Partida Rol por web

Y tras la visión, con la voz del hombre ruso todavía en la cabeza, el cubo vuelve a mostrarse tranquilo, lanzando sus reflejos azulados. Esta vez, sin embargo, no vuelve a entrar en letargo. Sea lo que sea que le ha despertado, parece que ahora no quiere o no puede volver a descansar. De hecho, podríais jurar por la velocidad a la que se reflejan y cambian los colores en la superficie, que parece incluso nervioso.

Y en la distancia, rompiendo el silencio de la noche, oís puertas abrirse de golpe y la casa recortada sobre la superficie del lago parece convertirse en un hervidero de gente.

Clive todavía se encuentra atontado por la visión del cubo. La mezcla de imágenes y sensaciones emitidas por ese objeto sigue resultándole tan turbadora como única, y comprende el apego que el indio ha desarrollado por el objeto, al igual que su costumbre de tratarle como otro pasajero más, y no como un simple objeto. Pero entonces vuelve al mundo real, y se hace consciente de que, una vez más, el objeto les ha advertido de algo que va a ocurrir, y esta vez parece ser mucho más inminente que las otras. Observando a sus compañeros, añade en un tono oscuro:

- El revuelo generado podría funcionar a nuestro favor. Pero va a implicar más muertes. Igual que sucedió en el laboratorio - las escenas vividas en aquel lugar, los últimos momentos en el edificio de Helen cargando con el cubo mientras el caos reinaba alrededor vuelven a la cabeza del escritor. Niega con la cabeza.

- No, esta vez podríamos salvarles. Podríamos llegar antes que los hombres de la mansión y recogerles antes de que acaben con ellos, ¿no?

A pesar de su heróica propuesta, su voz trémula revela temor en ese camino. Evidentemente, el escritor no está seguro de que sean capaces de salvarles, ni siquiera si merece la pena intentarlo.

- Aunque no les conozcamos... Bueno, ni siquiera sabemos si son enemigos. Quizá sea arriesgado - si todavía quedaban dudas, sus contradicciones las despejan -. Es decir, creo que no deberíamos dejarles morir, pero tampoco debemos hacer peligrar nuestra misión. Aunque... - la visión del hombre muriendo frente a Raf vuelve entonces con fuerza a la mente de Clive, y se plantea cuántos hombres y mujeres cayeron en el laboratorio mientras ellos escapaban - ya ha caído demasiada gente por nosotros. No se si podría cargar con más vidas inocentes perdidas.

Clive se deja caer sobre su asiento. No se siente en condiciones de pedir nada a sus compañeros, ni de ser el quien decida qué camino tomar. Mira a los dos hombres y a Helen en busca de la respuesta que él ha intentado ofrecer infructuosamente.

La confusión todavía reina en la cápsula cuando Paolo comienza a moverse. Es la misma sensación que antes de acabar en el espacio. De hecho, os preguntáis si todo eso no ha sido más que parte del viaje, una escena en vuestras cabezas, un mal sueño. Pero entonces, ¿por qué Saint y Hubert no han llegado? ¿Y la cápsula en la que habéis viajado? No podéis estar seguros de hasta que punto eso era real, pero desde luego ha sido tangible, y habéis estado allí. Mientras os debatís entre la cordura y la demencia, el italiano se estira y empuja la compuerta de la cápsula, que salta hasta el suelo, golpeando una piedra y emitiendo un sonido parecido al de una campana.

Primero desciende él, y torpemente le sigue Georgi. De rodillas, los hombres tantean el suelo, todavía demasiado aturdidos como para ponerse en pie. Paolo trata de indicar a Jeremy que descienda, pero al hacerlo cae al suelo. Le lleva unos segundos alzarse de nuevo y tratar de sostenerse solo con sus piernas.

En el exterior, el silencio de la noche reina a vuestro alrededor, tan solo quebrantado por una cascada de agua que rompe contra las rocas en la distancia.

Y efectivamente, tal como Raf había intuido, el cubo comenzó a brillar. Apenas lo hizo, el indio llamó la atención a sus otros compañeros y Helen detuvo el vehículo que había vuelto a poner en marcha. Sin duda, el cubo tenía algo importante que decirles.

  *        *         *

La nueva visión premonitoria dejó helado al científico. A estas alturas se creía preparado para ser advertido por su 'amigo' de casi cualquier cosa posible, pero aquello sí que no se lo esperaba. ¿Cómo....?

¿Cómo era posible? Aquella voz, aquel acento, las siluetas que había tomado por las de aquellas criaturas…

- Son… son ellos…  -fue capaz de responder como un resorte, con la voz estrangulada, al oír decir a Clive que 'no les conocían'.- Bueno, al menos él, el… el ruso, es el doctorrr...

