mirar al niño y al hombre muerto, intentando apartar la cara de la bebida, y cambiar de tema.
¿Qué les ha ocurrido a esos dos?

Alertado Forad mira a todo lados buscando donde meterse. Por un momento piensa en ponerse tras las estanterias, después tras el arcón, luego tras las cajas...

Oculto tras la estantería, te introduces bajo uno de los estantes más bajos. Escuchas cómo los pasos van perdiendo velocidad según se acercan a la puerta y luego un trote acelerado hasta ella.

-¡Hijo de puta!

Otra voz más ajada responde:

-Te dije que deberíamos haberlo escondido con nosotros

Un empujón abre la puerta de forma apresurada. El portazo al dar contra la pared es bastante sonoro.

-¡Pero si no tenía nada!¿Cómo coño ha abierto la puerta? Uno de los nuestros se lo ha soplado a los rodroguios.

Unos pasos apresurados recorren el otro lado de la estancia.

-O a lo peor ha sido el albio, ese desgraciado no las tiene jurada a todos. Le ha dado un palo a ellos con lo de Voldar y ahora nos sacude a nosotros...

-¿Cómo puedes estar tan tranquilo, ¿viejo capullo? Joril nos va a enviar a que Vantras nos haga un hijo cuando se entere de esto...

Ahora la voz más joven se escucha en tu lado de la estancia. Te acurrucas más aún contra la estantería y contienes la respiración. El tío está en la esquina en la que te dejó, sólo lo ves como una mancha algo más clara, pues la luz que entra por la puerta no le ilumina directamente. Mira hacia ambos lados y luego...

... corre hacia la puerta.

-Ve a mirar en la garita y en el comedor. Yo busco en los almacenes. Como no esté...

las voces se alejan rápidamente hasta que se apagan.

Plaga aprovecha el camino hacia la enfermería para preguntarte tu nombre. Juntos, hacéis el recorrido de ayer noche hasta la cocina. Al pasar por el patio, os cruzáis con un corrillo de rodroguios, donde también está Bicho, que parlamentan en voz baja. Parecen muy cabreados, uno de ellos de vez en cuando se da la vuelta y le sacude una patada a la pared. Bicho, cuando ve pasar a Plaga, le suelta en el tono de voz más serio que le has oído hasta ahora:

-Como hayan sido los tuyos, te voy hacer comerte tu propia polla, maricón vendelano.

Puya a la que Plaga responde con una de sus feroces sonrisas.

-Si hubiéramos sido nosotros, te habríamos despachado a ti el primero, cosita fea.

Y le lanza un sonoro beso. Bicho es sujetado por un rodroguio algo más bajo de lo normal, pero de aspecto siniestro, recio y con amplias ojeras y ojos saltones. Sólo le sujeta por el codo, pero es suficiente con que Bicho le mire para que se calme.

Pasáis por la puerta de la cocina, donde véis al viejo que ayer pegaba a una mujer y que os dio el pote de cena. Te parece algo agitado. Luego salís a la barbacana, donde ves cómo ya se ha hecho de día y el cielo sigue ligeramente encapotado y gris.

Cruzáis al otro ala de la fortaleza, donde nuevamente pasáis cerca de lo que deben ser los establos, por el olor que de ellos emanan. En el patio interior de este ala, Plaga saluda a varios hombres que dialogan plácidamente en torno a una mesa que han sacado afuera. Los hombres son vendelanos como él, y parecen tenerle cierto respeto. Reconoces el uniforme de la Casa Roja que llevan puesto, lo que te hace suponer que son la gente de Plaga.

Finalmente, Plaga te hace subir por la escalera de caracol de una torre dos pisos y luego sales al pasillo aquel donde está la enfermería. Entráis a ella cruzándoos con una mujer algo harapienta, vestida con un delantal manchado de sangre seca, vómitos y heces, para ver a Kanlil en una cama desnudo junto a Ooray, que se levanta y se lleva una cuerda fina y una copa con una humeante infusión.

Organizas un poco tus ideas mientras espera para asegurarte de que quien sea no va a volver de forma inmediata.

Los rodroguios te suenan a los naturales de Rodroguia, que es un país al Este de Sietevalles. Seres humanos como tú o tus compañeros.

