Partida Rol por web

Te encuentras en la Plaza de la Iluminación, en pleno corazón de la ciudad de Figaro. La catedral de Apolo se levanta orgullosa, piedra sobre piedra, en un color blanco inmaculado, con las campanas repicando en lo más alto de los dos campanarios. Esta imponente estructura es la sede central de la Orden del Alba, sirvientes del señor de la Luz y patrón de Figaro, el dios Apolo. 

Hace un par de días recibiste una carta firmada por el puño y letra del mismismo Alto Inquisidor del Alba, Lucius "Mano de Hierro", tu padre adoptivo, que te citaba en una reunión personal en la sede de la Orden.

Al igual que tu trabajaste duro para ser nombrado paladín, Lucius no cejó en su empeño hasta que fue nombrado Alto Inquisidor del Alba, título que lo convertía en uno de los hombres más influyentes, no solo de la Orden del Alba, sino en todo el reino, pues el Alto Inquisidor era también líder de los jueces y el cargo lleva asociado formar parte de los Tres Consejeros Personales del Rey.

Subes peldaño a peldaño los escalones de la catedral y entras por el gran pórtico. La nave principal se encuentra prácticamente vacía, tan solo hay un par de acólitos limpiando los bancos y el altar principal. A la derecha, en la capilla de Vulcano, Señor de la Vida, hay una pequeña congregación de fieles escuchando atentamente la ceremonia religiosa impartida por el Ilustrisimo Malaverant, sumo sacerdote de Vulcano. 

Tu destino es una pequeña capilla situada a mano izquierda, el despacho principal del Alto Inquisidor. En su interior se encuentra Lucius sentado en un estrado y leyendo lo que parece ser algún tipo de informe. Cuando te ve entrar deja a un lado los papeles y se pone en pie.

- Hijo mio, por fin has venido - dice sin elevar mucho la voz. Lucius baja del estrado y se acerca a ti, para hablar cara a cara. Su mirada severa se clava en tus ojos - He oído cosas de ti durante los últimos días que no me han gustado nada. Estás mostrando una actitud inapropiada para alguien de tu posición, intimidando y excediendo tus deberes como paladín, mostrándote arrogante y presuntuoso. ¡Eso es algo que no estoy dispuesto a tolerar en la Orden! Un paladín de Apolo debe ser un ejemplo de rectitud y respeto, debe impartir y hacer cumplir las leyes humanas y divinas. ¡Y no comportarse como un sucio matón de los bajos fondos! - Sin darse cuenta Lucius había ido elevando el tono de su voz con cada reproche que te echaba a la cara. Para un momento para respirar hondo y relajarse - ¿Qué tienes que decir en tu defensa?

Camine tranquilamente hasta llegar ante mi padre y antes de que pudiera saludarle me increpo sobre mis actos en el cumplimiento de mi misión. Levantando el dedo indice le conteste en el mismo modo que él me hablo.

- Todos y cada uno de los que castigue eran culpables, TODOS, ¿acaso la luz de Apolo no debe ser igual para todos y llegar a todos?

Doy un paso atras para tranquilizarme un poco, por un momento se me olvido que ademas de mi padrastro Lucian es tambien mi superior.

- Los rufianes y ladrones solo conocen un lenguaje, y para su desgracia lo hablo mucho mejor que ellos, que te lleguen noticias de que estoy limpiando las calles deberia alegrarte padre, y no juzgarme.

Me cruzo de brazos y frunzo el ceño, no me esperaba esto cuando recivi la carta...

- La justicia siempre llega a todos, de eso que no te quepa la menor duda. Pero tú, tú te estás comportando igual que esos salvajes y si quisiera que mi hijo hablase el mismo idioma que ladrones y matones callejeros, jamás lo habría instruido en la doctrina de la luz - contesta visiblemente alterado - ¿Qué te ha pasado, hijo mío? Tu antes no eras así. Estás cambiando, te estás apartando del camino recto.

-Yo... la voz se me quebro al intentar responder rapidamente a mi padre, la verdad era que no sabia que decir, o puede que tubiera miedo de decir la verdad.

-Yo tengo, tengo dudas padre-digo finalmente recuperada mi convicción-las enseñanzas que tu me has dado las atesoro en mi mente, pero las que me dio mi otro padre las atesoro en mi corazon y afloran cuando estoy en combate.

Igual que los rezos de Ares que me se de memoria.

Pienso mientras agacho la cabeza y relajo los brazos. Mis piernas me piden a gritos salir corriendo pero me mantengo firme aunque rompiendo el contacto visual con mi padre.

- Oh, hijo mío, lamento escuchar eso - responde Lucius bastante apenado, mientras posa una mano sobre tu hombro - La duda es lo que enturbia nuestra mente y oscurece nuestro corazón. Un paladín no se puede permitir el lujo de albergar dudas en su corazón. Quizá salir de esta ciudad durante una temporada te ayude a despejar tu mente - Lucius hace un gesto hacia la puerta que tienes a tu espalda y escuchas unos pasos acercándose hacia vosotros. Al girarte descubres a un joven y elegante caballero, enfundado en una pesada coraza con una curiosa rosa como emblema - Hijo mío, te presento al Caballero Alain Tyrrel, Buscador de las Malas Artes de Barataria.

