Partida Rol por web

Gudrid estaba junto a su marido observando como los hombres iban uno a uno a jurar lealtad a su padre. Vestía unas bellas ropas de colores llamativos y una capa de piel sobre los hombros, demostrando así que era la esposa del jarl Herjolf y no una mujer cualquiera. Se giró hacia su hermana.

-Parece cansado, pero a su vez le veo muy altanero. Hacía tiempo que no le escuchaba hablar tanto-bromeó. Pero estaba en lo cierto, el jarl era un hombre de pocas palabras pero el encuentro con sus familiares y la propia fiesta parecían haberlo animado.

-Vuestro padre es un gran hombre y un gran líder. Los habitantes de la isla de Fynn pueden estar satisfechos de contar con jarls tan enteros como Knudsson o Tryggverson, aquí presente-dijo un hombre con una sonrisa. Era un hombre que peinaba canas, de larga y frondosa barba y sonrisa agradable. Pero no era un hombre cualquiera, era el delegado del rey Frodi al que os habían presentado(a Jorund y a Gudrid) aquella misma tarde. Había venido a Rohald a presentar una ofrenda de amistad al jarl Knudsson en nombre del rey Frodi.

Jorunn inclinó la cabeza con una sorisa a modo de agradecimiento. Desde que le habían presentado a aquel hombre media muy bien cada una de sus palabras, pues no quería ver que no apoyaban al usurpuador...pero tampoco quería hacer ver que era incondicional a él. Su padre había actuado sabiamente excusandose con la celebración del Jöll y ellas no debían tirar su trabajo por tierra. Sonriendo amigablemente respondió

—Sin lugar a dudas contamos con guerreros leales y poderosos, aunque Noruega y Sjaelland no tienen nada tiene que envidiar.

¿Suficientemente neutral, Jorunn? ¿Añades una pequeña broma? es una fiesta al fin y al cabo

—Salvo nuestra cerveza y nuestros bardos, como comprobará esta noche

Thorgrim se había vestido con su mejor capa de piel de oso, un enorme oso Pardo al que había dado muerte el mismo. Cuando llegó su turno avanzó hasta colocarse delante de las armas del Jarl. Era el momento de renovar su juramento de fidelidad y así lo hizo, se arrodillo delante de la espada de Knudsson.

Thorgrim Olavsson comprometé por su honor poner sus brazos y su hacha a vuestro servicio, Hrolf hijo de Knud, Jarl del clan Kjari.

Hrolf parecía satisfecho con el berserkr. Asintió con la cabeza al escuchar sus palabras.

-Es un honor para el clan Kjari tener a un enviado de Odín entre nosotros para defender la aldea. Eres uno de los mejores guerreros del clan-dijo mostrando un brazalete dorado- toma, coge este brazalete y que los dioses sigan a tu lado.

Hild se mantenía en un discreto segundo plano mientras veía a los hombres renovando sus juramentos. En aquellos momentos no se encontraba con demasiado ánimo para estar en la fiesta, pensaba en el traidor y en todo lo que podía acarrear la maldición para el clan.

Y también pensaba en su madre... La echaba tanto de menos... Seguro que ella sabría cómo comportarse delante de tanta gente importante y, sobre todo, ella sabría qué consejos dar ante el mal que parecía cernirse sobre todos.

Hild se quedó con la vista fija en los hombres que seguían pasando ante el Jarl pero sin prestar atención a las caras. Sabía que debería hacer un gran esfuerzo para comportarse como la joven völva que todo el mundo esperaba... como una joven en una fiesta, así que forzó una tímida sonrisa y procuró prestar atención a lo que sucedía a su alrededor.

El Thorgrím acogío con orgullo las palabras de su jarl, a todo hombre le gustaba que alabasen sus actos. Se levantó cogió el brazalete dorado que le ofrecía Knudsson a la vez que volvía a realizar una reverencia con la cabeza y decia.- Gracias por tus palabras jarl.

Volvió a su lugar mientras se colocaba en el antebrazo el brazalete dorado, que quizás, incluso fuese de oro, aunque al berserker no le importaba demasiado el material del que estuviesé hecho, sus dioses no lo evaluarían por sus riquezas sino por sus actos en la batalla.