Los albios, en cambio, son una de las seis razas en que los sabios antiguos dividían a los seres racionales de esta esfera de existencia.
Son seres algo más pequeños y livianos que los humanos, de oscuros ojos que son todo iris, organizados en sociedades matriarcales pero igualitarias, que gustan de todo lo relacionado con la naturaleza y que adoran a una diosa a la que llaman Hacedora. Apenas sufren envejecimiento, y las enseñanzas clásicas los asocian con la Vida, al igual que a los seres humanos los asocian con la Muerte.
El surgimiento de los Moldeadores y su posterior ascensión al poder a lo largo de todo el continente afectó a su manera de entender lo metafísico, radicalizándolos hasta el punto de no tolerar el compartir espacio con los Moldeadores. Éstos reaccionaron de igual manera, confinándolos a sus hogares natales y finalmente, ante su resistencia a los cambios introducidos por el grupo ateo, expulsándolos a la fuerza del continente, deportando a aquellos que no estaban dispuestos a renunciar a sus creencias a las Islas.
Dos generaciones más tarde, las ansias de revancha se galvanizaron en una reina-sacerdotisa que se lanzó a recuperar las tierras natales, en torno a la cual rebeldes de toda condición construyeron un bloque que, si bien fue capaz de cristalizar varios estados rebeldes en el continente, apenas podían contener las fuerzas de todo el Imperio de Taziera que controlaban los Moldeadores.
Y entonces, la reina-sacerdotisa consiguió de alguna manera rajar el tejido de la realidad conformada por las voluntades inteligentes de la esfera y dar cabida de forma controlada a no-seres, cosas dijérase invocadas a este mundo y que no podían verse afectadas por la forma en que los Moldeadores habían encontrado para someter la realidad a sus designios. La escuela clásica englobas a todas esas creaciones o seres como criaturas de la Nada o del Vacío, aunque maestros modernos consideran que podrían ser criaturas de otras esferas o realidades, o simplemente formas de voluntad que los Moldeadores (y sus herederos los conjuradores) no conocían por ser nuevas y no pudieron aprender a subvertir.
Así, los albios se dividieron en adoradores de la Hacedora y en adoradores de la Reina Negra. Con sus nuevos poderes, acabaron por vencer en una contienda titánica al Imperio Taziérico y esclavizaron a sus antiguos aliados, humanos, enanos y draconios.
Hubo una contienda posterior, la Última Guerra, en la que el nuevo orden establecido por los adoradores de la Reina Negra fue derrotado. Los albios desde entonces pueblan el Sureste del continente, donde mantienen varios reinos que tienen por enemigos a los draconios. Esos mismos albios del sur derrocaron el Imperio Zaguli de los humanos en el noreste del continente por aliarse con los draconios, y la caída de la dinastía zaguli dio origen a grandes reinos y estados como Calduran, Rodroguia, Gordram, Aldurub, Vendela... o otros más pequeños como Dintria, Sietevalles, Murdaan, Fondrad..., algunos de los cuales ya no existen.
En esta parte del mundo es difícil ver albios. La única colonia importante de esos seres en Sietevalles es Vallealbio, donde el Bosque de las Campanas es un territorio que se considera suyo y en el que las compañías mercenarias no suelen saquear o internarse. Viven del comercio de sus ropas de seda, sus lujosos muebles y brillantes obras de orfebrería.

De vez en cuando, se pueden ver caravanas de albios o algún albio renegado en otros valles. Si aquí hay alguno, no comprendes cuál puede ser su motivo para quedarse allí, a no ser que se viera atrapado por la contienda entre los belicosos bárbaros del norte y los avariciosos lugartenientes de Vallealto.

Plaga de Plata se tomó la molestia de responder a tu comentario.

Te falta añadir que el único que puede apagar el fuego del caldero se dedica a tirarse a los pinches. Pero no creas que tú y tus amigos saldréis de aquí sin que os salpique algo... pronto tendréis que mojaros, y si tenéis algo en la cabesa acabaréis de nuestro lado...

Ankor, no ves a Forad en las camas de la enfermería. De la docena y media de camas que hay allí, diez están ocupadas. Siete son heridos de mayor o menor consideración, casi todos ellos vendelanos como Plaga de Plata. Otro es un niño muy pálido al que una de las enfermeras intenta rebajar la fiebre y que tiene las sábanas llenas de sangre. Otra cama la ocupa un tipo con pintas de rodroguio que se está muy quieto, dirías que está muerto. La última cama la ocupa Kanlil, que se levanta algo tambaleante tapándose con las sábanas y comienza a vestirse.

Plaga de Plata os pide disculpas por dejaros y se retira por la puerta de la derecha con Ooray unos instantes. Os dejan solos mientras Kanlil se viste.

