Partida Rol por web

Mai ya tenia lo que necesitaba. Camino hacia donde reposaba el samurai y su sirviente, inclinandose con una reverencia de mas de noventa grados. - Mi señor, despierte por favor. Hemos descubierto a los bandidos intentando huir, hablando entre ellos de sumarse a otras personas que esperaban, para volver al poblado a asaltarlo. Dice que en total son ocho, seis mas ellos. Estan en la ladera de la montaña. No podemos abandonar sin mas la aldea sin primero eliminar el peligro.- Era decidida, firme. No quedaba nadie para defender el poblado si ellos se iban. Habian mujeres y niños, no iba a tolerar ningun abuso, lo quisiera el samurai o no.

El viento arrecia ante las súplicas de Mai, silbando entre las ramas de los árboles impaciente por la respuesta del noble. Levanta una mano dándose por enterado, es su sirviente el que reacciona. Se acerca al buey y forcejea con las ataduras.

"Prepárate."

Toma un yumi con su respectiva bolsa de flechas. Tras cargarlo al hombro, camina hacia el grupo de hombres. Liberando al bandido y volviendo a atarlo en un abrir y cerrar de ojos, le sobra cuerda como para darle un par de vueltas más alrededor del cuerpo por si acaso.

"Tú te vienes conmigo, y vosotros también."

Reaviva el fuego de una antorcha para tener algo de luz durante el trayecto.

"Regresaremos antes del alba. Coged solo lo necesario."

Manteniendo la cuerda agarrada en plan correa, se cerciora de que todo el mundo está preparado. Una vez os habéis armado o desarmado, le da una patada en el culo con el interior del pie para que avance.

"En marcha."
 

Shinta se encoge de hombros, resignado. Agarra el yari y su armadura de ashigaru, y se dispone a seguir al sirviente del noble.

Suspira satisfecha, mirando a Jiro con una sonrisa de alivio cuando finalmente el sirviente y el noble accedieron a que partieran para ayudar al poblado. Al menos, todo quedaria en buenas manos. O eso creia la muchacha. Se acercó sin rechistar a la armadura del suelo. El Yumi ya lo tenia en la mano, solo le faltaba colocarse el carcaj al hombro, mientras que, en lo que ataban y desataban al bandido se iba colocando la armadura, para despues poner bien el carcaj a la espalda. Miró de reojo a Shinta y sus pocas ganas de ayudar, pensando aun que el ataque de aquellos bandidos era por su culpa. Tanto que en su momento se hacia el duro amenazandolos... y ahora ni ganas tenia. 

Negó con desaprobacion y se coloco a un costado del sirviente, esperando a que iniciase la marcha, con el arco en mano. 

Asintiendo, Jiro devuelve la sonrisa a Mai. Aunque la mujer era, en ocasiones, difícil de tratar, su vehemencia en esta situación había resultado ser justo lo que necesitaban para que el samurai les hiciese caso.

El bandido parecía estar diciendo la verdad, por lo que el combate estaría igualado en números, y además contaban con el beneplácito del samurai y la ayuda de su sirviente, lo cual les ahorraría muchos problemas, los mismos que se habrían causado de haber decidido resolver la situación en secreto.

Jiro dejó en el campamento su petate con sus pertenencias básicas y sólo llevó consigo su arco y sus flechas en el carcaj. Lo demás resultaría ser un estorbo, dado que lo único que pretendían hacer era llegar y acabar con la escoria que amenazaba la aldea.

Con un leve gesto de Nobu, Yata toma el vuelo y se pierde en la oscuridad de la noche. Aún con la armadura puesta, se ajusta el parangu en el obi y toma el yari con una mano clavándolo en el suelo, parece preparado.

Prosiguiendo con otra patada en el trasero del bandido, el sirviente lo hace andar hacia vuestro destino.

Dándose la vuelta, acostado en el suelo, el samurái trata de retomar su sueño.

Los seis, armados y preparados, os ponéis en camino.

Tras varias un par de horas de paseo desandando lo andado y desviándoos por a saber dónde, os encontráis prácticamente agotados y desorientados. Justo cuando os empezáis a plantear realmente que el hombre os está tomando el pelo, observáis una pequeña luz entre los árboles. La se apaga contra el suelo.

"E-es... es aquí. Por favor, n-no-..."

El sirviente lo amordaza pegando su cabeza contra un árbol. Mandando a Shinta a que termine el trabajo, se acerca algo más para otear. A los pocos minutos vuelve, comenta la situación: Esta oscuro como el abismo, ha contado cinco, cuatro parece que duermen y el que queda está calentándose de cuclillas frente al fuego. No está completamente seguro, pero parecen tener armas rudimentarias a mano.

¿Qué hacer?