Y, tras esas imprecisas explicaciones miró a Helen, quien sin duda sabía a lo que se refería. Rápidamente recordó que en el laboratorio habían pretendido hacerse pasar por ellos -o a esa conclusión habían llegado, al menos- y dudó por un instante si esto no podía ser algo parecido. Pero en seguida se dijo que, esta vez, el cubo les advertía del negro final que les esperaba a aquellos hombres si nadie intervenía y, si lo hacía, era porque consideraba importante que no fuese así. Y eso elevaba a casi el cien por cien las posibilidades de que realmente fuesen su excompañeros.

- Sí, Clive. Helen… hagamos eso, vayamos a recogerlos antes de que sea demasiado tarde. Creo que eso es lo que 'él' nos está pidiendo... -volvió a mirarlo y creyó que el cubo reflejaba ahora su propio estado de ánimo en aquel nervioso cambio constante de colorido.

débil, muy débil se siente Jeremy al intentar descender. Ya no se fia de nada y aguarda unos minutos a la puerta del compartimento como si esperase la aparición de cualquier criatura. Observa todo a su alrededor, paisage, cielo, flora.. y fauna. El ruido de la cascada atrae su visión, y entonces recuerda que no han comido ni bebido nada desde que todo esto empezó...

Helen observa atentamente lo que el cubo tiene que ofrecer. A continuación, no se siente extrañada de las reservas de Clive, puesto que él no conoció personalmente a las personas que el cubo les ha mostrado. Tampoco cree que Smith sea muy partidario de ayudar a unos "desconocidos", pero tanto ella como Raf han captado el tono de voz en la visión.

- No cabe duda, son ellos - dice, asintiendo a Raf -. Tienen que ser ellos. El cubo no nos dirigiría a una trampa - dice observando el objeto. Hasta el momento os ha guiado y os ha evitado la muerte en varias ocasiones, así que nada hace pensar a la mujer que ahora pretenda llevaros a otros impostores solo para morir a las puertas de vuestro destino. 

Mientras en la distancia los hombres que habitaban la mansión se ponen en marcha, Helen se prepara para un descenso movido. Aprovechando la poca pendiente y la uniformidad del terreno, abandona el camino y conduce sin ningún cuidado hasta el lugar donde las tres figuras se mueven aturdidas. El vehículo se agita a izquierda y derecha, y derrapa allí donde la hierba es más alta, pero la mujer parece tener todo bajo control. Cuando alcanza a las tres personas que vagan, desconocedoras del destino mostrado por el cubo, frena en seco y se asoma a través de la ventana. En la distancia, cortando el silencio y haciéndoos revivir la visión, los motores de varios todo-terreno se ponen en marcha.

En la mitad de la oscuridad, un vehículo cruza el campo en una línea casi recta, por donde evidentemente no hay ningún camino. La tranquilidad del agua en la cercanía y el sonido lejano de la cascada se ve interrumpido por el ruido del motor, aunque no sois capaces de ver el automóvil hasta que está sobre vosotros, puesto que lleva las luces completamente apagadas.

Mucho más lejos, recortada contra el horizonte descansa una mansión con una enorme galería acristalada, derramando la luz de su interior en la superficie del apacible lago. Lo que allí ocurre todavía parece demasiado confuso, y todo alrededor de la esfera de acero incandescente que debió ser una sonda espacial parece debatirse entre el caos y la tranquilidad.

Junto a los tres hombres que han descendido ahora mismo se detiene el vehículo, y la ventana delantera desciende, dejando entrever el rostro de una mujer de cabello rojo revuelto, con evidente cansancio en su mirada. Una voz conocida para todos rompe el silencio que ha quedado tras detenerse el vehículo.

- ¡Vosotros tres! - dice, mientras en la distancia parecen ponerse en marcha los motores de otros automóviles.

Helen analiza cansada a los tres hombres que a duras penas se tienen en pie, con los cuerpos marcados por heridas y cortes, y una expresión de agotamiento incluso más marcada que la de la mujer. Los observa con cierta desconfianza, dudando si continuar con lo que pensaba decir. Tras unos instantes de decisión, prosigue.

- Si no queréis que este lugar sea vuestra tumba en unos minutos, más os vale subir al vehículo.

Y después se gira hacia el interior y hace un gesto para que el resto de ocupantes hagan espacio a los tres recién llegados. La mujer, sin esperar respuesta, prepara el vehículo para salir a toda velocidad, decidan lo que decidan los tres hombres confundidos.

