Partida Rol por web

Salís de la villa y seguís el sendero que lleva al cerro durante un buen rato, algo molestos por una suave lluvia que os acompaña a intervalos. El camino va relativamente pegado al linde del bosque, pero a cada paso el terreno es más empedrado y poco a poco los árboles comienzan a ser cada vez menos. Más adelante ya pueden verse las paredes rocosas y la entrada de la cueva, así que se supone que más o menos estáis en la zona descrita por el guardia, es decir, entre la cueva y el bosque.

No parece haber ni un alma por aquí y tras un primer vistazo tampoco encontráis nada raro.

Camino junto a mis hermanos buscando el lugar, aunque me distraía bastante con las mariposas y otros insectos, hasta que reflexioné:

Nosotros íbamos a algún sitio, ah, ya me acuerdo, a cazar murciélagos para las putas, pero ¿dónde estaba la cueva?

Resoplando y con la cara ardiendo por el esfuerzo, a pesar del frescor de la lluvia que había empezado a caer, seguía a mis hermanos por aquel camino, intentando mantener el mismo ritmo que ellos llevaban. No encontramos a nadie que nos molestara ni vimos alma que nos diera el alto.

- ¡Uf, uf!... la dichosa cueva estará cerca ¿no?... ¡Uf!

Tanteáis un poco el suelo de la zona y Pedro descubre con facilidad una descomunal mancha de sangre seca que suponéis fruto del cadáver de Don Fernando, aunque no hay evidencias de que sea así. Por el aspecto bien podría haber sido mismamente cosa de una presa de los lobos. Incluso encontráis cerca ínfimos restos de carne y trozos de huesos.

Ramiro, con más calma y ojo, consigue sorprendentemente encontrar unas muy leves huellas en la parte de tierra que van desde aquí al camino de vuelta al pueblo. Este rastro no llamaría la atención por encima de las demás huellas —posiblemente de los soldados que recogieron el cadáver— si no fuera porque son de pies descalzos y están adornadas cada pocos pasos de gotas de sangre casi borradas ya seguramente por la lluvia.

Observo los descubrimientos de mis hermanos, mientras con un palito, voy golpeando el rastro de las gotitas de sangre.

-Hermanos, acabo de descubrir al asesino... el asesino, o mas bien asesina, era una chica con el periodo, tal y como lo tiene madre, esos días que mancha de sangre, y nos riñe por cualquier cosa que hagamos, a mi en especial.

Muy contento por mi deducción, miro sonriente a mis hermanos.

-Ahora sólo tenemos que buscar a una chica que manche de rojo su ropa.

- Anda mirar, sangre seca. ¡Ja! aquí seguro que mataron a Don Fernando.

Pero lo que había descubierto Ramiro era más interesante aún. Las huellas, que apenas veíamos, parecían seguir la dirección del pueblo. Rascándome la cabeza intentando encontrar alguna relación entre aquellas huellas y la sangre, sin demasiado éxito por cierto, salí de mi concentración al escuchar la teoría de Teo. Le miré con cara de atontado preguntándome de dónde sacaría mi hermano esas ideas.

- Seguimos las huellas ¿no? Aunque será mejor que lo hagamos rapidito que está lloviendo y tengo hambre.

Miro las huellas con interés. Parece que se dirigen al pueblo. Y no solo eso, sino que, quien las dejase, tuvo que ser herido. Quien quiera que fuese el que atacó al noble, debe de estar en el pueblo...

—Creo que deberíamos volver. Y creo que hemos descubierto algo importante. Quien fuese el que mató al noble, está herido. ¿Deberíamos de contárselo a la guardia? —pregunto pensando en voz alta. No espero respuesta válida, ya que en el fondo, creo que lo mejor es esperar un poco.

—Venga, volvamos a casa. Va siendo hora de la comida...

Dejáis a vuestras espaldas la entrada de la cueva de los murciélagos —a la que no habéis llegado— y bajáis siguiendo las huellas y marcas por el camino. Al poco, el rastro se adentra levemente en el bosque y continúa cerca de su linde. Suponéis que quien fuera trato de evitar encontrarse con sorpresas y poder tener así controlado el sendero.

Repentinamente os detenéis al ver que las manchas de sangre desaparecen, dificultando bastante el rastreo, y descubrís en la cercanía un brazo de hombre a medio comer tirado en un arbusto. No podéis evitar sentir repugnancia y malestar ante esa visión, pero antes de que podáis salir completamente del enturbamiento, un jabalí sale de la espesura y corre a vuestro encuentro entre sonidos nada amistosos.