Mi expresion vuelve a la habitual, cruzando los brazos miro al caballero y relajo la mirada. Vaya una rosa, no paro de temblar de miedo antes un blason tan... fiero.

- Buenos dias caballero Tyrrel.

Digo finalmente, no me gustan las intromisiones y ahora que estaba vulnerabe mucho menos, pero las piezas empiezan a encajar y no puedo reprimir una mirada de reproche a mi padre.

- Es un placer estar aquí, señor - dice Alain Tyrrel con una leve inclinación de cabeza a modo de saludo respetuoso. Su voz es grave y paternal y contrasta mucho con sus facciones, algo aniñadas - La Comandante de los Buscadores de las Malas Artes Mellina Trabis, así como el Consejo de Ancianos de Barataria se enorgullecen de que la Orden del Alba se muestre cooperativa en asuntos de tan vital importancia.

- No me andaré con rodeos, Ed - comenta Lucius - Los Buscadores de las Malas Artes han pedido la participación de la Orden del Alba para que ayudemos en la escolta de una prisionera, una prófuga de Barataria. Se trata de una mujer acusada de practicar la magia negra y de hacer tratos con demonios -  la mirada de Lucius se torna fría como el hielo cuando menciona a la mujer -  La Orden del Alba se ha comprometido a mandar a dos hombres capacitados para esta tarea. Uno será el hermano Jullian Corv, que no tardará en llegar. El otro serás tu, Ed. Podrás preguntarle al señor Tyrrel cualquier detalle sobre la misión.

Sin poderme contener mi temperamento me hace decir lo que pienso en voz alta.

- Si hay pruebas de tales actos ¿porque no se le ha ajusticiado ya? Y si tiene seguidores porque no seguirles la pista en vez de esperar un ataque, ¿o es necesario dos paladines para escoltar a una mujer encadenada?

Mire a Tyrrel como esperando que no hubiera escuchado nada, lo cual era imposible, de nuevo mire a mi padre que era al que iban dirigidas las preguntas, pero temina lo que podria venirseme encima.

- Nadie ha dicho que tenga seguidores - dice Alain visiblemente molesto por tu intervención - Esa mujer fue descubierta practicando magia negra y con las mismas escapó de Barataria, hiriendo a varios profesores de la academia durante su huida. Mi deber es devolverla sana y salva a la Torre Negra para que pueda ser juzgada allí - comenta el caballero Tyrrel haciendo énfasis en la última palabra.

- Como suele ser costumbre en Barataria, los magos acusados de practicar las malas artes son juzgados por el Consejo de Ancianos. El reino vecino tiene sus propias leyes, muy estrictas en ese sentido y castigan con mano dura a estas personas que se salen del camino recto, hijo mío - responde Lucius, complementando las palabras de Alain - Pero no nos corresponde a nosotros, ni tan siquiera al caballero Tyrrel, juzgar y mucho menos ajusticiar a nadie - añade con una severa mirada que se clava en tus ojos y remarcando la palabra ajusticiar - El viaje hasta Barataria es largo y puede ser peligroso trasportar a un fugitivo de este tipo para una sola persona. Por eso el hermano Corv y tu acompañaréis al caballero Tyrrel hasta la Torre Negra. 

Por temor a empeorar las cosas no rechiste ante la orden, me cuadre y salude a mi padre marcialmente y solo respondi:

- Se hara como habeis ordenado Alto Inquisidor.

Tras esto me dirijo hacia Tyrrel y le saludo de igual forma.

- Estoy a vuestro servicio.

Y espero junto a él para que de la orden de partir.

La llegada del hermano Jullian Corv no se hace esperar. El sacerdote aparece tras una pequeña puerta de madera que hay en la sala, enfundado en una ligera túnica blanca y carmesí y portando una maza de armas en su cinto.
- Buenos días hermanos, que el Señor de la Luz os bendiga - os saluda a los tres que estáis en la sala en tono pausado y solemne - El carro para transportar a la bruja ya está listo. Está esperando en los establos, a la entrada de la ciudad.

- Bien echo, hermano Corv - dice el caballero Tyrrel - Ahora debemos partir raudos. Cuanto antes la llevemos hasta Barataria, antes podrá ser juzgada por sus crímenes - El Buscador se gira hacia ti - Solo tenemos que pasar por los calabozos para recoger a la arrestada. Serías tan amable de acompañarme, señor Evrard. El hermano Corv nos esperará en los establos con el carro listo para partir

Me cuadro cuando me habla el caballero de la rosa y le hago un ademan con la cabeza, tras esto camino tras él en dirección a los calabozos.

-Tambien podriamos llamar a veinte hombres, puede que dos paladines no sean suficientes para trasladar a una mujer desarmada.