Oh dios, que mal me encuentro - estaba pensando Jeremy cuando vió aparecer, como si de un espegismo fuera, el vehículo que se acercaba.

Jeremy podría haberse entretenido a mirar más concienzudamente el vehiculo pero parecia que volvia a notar su cuerpo, sus debilidades carnales, y éstas, eran más fuertes que nunca. Tenía sueño, hambre y sed, y le dolia horrores la cabeza y cada parte de su cuerpo. Por eso tardó en reaccionar cuando vió esa cara conocida detrás de la ventada del vehiculo.

Ahí el tiempo se paró, para él, claro. Si realmente no se oia nada más que el ruido del agua, jeremy no parecia ni verlo. solamente tenía una imagen fija en la mente: Helen.

ahí la veia. delante suyo. parecia una imagen especial, entre angelical... o fantasmagórica. la veía como a cámara lenta, abrir y cerrar la boca, pasar sus ojos profundos por la cara de los tres hombres, y cuando se cruzaron con los suyos... recordó.

Recordó infinidad de cosas: el trabajo, su contratación, su investigación, el cubo, las imagenes que había visto en el cubo, Helen tenía otro cubo, Hubert, Marc, ....

Jeremy se tambaleó y estubo a punto de perder el conocimieto, o eso creía él. Había movimiento delante suyo, sus compañeros se movian, creía que hacia el vehículo. Los siguió. quería subirse... preguntar mil cosas, descubrir las respuestas... pero antes de eso, ... quería descansar...

... o comer.

La puerta del vehículo se abre desde el exterior y tres hombres agotados miran confundidos a los ocupantes del vehículo. Algunos de ellos parecen observarse con cierta complicidad, como si se conocieran.

En el interior, sentado en el asiento del conductor se encuentra una mujer de cabello rojo, la misma que ha hablado a través de la ventana. Su rostro y su voz es conocido para todos vosotros, pues de alguna forma u otra os ha ayudado a lo largo de esta odisea. Junto a ella, en el asiento del copiloto se encuentra un hombre negro y alto, con la cabeza afeitada y un ordenador sobre las piernas. Cuando los tres hombres se hacen hueco para entrar les observa con suspicacia.

En la parte central del vehículo se apartan para hacer hueco dos hombres. Uno de ellos, de aspecto indio, parece ser reconocido por dos de los hombres que acceden al vehículo: el hombre del acento ruso, y un hombre alto y algo escuálido, de rasgos europeos. El hombre que se sienta junto a él sonríe con amabilidad a los que acceden, aunque no parece conocer a ninguno de ellos. Por último, el tercero de los hombres que Helen recoge, también completamente afeitado, parece agotado y sin ganas de protestar, así que espera a tener un hueco y obedece sin rechistar las órdenes de Helen. La mirada que lanza a la mujer os da a entender que es a la única persona que conoce del vehículo.

Por último, en la parte trasera del vehículo hay un último ocupante, mucho más especial que los demás: un cubo perfecto, de bordes pulidos, emite unos tonos azulados que iluminan el interior del vehículo. Al contrario que a los ocupantes del vehículo, parece que a este objeto lo reconocen todos los recién llegados, dado el asombro en su rostro.

Georgi, cansado, se acerca al vehículo y accede. Con una grata sorpresa descubre en el interior a un viejo compañero.

- ¿Raf? ¡Eres tú! - dice alegre, a pesar del cansancio. Entonces recuerda la última vez que le vio y escuchó. El indio se marchó, abandonando a sus compañeros con la última sonda disponible en la ISS. El rostro de Georgi se ensombrece.

Iba a decirle dos palabras al viejo conocido después de sentarse, pero entonces algo atrae su atención. Se gira hacia la parte trasera del vehículo y sus ojos se agrandan, horrorizado ante lo que se le presenta.

- Que... ¡Que hace esto aqui! - dice, tentado de abandonar el vehículo y alejarse de ese maldito artefacto.

Jeremy se sienta en el hueco que le han dejado, cansado y un poco aturdido de encontrar a tanta gente dentro del coche, consigue saludar caon un simple "Hola" . Ni siquera se había dado cuenta del cubo hasta que Georgi lo ha descubierto.

Su mirada pasa de Helen para quedar suspendida mirando el artefacto...

aunque está cansado, su mente sigue su ritmo normal. - Este es el segundo cubo claro.... - piensa Jeremy

- Hola doctorr... -saludó el bueno de Raf con una sonrisa franca. Pudo notar la alegría espontanea inicial de Georgi, pero también el ensombrecimiento de su mirada. El peso de la culpa cayó como una losa sobre su conciencia y su sonrisa mostró el reflejo de su pesadumbre.- Paolo... -saludó también al ingeniero de comunicaciones de la ISS.

