Partida Rol por web

Una voz quebrada interrumpe a Verom en su discurso.
-El tigre... los Hochalas... ¿han vuelto?- Un viejo tullido que estaba en la tienda, de barba cana y rostro lleno de manchas, ropas pardas ensuciadas de sus propios orines señala con una mano esquelética hacia la empuñadura del estoque de Sortien, visible con el continuo trasiego de los niños en torno al viejo y a Kanlil, que los mantiene a raya con pellizcos más cariñosos que sinceros.

El viejo mira a Sortien, intentando asociar su cara con alguno de sus huidizos recuerdos, pero su rostro muestra una ignorancia absoluta sobre quién es el manco que tiene delante.

De reojo ves que de la tienda central, aquella en la que desembocaba este pasillo entre las tiendas de refugiados, baja una robusta mujer con un hábito y tres barmigos armados con cachiporras; quizás el revuelo que están montando los niños les ha llamado la atención...

Forad mira extrañado la tienda y al jovencuelo que dejó la bacinilla mientras sale. No se siente con fuerzas para hacer nada pero sabe que cada minuto que pasa se encuentra más atrapado. Piensa como salir de allí y la idea de salir con Pelarum no le complace. El bárbaro es peligroso, inestable e impredecible. Se acuerda del pobre Aros y lo afable y generoso que era. No puede evitar compararlo con Arum. El curandero es menos alegre pero destila una humanidad muy similar a la generosidad del otros. Pensando eso y en la posibilidad de hacerse ayudar por el curandero comienza a hacer aquello que no ha podido hacer en todo este tiempo: tranquilizarse y comenzar a ordenar su mente para volver a ponerla en disposición de doblegar la realidad.

Aprendiz y Maestro ascienden el camino bajo la mirada rabiosa de la mujer regordeta. En la tienda, tras guardar impacientes un poco de cola, un hombre cejijunto y calvo escucha la petición de Sortien y le pide dos peniques por un remedio a base de menta, eucalipto y alcohol.

¿2 peniques? ¿acaso no sabe que este tipo de hierbas son muy abundantes por la zona? No creo que deba cobrarme más de 1 penique, aún así sería caro, pero comprendo que es por el servicio.

Kanlil se queda durante unos segundos sin respiración, quieto como una estatua. Al segundo, se desliza disimuladamente a un lado de Sortien, intentando buscar un ángulo muerto con la persona que acaba de ver ponerse en la cola, y sin girar la cabeza hacia atrás, comienza a susurrar a su maestro, mientras le da nerviosos tirones de la manga.
Maestro, no mire hacia atrás...- le dice casi a la oreja...pero acaba de ponerse a la cola Falid Cumeje. ¿Que demonios hará aquí?

Kanlil asiente con la cabeza a su maestro, e intenta salir de la tienda sin que Falid le vea. Intenta interponer el mayor numero de personas entre el y su antiguo jefe, y mantiene la cabeza hacia el lado contrario a donde se encuentra Falid, incluso tapándose la cara disimuladamente, fingiendo rascarse la nariz.

Os apresuráis en volver por donde vinistéis. Kanlil mira de vez en cuando atrás; le pica la curiosidad por saber qué hace en una cola de refugiados un hombre que fuera tan poderoso y temido hace apenas dos meses.

Llegáis a la Puerta del Río en quince minutos escasos, pues las calles están casi vacías. Las gentes de Vallealto se han adaptado al horario de los bárbaros y están comiendo en sus casas y tabernas.

Allí os encontráis con que Ankor y cuatro bárbaros os esperan a la sombra del parapeto de las murallas. Tres de los bárbaros los conocéis, son Hor Rakuar, el viejo gigantón Hor Cardar y el joven Arum, el curandero que atendió a Forad. El cuarto, un bárbaro barbudo y fornido, de mediana edad, no lo habéis visto con anterioridad.

Rakuar le mira dubitativo unos instantes y luego retira la mano del hombro.

-Hablarremos mientrras andamos. Kolun, ve delante y guíanos hasta el hace-palabrras.

Todos recogéis y echáis andar tras el bárbaro barbudo. Pasáis por la Puerta del Río para entrar al arrabal de los cantores, pasando delante de la posada del arco. Los "barmigos" os ignoran, al ir acompañados por Duchodris.