Bicho sonríe y se ríe mientras Ankor habla, y mira a sus compañeros como diciendo "eh, ¡se ha vuelto majara!".

No aparta el brazo cuando Ankor llega hasta él. Acerca la cabeza hasta que están cara a cara, los ojos de ambos a escasos centímetros, el aliento brutal de Bicho ahogando la respiración de Ankor.

-Tienes pelotas, mercenario. Así que Plaga de Plata no es muy bueno en la cama, ¿eh?. Pero antes de que te vayas, cuéntame: ¿Cuánta gente de los suyos tenían en la enfermería? Dime eso y no te arrancaré los huevos por hablarme sin respeto.

Los ojos de Bicho fijos, en Ankor, no parpadean. Se masca la tensión en el ambiente, y uno de los rodroguios interpone su brazo entre Ankor y Kanlil.

Bicho mantiene unos segundos más el brazo en el umbral para luego apartarlo.

-Así que esos chupaflechas están haciendo guardia en el patio ehh... ¡vamos, quitáos los dos de mi vista!

Cuando pasa Kanlil, el grandullón le da un cachetazo en el culo.

-Y tú come más, que así no te va a querer nadie, ¡putita!

Sin esperar vuestra reacción, se dirige a los rodroguios que le acompañan:

-Vamos a ver a Cosiga cagando leches

Los tres se meten en la puerta que da a la herrería.

Tras la tensión, recorréis aliviados la distancia que os separa de la escalera de caracol de la torre sur y llegáis hasta la puerta de las cámaras que Vantras os cedió. Golpeáis la puerta a la espera de que vuestros amigos os abran.

Esperas otro minuto más antes de decidirte a salir; en esas que, de repente, mientras estás con la mirada fija en la esquina visible del arcón, una mano surge de la nada ofreciéndote el alfiler perdido; a duras penas sofocas un grito cuando aparece a continuación una cabeza que apenas consigues distinguir en la sombra.

-Esto es tuyo, mi peludo y barbudo compañero de las sombras

La fría voz de un albio te congela el corazón. La criatura se arrodilla en cuclillas ante ti.

-Vamos, sal de ahí y te llevaré a un sitio donde no te puedan coger. ¡Rápido!

Por un momento Forad se queda perplejo, pero se repone sorprendentemente rápido de la sorpresa. Pesa a la situación logra ser lo suficiente frío.

-Pero necesito mis cosas... ¿Sabes si estarán en el arcón? Echa un ojo y trato de abrirlo por última vez...

Forad cree estar seguro de poder confiar en el albio. No en vano sabe que es persona non grata para sus captores y ya se sabe... "el enemigo de mi enemigo es mi amigo".

[b]- Si no he dicho nada antes es por que estoy tratando de recordar el sitio esacto de la entrada. hay un pasadizo que conduce desde una de las celdas de la base de la torre sur hasta la ladera sur de Montepelado, a algo más de un kilómetro de la Fortaleza.

El albio sonríe siniestro:

-¡Hacedora! Si paráramos en la cocina, sería para entregarte a tus captores. No, vamos a ir a un sitio donde no te encontrarán, y luego tú mismo recuperarás tus cosas... o puede que te preste ayuda. Ya se verá.

El albio se asoma al pasillo con parsimonia. No le hace falta mirar más de un segundo.

-Vamos.

La criatura trota suavemente hasta donde el pasillo se bifurca en una T. Le sigues casi tropezando con tus pies.

-Shhh! Cruza lo más rápidamente que puedas ¡sin tropezarte!

El ser casi te empuja pasillo adelante. Tienes una visión fugaz de puertas entreabiertas y de un patio abierto al final de la bifurcación, y el aroma a pan horneado es más intenso en ese pasillo. El albio cruza detrás de ti y te lleva a la carrera hasta el final del pasillo, donde éste hace una esquina y allí hay una puerta de aspecto mucho más fuerte que la de tu improvisada prisión. Las sienes te laten con fuerza por los nervios.

Tu acompañante mira a izquierda y derecha, se agacha, saca un pequeño tope de madera que había en el quicio de la puerta y tira de ella, abriéndola; la cerradura no está echada. Te hace pasar a una estancia oscura y polvorienta, donde se filtran algunos rayos de luz de estrechas saeteras que iluminan acá y allá algunos bártulos abandonados por la memoria de los dueños de la fortaleza. Una recia escalera de caracol de piedra ocupa la parte central de la habitación.

