Partida Rol por web

Quedó con un pie en el aire cuando un sonido llamo su atención. No provenía de afuera, eso era obvio y tampoco creía que fuera el padre. Se guió por el oído hasta una de las puertas que estaba cerrada. Miro a Isabel con una mezcla entre intriga y miedo. Mil cosas pasaron por su mente, imagino a zombis tratando de entrar en la iglesia, abriéndose paso entre los vidrios rotos de alguna ventana.
Reviso los alrededores con un rápido vistazo, luego, casi sin dejar de mirar hacia todos lados, fue hasta la puerta y apoyo una oreja en la misma. Efectivamente, algo metálico se escuchaba del otro lado, un poco atenuado, pero claramente.
-¿Algo habrá entrado?- susurro a Isabel, compartiendo sus temores de que la seguridad de la iglesia haya sido violada.

Me había percatado del sonido al mismo tiempo que Marcos. Sentí un escalofrío en el cuerpo y el impulso de esconderme y correr por mi vida y por la de Marcos.

-¿Qué puede ser eso?- pregunto en susurro, con cierto miedo y con una voz algo temblorosa -¿Crees que sea un... caminante?- deseaba que la respuesta fuera no -Quizás sea el padre... ¿No?- me acerco a la puerta, tan solo un poco y obervo a Marcos -¿Escuchas algo?- pregunto nuevamente, en un tono de voz un poco histérico.

La voz de Isabel le llega teñida de tension, al igual que él, pensar que ese bastion de seguridad a sido invadido resulta muy inquietante. Arruga los ojos, como si asi pudiera identificar el sonido con mas facilidad.

-Parece el ruido de metal- nego con la cabeza la no saber como explicarse-. Como su golpearan algo o...

Volvio a probar a abrir la puerta, pues temia que si algo estaba del otro lado y la puerta estaba abierta no tardarian en estar en verdadero peligro. Se alejó unos pasos, siempre tomado de la mano de Isabel, temia dejar de mirar la puerta y que esta se derrumbara por el peso de una docena de caminantes.

-Vamonos..- era hora de hablar con el padre.

Acercasteis la oreja a la puerta para poder oír mejor. El sonido era un pequeño tintineo metálico, como si fueran unas cadenas. El sonido venía amortiguado y venía como de abajo.

La puerta era vieja, y algo destartalada, aunque al girar el pomo no se abría, estaba cerrada con llave, como se podía ver si se miraba por el resquicio de separación entre la pared.

Arruga los ojos mientras aparta su cabeza de la puerta con lentitud. No puede imaginarse que es lo que hay del otro lado. Podía ser una cañería rota, un zombi tratando de entrar o simplemente el viento moviendo algún pedazo de metal. Mira a Isabel diciendo.
-Parecen cadenas, pero no sé, apenas se escucha- se aleja completamente de la puerta-. Vamos a hablar con el padre Matías, quiero saber que tiene acá abajo…

Aprieto la mano de Marcos y de mi boca no salía palabra alguna. Lentamente asiento la cabeza.

-No, espera...- detengo a Marcos por el brazo  -A mi no me gusta nada esto...- susurro y fijo la mirada en la puerta -Pero debemos preguntarle...- hago una pausa y suspiro -¿Y si oculta algo allí dentro?- señalo a la puerta con cierto temor y nuevamente, suspiro -Vamos...- doy unos cuantos pasos y tiro de la mano de Marcos.

Dejáis atrás la puerta y os encamináis por el pasillo hacía la sala principal del templo donde habíais visto al sacerdote por última vez barriendo. Os encontrasteis la zona vacía, y no había rastro del padre. La escoba con la que había estado barriendo se encontraba en el suelo de cualquier manera, y una pila de polvo y suciedad estaba amontonada lista para ser recogida.

Una pequeña habitación que siempre habíais visto cerrada (3) parecía que se había quedado abierta, seguramente era donde el sacerdote guardaba los trastos de la limpieza.

Marcos mira hacia todos lados, casi esperando ver al padre acechándolos como corriendo hacia ellos para atacarlos. Pero no estaba allí, se había ido quien sabe a dónde, la puerta abierta le resulta tentadora, la señala con la cabeza y comienza a encaminarse hacia allí. Mantenía su arma por adelante, así que cuando estuvo cerca del la puerta lo uso para abrirla.
-Con cuidado- murmuró suavemente, esperaba encontrarse con cualquier cosa, últimamente creía que nada le sorprendería.
Descubrió que respiraba tranquilo, su corazón latía con suavidad y control, el arma en su mano no temblaba y su mente evaluaba cada paso que realizaba. Se alegro de estar tan tranquilo, eso les seria de ayuda.

Aquella puerta resultaba tentadora, quizás allí encontraran alguna respuesta o algo que pudiera serles de utilidad.

Asiento a Marcos y con cierto nerviosismo, nos encaminamos hacia la habitación. Por encima del hombro, echo una mirada a la escoba ¿Le había ocurrido algo al padre Matías? Esperaba que no, pues aún quedaban muchas preguntas por hacer y quizás, el padre sería de ayuda.

-¿Qué se traerá entre manos?- susurro a Marcos.

Mientras caminaba en lo único que pensaba era en hallar respuestas, en encontrar al padre y averiguar que era lo que pasaba. Pero cuando escucho la pregunta de Isabel se planteó las cosas de otra forma, estaba actuando impulsivamente, sin pensar. Miro a su compañera con una arruga de preocupación en su frente.
-¿Por que dejó esta puerta abierta si siempre ha estado cerrando todo lugar donde ha estado?- miro la puerta con una mueca de suspicacia-. Tengamos mucho cuidado, no quiero terminar encerrado…
Tenía una ligera sospecha, como si todo a su alrededor gritara: ¡Trampa! Tal vez solo fuera una reacción acorde con lo que les estaba pasando, pero de todo modos nunca estaba de mas ser precavido. Sintió algo en su cintura y recordó que aun conservaba la pistola de bengalas, arma temible ahora que solo contaban con unos cuantos hierros para defenderse. Casi se había olvidado de ella, pero de ahora en mas lo tendría muy en cuenta.