-Bah!¡No entiendes!¡El Clan Lago de Horgan Hos saqueó la casa de piedrra de los bigotes de hojalata! Lo que se saqueó allí es del Clan Lago, ¡y Horgan Hos puede cogerr todo lo que quierra de lo que saquearron sus Hombres! Si Horgan Aros hubierra metido su mano allí, fue un ladrrón y todos los demás Horgan le corrtarron la mano a la vez.

Te lo rrepito otrrra vez, viejjo estúpido, Horgan Aros se fue a saquearr Gordram, en contrra de lo que orrdenó Horgan Hos. Puso en duda el poderr de Horgan Hos, y el ama-cabrras de Ojan Argar va a alimentarr el lobo de la discorrdia entrre ellos porr que así él tiene el poderr sobrre los Hombres, al serr el juez entrre ambos.

Cuando termina, un poco airado, con Sortien, Hor Rakuar se gira hacia el hace-palabras.

-¿Has tenido buena caza?- Su rostro se torna serio, y su único ojo pierde brillo cuando retoma la palabra - Mi niño Folcad está prreso porr ayudarrte a venirr aquí. He perrdido también a Aros y a Oredros. Hemos sacrrificado mucho parra que tu voz siga llegando al oído de Horgan Hos. El bárbaro tiende una mano a Verom. El Skarge observa que con ellos, aparte de Kolun de Hor Palos, va Hor Cardar, un viejo enorme y cascarrabias, -otro más del que aguantar sus achaques, seguro que entre los dos no tienen ni una dentadura completa-, apunta Verom mentalmente, y un bárbaro joven y algo bajo que el Skarge recuerda era hijo adoptivo de Hor Cardar.

Verom mira asombrado a Hor Rakuar.

- ?Tenéis al come-hierrrbas peludo?

El mozo escupe un kilométrico gargajo hacia el interior del callejón y se ajusta el pantalón de lana que viste. Su imitación de los gestos de un adulto resultaría hilarante si no fuera por que no hay imitación en ellos, si no la triste realidad de un niño obligado a ser adulto antes de tiempo.
-Vámonos entonces-, dice serio el chaval.

El trayecto es en realidad corto. La posada, encajada entre un vistoso taller de madera que da a la calle que cruza frente al Mercado de los Caballeros y la casa de piedra y tejado de bálago de un caldelero (en la que Ankor observa que hay una chimenea, ¿será su fragua lo suficientemente caliente como para poder reparar la mella de su espada?), es una estructura de paredes encaladas pero mohosas sujetas por vigas de madera vistas. Se eleva dos plantas por encima del suelo, sirviendo parte del suelo de la primera como sombrío porche, bajo el cual una ventana abierta de par en par evacúa los humos provenientes de la fogata que calentará a los huéspedes de la posada. En un banco de madera a la puerta de la posada está sentado un rubio vallés que peina ya alguna cana, espigado, de largos cabellos y rostro de rasgos delicados, afeado por el labio roto y el moratón de su mejilla. Fuma en una pipa pensativo mientras escucha la explicación del mozo que os guía. Éste le saca un precio bastante razonable por que os aloje en la segunda planta y que nadie más entre en ella. Le informa también de que volverá más tarde con un herido, y luego se marcha para ir con su amo, no sin antes indicaros de que paguéis cuatro peniques al Pestañas, dueño de la Posada de Hierro.

Arum corre detrás de Kanlil esquivando la suciedad de la calleja donde se levanta el posadero. Al llegar a la calle principal, ambos escudriñan buscando a Falid.

Kanlil corre en busca de Falid. Mientras corre, hecha mano a un par de flechas de su mochila, que esconde disimuladamente debajo de su capa. Intenta localizar a Falid en la calle principal, pero no consigue verlo.
No lo veo! Creo que lo hemos perdido...

-No vayáis lejjos. Con eso a la espalda- Arum señala el bulto del mandoble de Ankor- podéis encontrrarr prroblemas sin un Hombre que os rrespalde.

Arum se sienta en el banco de madera que hay bajo el porche de la posada. Desde allí alza la voz al Pestañas. -¡Sube la comida cuanto antes!-, le azuza en tono amenzador.

El niño espera, receloso ante la presencia de Ankor. Primero hizo ademán de irse, pero Kanlil le cortó el paso hacia la calle principal.