Con la atención de todo el mundo centrada en el musculoso guerrero de Odín las miradas de Yngwe a las faldas y escotes de las presentes pasaron suficientemente desapercibidas como para no recibir ninguna llamada de atención, el scalda iba sonriente, le agradaba la aldea y más aún que tuvieran invitados de otras, no había olvidado el incidente de la tarde pero sí creía poder permitirse el lujo de entretenerse un poquito esa noche tan especial que tantísimo tiempo habían estado esperando.

Yngwe iba algo engalanado, como la celebración exigía. Detrás de Thorgrim, el delgaducho Gilsursson se arrodilló frente a la espada del Jarl - Mi espada siempre defenderá esta aldea, así como al Jarl que nos sepa gobernar con justicia, astucia y amabilidad. Mi vida está a vuestro servicio Jarl, larga y próspera vida

El jarl sonrió y asintió con la cabeza.

-Como siempre Gilsursson-evitó llamarle Skalda por que normalmente se utilizaba como un insulto- tienes unas agradables palabras que compartir con nosotros. Que tus canciones y sagas resuenen por tiempo en nuestro salón-dijo a la vez que le ofrecía un saco que contenía algunas piezas de plata.

El Hirdman se arrodilla delante de su Jarl para repetir un ritual que ambos conocen muy bien. Antes de comenzar a hablar Sigurd mira a su jarl y sonríe, con una mirada de complicidad de quien ha hecho esto muchas, muchas más veces.

"En su momento juré serviros hasta vuestra muerte o la mía, y lo mantengo. Jarl, mi juramento no caduca, así que no lo renovaré. Mi vida son mis armas, y mis armas son vuestras, por lo que mi vida es vuestra, desde que me tomasteis a vuestro servicio y hasta el día del Ragnarok."

-Lo se, Sigurd, lo se bien-dijo el Jarl asintiendo con la cabeza, sonriente- eres un gran hombre, como todos los hombres del clan Kjari-a aquello elr esto de hirdmans gritaron al uníusono con orgullo- ten esto y pórtalo con orgullo-le dijo entregándole un brazalete de oro.

- Desde luego lo han hecho muy bien montando a ese Fural*. El clan Kjari puede estar orgulloso, lastima que yo ya sea mayor para esas bravatas pero estoy deseando escuchar a los skaldas durante la cena-dijo observando como los hombres seguían pasando para prestar juramento a Hrolf.

Ya le gustaría al usurpador tener hombres tan leales y bravos como los de nuestro clan.

No se sentirá decepcionado.—respondió la joven Jorunn tocandose las trenzas. Las esclavas habían hecho un buen trabajo con su tocado: el dorado cabello estaba trenzado con firmeza y habilidad, como mandaba la tradición y que combinaba con las oscuras telas granate que había elegido la chica para su vestimenta, que resaltaba las curvas de su cuerpo, al contrario que las bastas ropas que llevaba cuando iba de cacería. La mirada de la joven denotaba orgullo. Sabía que los hombres de su padre morirían por él, al contrario que muchos de los de Frodi y se sentía orgullosa de esa lealtad. Los hombres les eran leales, y su padre les era leales a ellos. Sin lugar a dudas, era un gran jarl. Estoy segura de que disfrutará de esta fiesta añadió con una dulce y jovial sonrisa

Mientras el Thulr caminaba hacia el Jarl el tono de las voces en la sala redujo su volumen. La mayoría de los asistentes hablaba bajo en tono de respeto y muchos de ellos ni siquiera se atrevían a pronunciar palabra en su presencia. Caminó despacio, observando a su alrededor con esa mirada tosca que analizaba a cada uno de los presentes hasta que llegó frente al líder del clan. Con gran esfuerzo, se arrodilló frente al Jarl y alzó su ronca voz.

-Ante el ojo de Odín, una vez más, os ofrezco mis manos, mis ojos, mis conocimientos. Que los dioses os protejan y os inspiren en vuestra tarea, en la que espero poder serviros todo lo que me quede de vida.

El jarl asintió y levantó un pequeño saquito de piel de caballo cuyo interior contenía pequeños huesos y algunas hierbas.

-Que el tuerto observe desde Asgard a los que lo honran en la batalla y que tu, Klemet Gandalvsson, sigas siendo su portavoz en Midgard por mucho tiempo. Aquí tienes algunos plantas traídas de Noruega, espero que sean de tu agrado y te ayuden en tu dura tarea.