Susurro mientras camino dejando escapar mi reproche por la necesidad de niñera del caballero.

Atraviesas parte de la ciudad junto a Alain, el cual pasa por alto tu comentario, hasta llegar a la fortaleza militar, donde se encuentran los calabozos de la ciudad.

Junto a uno de los carceleros, un hombre fornido, bajito, calvo y de aspecto repugnante, os adentráis en las profundidades de los calabozos hasta llegar a una oscura y sucia celda donde se encuentra la presa. Se trata de una muchacha de virginal belleza, larga melena oscura y desgreñada, grandes ojos azul celeste y tez blanca como la nieve aunque manchada por suciedad, sangre reseca y magulladuras. No tendrá más 16 años y va vestida a penas con unos trapos viejos que logran tapar su cuerpo a duras penas. Unos grilletes de hierro atrapan sus manos y tiene la boca amordazada.

- Ahí está su bruja, Buscador - comenta el carcelero abriendo la celda y sacando a la chiquilla arrastrándola de los pelos - No vuelvan a traer a una de estas a mis mazmorras. Tuvimos que amordazarla porque con sus sucias palabras hizo enloquecer a dos de mis hombres - añade visiblemente enfadado.

- Le prometo que esta mujer pagará por todos sus crímenes, carcelero - responde Alain Tyrrel al tiempo que coge a la chica por los grilletes y te la cede a ti - Vamos a ponernos en marcha ya. No lo quites ojo de encima

Mire a la chica, la verdad es que no se parecía peligrosa, mucho menos una bruja, era muy bonita y joven y además estaba sucia, casi podría decir que parecía más víctima que victimario.

Tomé las cadenas para llevarla y la mire a los ojos con un gesto neutral, si bien me daba pena, recordé las enseñanzas de mi padre y el hecho de que todo mal puede camuflarse en cualquier forma, solo para poder pasar desapercibido y hacer más maldades.

Mire a Sir Tyrrel y asentí:

-Adelante- dije comenzando a caminar, llevándola conmigo pero sin arrastrarla.

Sales de las mazmorras con Alain y la chica, la cual avanza al principio se resiste un poco pero termina caminando a vuestro ritmo. En sus ojos se refleja tristeza y resignación. La joven se pega a ti y no para de gemir durante todo el camino, como si tratase de comunicarte algo, pero la mordaza en la boca le impide vocalizar ninguna palabra.

 - No comparto lo que ha echo el carcelero - comenta Alain cuando por fin llegáis a los establos, cerca de la puerta oeste de la ciudad, señalando la mordaza. La habían apretado tan fuerte que las comisuras de la boca de la chica habían sangrado - Pero ciertamente, algunos hechiceros son capaces de ejercer su influencia solamente con el sonido de su voz. 

El hermano Jullian Corv estaba con el carro preparado y había escuchado el comentario de Alain. Cuando la chica ve a Jullian, el horror se hace presente en su mirada y trata de zafarse de tu agarre, pero la falta de fuerzas hace que le resulte imposible. Jullian le dedica una mirada severa al caballero con la rosa como blasón de su armadura y a la chica, y contesta iracundo:

 - Solo años de práctica o un don innato permiten a un hechicero poder manipular la magia con solo vocalizar. Y está claro que esta mujer no tiene la experiencia de años de práctica a sus espaldas... ¡Es una bruja! - el clérigo escupe al suelo, mostrando su desprecio por la chica - Y si de mi dependiera estaría ardiendo en una hoguera.

-Pero no depende de ti- dije mirando al clérigo- quienes la tengan que juzgar lo harán, nosotros tenemos una misión y es tan solo llevarla a su destino, sea cual sea este-

Mire a la joven buscando tranquilizarla un poco, aunque estar yendo a la hoguera con 3 personas dispuestas a matarla no era una situación que pudiera darle demasiada tranquilidad.

-Y a mi también la mordaza me parece excesivo, quizás en la cárcel estaría bien, pero aquí con 3 personas fuertes, no creo que se atreva a hacer algo, podría afectar a uno pero cualquiera de los restantes acabaría con ella, opto por quitársela- dije mirando al Sir Tyrrel

Alain Tyrrel suelta una risita cuando le contestas al hermano Jullian Corv - Parece que aprendes rápido, paladín - dice en tono jocoso - Juraría que ya he presenciado esta conversación en el despacho del Alto Inquisidor hace un rato.

Jullian os vuelve a lanzar su mirada inquisitiva a ti y a Alain pero esta vez no dice nada. Tan solo emite un bufido de resignación y se sube al carro, a los mandos del caballo. Sería él quien conduciría mientras tu y Alain ibais en vuestras respectivas monturas, cubriendo la retaguardia.

El buscador comienza a ensillar su caballo y asiente a tus palabras - Adelante, quitasela. No creo que haya peligro. Sube a la chica al carro, ella viajará ahí, eso si con las manos atadas. No queremos sorpresas desagradables.