El albio coge un pedazo de guita que hay cerca de la puerta y la ata a una pequeña alcayata que hay clavada en la parte más baja de la puerta. Se vuelve hacia ti y abarca el aire con los brazos semiabiertos.

Aquí estamos a salvo. Aún así, habla bajo y no remuevas nada, a veces algún Caballero baja desde la segunda planta hasta las celdas del subsuelo de esta torre. Yo te avisaría si los oyera entrar.

Seguís hasta llegar al piso bajo. Salís al patio interior de la fortaleza donde os cruzáis con una jauría de niños -Ankor supone que son los que estaban limpiando la barbacana- conducidos por el iniciado que la noche anterior Ankor conoció. El hombre de armas suelta un escuálido \"Maese Skarge...\", hace un gesto leve con la cabeza y continúa hacia las escaleras.

Tras eso, llegáis al pasillo donde están las puertas de la cocina, el comedor y un almacén. La cocina tiene un horno, dispuesto hacia el externo patio, varios fogones, estantes llenos de sartenes, potes, cacerolas, platos y copas, lleno todo de arañazos y desportilladuras. No se ven cuchillos, quizás por que los gemelos y los suyos no quieran exponerse a que una cocinera malhumorada les abra un nuevo conducto respiratorio en la espalda. Tres marmitas al fondo burbujean atendidas por dos mujeres de rostro exhausto que se alternan en remover su contenido. Sabeis que la puerta del fondo conecta con la alacena y que la de la derecha da a la cocina. Ambas puertas están abiertas.

Dentro también véis a otro de los iniciados y al caballero Bonderas, en el quicio de la puerta que da al comedor hablando con los Gemelos y su banda al completo.

El iniciado asiente con la cabeza.

No sabía que hubieras estado aquí antes, Hermano. De buen seguro tendrás mucho que enseñarnos a todos sobre la fortaleza, Vantras te lo agradecería. Las celdas están ocupadas por los refugiados de Visagreja, así que no los alboroten, por favor. Si necesitan algo, estaré aquí arriba.

Se ajusta el cinto con la espada y vuelve a su puesto.

Mi intención es que mi bolsa se vea suficientemente por unos momentos, en el que acto seguido, y mientras me acerco precavido para hablar a los apresados, hago un agil movimiento de manos mientras me dio media vuelta para esconder mi bolsa entre mis ropas disimuladamente.

Me acerco y le hablo, siempre con precaución a lo que puedan hacer estas desesperadas personas.

Tranquilidad señoras y señores, solo venimos a intentar ayudar. Nosotros no tenemos lo que quieren pero si que podemos intententar ayudar en algún sentido. Sólo han de calmarse y escucharme...

En ese momento he recorrido la estancia y doy media vuelta para esconder la bolsa

Realizas tu maniobra y los presos siguen berreando e insultando.
Y tú quién eres y cómo demonios nos vas a ayudar, manco?, pregunta por encima del griterío general una mujer de sucio pelo rubio, finos rasgos y almendrados y oscuros ojos, vestida con harapos y manchada por todas partes.
¡Caballero!¡Podéis quedaros a mi hijo si sacáis a mi mujer y a mí de aquí!¡Lo juro por Hakoon!, grita otro hombre, con bigote, que se agacha junto a la puerta para asomarse y está siendo medio pisoteado por sus compañeros.

El vallés responde algo malhumorado y con aire desconfiado, lo cual es raro, piensa Skarge, este delincuente siempre se muestra rastreramente servicial con quien detenta el poder, y debe imaginar que vengo con el respaldo de Vantras.

Lamento no serles de ayuda, no recuerdo haber visto a ese sucio salvaje, no tenemos nada que ver con su desaparición. ¿Decís que os acompañaba al llegar, mercenario? Quizás Ooray... o peor aún, Bicho... Resopla y arquea las cejas denotando preocupación, con la misma carga sentimental con la que se apena por pisar a una hormiga... creo que deberíais hablar con los rodroguios, ojalá esa pobre criatura no haya sufrido mal alguno en sus manos, son unos demonios esa gente del este...

>ahora tengo cosas que hacer, suerte en vuestra búsqueda.

Se queda plantado allí donde está, esperando que os vayáis.

Llevas quizás una o dos horas intentando dormir, pero no hay manera. Tienes muchos gases, te sientes algo destemplado y para rematar la faena, sientes un apretón y acudes corriendo a un balde para deshacerte de la mitad de tu masa corporal (o eso te parece a ti) a través de tu recto. ¿Qué demonios pasa con tu estómago?¿No tendrá que ver con lo que te dieron en la enfermería?