Hizo un gesto de bienvenida al tercer hombre, que no conocía, y se percató de que toda la atención se centraba ahora en el cubo, que seguía con su monólogo de tonos azulados.

- ¿Esto? Bueno, doctorr, esto lo hemos traído nosotros aquí, es una larga historia.

Sin más explicaciones, miró a Helen, a ver si continuaban con el plan trazado, antes de que aquel lugar comenzase a llenarse de gente.

Helen no parece prestar atención a los recién llegados. Su vista se fija en la distancia, donde un grupo de vehículos arranca y empieza a cruzar el campo a toda velocidad. Sin esperar a dar explicaciones ni tratar de aclarara nada, acelera y abandona el lugar tan rápido como apareció, con las luces de vuestro automóvil todavía apagadas. La discreción en este momento parece clave para la mujer.

Ponéis distancia entre vosotros y la sonda lo más rápido posible, y parece que los hombres que descienden en todo-terrenos desde la mansión no se percatan de vuestra fuga, pues no modifican su trayectoria para seguiros.

En un par de minutos os habéis alejado lo suficiente del lugar para que vuestra posición no pueda ser detectada desde allí, y con más tranquilidad ahora, Helen reduce la velocidad hasta detenerse. Entonces se gira hacia la parte trasera del vehículo y pasa la mirada por todos los presentes: Georgi, Paolo y Raf, Jeremy y Clive, y sentado en el asiento delantero, Smith con su ordenador. El equipo parece completo, pero la mujer parece echar de menos algunas personas que comenzaron esta odisea y no están presentes. Sin embargo, prefiere ahorrarse la pregunta por ahora.

- Raf tiene razón. Este cubo es necesario. Guardaos vuestras reservas y tratemos de hacer resumen de lo que tenemos hasta ahora. Y las disputas personales dejémoslas para después, no tenemos demasiado tiempo. ¿Alguien quiere empezar?

Recuerda la última vez que supo de Georgi y Paolo. La mujer no se había ganado su confianza, y dado que Raf volvió solo cargando el cubo, daba por hecho que el resto de hombres en el espacio nunca la tomaron en serio. Así que si alguien tiene que aclararles cosas, ese es el científico indio. Por otro lado, quería saber qué noticias tenía Jeremy. Su papel en la trama era crucial, pero por lo que ha visto, parece tener las manos vacías. Y otra duda da vueltas por la cabeza de Helen. ¿Por qué Jeremy está acompañando a Georgi y Paolo?

Al sentirse aludido, Raf se vió en la obligación de ser el encargado de comenzar a poner las cosas en común. La súbita aparición de sus excompañeros no podía ser fruto de la casualidad. Su historia desde que les dejó abandonados a su suerte en la ISS tenía que estar relacionada de alguna forma con la suya propia, y la única manera de saberlo era que cada uno contase su parte. Y deprisa, pues lo que menos les sobraba era tiempo.

- Sí... yo mismo lo haré, Helen. -Y miró a Georgi y a Paolo, y notó que le costaba mucho sostenerles la mirada. Si tenía que comenzar a contar los hechos, tenía que hacerlo desde aquel terrible instante...

Yo,... doctorr, Paolo... -su sostro se ensombreció aún más.- Tuve que hacerlo, tenía que salvarlo de..., de aquello. Ustedes lo vieron, igual que yo... -el horror de aquel momento y el recuerdo de la criatura atacándolos le hicieron tragar saliva, interrumpiendo su vaga explicación. Ni tan siquiera le pasó por la cabeza que el desconocido recién llegado pudiera no estar entendiendo nada de nada.- Tenía que salvarlo...

La mirada de Raf se perdió en un infinito profundo como el del propio espacio y calló. Por unos instantes el interior del vehículo quedó en silencio, como si el drama de la experiencia vivida por los tres astronautas hubiera copado el habitáculo.

Pero esos instantes pasaron, y una de las infantiles sonrisas del indio iluminó su rostro de nuevo.

La Tierra está en peligro, doctorr, hay muchas más criaturas como aquélla -siguió explicando, ahora más sereno- y 'mi amigo' el cubo y dos más como él han sido enviados para ayudarnos a impedirlo. Lo hemos traído hasta aquí, precisamente, porque éste es el lugar donde se encuentra uno de ellos. Llevamos recorrido un complicado camino en esta furgoneta para llegar y...