Veo el miembro amputado, y mordisqueado en el suelo, cuando su olor invade mis fosas nasales, y de repente, tapándome la boca y la nariz, les digo a mis hermanos:

-Jesucristo, no puede ser, vaya asco sólo de pensarlo, la mujer que está con lo del periodo, también come carne humana, es una bruja, seguro, ¡sacrilegio!

Mientras expongo mi teoría, oigo detrás de los arbustos:

¡RUNFF RUNFFF GROIIIINK!

Veo como aparece un jabalí a la carrera, lo miro a el, miro a mis hermanos, lo vuelvo a mirar a el, me giro y salgo corriendo, poniéndome delante de mis hermanos:

-¡AHHHH! ¡JABALÍIIIII!

—Mejor salir de aquí, hermanos —digo mientras comienzo a recular, preparado para salir corriendo. El brazo a medio comer tendrá que esperar...

- ¡Puag, qué asco! -solté mientras miraba aquel brazo allí tirado. Pero no tuve mucho tiempo de pensar en ello, los sonidos que salían entre los arbustos y los gritos de mis hermanos me hicieron girar la cabeza a tiempo de ver aquel animal venir hacia nosotros.

- ¡Ay, madre! ¡Ay, madre! ¡Ay, madre! -Era lo único que era capaz a decir mientras me apresuraba a salir corriendo tras mis hermanos.

Ser el último en aquella carrera implicaba ser el primero que se encontraría el jabalí en su embestida, así que considerando que no tenía muchas posibilidades de ganar al animal en aquella carrera, decidí subirme al primer árbol que encontrara y que resultara fácil de trepar.

Sabiendo de lo que puede ser capaz un jabalí territorial no dudáis de huir a la carrera del sitio. Pedro, rezagado del resto, trepa con éxito a una encina robusta, quedando fuera del alcance del animal y observando desde lo alto.

No os persigue demasiado, pues parece que solo quiere asustaros demostrando su fiereza para que os larguéis. Viendo que habéis entendido el mensaje, da un par de vueltas al árbol en el que está Pedro, frotándose con violencia contra la corteza y finalmente desaparece entre los matorrales.

No muy lejos, en la villa, percibís de nuevo un tenue pero audible sonido de alboroto general.

Cuando me doy cuenta de que el animal ya no nos sigue, comienzo a retroceder sobre mis pasos poco a poco para ver si sigue por allí, hasta llegar al árbol donde está Pedro. Sigue ahí subido, lo que me deja algo más tranquilo. No es algo que me gustaría contar a Madre o Padre, que le haya pasado algo a Pedro o a Teo.

—¡Eh Pedro, baja de ahí, ya se ha ido! —grito a mi hermano para que baje del árbol, cuando estoy debajo—. Venga, vámonos de aquí, antes de que vuelva el guarro. Además, parece que está pasando algo en el pueblo.

Dicho esto, espero a que baje, para después dirigirnos al pueblo, a ver qué está pasando.

Me pongo junto a Ramiro a dar ordenes a Pedro, y le digo:

-Y trae el brazo, que a nosotros nos da asco. -mientras veo como baja, le digo- Quién lo diría, casi te come lo que mas te gusta a ti, jejeje

El sonido en el pueblo, comenzaba a despistarme y llamarme la atención, algo sucedía, y tenía que enterarme como fuese.

Buf, menos mal... de buena me he librado. Miré como el jabalí rondaba por el árbol y me agarré a la rama con todas mis fuerzas, sólo faltaba que se rompiera en aquel momento. Cerré los ojos rezando para que el bichejo se largara rápido y no se le ocurriera quedarse allí a esperar a que me cansara y acabara bajando aguijoneado por el hambre. Cuando oí la voz de Ramiro no me lo podía creer.

- Sí ya voy... esperar. -Bajé con más dificultad de la que me había encontrado para subir y cuando llegué abajo no pude evitar suspirar aliviado.

- Tú eres tonto. -Le dije a Teo a la vez que le arreaba un buen pescozón.- Y si quieres llevar la porquería esa de brazo ya puedes encargarte tú de recogerlo.

Y dicho eso me puse en camino de vuelta al pueblo donde parecía que de nuevo había jaleo.

¡PLAS!

-¡Auuuh! -recibo otra colleja de mi hermano mientras voy quejándome por lo "bajini" - me dan porque soy el pequeño, algún día yo seré grande, y no me podrán "acollejear"

Continuamos el camino de regreso al pueblo, a ver las nuevas noticias.