Vuestra desconfianza y alerta os hacía fijaros en todos los detalles y estar atentos a vuestros sentidos. No teníais ninguna razón solida para actuar así, pero algo en vuestro interior, os hacía estar precavidos. Seguramente era el efecto de vivir con la muerte pisándoos los talones a diario.

Avanzasteis lentamente hacia la puerta..

Los ojos oscuros de Marcos iban de un lado a otro, tratando de captar cualquier detalle significante. Su oido estaba atento a cualquier rumor, roce o sonido, queria detectar cualquier amenaza antes de que esta se les eche encima. Incluso usaba su olfato, recordaba muy vivamente el hedor putrido de los caminantes y el miedo a encontrarse con uno estaba a la orden del dia. Siempre.

Permanecía casi inmóvil, dando unos tímidos pasos acercándome así a la puerta. Mis ojos se cierran lentamente y dejo que mis oídos se percaten de algun sonido, conversación o voz.

Suspiro para relajarme, aunque aquello era un tanto dificil, pero no podía perder la calma, de lo contrario sería catastrófico.

-¿Escuchas algo?- susurró a Marcos.

Marcos:
No sabrías decir si fue la sombra que se proyectó delante tuyo, o simplemente una intuición pero te giraste a tiempo a ver como el Padre Matías se abalanzaba sobre de ti, sosteniendo un bate de béisbol metálico encima de su cabeza. 

Apenas habíais podido apreciarlo, pero notabais como su cara tenía una expresión muy diferente de la que os habíais acostumbrado. Su faz había pasado de comprensiva y descansada, a una expresión de locura y depravación.

Nada de lo que estaba pasando tenía sentido.

- Malditos, no os podíais quedar tranquilos, no! Teníais que indagar y meter vuestra nariz en todos lados! - exclamaba mientras atacaba.

Lanzó su primer golpe con mucha fuerza, pero poca puntería, por lo que te dio tiempo a rodar hacia un lado y esquivarlo.

Sintió algo en su nuca, como si una suave y fría briza se colara entre su pelo y llegara profundamente en su cuerpo. Se volteo con rapidez buscando…buscando el peligro. Sabía que estaba allí, siempre estaba allí, acechando y esperando. Que ahora tuviera el rostro del padre no cambiaba el hecho de que era un viejo conocido para ellos dos. El peligro arranco el día que decidieron subirse a ese bote.
De un movimiento fluido, como si se dejara caer, esquivó el ataque del padre.
-¡¡CUIDADO!!- grito mientras se apartaba. En su mano descansaba el palo y en su cintura la pistola de bengalas. Estaban en un lugar pequeño, así que la bengala podía llegar a ser peligrosa para ambos. El caño seria más que aceptable.
Se prepara, se afirma en el suelo para atacar con toda su furia. No le importaba que fuera un ser humano, no le importaba donde estaba, no le importaba que sus manos se mancharan para siempre.

Todo ocurrió en un abrir y cerrar de ojos.

Marcos había tenido la razón en todo este tiempo. El padre Matías nos ocultaba algo, pero aún no sabíamos que era aquello. El rostro del padre me desconcertó y sentí miedo al ver rabia y deseos de acabar con nuestra vida. ¿Qué podía ocultarnos? ¿Qué era aquel gran secreto?

-¡¡MARCOS, CUIDADO!!- grito con todas mis fuerzas. Un grito lleno de miedo y terror. No iba a permitir que lastimaran a la única companía que tenía en aquella pesadilla.

Frunzo el ceño y empuño mis manos. Sin pensarlo dos veces, me abalanzo contra el sacerdote. El plan era hacerle daño en su rostro con mis puños y uñas, cubriendo su vista y así Marcos podría desarmarlo y atacarlo.

- El apocalipsis ha llegado! Son los designios de Dios! No podréis detenerme! - el sacerdote, exclamaba y balbuceaba como un loco poseso, mientras arremetía otra vez con rabia. Sin duda parecía una persona totalmente diferente.

Cegado en su locura, no atinó en su nuevo golpe, dándoos una oportunidad para defenderos.

El sacerdote sufrió una transformación horrorosa, lejos quedo ese sujeto de apariencia gentil y palabras suaves. Siempre había desconfiado de los religiosos, en donde vivía había uno que hacia colectas, juntaba dinero y ropa…claro que se quedaba con las ganancias y los productos eran luego vendidos.
El grito de Isabel provoco toda una ola de sentimientos en su pecho, pero el que mas parecía quemarle por dentro era la ira. Arremetió con su palo, rojo de sangre y algo doblado, sabia muy bien que este no era un zombi, que un golpe en la cabeza valía tanto como un golpe en un brazo. Ataco con fuerza, sin piedad. No buscaba solo hacer daño, quería matarlo…

El sacerdote recibió el revés con una exclamación de dolor, pero no fue suficiente para que soltara su bate o desistiera en su ataque.

- Maldito perro, cuando acabe contigo voy a follarme a tu novia - dijo riendo en una gran exclamación mientras miraba a Isabel de una manera lasciva y bastante desagradable.

Luego paseó su mirada rápidamente hasta mirar a Marcos a los ojos. En su mirada, había determinación y sin duda, abría tanto los ojos que parecía un lunático.

- Y a ti, te voy a bajar con los otros! - masculló mientras alzaba de nuevo su bate.