... por cierto -se interrumpió, - ¿qué fue esa explosión? ¿Cómo han llegado ustedes hasta aquí?

Paolo observa a sus compañeros. Al igual que Georgi y Jeremy, todavía se encuentra confuso por lo precipitado de los acontecimientos y el viaje. Sus sentimientos con respecto a Raf tendrán que esperar, pues su cabeza todavía está tratando de procesar todo lo ocurrido.

- Nosotros... - comienza. Realmente no sabría describir exactamente qué ha ocurrido -. La ISS se precipitó del cielo, y junto a ella esa "cosa". Nos encontró a Georgi, Saint y a mi y entonces... - lo que ocurrió entonces sigue sin tener ninguna explicación para el ingeniero, aunque trata de explicarlo tal como lo vivió. Por alguna razón, sabe que al menos Raf le creerá.

- Aparecimos en otro lugar, oscuro y con un incesante viento. Pero "eso" nos siguió, y nos atacó. Él - dice señalando a Jeremy - nos ayudó.

Otro espacio en blanco. ¿Por qué Jeremy estaba allí? ¿Qué era eso que utilizó? Los sucesos todavía están frescos, y Paolo es incapaz de conectarlos entre sí.

- Cuando conseguimos deshacernos de la criatura, activamos una especie de artefacto. Y ese artefacto nos trajo aquí.

No exactamente. Los detalles del viaje todavía hacían retorcerse a Paolo, y el dolor experimentado era demasiado fresco como para revivirlo. Por ello su cabeza, en un intento de mantener la locura a raya, había enterrado esas sensaciones en un rincón oculto e inaccesible. Pero entonces otro sentimiento afloró. La pérdida de un amigo.

- En el camino acabamos en el espacio... En la ISS o algo parecido. Allí Hubert y Saint... - un nudo en su garganta le impidió continuar. Todo lo ocurrido en el viaje era importante. Algo se lo repetía una y otra vez, pero el último recuerdo de Saint congeló su raciocinio y no pudo continuar. Algo le decía que había generado más preguntas que respuestas con su escueta descripción.

Oh, mierda - Pensó Jeremy. Su mente se iba calmando. Ese tiempo en coche, aunque corto, le había ayudado a ir desvelando su situación. Y no parecía para nada alentadora.

Se sentía igual que cuando había aparecido en ese mundo de arena y viento, totalmente fuera de lugar. Por lo visto todos se conocian, y habían vivido alguna experiencia juntos. algo había pasado con anterioridad y él estaba totalmente fuera de órbita (ja!, curiosa metafora después de lo que habían vivio).

Jeremy se limitó a escuchar, fue todo un acierto dejar que fueran ellos los que hablaran primero, y de esta manera poder encajar alguna de las piezas de este puzle. pero ni por asomo conseguia ver nada claro.

cuando Paolo terminó su especie de relato y nombró su nombre, vió como los integrandes lo miraban con cada de curiosidad. Jeremy no quería hablar, pero despues de un tiempo de silencio vió que no podía escaparse.

ai.. está bién - dijo intentando ganar un poco de tiempo y poder aclarar su historia - Me parece que estoy totalmente en desventaja aquí. no conozco a nadie, excepto a Helen - dijo mirando a la mujer a los ojos. aunque seguia igual de atractiva, sabía que había algo en ella de lo que tenía que resguardarse. - aunque, se puede decir, que despues de lo que hemos pasado en ...mm... esa ciudad y... bueno... en el espacio, ya nos conocemos algo mejor, verdad Paolo y Georgi? - dice mirando a los dos astronautas, con una mueca.

La historia que os ha contado Paolo es cierta, pero no puedo añadir mucho más. No se como llegué a ese sitio, ni porque motivo, solo se que iba en coche y apareci ahí. Luego encontre una ciudad y... bueno.. a esas.. cosas con tentáculos. Y con ellas a Paolo, georgi... y... hubert y... Saint - dijo mirando a Paolo. realmente no se acordaba del nombre del otro astronauta, así que uso el nombre que había dicho Paolo.

Luego, después de una pausa, miró a Helen. Quizá podríais ponerme al dia no? - dejando la pregunta en el aire, pero claramente dirigida a la mujer.

Logicamente Jeremy podría explicar muchas mas cosas, pero no sabía que podía contar y que no. De ahí solamente Helen sabía su verdadera identidad, los demás pensaban que era un psicologo. Y tampoco sabía si Helen quería que explicara la historia de Hubert, Marc y el otro cubo. así que lo mejor era esperar a ver que pasaba.

Por otro lado, recordó que aun tenía la herramienta alienígena. Bién, sería un as a guardarse en la manga.