Mai observó a aquel hombre cuando volvio a informar, quedandose pensativa por sus palabras. Faltaba uno.
- El hombre dijo que eran seis. Deberia faltar uno. No se donde estará... pero deberiamos estar atentos.- Mas que para el sirviente, lo dijo para Jiro y Shinta. Estaban demasiado superados en numero, pero si todos se esforzaban y combatian, creia que podrian salir adelante. Ademas que la oscuridad les cubria, era dificil que les localizaran.
- Jiro, separemonos y disparemos desde distintos puntos para confundirlos. - Mai comienza a andar unos 5 metros hacia su derecha, oculta contra un arbol. Se arrodilló, para tener mas precision y se concentró todo lo que pudo mientras que tomaba una flecha, la cargaba y pretensaba, silenciosa. Apuntó a aquel que tuviera mas apariencia de peligroso. O al mas despierto. 

Mientras Mai se dirigía hacia la derecha, a los árboles que bordeaban el claro, Jiro avanzó bajando una pequeña pendiente hasta resguardarse detrás de una enorme roca. Desde allí podría disparar sin ser visto, o al menos con una buena cobertura.

Se giró para ver qué hacían el sirviente, Nobu y Shinta, pues no era conveniente actuar antes de que todos estuviesen en posición. Si querían sobrevivir deberían trabajar en equipo.

Mientras estos tomaban sus posiciones, Jiro oteó los alrededores intentando localizar al bandido desaparecido. Sería arriesgado comenzar el ataque con uno de los bandidos en paradero desconocido.

Shinta preparó el yari y visualizó al que estaba junto al fuego, tras decirle a sus compañeros donde estaban los otros. Le hizo una seña al sirviente del noble, indicándole que iría a por ese.

Si debo hacer esto, prefiero enfrentarme al que está despierto... Por la aldea.

Nobu reprimió una sonrisa incisiva cuando Shinta señaló al tipo que estaba despierto. Envidiaba su seguridad, pero sabía que le iba a durar bien poco. Hacerse el héroe en la aldea era muy distinto a pretenderlo en un campo de batalla... pero si de verdad se veía capaz de medirse con él, adelante. 

Observó agachado a los que pudo, y asintió, sabiendo lo que tenía que hacer él. No solo estaban en inferioridad numérica, sino que la mitad de su grupo eran dos niños y una mujer con menos sentido común del que tenía Yata. Alguien tendría que igualar la balanza. Se escurrió entre los arbustos, y avanzó en silencio hacia el norte, con la intención de bordear el claro y acercarse a los bandidos que estaban durmiendo. 

Una vez en posición tras la roca, Jiro descolgó de su espalda el yumi, y con sumo cuidado, intentando ser silencioso, lo encordó.

Ya estaba listo para actuar.

Cuando Nobu pasó a su lado, le susurró para indicarle.

Nobu, dispararé cuando entables combate. Y le hizo un gesto de suerte a su compañero.

Mai, viendo que todos los demás tambien se comenzaron a preparar, respiró hondo y guio sus pasos entre la maleza, intentando parecer aun calmada, relajada. Todavia no se habia hecho a la idea de lo facil (desde su punto de vista) que era matar a un humano de un flechazo. No se sentia bien haciendo eso, pero menos aun dejando que aquellos bandidos desalmados atacaran la aldea sin prácticamente un motivo. Porque Shinta estaba ahi, con ellos. ¿De verdad le buscaban? ¿O quizás simplemente eran otros muertos de hambre en busca del trabajo ajeno? 

Se arrodillo tras separarse, alzando con cuidado el arco. Escogió una municion que provocaria graves daños en los cuerpos, esperando herir al menos a uno lo suficiente, como para impedirle el avance. 

Con el aire a golpeándoos de cara, el silbar del viento y el crujir de las ramas os ofuscan en vuestra emboscada. Lográis avanzar en la oscuridad, inadvertidos por el momento.

Los bandidos descansan plácidamente, echos unos ovillos o con alguna manta raída por encima para aguantar el frío.  El que está junto al fuego sigue calentándose las manos, frotándose los hombros para entrar en calor.

Mientras que Nobu y Jiro optan por ir hacia el norte, Shinta opta por ir directamente a por el que está despierto. El Sirviente y Mai van hacia el oeste, manteniéndose seguros entre la maleza. Los tres arqueros preparan los arcos (Jiro, Mai y el Sirviente) montando una ruidera considerable, esperemos que no los hayan oído.

Nobu avanzó en el más absoluto silencio hasta quedarse a unos pocos pasos del bandido que dormía. La punta de su lanza, instintivamente, ya se cernía sobre él. 

El sirviente susurra unas palabras arrastradas por el viento. Se concentra, preparándose para lo que vendrá a continuación.