Tras decir esto y entregarle el saquito al thurl el jarl se levantó y alzó el brazo, pues Klemet había esperado a ser el último hombre del clan en prestar el juramento. 

-¡Que empiece el banquete!

-¡Un momento!-alzó la voz Herjolf sobre las voces de la gente- jarl Knudsson, he traído un presente para vos-el hombre hizo un gesto y dos muchachas se acercaron andando lentamente. Debían tener unos quince o dieciséis años ambas delgadas, apenas vestían pieles que cubrían sus cuerpos y las dos con cabellos rubios, dorados como el sol- Estas dos mujeres provienen de Finlandia pero estoy al cargo de que tenéis esclavos y esclavas suficientes para el clan. No son mujeres comunes si no que estas dos mujeres son hechiceras. 

-Os lo agradezco. Además de bellas son hechiceras, un regalo valioso. Serán bien tratadas-dijo haciendo un gesto y varias esclavas se acercaron a ellas y se las llevaron de allí- Tryggverson vosotros y vuestros hombres sois siempre bienvenidos en Rohald, disfrutad del banquete y de nuestra bebida en ésta fiesta del Jöll-dijo Hrolf iniciando ahora si el banquete.

Las dos mujeres que presentaban al Jarl tenian la piel blanca como las nieves de la colina del búho a principios de primavera, al calor de la sala sus pómulos habían enrojecido mostrando algunas pecas y ambas habían permanecido calladas, eran un valioso tributo para nuestra tribu, aunque su pelo no podía competir en belleza con el de Jorun, ambas eran dignas de admiración. Yngwe se fijó bien por donde se las llevaban.

Cuando comenzara la fiesta Gilsursson se fijaría bien por donde podían aparecer, tal vez pudiera acercarse y saber algo más sobre Finlandia y su cultura... si sabeis a qué me refiero, Yngwe siempre estaba dispuesto a ampliar sus conocimientos y a conocer otras culturas. La fiesta comenzaba a animarse y tan pronto se abrieran los primeros barriles y se hiciera el primer brindis de los más ansiosos por beber, comenzaría su turno para animar la fiesta y hacer arrancar a la gente para que bebieran cuanto pudieran.

Todos los hombres habían pasado ya a rendir sus respetos al jarl y el último, como así debía ser, había pasado el Thulr. El banquete comenzaría ya sin más retrasos pero... por lo visto había una sorpresa. La völva observó el "obsequio" del noble Tryggversson con los ojos semicerrados y una expresión desconfiada en el rostro. Desde luego era un digno regalo pero a Hild no le gustó nada ver a las dos mujeres ante el Jarl.

El recuerdo de los objetos encontrados en el bosque, claro ejemplo de que alguien había lanzado una maldición, aún estaba demasiado fresco en la mente de Hild y ver a dos hechiceras venidas desde tan lejos... no, aquello no podía ser una coincidencia. Para sus adentros la völva se prometió mantener vigiladas a aquellas dos mujeres que podían causar estragos entre los hombres del clan, y no sólo por sus conocimientos de hechicería.

Cuando por fin desaparecieron de su vista y se dio paso al banquete, Hild intentó centrarse en la comida y en la compañía de los que estaban al lado para alejar de su cabeza esos aciagos pensamientos. Por un día necesitaba divertirse y olvidar el luto, el dolor y lo que seguramente aún estuviera por venir.

Las hechiceras gemelas, le parecieron un regalo realmente envenenado al berserker. Sin lugar a dudas, un hombre podía pasar un buen rato en compañía de ellas, pero dudaba de la conveniencía de tener como esclavo alguien que podía maldecirte sin ningún esfuerzo, y por lo que intuyó en los ojos de la völva, esa opinión era compartida.

Cuando el Jarl dió comienzo al banquete Thorgrim decidió concentrar su atención sobre un cuarto trasero de ciervo asado que había en mitad de la mesa. Mientras daba buena cuenta de él mezclándolo con cuernos de deliciosa hidromiel dedicó unas miradas a sus compañeros por si era necesarió.

Aunque no hizo falta, todos parecían dedicados al banquete, al igual que él mismo, exceptuando a Jorunn que hablaba amigablemente con el enviado del rey Frodi; era obligación de los nobles saber poner buena cara y comportarse correctamente aunque no tuviesen la menor gana y la joven cumplía realmente bien con sus tareas, cosa que a él le hubiese resultado imposible de hacer.